lunes, 23 de febrero de 2009

PEÑA ORACADA Y TEJEDA DE TOSANDE (Palencia) 22-02-09

 


1ª TRAVESÍA A LA “TEJEDA DE TOSANDE” Y 1ª ASCENSIÓN A LA “PEÑA ORACADA”. (Palencia).

22-02-09               (Domingo)

Hemos realizado una nueva excursión a otra provincia vecina como es Palencia. Nos hemos acercado a la zona de Cervera de Pisuerga para recorrer un bonito bosque de Tejos ampliado con la ascensión a una cumbre cercana, la Oracada, con unas espectaculares vistas de toda la comarca. Exactamente hace un año visitamos otro bosque similar, la Tejeda de Requejo, en Sanabria.
En esta ocasión 8 fuimos los animados a participar: Adelino, Roberto, Nati, Piedad, Álvaro, Mª Jesús, José Antonio y yo. Poco después de las 8:00 horas nos recogieron a Mª Jesús y a mí en el Plus. En los coches de Adelino y de José Antonio emprendimos el viaje hacia la Dehesa de Montejo de donde partía la ruta. Decidimos ir por la autovía de Burgos en vez de por Guardo. Así fuimos recorriendo kilómetros hasta abandonarla en el desvío de Saldaña. Por una comarcal hicimos el resto del viaje atentos en los pueblos por si había algún bar abierto para tomar un café, el cual no encontramos.
Llegamos de esa forma a Cantoral de La Peña donde nos incorporamos a la carretera que viene de Guardo. Escasos dos kilómetros nos separaban del aparcamiento donde se comienza la ruta y situado a medio kilómetro de la Dehesa. Eran las 9:40 horas y habíamos recorrido 150 Km.
Nos preparamos para la ruta que comenzamos a las 10:00 horas por un camino descendente hacia el norte. A la izquierda se alzaba el macizo con la Peña Cantoral en primer plano y la Oracada tras ella. Apenas se veían unos neveros en su cumbre estando el resto limpio de nieve. En el camino vimos una señal que indicaba 700 metros a la Dehesa de Montejo, situado al otro lado de la carretera.
Siguiendo aquel camino que descendía bastante llegamos a la línea de ferrocarril de FEVE que une León y Bilbao. Un corto túnel bajo la misma nos permitió atravesarla para continuar la marcha hacia el comienzo del valle. Entramos entonces en una zona de pastizales donde abandonamos el camino para atravesar por el medio de la ganadería que pastaba en ellos. Pudimos ver varios terneros que por su aspecto no tenían más que unos pocos días. Tras atravesar estas praderías nos encontramos con un antiguo cargadero de mineral al lado del cual había una fuente con pilón en el que el hielo formaba una capa de 30 cm. Colocados encima de ella no llegaba a romperse.
Continuamos la marcha pasando otro prado lleno de vacas y no tardamos en encontrarnos con un estrecho desfiladero cuya entrada estaba cerrada por maleza. Aquí nos entró la duda de si iríamos por buen camino o no. Realmente la ruta iba por el camino que, no sé porqué, habíamos abandonado y por el que había seguido José A. Alguien vio enseguida que se podía pasar bien por el pequeño cañón y que incluso había hasta un sendero marcado en él. Roberto también se había desviado e iba unos metros por encima de nosotros. Era bonito aquel angosto paso entre piedras y arbustos que nos metió luego a un bosque de altos robles donde enlazamos con el ancho camino que antes habíamos dejado.
Estábamos ya metidos de lleno en el valle de Tosande por el que bajaba el pequeño arroyo que le da nombre. Pocos metros después atravesamos una portilla de madera construida de no hacía mucho tiempo. Vimos por allí algunos restos de nieve en el camino. Entre robles transcurría este ancho camino entre las peñas Cantoral y Tres Cruces. No tardando llegamos a un puente, también de reciente construcción, que atravesaba sobre el arroyo, el cual se saltaba ahora de un salto. Nos hicimos una foto y pasamos al otro lado, aunque el camino no lo hacía. Seguimos por un sendero paralelo al mismo durante unos 200 metros antes de llegar a un punto donde de nuevo lo atravesamos esta vez sin puente alguno. Luego vimos que podíamos haber seguido por aquella margen ya que más adelante se volvía a pasar de nuevo a dicho lado.
Nos encontramos enseguida con unas formaciones rocosas al lado izquierdo del camino tras las cuales se abría el valle. Por detrás ya quedaban las cumbres mencionadas y el camino estaba cubierto de nieve. No tardamos en divisar el abrevadero que teníamos como referencia en la ruta y donde había que abandonar el camino ancho para subir a la tejeda. En el folleto que llevábamos marcaba la ruta siguiendo el valle y regresando por el bosque, pero mi opinión era ver antes la tejeda y luego ya se decidiría por donde bajar. Aquel punto era el inicio de la ruta circular y para ver la tejeda antes había que cambiar el sentido de la marcha que marcaba el folleto. El podómetro marcaba 3 Km. y eran las 11:30 horas.
Nos hicimos unas fotos allí con el valle rodeado de cumbres y bosques. A la izquierda veíamos un cartel hacia el que nos dirigimos viendo que se trataba de información sobre la tejeda. De allí partía el sendero que se internaba en el hayedo subiendo por una especie de escalinata formada por troncos atravesados que impiden el arrastre de la tierra por la lluvia. Algo similar habíamos encontrado en la ruta de la tejeda de Requejo. La nieve cubría el terreno de la estrecha vaguada por la que se ascendía. Al lado del sendero vimos algunos bancos de madera. En un determinado punto encontramos huellas que subían y bajaban por el lateral izquierdo. Comprobamos que se trataba de un atajo que no cogimos ya que la pendiente era pronunciada. Marcamos con ramas una flecha para Nati, que venía poco detrás, y continuamos ascendiendo hasta ver en la ladera el sendero delimitado por una estructura de madera que impide igualmente el desmoronamiento del mismo. Ya comenzamos a ver algunos tejos no muy grandes por aquella zona.
El sendero cambió de orientación y se suavizó la pendiente. No tardamos en llegar a la altura de dos enormes ejemplares de tronco retorcido donde nos sacamos unas fotos. Estábamos en la cara norte de las Peñas Oracada y Cantoral y la nieve cubría toda la ladera. Continuando la marcha llegamos enseguida a la zona del bosque donde se concentraba la mayor parte de los tejos. Para evitar en mayor medida el destrozo del entorno, entre ellos transcurre una pasarela de madera que los va rodeando y se bifurca entre ellos. Algunos incluso están rodeados con alambrada para evitar que los animales los dañen. Así encontramos el pequeño bosque de tejos en la zona de La Cervatina, en Puebla de Lillo. Aunque no tan gruesos como los que vimos en Sanabria, el número de ellos era muy superior a los de aquel bosque.
Apunto aquí que me he comprado un pequeño trípode articulado que se enrosca a cualquier rama y con el que nos sacamos varias fotos al lado de los tejos. Tengo que tener cuidado al enfocar la cámara para que no pille la zona borrosa de la lente encima de alguna cara. Estoy ya mirando cámaras para comprar otra ya que así no me sale ninguna foto decente.
Un buen rato estuvimos contemplando todo este rincón embellecido más aún si cabe con la nieve. En la pasarela de madera había que andarse con cuidado ya que estaba helada y se patinaba fácilmente.
Así fuimos atravesando la tejeda y salimos a cielo abierto por encima del valle por el que habíamos subido. Podíamos incluso ver los coches en el aparcamiento cercano a la carretera. Por encima de nosotros teníamos la peña Cantoral y decidimos comenzar el ascenso hacia ella. Eran entonces las 13:15 horas. A José Antonio y a Piedad no les veíamos desde casi el comienzo de la ruta y supusimos que iban a subir a la Peña Redonda, situada al final del macizo aquel.
Nosotros nos sacamos una foto con el valle de fondo y emprendimos la subida por la ladera nevada. En ella vimos un gran tejo caído con las raíces medio arrancadas pero que se mantenía vivo. Poco a poco fuimos cogiendo altura precedidos por otra pareja a la que seguíamos las huellas. La pendiente no era muy pronunciada y se ascendía bien. La nieve tampoco estaba muy blanda y no era muy abundante. No tardamos en ver la cumbre de la Oracada frente a nosotros. La peña Cantoral era más baja y la fuimos dejando a la izquierda. El paisaje era cada vez más amplio y comenzamos a ver el Espigüete y el Curavacas al norte. Nati se quedó en unas rocas del linde del bosque mientras el resto íbamos ganando altura hacia la collada de La Braña, entre las dos peñas.
A las 14:20 horas llegamos Roberto y yo a dicha collada mientras el resto ya estaba casi en la cumbre. El viento allí era fortísimo del norte, lo cual hizo baja la sensación térmica en varios grados. Estábamos a una altura de 1758 metros y teníamos una amplia panorámica de la llanura palentina hacia el sur. Bajo nosotros teníamos el pueblo de Cantoral de la Peña y La Dehesa de Montejo.
Comenzamos a subir el último tramo hacia la cumbre azotados por ese viento que nos tumbaba. Nos daba por la derecha y había rachas que nos hacían desplazar el rumbo. La pendiente era considerable, pero se ascendía bien entre las rocas. De esa forma alcanzamos Roberto y yo la cumbre de la Peña Oracada a las 14:35 horas. En ella apenas se podía parar y había que meterse unos metros hacia la parte Sur. En una de las cumbres más al Oeste vimos a José Antonio y a Piedad bajando por la ladera. Nosotros decidimos comer allí mismo abrigados en la parte sur de la cumbre.
Pues bien, fue bajando esos pocos metros para acomodarse donde Adelino dio un traspiés y cayo sobre las rocas dándose un golpe en la cara y en la pierna que por suerte fue poco más que el susto. Por lo visto se le había trabado el alambre de la polaina con las rocas. Nos pusimos a comer mientras veíamos a los dos compañeros venir hacia nosotros.
Antes de emprender el descenso nos sacamos una foto en la cumbre y dejamos una tarjeta en un bote entre el montón de rocas del hito. Desde aquella altitud de 1821 metros la vista era amplia contemplando numerosas cumbres de la zona limítrofe de Palencia y León así como de Palencia y Cantabria, entre ellas Peña Labra, que apenas se veía entre las nubes que cubrían esa cordillera. También se podía ver el embalse de Requejada y el de Aguilar de Campoo con esta población a la vera. No se veía sin embargo Cervera de Pisuerga, oculto tras el pico Tres Cruces que se alzaba al otro lado del valle de Tosande. Destacaban entre todas las cumbres la del Espigüete y el Curavacas así como el Arbillos, Murcia o Peña Redonda en primer plano.
A las 15:35 horas emprendimos el descenso. Habíamos comentado la posibilidad de bajar directamente por la cara sur, pero yo quería aprovechar para pasar de nuevo por el bosque de tejos. De esa forma emprendimos la bajada por la misma ladera hacia el collado de La Braña. José Antonio lo hizo por la parte contraria bordeando luego la cima por el norte.
Tras dejar atrás el collado entramos en las laderas nevadas por las que habíamos subido. Pues bien, aquí aproveché para sacar el plástico que llevo conmigo y nos pusimos a hacer “culoskí” con él. Estuvimos un buen rato en una ladera subiendo y bajando por ella mientras yo grababa los deslizamientos. En la última bajada nos tiramos Piedad, Mª Jesús, Álvaro y yo juntos. A media ladera nos dimos la vuelta y bajamos de espaldas retorciéndose Piedad un poco la pierna sin mayores consecuencias.
Así fuimos llegando a la linde del bosque en el que entramos a las 16:40 horas. Poco a poco fuimos encontrándonos de nuevo los tejos atravesando entre ellos hacia el camino marcado. A mí se me terminó la tarjeta y la cambié. Pues bien, tras recorrer casi un kilómetro me di cuenta que no llevaba los bastones. Los había dejado en aquel momento apoyados en un tronco. Mientras el resto continuaba, Mª Jesús y yo retrocedimos en su busca. La suerte hizo que viéramos una especie de jineta o parecido que los demás habían visto antes por delante. Todavía me dio tiempo a grabarla unos segundos. Justo allí había dejado los bastones en el tronco y sin más emprendimos el regreso. Había dejado la mochila para no cargar con ella y la recogí.
Poco después llegamos donde estaban los dos últimos tejos grandes. Allí había un grupo de personas. En vez de bajar por el sendero, decidimos hacerlo por el atajo. Era pendiente y tenía rocas en medio de la nieve, por lo que había que ir con cuidado. En poco tiempo llegamos a la vaguada que bajaba directa al fondo del valle y en ella nos reunimos con el resto de compañeros.
A las 17:30 horas llegamos al valle principal. Unos tres kilómetros nos restaban hasta el coche. La nieve del camino apenas se había quitado ya que el sol no le da en muchos tramos. Dejamos atrás el tramo de rocas y entramos en el robledal. Unos íbamos por un lado del arroyo y otros por el contrario. En el puente nos reunimos y enseguida atravesamos la cancilla de madera. Una vez más abandonamos el camino ancho para meternos hacia los prados y el desfiladero. Hacia atrás se elevaba ahora la silueta a contraluz de la peña Cantoral.
Tras pasar el desfiladero llegamos al pilón de agua que seguía helado. Dejamos atrás el cargadero de carbón y entramos en los prados donde continuaban las vacas y terneros pastando. Íbamos por la sombra y ya se notaba la bajada de temperatura. Entramos de nuevo en el camino antes de llegar al túnel bajo la vía férrea. Una vez pasada ésta ya se veía la cumbre de La Oracada. Nos quedaba ahora el tramo empinado hasta el aparcamiento, que aunque no muy largo, al final de la ruta siempre se siente más. A las 18:50 horas llegamos al aparcamiento. Justo en esos momentos se metía allí el sol tras la ladera de la peña formando un bello contraluz.
Mientras nos cambiábamos alguien encontró unas llaves sobre un zócalo de piedra. Decidimos dejarlas allí por si volvían a por ellas. Álvaro, Nati y Piedad, que se habían adelantado, habían cogido otro camino que les llevó hacia Cantoral, teniendo que retroceder para coger el bueno.
Tras cambiarnos optamos por acercarnos hasta Cervera a tomar un refrigerio antes de regresar. Aparcamos en el centro y entramos en un bar de la plaza donde estaba la verbena el día que acampamos para hacer Peña Labra. Allí estuvimos un buen rato antes de emprender el regreso a las 19:45 horas.
El viaje lo hicimos por el mismo trayecto que a la ida. Pasamos Saldaña y entramos en la autovía de Burgos a la altura de Ledigos. Poco después se entra en la provincia leonesa y se deja Sahagún a un lado. Sin novedades avanzamos hacia la capital y salimos en Cembranos a la nacional. A las 21:40 horas bajamos Mª Jesús y yo en Armunia.
Conocimos de esta manera otra bonita zona de la provincia palentina y disfrutamos de una jornada realmente inmejorable. A ver si este invierno nos da algo de tregua en adelante.


















lunes, 9 de febrero de 2009

PUERTO EL ANGLIRU (Asturias) - 08-02-09

 


1ª TRAVESÍA “SUBIDA AL ANGLIRU”. (Asturias).

08-02-09         (Domingo)

Lo programado para esta jornada era la ascensión a cinco cimas del macizo del Angliru, en Asturias. Pues bien, al final no pudimos alcanzar ni tan siquiera una de ellas y algunos no llegamos ni a la base de las mismas. Una vez más sufrimos los envites de este fuerte invierno que nos está obligando a modificar las rutas previstas en el calendario de actividades. En esta ocasión apenas si nos dejó realizar una pequeña marcha por carretera, aunque como se podrá comprobar podía haber sido camino, pista, senda, etc, ya que la nieve cubría totalmente el terreno. Al menos disfrutamos un poco de las vistas y pasamos la jornada algo entretenida.
A las 8:00 horas nos reunimos en Guzmán varios de los componentes del grupo. Nos dirigimos hacia la gasolinera del alto de La Copona donde estuvimos un rato esperando por el otro coche. En el de Ramón y el mío se acomodaron además Nati, José Antonio, Álvaro, José Luis, Javi F., Cundi y Roberto. El panorama no era alentador ya que las nubes cubrían totalmente el cielo. A pesar de ello se decidió seguir con los planes y nos encaminamos hacia Pajares.
Al llegar a dicho alto me detuve y volvimos a considerar el tema sin cambio alguno en los planes. Comenzamos el descenso del puerto que se encontraba limpio de nieve. El día antes había estado con cadenas unas horas. Ya en Campomanes entramos en la autopista por la que circulamos hasta salir en Pola de Lena. Allí comenzamos a subir un puerto lleno de curvas y carretera estrecha. Desde su punto más alto comenzamos el descenso hacia La Vega desde donde ya se emprende la subida del Angliru. Seguía lloviznando y las nubes cubrían algunas cimas. Por mi parte iba totalmente despistado en la orientación que llevábamos y estaba creído que nos dirigíamos al sur cuando era completamente al contrario.
En este tramo nos cruzamos con Ramón, que volvía a llenar el depósito de gasolina. Nos indicó una zona de descanso más arriba donde dejar el coche y como vimos que aún se podía seguir algo más, avanzamos carretera arriba otros dos kilómetros más o menos. Así llegamos a un punto donde la nieve ya cubría parte del asfalto y decidimos dar la vuelta y aparcar en un camino lateral cerca de un caserío. Para que se comprenda bien la situación tengo que apuntar que esta carretera sube hasta el puerto del Angliru donde finaliza en un aparcamiento. Por ello, durante el invierno no hacen barridos de nieve y solo se puede llegar hasta donde lo permita ésta. Como dato apunto que estábamos en el Km. 6, a una altitud de 717 metros y a 6,500 Km. de la cima. Asimismo es archi-conocida por la subida que realizan los ciclistas de la Vuelta a España. Hasta allí llevábamos 114 Km.
Mientras esperábamos por el resto nos fuimos cambiando mientras las nieblas se cerraban en las cimas. Delante corría toda la sierra del Aramo de la que no se veía ninguna de las cinco cimas programadas: La Gamonal, Moncuevu, Xistras, Barriscal y Gamoniteiro. La primera de ellas era la más fácil con tan solo 200 metros de desnivel desde el aparcamiento, para el cual teníamos como digo, 6,500 Km. y 800 metros de desnivel. Sí que se veía el pico Mostayal, de 1304 metros, tras el cual compruebo ahora en el mapa que se emplaza Pedroveya, pueblo final del desfiladero de Las Xanas. En la ladera era visible la carretera serpenteante por la que teníamos que subir.
Tras llegar Ramón y el resto de compañeros nos pusimos en marcha cuando ya pasaban 10 minutos de las once de la mañana. Comenzamos a caminar por la carretera y no tardamos en desviarnos hacia un camino de la izquierda señalado como PR. Por él fuimos ganando altura poco a poco ya pisando algo de nieve. A la izquierda teníamos una tapia de piedras tras la cual bajaba la ladera. Lo que estábamos haciendo era atajar un trozo antes de volver a salir a la carretera que daba un rodeo por detrás de una loma que ya nos quedaba detrás. Como ya es habitual, el grupo se fue dividiendo y por detrás quedamos Roberto, Álvaro y yo. También José Antonio, pero no tardó en adelantarnos. Por su parte, Nati y Cundi habían quedado atrás a su aire. Álvaro se había mareado en el coche e iba un poco bajo de forma.
A lo largo de todo el puerto había numerosos carteles informativos en los que se anotaba el nombre de cada tramo de cuesta, su longitud, altitud, las pendientes máxima y mínima y la distancia a la cima. Todo ello con referencias al ciclismo y con el nombre del Ayuntamiento de Riosa.
No tardamos en tener una amplia vista de los valles y comprobamos como se podía ver perfectamente Oviedo bajo el monte Naranco. Nos cruzamos con un par de jóvenes que ya bajaban de la cima y nos dijeron el nombre de varias de las cumbres visibles. Así mismo nos comentaron que arriba soplaba un viento exagerado y que la niebla estaba cerrada.
Poco a poco fuimos ganando altura y zigzagueando por las curvas y recurvas que daba la carretera. Abajo aún se veía la casa y los coches aparcados cerca de ella. Ahora también veíamos otra furgoneta blanca. Por las laderas caían a veces pequeñas bolas de nieve rodando. Vimos una muy curiosa en forma de rollo e incluso con el agujero en el centro. En la nieve se veían las rodadas de algún vehículo que había subido el día anterior, ya que no vimos ninguno luego por arriba.
En la parte alta, por debajo de un pico de paredes escarpadas, se veía la carretera por la que subían los compañeros adelantados. Nosotros tres lo tomamos con calma y solo teníamos como objetivo principal el llegar a la parte alta del puerto. La nieve abundaba cada vez más y no tardamos en comprobar que allí ya no se podría subir ni con cadenas. El asfalto estaba cubierto todo él por mas de 30 cm de nieve. Solo se sabía que íbamos por carretera por la presencia del quitamiedos.
Poco a poco íbamos ganado altura y restando kilómetros hacia la cima. Tras uno de los tramos rectos vimos unas cabañas frente a nosotros. Antes de llegar a ellas Roberto y Álvaro tuvieron la tentación de atajar por la ladera, pero pronto se convencieron de que no era buena idea.
A las 13:20 horas llegamos a la altura de dichas cabañas y corrales. Un indicador marcaba 1237 metros de altitud, Km. 10, 17,5 % de pendiente y 2,5 Km. a la cima. Álvaro se acercó a una de ellas comprobando que estaba cerrada. Allí comenzaba el tramo largo y relativamente recto en el que habíamos visto antes a los demás. Transcurría parte de él bajo las rocas y en algunos lugares la nieve superaba la altura de la barandilla de protección de la carretera. Pegada a ella había un pequeño corredor por el que habían hecho pasillo los predecesores. En este tramo nos cruzamos con un par de jóvenes que bajaban con esquís.
El paisaje se había ido cerrando y apenas se veía entre la neblina. La lluvia no era intensa y a ratos incluso cesaba un poco, pero en general no estaba para mejorar. Tras llegar al final de este trecho nos detuvimos a decidir si merecía la pena seguir o no. Eran las 13:50 horas y nos quedaban casi dos Km. aún. Al final optamos por continuar un poco más a ver como se ponía el tema.
Seguimos avanzando por la nieve y dimos un par de curvas más allí cerca. Ya en otro tramo recto vimos aparecer a lo lejos a Ramón, Javi y José Luis. Enseguida llegaron donde estábamos nosotros y nos comentaron la situación. Arriba no se veía nada y el viento era fortísimo, por lo que habían dado la vuelta desde allí. Además no había refugio alguno donde guarecerse. Se habían cruzado con José Antonio que tenía intención de llegar arriba, para lo cual quedaba poco más de 1 Km.
Siendo las 14:05 horas decidimos entonces emprender todos el regreso e ir a las cabañas a comer. Hasta allí habíamos caminado nosotros 6 Km. y subido un considerable desnivel de 700 metros. El paisaje seguía cerrado y continuaba lloviendo. En uno de los zigzag nos echamos a la ladera para atajar, aunque nos hundíamos por encima de la rodilla y alguno cayó de bruces. Una vez más nos sacaron ventaja y al poco les vimos bajo un tendejón de un corral. Pocos minutos después llegamos nosotros también y saltamos una valla de madera de una cerca que la nieve impedía abrir. Poco después de las 14:30 horas nos reunimos bajo aquel tejado para comer tranquilamente.
Tras media hora allí emprendimos de nuevo el descenso. Según íbamos perdiendo altura se abría más el paisaje e incluso se abrieron algunos claros momentáneos entre los que se colaba el sol. La nieve se había reblandecido con la lluvia y estaba aguada en muchos tramos. Con el valle de fondo nos sacamos una divertida secuencia de fotos en movimiento. Nos cruzamos con algunos caminantes que subían y algún esquiador más de bajada. Al lado de la carretera vimos una bonita fuente con pilón en la que a la ida no habíamos reparado.
De esa forma llegamos al desvío del atajo cerca del cual había un par de cabañas y varios coches. Decidimos ahora no meternos en él y seguir por la carretera que rodeaba poco más. Además, como teníamos que esperar por José Antonio, no teníamos prisa alguna. En el asfalto pudimos ver numerosas pintadas con los nombres de ciclistas conocidos.
A las 16:20 horas llegamos a los coches Álvaro, Roberto y yo. El resto ya lo había hecho mucho antes. Llamé a Cundi y me dijo que estaba con Nati en un bar de La Vega. Ramón y Javi optaron por bajar entonces hasta allí mientras nosotros nos cambiábamos y esperábamos a José Antonio. Ahora al menos no llovía. El podómetro marcaba 12 Km.
Saqué la furgoneta del camino y la aparqué al lado de la carretera para no encharcarnos los pies. A las 16:55 horas llegó el compañero y minutos después emprendimos la marcha puerto abajo. En uno de los pueblos que pasamos había un bonito hórreo que paré a fotografiar. Ya en La Vega paramos cerca del bar donde estaba el resto y allí tomamos un refrigerio e hicimos las cuentas. A las 17:40 horas salimos para emprender el regreso a León. Se decidió ahora ir por otra carretera mejor hasta Mieres y coger la autopista allí. Atravesamos un bonito desfiladero de camino a esta población.
Ya por la vía rápida dejamos atrás Mieres y Pola de Lena. En Campomanes abandonamos la autopista y comenzamos la subida del puerto Pajares mientras llovía. Sin novedades ascendimos los 17 Km. del mismo y en su cumbre me detuve a sacar unas fotos. Eran las 18:31 horas.
Ya en la provincia leonesa seguía el cielo cubierto y así hicimos el resto del viaje. Hicimos otra parada en Arbás del Puerto donde por la mañana al pasar habíamos visto en el tejado de las casas unos enormes chupiteles de hielo que ahora estaban en su mayoría caídos. No nos detuvimos mucho retomando enseguida la marcha hacia la capital donde entramos sobre las 19:40 horas. En diferentes lugares fui dejando a los acompañantes y poco antes de las ocho llegué yo a casa.
De esta forma transcurrió una jornada más de montaña marcada por las inclemencias de este invierno que no nos da tregua. Al menos nos dejó disfrutar un poco el paisaje de los valles cercanos y la nieve que cubría la carretera quitaba esa artificialidad del asfalto. Para repetir con mejor tiempo.