lunes, 30 de agosto de 2004

NOCTURNA "RUTA DEL WOLFRAM" Y "PEÑA DEL SEO" (Cadafresnas) 28/29-08-04

 


VIII TRAVESÍA NOCTURNA.

2ª TRAVESÍA “RUTA DEL WÓLFRAM”. 2ª ASCENSIÓN A LA “PEÑA DEL SEO”.

28/29-08-04

Siguiendo la tradición comenzada en el año 1997, hemos realizado la habitual travesía nocturna estival, lo que no deja de ser una experiencia fuera de lo habitual y totalmente satisfactoria.
En esta ocasión, como en todas las anteriores, hemos elegido una ruta ya conocida por al menos alguno de los participantes, ya que a pesar de ser actividades completamente sencillas, no dejan de tener la “dificultad” de la oscuridad nocturna. Esta vez realizamos la “Ruta del Wólfram”, en la zona berciana de Cadafresnas, y que fue ampliada por parte del reducido grupo con la ascensión a la Peña del Seo.
La experiencia y recuerdo personal que me ha quedado de la misma ha sido realmente inolvidable. Tanto las experiencias vividas como los paisajes, tanto nocturnos como diurnos, contemplados, me han quedado grabados profundamente en la memoria. Por suerte las fotos realizadas ayudan a mantener esa memoria fotográfica más viva posteriormente.
Pero bueno, sin más vacilaciones comenzaré el relato de lo acontecido lo más fielmente posible.

SÁBADO 28
Por razones personales de trabajo, tuve que retrasar la salida hasta última hora de la tarde de este sábado. Como solo íbamos cuatro participantes, optamos por ir en un coche solo y se acoplaron a mi horario. Con todo ello, y tras cenar en casa, me recogió Luis en la carretera frente al Bosco. Seguidamente subimos a por Carlos, que estaba arriba en el pueblo. Como no había podido contactar con Luis en todo el día para decirle que pasase antes a recoger a Guiomar en León, lo hicimos ahora. En las cercanías de los juzgados nos esperaba y así completamos el reducido grupo que nos habíamos decidido por esta experiencia noctámbula.
Ya pasadas las 21:30 horas emprendimos el viaje de 150 Km hasta Cadafresnas. Por la nacional circulamos moderadamente hasta Astorga. Aquí entramos en la autovía cuando ya había anochecido casi por completo. Charlando y demás fuimos dejando los kilómetros atrás y en la salida de Villafranca del Bierzo abandonamos esta vía rápida. Cogimos entonces la carretera hacia Corullón por el que pasamos poco después para comenzar a subir un puerto en el que se encuentra el mirador del mismo nombre. En él nos detuvimos unos minutos a contemplar el bello paisaje nocturno del valle con las luces de Villafranca y todos los demás pueblos del mismo. Era las 23:30 horas.
Continuamos enseguida por aquella estrecha carretera dejando atrás algunos cruces cuando de pronto, al lado de la misma, contemplamos una manada de unos 10 o 12 jabatos. Tras parar el coche salí cámara en mano siendo inútil todo intento por fotografiarles. En un instante desaparecieron monte arriba amparados por la oscuridad de la noche. Realmente fue una lástima no haber dejado plasmado este momento con alguna foto.
Con esa pequeña decepción reemprendimos la marcha entrando poco después en el valle de Cadafresnas. Con la carretera recién asfaltada y la consiguiente gravilla suelta, extremamos la precaución dado su estrechez y las numerosas curvas de su trazado.

DOMINGO 29
Aproximadamente a media noche llegamos a dicho pueblo donde nos sorprendió ver numeroso personal y coches por la calle. El pueblo se asienta en una ladera del valle siendo mas bien alargado. Atravesamos gran parte de él y cerca de su final, ya que es el último del valle, encontramos un lugar donde aparcar nuestro vehículo. La noche estaba fresca, aunque despejada tras un día con algunas brumas que nos hicieron temer lo peor.
Un cuarto de hora después de llegar emprendimos la aventura. Linterna en mano, o frontal en cabeza, salimos del pueblo por una pista ancha que ladea todo el valle. La ruta está señalizada con indicadores al lado de la misma en puntos donde puede haber confusión por los cruces. La vista nocturna del valle y el pueblo tras alejarnos un poco de él era verdaderamente bella. La cámara digital de Luis dispone de la opción de sacar fotos con exposiciones largas, por lo que la aprovechamos para sacar algunas fotos increíbles durante la travesía. Yo tengo que “investigar” la mía a ver si lo hace también.
En el camino nos encontramos en mas de una ocasión enormes sapos a los que también fotografiamos. Poco a poco fuimos ganando altura suavemente y desplazándonos por el valle hasta llegar a ver las luces de los pueblos del Valle de Villafranca. De nuevo paramos a sacar fotos de ello. Había que ver a Luis colocar la cámara sujeta con el trípode casero que llevaba a cualquier lugar, un indicador, ramas altas, etc. Algo más adelante nos encontramos con una fuente y su pilón. En ella paramos unos minutos antes de proseguir caminando.
Como digo, la pista iba bordeando el valle aquel haciendo curvas, algunas de ellas cerradas. Tras girar en una de ellas contemplamos en la ladera los blanquecinos edificios de lo que fueron antiguas residencias de los mineros. La luna casi llena hacía destacar su silueta en el valle. Para llegar a ellos aún teníamos que recorrer cerca de otro kilómetro con algunas curvas más en el trayecto. Luis, algo conocedor del cielo nocturno, nos iba instruyendo sobre las distintas constelaciones y estrellas visibles en el firmamento.
De esa forma nos fuimos acercando a los edificios aquellos donde no sabíamos si habría o no alguien. La vez anterior que fuimos de día a hacer la ruta estaba un señor que tiene allí una huerta, animales y una vivienda. Aunque no pensábamos que viviese allí, teníamos la duda con nosotros. Las viviendas, en parte derruidas, daban un aspecto totalmente fantasmal a lugar. En la parte más baja se oían algunos ruidos que podían ser de los animales que allí podía tener. Varias fotos sacamos en el lugar donde paramos durante una media hora.
Sobre las 2:45 horas nos pusimos de nuevo en ruta. Ahora la pista se empinaba un poco más zigzagueando por encima de aquellas construcciones ganando altura más bruscamente. Así cogimos otro nivel en el que se volvió a suavizar la pendiente mientras seguíamos serpenteando el valle.
Nuestro objetivo era alcanzar una collada por debajo de la Peña del Seo para acampar allí. No tardando llegamos a una bifurcación del camino. Por la derecha íbamos a dicha collada, mientras que por la otra llegaríamos a las bocas de las minas. Optamos por visitar este lugar antes de subir a la collada. En la pista encontramos algún tramo encharcado que sorteamos sin dificultad. Antes de llegar a las mismas se encuentran unos edificios usados como lavaderos del wolframio. Hasta ellos llega la pista continuando luego un estrecho sendero entre maleza y algunos pedregales. Guiomar no se atrevía a pasar aquel pedrero, sin dificultad alguna por otro lado, y se quedó Luis con ella mientras seguíamos Carlos y yo hasta las bocas de la mina. Por la primera de ellas, como la vez anterior, salía un aire helado. Continuamos hasta la segunda por la que entré siguiendo a Carlos que ya la vez anterior lo había hecho. Tras unos 20 metros encontramos una bifurcación a la izquierda que se dirigía a otra salida. De frente estaba casi tapado el túnel con piedras. En esta confluencia nos hicimos unas fotos con algún murciélago rondándonos. Lo cierto es que era una experiencia extraña estar en ese lugar y a esas horas, las cuatro menos cuarto de la madrugada. Salimos luego por la otra boca y tras recorrer otros 20 metros aproximadamente llegamos a la entrada. Más o menos forman un triángulo equilátero las dos bocas con la bifurcación interior. Regresamos donde nos esperaban Guiomar y Luis, el cual, tras ver las fotos en la cámara mí quiso ir a verlo él también. Se quedó entonces Carlos con ella y fuimos los dos a ver lo mismo otra vez.
De nuevo todos reunidos retrocedimos unos 300 metros bajando suavemente hasta el desvío a la collada. La pendiente se hizo notar de nuevo y bajamos el ritmo. Yo ya iba bastante cansado y no sabía si me darían las fuerzas para subir al pico, alternativa que habíamos comentado Luis y yo en hacer. La vez anterior algunos habíamos subido por el medio del bosque, pero el repecho era aún mayor. Con bastantes paradas seguimos ganando altura y salimos del bosque. Pocos metros más arriba, por la misma pista, alcanzamos la collada donde teníamos pensado colocar las tres tiendas, una individual de Carlos, otra de Guiomar y la última de dos plazas para Luis y para mí. En ese momento eran las 4:20 horas.
La luna se estaba ahora justo a punto de meterse entre dos de las cumbres de la Peña del Seo destacando la silueta del macizo. En una media hora montamos las tiendas y nos decidimos Luis y yo a subir a la peña. Yo le calculaba una media hora desde allí, y poco antes de las cinco emprendimos la ascensión. El sendero hacia la cumbre se encuentra bastante marcado, pero teníamos la contrariedad de la oscuridad. La pendiente era fuerte en este primer tramo hasta alcanzar unas rocas. Por supuesto íbamos sin mochila alguna, tan solo las cámaras de fotos. Nos sobraba incluso la sudadera, que solo llevábamos por si acaso en la cima nos quedábamos fríos del sudor.
Tras pasar por las peñas aquellas subimos otro tramo entre brezo y matojo bajo hasta otra zona rocosa. El sendero continuaba bastante resaltado, aunque en ocasiones nos salíamos de él. Ya bastante arriba nos encontramos con una fisura en la roca que tuvimos que rodear para evitarla. Había calculado mal el tiempo de subida y eran ya las 5:55 horas cuando alcanzamos la cumbre de la peña del Seo, con una altitud de 1600 metros.
La vista que nos esperaba fue indescriptible. La luna casi se metía tras las cimas de la parte oeste destacando de nuevo las siluetas de todas ellas de forma majestuosa. Hacia la parte contraria contemplábamos otra vez las luces de los pueblos del valle de Villafranca del Bierzo. Como había previsto, no me sobró ponerme la sudadera que llevaba a la cintura atada. En la cima encontramos un enorme montón de piedras como hito, pero ninguna señal de buzón, tarjetas o cosa parecida. Aquí sacamos algunas fotos y por supuesto dejamos nuestra tarjeta. La experiencia vivida en esos momentos era realmente inolvidable. Por mi parte ya había subido otras dos cumbres por la noche, la de Peña Galicia y el Correcillas, pero en ninguna de ellas disfruté tanto del paisaje como en esta.
Una media hora estuvimos allí arriba antes de comenzar el descenso. Procuramos seguir el mismo sendero anterior para no despistarnos y terminar en otro valle diferente en vez de en la collada. La luna no se había metido del todo, pero apenas si alumbraba ya de la baja que estaba. A media ladera tuve que cambiar por segunda vez las pilas del frontal. Por el Este comenzamos a vislumbrar poco a poco la claridad del amanecer. En la ladera, ya bastante abajo, vimos una enorme piedra con la perfecta forma de un “1” simétrico.
Con las tiendas ya a la vista casi no necesitábamos ya las linternas para distinguir el sendero. Yo tenía en la cabeza una idea que me rondaba y que al final llevé a cabo. Visto el escaso tiempo que restaba para que saliese el sol, decidí quedarme a ver el amanecer. Mientras Luis bajaba hasta abajo, yo me acomodé en unas rocas a unos 50 metros por encima para contemplar dicho despuntar del sol.
Lo que me esperaba mereció este atrevimiento. Poco a poco fui viendo como las brumas se aposentaban en los valles hasta llegar a formar un bello mar de nubes. Con la salida del sol, a las 7:50 horas, el contraste de colores que formó en dicho mar solo se puede imaginar viéndolo. No intentare tan siquiera hacer dicha descripción ya que me sería imposible plasmar en palabras el espectáculo visual contemplado. Como ya anoté anteriormente, las fotos hechas reflejan, aun con sus limitaciones, lo vivido en directo en esos momentos.
Tras este rato inolvidable descendí hasta las tiendas. Tenía la duda si meterme a dormir o pasar ya de todo y seguir disfrutando del amanecer. De nuevo pudo el afán de aventura y emprendí la marcha por el camino que subía hacia la parte contraria del pico desde la collada. Tenía la intención de ver el mar de nubes desde otra perspectiva, pero vi que la maleza y matorrales situados a la derecha de la pista me impedían acercarme para ver el valle. Sí que pude contemplar más ampliamente toda la peña e incluso las minas de su parte baja. De nuevo en la collada avancé por el camino del valle contrario al de subida durante unos metros viendo en el fondo la carretera que sube a Mosteiros, Corriles etc. Otro rato mas estuve sentado en unas rocas en el camino por el que habíamos subido. Cuando volví a la collada ya se había levantado Carlos.
Poco a poco fuimos viendo como las brumas subían por las laderas de los picos. Carlos se enfundó las botas y comenzó a subir hacia la cima. Guiomar y Luis se fueron levantando y desayunamos. Luego desmontamos tiendas y demás. Yo me tumbé un rato a la sombra y dormité unos diez minutos. Cuando bajó Carlos, al cabo de hora y media larga, terminamos de recogerlo todo y a las 12:00 horas emprendimos el descenso.
Por el camino comenzamos a bajar entrando entre la arboleda. Este tramo era pendiente hasta que alcanzamos el cruce con el que subía a las minas. Las nieblas se habían disipado en gran parte, pero aparecían nubes en el cielo. A pesar de ello, el sol calentaba lo suyo a esa hora. De esa forma fuimos bordeando el valle hasta situarnos encima de los edificios abandonados. Para bajar hasta ellos volvimos a zigzaguear un trecho pronunciado y así llegamos a la altura de los mismos. Allí nos detuvimos unos minutos a la sombra antes de continuar camino del pueblo.
Siguiendo la serpenteante pista fuimos avanzando con el alivio momentáneo de las nubes cada vez más compactas que iban apareciendo. De vez en cuando nos deteníamos a sacar alguna foto diurna de la ruta. Así alcanzamos la fuente donde nos refrescamos del calor reinante. Eran las 13:30 horas.
No tardamos en tener a la vista el pueblo para el que aún nos quedaba un buen trecho. Al lado del camino encontramos numerosos zarzales cargados de moras que degustamos cuanto quisimos.
Poco después de las dos de la tarde entramos en Cadafresnas. En una pradera por debajo de las antiguas escuelas dejamos las mochilas y subimos al cercano bar a por bebida fría. Regresamos a dicho lugar y nos acomodamos a la sombra de un nogal para comer tranquilamente. Durante más de hora y media estuvimos allí sentados comiendo y de charla. A continuación lo recogimos todo al coche y poco antes de las 16:00 horas emprendimos el regreso.
Por la estrecha carretera avanzamos hasta alcanzar una colladina entre valles para descender hacia Corullón y Villafranca. En ésta entramos a la autovía por la que circularíamos varios kilómetros hasta Astorga. A mí me daba el sueño y eché alguna cabezadita. Lo malo es que venía atrás y el sol me iba dando de lleno en la coronilla, por lo que traía la visera puesta.
Ya fuera de la autovía llegamos a San Martín del Camino donde nos detuvimos a tomar un refrigerio y hacer las cuentas de la gasolina gastada. Una media hora estuvimos allí antes de volver a la carretera ya sin intención de parar más.
Sobre las 18:30 horas entramos en León y fuimos a dejar a Guiomar en casa. Luego hicimos lo mismo con Carlos en Armunia y por último me dejó a mí también. Antes de irse Luis estuvimos descargando las fotos de su cámara en el ordenador para aprovechar las que había podido sacar por la noche con la exposición larga.
Pues este es el final del relato de este inolvidable fin de semana. Reiterando lo ya apuntado anteriormente, ha sido para mí de las mejores travesías nocturnas que he hecho desde que comenzamos esta ya tradicional actividad. Solo deseo que podamos realizar infinidad de ellas más a lo largo de los próximos años.































domingo, 8 de agosto de 2004

VEGARADA - REDIPUERTAS 08-08-04

 


1ª TRAVESÍA “VEGARADA-VALLE DE FARO-REDIPUERTAS”.

08-08-04         (Domingo)

A tan solo una semana de la última salida del club, hemos vuelto a realizar otra actividad, en esta ocasión dentro de nuestra provincia en su límite con Asturias. Para ello nos desplazamos hasta el puerto de Vegarada, ya muy conocido por nosotros dado el amplio número de cumbres que desde él se pueden acceder y a las que en su mayoría hemos ascendido. Esta vez se trataba de una travesía desde su parte alta hasta un collado cercano y descenso por el valle hasta el pueblo de Redipuertas, a unos 5 kilómetros más abajo del mismo.
Como no tenía la furgoneta para acercarme hasta Guzmán, lugar de partida, salí para esperar al bus. Estando en ello vi que me sobraba tiempo para ir andando y no lo pensé más. En 25 minutos hice este tramo hasta dicha glorieta donde no tardaron en llegar los demás. En los coches de José Antonio y José F. nos acomodamos Guiomar, Carlos, Carmen y yo. Poco después de las 8:30 horas emprendimos el viaje hacia el puerto de Vegarada (1560 m).
El cielo alternado de nubes y claros no nos predecía el día que luego terminó haciéndonos. Tras pasar La Vecilla, llegamos a Lugueros donde nos detuvimos ya que José F. tenía que hacer unos trámites. Nos encontramos con el pueblo en fiestas y un pasacalles que sacaba a los vecinos de las casas literalmente. Tras unos diez minutos emprendimos la marcha de nuevo y no tardamos en llegar al alto del puerto parando en las inmediaciones del mesón. En principio teníamos que quedar allí y los conductores bajar a dejar uno de los coches en Redipuertas para evitar subir los 5 kilómetros de subida al final de la travesía. Ahora supimos lo que José F. había tratado en Lugueros, que no era otra cosa que acordar con un sobrino suyo la hora en que pasaría por Redipuertas para subir a por los coches a los conductores.
En el mesón tomamos un café y sobre las 10:30 horas comenzamos la ruta prevista. Por la pista subimos unos metros antes de abandonarla hacia la ladera de la izquierda. Por entre prados y algunas escobas fuimos ganando altura poco a poco hacia el Portillo de Faro, entre el pico Faro y Quemada. Unos minutos después de dejar la pista encontramos el sendero bien marcado hacia dicho punto. El paisaje iba siendo cada vez más amplio hacia nuestra izquierda y no tardamos en divisar las cumbres de la estación invernal de San Isidro, como la del pico Agujas o Toneo. Igualmente, echando la vista detrás, fueron apareciendo las cimas del pico Nogales y Jeje, a los que en principio equivoqué dado la poca perspectiva que aún teníamos.
En el ascenso encontramos algunas praderías de verdor intenso en las que pastaban tanto vacas como caballos en una bella estampa. El grupo, aunque pequeño, se fue disgregando y subíamos en grupos algo separados unos de otros. La pendiente era bastante suave ya que el sendero zigzagueaba constantemente. Delante teníamos las cimas que nos impidieron ver venir las nubes que cubrieron el cielo en escasos minutos. No tardó en ponerse a lloviznar y se mantuvo así un rato antes de cesar tan repentinamente como había comenzado.
Teníamos ya a la vista la collada a la que se accedía tras subir por un sendero que veíamos ladear la falda entre un pedrero. Carlos, José A. y Guiomar ya se habían adelantado mientras nosotros tres quedábamos algo rezagados. Lo cierto es que era una travesía corta y no teníamos prisa alguna. Al alcanzar la cima de un montículo divisamos una amplia vista hacia los valles asturianos con un contraste de colores realmente bonito. Debido a las nubes grisáceas, los picos se veían también de un colorido azulado raro. En una panorámica circular contemplamos estos valles así como las cimas del pico Jeje, Nogales, Toneo, Agujas y Torres.
No fue hasta alcanzar el collado del Portillo Faro (1969 m), a las 12:00 del mediodía, cuando vimos hacia la parte contraria todo lo que se avecinaba. La niebla cubría todas las cumbres cercanas, la del Huevo, Faro, así como las del Canales y Morala, que suponíamos teníamos enfrente. El viento era fuerte dado el encajonamiento de dicha collada. Por detrás de nosotros subían tres personas con un perro que no se detuvieron nada. De arriba bajó una pareja de montañeros a los que conocíamos de alguna salida conjunta con otros clubes.
Nuestro objetivo inicial era pasar de aquel lugar hacia la collada de la Puerta de Faro, situada entre el pico Faro y Huevo, los dos a nuestra derecha, para lo que teníamos que bordear el primero de ellos por su falda. Dado que ni siquiera veíamos dicha collada y que no tardó en echarse a llover de nuevo con fuerza, optamos por emprender el descenso directamente hacia el valle de Faro desde allí mismo.
Mientras Carlos y José Antonio se adelantaban y se iban hacia la derecha, Carmen, Guiomar, José y yo seguimos un sendero por la parte izquierda bajo el pico Quemada. Enseguida lo perdimos y nos fuimos encontrando con cauces de arroyo que bajaban hacia el fondo del valle por lo que nos metimos “a saco”. A pesar de lo escabroso del terreno, yo lo iba pasando de miedo. Me parecía mas divertido que bajar por el sendero en el que ya veíamos a Carlos mucho más alejado por la parte derecha del valle. De vez en cuando teníamos que salir de los surcos y atravesar entre escobas de no mucha altura, lo que sí hubiese supuesto mayor engorro. Por su parte, Carmen iba con algo de precaución debido a una lesión de la que aún está en rehabilitación. La lluvia caía sobre nosotros sin ánimo de cesar mientras nos deslizábamos hacia el fondo del valle. Por el mismo transcurría un sendero algo más marcado en el que poco después vimos a Carlos mientras que a José A. le divisamos en la ladera contraria. De esa forma tan aventurera llegamos abajo donde cogimos dicha senda con dirección a una caseta que habíamos observado desde la parte alta y donde habíamos decidido parar a comer.
Por el sendero salimos a unos prados en la confluencia de otro ramal del valle en la cual encontramos una bonita cascada que fotografiamos. En esos momentos no llovía, aunque se mantenía el aspecto gris del día. Tras pasar un arroyo que bajaba del ramal de la derecha, entramos en un camino algo más ancho que se dirigía hacia la caseta llegando sobre las 15:30 horas a la misma.
Por debajo de ella nos dijo José Antonio que había otra bonita cascada, por lo que antes de ponerme a comer decidí acercarme a verla. Primeramente bajamos por la parte de la caseta unos metros hasta divisarla. Nos dimos cuenta de que tenía que observarse mejor desde la parte contraria, así que subimos de nuevo para descender por un sendero hasta el río y pasar por encima de ella a dicho lugar. Desde allí sí se contemplaba toda ella completamente.
El refugio, de unos 10 metros cuadrados, disponía de varias sillas, una mesa, útiles de cocina y una chimenea que ya habían prendido y a la que nos acercamos para secarnos un poco mientras comíamos. En él sacamos unas fotos antes de ponernos en marcha. Justo en ese momento, y como si fuese adrede, comenzó a llover de nuevo.
Eran las cuatro cuando salimos a recorrer el último tramo hasta el pueblo. En el camino vimos varios sapos pequeñitos que salían a la humedad. Llovía con todas las ganas y ya no nos molestábamos ni en apresurar el paso. Lo poco que nos habíamos secado en el refugio no nos sirvió de nada.
En unos 45 minutos escasos llegamos a Redipuertas, (1307 m). A la entrada, al otro lado del arroyo, se encuentra la iglesia a la que nos acercamos algunos. Desde ella se tiene una vista amplia del pueblo que la lluvia nos impidió disfrutar. Ya en el pueblo, y como aún nos quedaba media hora larga para que fuesen a recoger a los conductores para subirles a por los coches, nos refugiamos bajo el alero de una casa.
De la misma salió una mujer que nos invitó a pasar y tomar un café. Dado el estado en el que estábamos, todo empapados, declinamos el ofrecimiento agradeciéndoselo de veras. Tanto insistió, que terminamos por acceder y en la cocina nos sirvió unos cafés e infusiones con algunas pastas incluso. Realmente hay que destacar la cordialidad y generosidad de dicha gente de forma encarecida.
A la hora convenida llegó el sobrino de José y acercó a éste y a José Antonio a por los coches al puerto. Tras su regreso agradecimos de todo corazón el detalle de aquella familia con nosotros y nos despedimos de ellos. Seguía lloviendo copiosamente cuando montamos en los coches. Para colmo, a J. Antonio se le habían caído las llaves en el maletero y nos mojamos aún más buscándolas.
El viaje lo hicimos sin detenciones ya que los del coche de José, que venía delante, nos avisaron por teléfono que ya no paraban. Así que, con la lluvia como acompañante durante casi todo el camino, llegamos a León. Por la ronda Este bordeamos la ciudad y me trajo hasta la misma puerta. Eran las 19:00 horas aproximadamente.
Para disgusto mío, el día no iba a terminar tan bien como esperaba. Tras llegar a casa y comenzar a quitarme la ropa mojada que no nos habíamos podido cambiar, eché en falta el podómetro. Después de mirar entre la ropa, sobre todo en el pantalón donde lo llevaba prendido, mochila, bolsas, etc., llegué a la conclusión de que se me había perdido. La última vez que me acordaba de haberlo mirado fue poco después de comenzar a bajar desde la collada, así que me imagino que fue entre toda la maleza y escobas donde se me soltó. Llamé incluso a José Antonio a ver si se había soltado en el coche, pero con resultado negativo. Lo siento porque me ha durado un suspiro, desde la salida al Gorbea cuando lo compré en Burgos hace mes y medio solamente.
Así que, con este final tan pesaroso, termino el relato de esta salida, que solo por el calendario y no por la climatología, puede decirse que fue estival.