lunes, 29 de marzo de 2004

"PALLIDE - PUERTO DE LINARES - COLLADO PRAO DEL TORO - ORONES - PALLIDE" 28-03-04

 


1ª TRAVESÍA “PALLIDE - PUERTO DE LINARES – COLLADO PRAO DEL TORO - ORONES - PALLIDE”.

28-03-04             (Domingo)

De nuevo la climatología nos ha obligado a cambiar el calendario previsto para este mes. Las nevadas caídas en los últimos días nos han hecho aplazar la ascensión a los picos Albos, en Somiedo, y sustituirla por una improvisada ruta en las cercanías del pantano del Porma. La misma fue propuesta por José Antonio a última hora y el resultado fue un éxito, algo mermado para mí que salí con un fuerte gripazo y que me hizo cambiar el último tramo de la misma por otro más sencillo en carretera. Aún así la ruta fue bonita y el transcurso de la misma como sigue.
En Guzmán nos reunimos los 6 participantes que al final nos presentamos este día en la salida. Los nombres de estos eran: José Antonio, Roberto, Luis, Carlos, Guiomar y yo. Poco después de las nueve emprendimos el viaje hacia el punto de comienzo. Salimos por la nacional hasta Puente Villarente y allí nos desviamos con dirección a Boñar. El día se veía despejado incluso hacia la montaña. Tras pasar por éste no tardamos en llegar a la presa del pantano del Porma. Bordeamos el mismo unos kilómetros y en el desvío hacia Pallide dejamos la general. Dos kilómetros más adelante se encuentra este bonito pueblo enclavado en un bello paraje natural. La carretera atraviesa la villa hacia Reyero, pero nosotros entramos por una de las calles hasta su final donde aparcamos los coches de Luis y de Roberto.
El frío era intenso y en los prados se veía una capa blanca de la helada. Bien enfundados y abrigados comenzamos la ruta sobre las 10:15 horas. Por una pista hacia el Este caminamos dejando detrás el pueblo entre verdes pastos y algunas cumbres. Yo me paré un momento para sacar los guantes y pensé que llevaba una cinta para el cuello lo que resultó negativo echándola de menos toda la ruta.
Poco a poco fuimos girando hacia la izquierda y nos metimos en el valle del arroyo Remolina. Éste se va reduciendo gradualmente hasta convertirse en un cañón cerrado conocido como El Estrecho. A ambos lados se elevan cimas de altura considerable. En el arroyo, que tuvimos que cruzar en una ocasión, se formaban atractivas cascadinas en las que vimos curiosas formas de hielo. El cañón es muy corto y enseguida salimos de él a un valle amplio. Nosotros continuamos por un sendero hacia la izquierda con dirección al puerto de Linares.
Este valle tiene salida por tres pasos principales, el que traíamos, la collada o puerto de Linares que pasa a Solle y por el lado contrario hacia Lois. Como digo, nosotros comenzamos a subir hacia el collado de Linares siguiendo una vaguada. Carlos se separó del resto y se desvió hacia la izquierda para subir por la loma.
En este tramo ya me comenzaron a agotarse las fuerzas. Iba muy despacio y casi por inercia. Realmente no tenía que haber salido, pero como era una travesía sencilla según José Antonio, me animé. Poco a poco, y esperado por el resto, fuimos ganando altura. A media ladera entramos en una pista que comunica las dos colladas. La vista comenzó a ser impresionante. No tardamos en divisar hacia el Este la cumbre del pico Peña Corada entre otras muchas cercanas. Por esa parte comenzaron a llegar nubes que enseguida cubrieron gran parte del cielo.
A las doce del mediodía alcanzamos la collada de Linares. De nuevo la panorámica que se nos ofreció a la vista fue indescriptible. La zona de San Isidro con todas sus cumbres: Torres, Toneo, Agujas, Ausente etc. Igualmente contemplamos el pico Susarón, allí cercano en el pantano, o el Cueto Aucino de Nocedo. Todos ellos con la cúspide blanca por la nieve. Realmente una vista de postal.
Tras disfrutar unos minutos de esta maravilla, continuamos por la pista que seguía a media ladera. Poco después se nos unió Carlos que bajaba desde la parte alta de dicha vertiente. Por debajo había una caseta a la que bajaron Roberto y José primero y a los que seguimos luego el resto. Se trataba de una edificación cuadrada de unos seis metros cuadrados con una puerta y dos ventanas. En ella había una chimenea, lo que me recordó mucho por su parecido a la cabaña en la que paramos en la salida anterior al Valle de Arbás.
Las nubes y los claros se alternaban trayendo consigo rachas de nieve. Aún nos quedaba un buen trecho de la travesía, parte de ella subiendo. Sobre las 12:50 horas, y tras unos veinte minutos allí, comenzamos de nuevo a caminar. Por la pista que traíamos nos dirigimos ahora hacia la collada del Prao de Toro. Este camino ladea el valle que baja a Solle, al que veíamos en el fondo del mismo, bajando unos metros al comienzo y subiendo luego hacia la collada. Hacia la mitad se encuentra un cruce que se desvía hacia el pueblo cogiendo nosotros el otro ramal menos marcado. Unas señales de madera indican las tres direcciones.
Para llegar a la collada hay que pasar por La Biseca, uno de los escasos bosques de avellanos que quedan en la zona, si no el único. A partir de allí se comienza a subir y encontramos más nieve. Yo me encontraba realmente agotado y solo tenía deseos de terminar. Casi por inercia iba avanzando con la suerte de que la nieve no estaba demasiado blanda. Apenas tenía ganas de sacar fotos, lo que es muy raro en mí. De vez en cuando preguntaba a José Antonio por el trecho que nos quedaba hasta la collada, aunque por experiencia sé que lo mejor es no hacerlo y seguir.
Por fin, y tras una hora de camino desde la cabaña, alcanzamos la collada del Prao del Toro. Al lado se elevaba una cima hacia la que todos salvo Carlos y yo se encaminaron. Carlos bajó unos metros y yo me quedé esperando a que bajase el resto. Me senté un rato y aproveché para sacar algunas fotos. Desde allí se veían los picos del Mampodre cubiertos de nieve y algo de niebla. Al ver que los demás comenzaban a bajar por otra ladera, me uní a Carlos para ver lo que hacíamos.
En el fondo del valle sur veíamos ahora el pueblo de Orones. La ruta pasaba por él antes de subir otra collada y bajar a Pallide de nuevo. Yo había decidido abandonarla en Orones y bajar por la carretera o esperar a que me recogiesen allí, ya que no estaba para subir más.
Como vimos que el resto se ponía a subir otra cima cercana, Carlos y yo optamos por comenzar a bajar hacia el pueblo. Guiomar se nos unió en esa opción y esperamos unos minutos a que nos alcanzase. En la vaguada aquella crecía un bosque de robles que procuramos evitar. Para ello nos echamos hacia la izquierda del mismo encontrándonos con algunos arroyos y trozos quemados de ladera.
Ya bastante abajo entramos en un camino que se dirigía hacia el pueblo y por éste entramos en Orones alrededor de las 15:00 horas.
Por una de sus calles nos dirigimos hacia la iglesia, algo separada del pueblo y un poco en ladera. Allí encontramos un soportal con un zócalo de cemento donde acomodarse para comer. Yo apenas tenía apetito y lo usé como cama para tumbarme un rato. Unos veinte minutos más tarde llegaron los demás. Me decidí a comer algo y estuvimos un rato descansando allí.
Yo había decidido ya irme por la carretera en vez de subir la collada que quedaba. Carlos decidió entonces acompañarme y poco antes de las cuatro emprendimos la caminata. Atravesamos Orones y salimos por la carretera hacia la general, distante aproximadamente un kilómetro. Desde este cruce al de Pallide tuvimos que caminar otros dos kilómetros con precaución debido a las curvas cerradas en las que los coches se metían incluso en el arcén. A mí me costaba mucho avanzar y casi me decido a esperar a que me vayan a buscar, pero poco a poco voy siguiendo a Carlos. El peor tramo fueron los dos kilómetros desde el siguiente desvío hasta Pallide, ya que casi todo era cuesta arriba. Repito, ya marchaba por inercia más que por voluntad.
Cerca de un puente de esta carretera vimos como un zorro se metía hacia la espesura. De nuevo, entes de llegar al pueblo, se echó a nevar. En la ladera por encima del pueblo distinguimos a Luis y a Guiomar por la ropa.
Por fin, y tras una hora de camino, llegamos a Pallide. Cerca del bar estaban José y Roberto con su coche. De Luis y de Guiomar no sabían nada ya que se habían separado poco antes de llegar. Yo tenía la ropa para cambiarme en el de Luis, por lo que decidí acercarme hasta donde habíamos dejado los coches para ver si habían llegado e indicarles donde estaba el resto. Pues bien, tras subir por la calle, nevando, con el considerable esfuerzo en mi estado, y llegar al coche, me encuentro con que no han llegado aún. Después de unos cinco minutos llega Luis corriendo y me dice que estaban ya dentro del bar esperando. Ya con su coche bajamos los dos y sin retrasos cojo la ropa de repuesto para cambiarme y quitarme la ropa húmeda en los servicios del bar. Por suerte esta vez no me han calado las botas, a las que había impregnado bien de grasa, y llevo los pies secos y calientes.
En aquel bar tomamos un refrigerio antes de emprender el regreso. José Antonio propone visitar unos horreos en Boñar o cerca, pero por mi parte prefiero llegar cuanto antes a casa. En el coche de Luis y con Guiomar hago el viaje de regreso. Pasadas las seis y media entramos en León y en Guzmán nos dejó Luis. Allí nos encontramos con Carlos y José Antonio que sí habían parado a ver los horreos. Cerca tenía aparcada la furgoneta en la que volvía a casa.
Y de esta forma termino la travesía de este domingo. Por mi parte hubiese sido mejor no ir, ya que lo pasé bastante regular. Desde luego, si hubiera sido una ascensión no habría salido de casa, pero bueno, lo importante es contarlo y aprender de estas experiencias.













lunes, 22 de marzo de 2004

CASARES DE ARBÁS-COLLADO GISTREO-VIADANGOS-CASARES DE ARBÁS 21-03-04


1ª TRAVESÍA “CASARES DE ARBÁS-COLLADO GISTREO-VIADANGOS-CASARES DE ARBÁS”.

21-03-04        (Domingo)

Continuando con el programa del club para este año, hemos salido a realizar esta bonita travesía por el cercano Valle de Arbás, entre las comarcas leonesas de Luna y Gordón. Esta ruta está recogida dentro de los catálogos de la fundación “Cuatro Valles”, de los que ya hemos hecho varias actividades. En esta ocasión se trataba de una marcha que recorre parte del Valle de Arbás por la zona de la Sierra del Turrón y la de Chagos. Las mismas se sitúan al norte del valle teniendo como referencia cercana las conocidas “Tres Marías”. El transcurso de la misma queda reflejado en el siguiente relato.
Con algo de retraso sobre la hora acordada llegó Miguel a recogerme cerca de casa. Nos dirigimos entonces a Guzmán donde ya esperaban varios componentes más. Pasadas las nueve de la mañana salimos de León por la carretera de Asturias deteniéndonos poco después en la primera gasolinera. Allí estaba Javier F. con un amigo suyo que iban a la misma zona pero con otras intenciones. Ellos llevaban su coche y nosotros íbamos en el de Luis y en el de José F. Según avanzábamos se oscurecía más el panorama. En la misma panadería de la vez anterior paramos a por pan teniendo que retroceder un poco hacia Villamanín para coger la carretera del Valle de Arbás.
Tras pasar por los pueblos de La Tercia llegamos a Casares de Arbás donde comenzaría la ruta. En este nos esperaba también Ricardo, que había venido por el otro lado desde San Emiliano. Allí nos preparamos para la marcha que comenzamos poco antes de las 10:30 horas.
Javier y su compañero se dirigían hacia el pico Ortigal mientras que nosotros comenzamos a seguir las indicaciones de las diferentes señales de la ruta. Apunto aquí el nombre de los diez participantes que en esta ocasión hicimos la ruta y que éramos: Luis, Ricardo, José F., Jorge, Sonia, Carmen, Guiomar, Roberto, Miguel y yo.
Del pueblo salimos por un camino hacia el noroeste teniendo Las Tres Marías a nuestra izquierda. Esta pista comienza ascendiendo suavemente metiéndose en un valle por el que baja el arroyo Casares. Poco a poco fuimos bordeando estas cimas que antes veíamos claramente y en las que ahora se cerraba la niebla. En una pequeña vega había un refugio entre la nieve que ya comenzábamos a pisar. A nuestra derecha se alzaba la sierra del Turrón y más adelante la de Chagos, las cuales teníamos que bordear completamente. Sin darnos cuenta habíamos ido cambiando el rumbo y nos dirigíamos hacia el noroeste. Bruscamente dimos otro giro completo y tras un fuerte repecho alcanzamos la collada de Gistreo, (1628 m). Eran las 11:30 horas.
Desde la misma teníamos una amplia vista de parte del Valle de Arbás con Casares al fondo. Allí nos sacamos una foto de todo el grupo con esta vista detrás. Ahora comenzamos a descender hacia el valle del río Viadangos por el mismo camino ahora cargado de nieve. Algunos decidimos ponernos las polainas mientras otros las habían dejado abajo muertas de risa. La pista trascurría ahora por una ladera norte entre un pinar de gran belleza. Las cumbres estaban completamente cubiertas de niebla que por suerte no llegaba a descender hacia el valle.
La gran cantidad de nieve acumulada en el camino nos hacía avanzar a veces lentamente. De vez en cuando metíamos la “pata” hasta la cintura, como Guiomar, a la que tuvieron que sacar de una de estas al quedar el pie atrapado abajo. El paisaje, por otra parte, era realmente espectacular. Parecía uno de estos que salen en las películas de Alaska con los bosques nevados. Ya no digo nada cuando se abría un claro encima de nosotros y lucía el sol radiante unos minutos.
La pista hizo unos pequeños zigzag hasta llegar al fondo del valle, pero con tanta nieve llegamos a perderla. En el arroyo había numerosas cascadas a las que me acerqué para fotografiar. Atravesamos éste a la parte contraria para encontrar el camino en la misma. El valle era amplio quedándonos ahora la sierra de Chagos a la derecha. Entre ésta y la del Turrón se encuentran unos lagos que Carmen había visto en una ocasión y que, de no ser por la climatología, hubiese estado como opción en la marcha.
Mas o menos siguiendo el camino, que no era fácil por otro lado, fuimos descendiendo siguiendo el curso del río hasta alcanzar un pequeño refugio en el que decidimos parar a comer. Era la una de la tarde y a algunos les parecía pronto, pero el lugar era bastante apropiado.
Se trataba de una pequeña caseta recientemente construida a la que faltaba la puerta y como sustitución habían colocado una de madera sujeta por dos tablas en cuña. Dentro había una chimenea, una silla y una mesa. Roberto enseguida encendió fuego con la leña que se almacenaba en un rincón. Yo tenía los pies mojados del todo y no los sentía de frío. Fuera se iba cerrando cada vez más de nubarrones y la niebla se veía mucho más baja. Unos dentro y otros fuera comimos plácidamente en aquel lugar. Por su parte, Sonia llevaba una botella de champán que bebimos para celebrar un triunfo del que no viene a cuento comentar.
Poco después de las 14:00 horas emprendimos de nuevo la marcha. El camino ya ni se veía y fuimos bajando por donde mejor nos convenía. No tardamos en divisarlo por la parte contraria del río y trabajo nos costó cruzar éste. Además los prados estaban encharcados y al pisar la nieve no sabías si te ibas a hundir o no. Por su parte, Miguel y Jorge continuaron por la otra rivera mientras nosotros íbamos ya por el camino. En la ladera de enfrente veíamos una bonita cascada que fotografié a pesar de estar bastante lejos. La ventaja de la cámara digital es que luego puedes desecharlas si no quedan como quieres.
De nuevo fuimos cambiando de dirección ahora hacia el sureste. Miguel y Jorge habían encontrado también un camino que resultó ser el más acertado. Ahora teníamos que atravesar nosotros de nuevo el río y no había por donde. Un paso que había de cemento estaba cubierto por la riada. Algo más abajo había una especie de presa en construcción por la que tampoco era posible atravesar. Por ello decidimos continuar por aquel lado ya fuera de camino o senda existente. Yo me había adelantado para buscar un paso, pero sin éxito alguno. Cuando el río se dividía en dos ramas, una era fácil, pero la otra no tanto. Cuando ya lo había conseguido, ya bastante abajo, me dice Roberto que luego hay que volver a pasarlo de nuevo. Con las mismas vuelvo a la misma orilla y al resto ya ni les mando pasar.
Poco a poco fimos bajando por la ladera hasta llegar a un lugar donde el caudal está canalizado por debajo del camino y logramos alcanzar éste. Por detrás nos queda una ramificación del camino que traían Jorge y Roberto y que se dividía en dos, la pista en la que nos encontrábamos y otro camino más antiguo. Jorge y Sonia, que eran los que habían hecho la ruta hace tiempo, decían que era aquella la usada por ellos en aquella ocasión. Por otro lado, viendo el mapa vimos que la ruta seguía por el otro ramal de la parte contraria del río. Uno de ellos pasaba por Viadangos y el otro, en el que nos encontrábamos, no.
Optamos entonces por seguir la ruta marcada y retrocedimos unos metros para coger aquel camino. Por él subimos unos metros ladeando los altos de Las Cruces y La Fuxaca. De frente teníamos una vista preciosa de la cima del Fontún. Por detrás veíamos bajar la niebla a pasos agigantados detrás de nosotros, pero curiosamente no llegó a cubrirnos en ningún momento de la travesía.
Lo que primero vimos de Viadangos fue el cementerio. El pueblo, un poco metido tras la ladera, tardamos en divisarlo. Sobre las 15:20 horas entramos en él por una calle al final de la cual vimos un indicador de la ruta. Como el tiempo no acompañaba no entramos a ver dicho pueblo, si no que salimos enseguida por otro camino que comenzaba a subir hacia la segunda y última collada de la ruta. De Javi ya había recibido una llamada diciendo que estaban en Casares comiendo tras haber subido a la mas alta de Las Tres Marías en vez de al Ortigal por un error de orientación.
Poco a poco comenzamos a ascender hacia la collada de la Sierra del Turrón. A unos 700 metros del pueblo nos encontramos con el cruce de la pista por la que hubiésemos venido de no haber cambiado anteriormente la ruta. El camino dio un giro brusco hacia el interior del macizo comenzando a pronunciarse la pendiente. Tras unos 9 kilómetros recorridos, y después de haber comido, costaba echar las piernas adelante. Ya bastante arriba y echando la vista atrás, divisamos el pueblo de Viadangos e incluso Villamanín debajo del pico Fontún. Realmente era una vista de las mejores de la ruta.
Desde la salida del pueblo había comenzado a caer una especie de granizos pequeñitos, pero que con la fuerza del viento hacían hasta daño en la cara. Pues bien, ya en la collada se acentuó la fuerza de la borrasca y durante un rato nevaba copiosamente. El día en esos momentos era completamente invernal. A nuestra izquierda se alzaba la cumbre de peña Muerca, con 1617 metros. Nosotros estábamos en la collada a unos 1425 m
En un día despejado hubiésemos disfrutado de una vista extraordinaria de todo el Valle de Arbás, pero ahora los nubarrones lo cubrían todo dejando solo algunos claros a lo lejos. También hay que decir que el paisaje así tiene igualmente su encanto. De nuevo veíamos Casares en el fondo de la cuenca y el camino que bajaba hasta llegar a la carretera un kilómetro antes de éste.
Ya bajando fue cesando la fuerza de la ventisca. Por detrás quedamos Carmen, José, Sonia y yo. La pendiente se acentuó en este tramo bajando unos 100 metros en poca distancia. Cuando estábamos hacia la mitad vimos a algunos ya en la carretera y otros a punto de salir a ella. Sin dificultad la alcanzamos nosotros también y en pocos minutos recorrimos ese kilómetro restante hasta Casares de Arbás. Sobre las cinco entramos en dicho pueblo y nos metimos en el bar donde estaban los compañeros que habían llegado antes junto con Javi y su colega.
Allí tomamos un café tras lo cual salimos para emprender el regreso. Algunos se cambiaron antes. Yo, como en esos momentos arreciaba de nuevo el agua-nieve, decidí no quitarme ni las botas, y eso que tenía los pies encharcados.
Sobre las 17:40 horas nos pusimos en marcha hacia León. Hasta llegar a Villamanín continuó el panorama igual, pero a partir de allí se fue despejando y no llegó a verse nube alguna. Es increíble como puede cambiar la climatología tan bruscamente en escasos kilómetros.
Sin contratiempo alguno llegamos a León acercándonos Luis hasta Guzmán donde Miguel tenía el coche en el que me acercó a casa.
Otra jornada más transcurrida en el bello entorno de nuestra montaña leonesa. Por mi parte, un nuevo lugar más que he conocido y que verdaderamente no me defraudó en absoluto, a pesar de lo irregular de la climatología.














lunes, 8 de marzo de 2004

CELLÓN (Arbás del Puerto) 07-03-04


2ª ASCENSIÓN AL “CELLÓN”.

07-03-04       (Domingo)

En esta ocasión la excursión ha sido de carácter particular, aunque casi todos los participantes eran miembros del club. Ante la incertidumbre de la climatología que podíamos tener, decidimos intentar la ascensión a este sencillo pico de la zona de Pajares al que yo ya había subido hacía unos cinco años. Al final, como se verá, resultó todo un éxito la jornada que a continuación resumo.
Sobre las 8:40 horas pasaron Miguel y Toño a recogerme cerca de casa. Luego, en la calle La Corredera se nos unió Luis, un componente nuevo del club, que decidió llevar su coche. Seguidamente recogimos a Ricardo en Eras de Renueva para continuar sin más hacia la carretera de Asturias. En la primera gasolinera nos esperaba Javier Fernández junto con un amigo suyo, también tocayo nuestro. Con ellos traían también a “Leo” un bonito pastor alemán de este compañero.
Ya eran las nueve algo pasadas cuando emprendimos el viaje en los coches de Javier y de Luis, dejando el de Toño allí aparcado. No tardó en cubrirse el cielo de nubes que ya veíamos desde León. Tras bajar el Rabizo pasamos por La Robla donde entramos de lleno en la montaña. Curiosamente vimos como se iba despejando de nuevo hasta el punto de no ver una nube encima. En la panadería que hay pasado Villamanín paramos a coger pan antes de continuar unos kilómetros más hasta llegar a Arbás del Puerto.
Al lado del mesón cercano a la carretera aparcamos los coches y nos preparamos para la ruta. Aunque fresco, el sol claro comenzaba a calentar un poco. Eran las 10:10 horas cuando comenzamos a caminar por una pista que parte al lado de la Colegiata y que se interna en el valle por el que transcurre el arroyo de los Pozos. Por ese mismo camino habíamos ascendido nosotros en aquella ocasión.
Los primeros metros de la pista se encuentran asfaltados hasta llegar a unas explotaciones mineras cerca de las cuales pasamos. El hielo en el suelo nos hacía caminar con algo de tiento para no resbalar. Al fondo del valle, aunque en esos momentos no podíamos confirmarlo, se veía la cima del pico Cellón. El desnivel desde el pueblo es de unos 700 metros hasta la cumbre. Tras pasar por aquella mina, se terminó el asfalto y entramos en una pista de tierra con bastante nieve. Por detrás nos seguía una pareja de hombres que también iban hacia la cumbre.
Mas arriba atravesamos el arroyo hacia la parte contraria dejándole ahora a nuestra izquierda. La nieve abundaba cada vez más y se hacía más dura por la helada. Además íbamos por ladera norte, lo que contribuía más a ello. La cima del pico se encontraba hacia nuestra izquierda, pero decidieron subir hacia el lado contrario y serrear luego un poco. Nosotros habíamos subido la vez anterior directamente hacia el fondo del valle, a la collada de Entrambos Puertos, pero esta vez, con la nieve, no era lo más apropiado. Nos metimos de lleno en la ladera con nieve bastante helada. Salvo Javier, los demás llevábamos crampones y subíamos cómodamente. Él se ayudaba de dos piolets para avanzar, pero era agotador. Nos separamos unos de otros y le aconsejé que se desviara unos metros para subir por un lugar donde se veía algo más de verde. Otros iban más directamente a la collada y yo subía hacia la cresta ya cercana.
No tardamos algunos en alcanzar dicho altozano desde el que tuvimos una bella vista del valle contiguo con el pico Brañacaballo allí al lado y algo más lejano el Fontún. Nos encaminamos por la parte alta del macizo hacia un picacho cercano, el Alto de Pájara, de 2002 metros. Sin dificultad alcanzamos esta cumbre antes de comenzar a descender un poco hacia la collada. Javier F. ya había alcanzado la cumbre y empezaba a descender. Nos cruzamos y nos dijo que iba a convencer y ayudar a su tocayo para que consiguiera alcanzar la otra cima cercana situada hacia la parte contraria.
Desde la collada solo nos quedaban unos pocos metros hasta la cima. Como allí era cara sur, la nieve ya no estaba helada y no nos supuso problema alguno alcanzar la misma a las 13:25 horas. En ella nos encontramos a la pareja anterior junto con alguna persona más que habían subido por la ladera izquierda del valle. La vista era espectacular. A lo que ya veíamos desde el cordal, se unía también ahora la parte asturiana, en cuyo límite nos encontrábamos exactamente. A lo lejos divisábamos las poblaciones de Campomanes e incluso Oviedo. Las pistas de la cercana estación de ski de Pajares se veían abarrotadas de personal con los prismáticos. Algo más a la derecha contemplábamos imponente el macizo de Ubiña. A la parte contraría y muy cercana, la cumbre del Tres Concejos, al que ascendimos hace un año, y el Camparón.
El día soleado y no muy frío lo hacía ideal para contemplar toda aquella maravilla de paisaje nevado. Aprovechando la estancia de aquel grupo, les pedimos que nos sacasen unas fotos. Igualmente escribimos y dejamos nuestra tarjeta de cumbres, que aunque no era salida oficial del club, es un testimonio de la ascensión. Por la misma cima pasaba una alambrada en cuyas estacas se acumulaba el hielo formando curiosas formas.
No tardamos en emprender la marcha ya que habíamos quedado en juntarnos con los otros dos compañeros en la cima hacia la que había subido Javier. Volvimos a descender hacia la collada y ascendimos hacia el Alto de Pájara por el que pasamos sin más. Serreamos entonces el mismo camino hasta el lugar donde habíamos alcanzado el cresteo aquel y esta vez continuamos por él hacia el Cueto Polledín, subiendo unos metros hasta alcanzar dicha cima. En ella nos reunimos todos, y como soplaba una brisa algo molesta, avanzamos unos metros hacia abajo siguiendo una especie de camino al lado del cual nos detuvimos a comer. Como anécdota apuntaré que en un momento determinado Ricardo rozó con los crampones una pata de “Leo” haciéndole un poco daño, aunque no herida alguna.
Tras una rato allí sentados, y ya pasadas las tres de la tarde, volvimos a ponernos en marcha ladera abajo siguiendo la divisoria de valles. No me pude contener y saqué un plástico que llevaba para practicar el “culoskí”. Aunque en esa ladera estaba la nieve blanda ya que le había dado todo el día el sol, no dejé de deslizarme unos cuantos metros por ella. Lo más incomodo era la mochila, por culpa de la cual no pude coger buena velocidad. Aún así disfrute un buen rato en este descenso.
Poco a poco nos fuimos metiendo hacia un valle paralelo al de subida y tuvimos que ladear unos metros para entrar en el mismo. La nieve nos llegaba a veces por la cintura cuando metíamos la “pata” en algún hoyo. Yo llevaba empapados los pantalones por completo.
Por detrás quedamos los tres “Javis” y “Leo”. Nos metimos en el valle principal y atravesamos el arroyo por unas piedras. Estábamos ya cerca de la mina por la que no tardamos en pasar para meternos ya en el asfalto. Pocos minutos después salimos a la carretera general donde teníamos los coches. Eran las 16:40 horas. Desde allí saque una foto del pico con la colegiata en primer plano.
Nos cambiamos de ropa y calzado antes de emprender el regreso a casa. Como habíamos quedado, al llegar a Villamanín paramos en un bar a tomar un refrigerio y demás. Un buen rato estuvimos de charla allí y ya eran las seis cuando salimos de nuevo a la carretera. Sin prisas circulamos hacia la capital parando en la misma gasolinera de por la mañana donde Toño tenía el coche. Otro rato estuvimos allí charlando antes de emprender el último tramo hacia casa. Por la ronda este bordeamos León y no tardando me dejaron en casa alrededor de las 19:00 horas.
Y con ello dimos por terminada esta completa jornada de montañismo acompañados por un tiempo realmente inmejorable y con la satisfacción de haber alcanzado y disfrutado del objetivo.