lunes, 21 de marzo de 2011

VALLE DE LAS BATUECAS - (La Alberca - Salamanca) 19/20-03-11

 


2ª TRAVESÍA POR “LAS BATUECAS”. (Salamanca).
19/20-03-11

Para inaugurar las acampadas de este año hemos programado una bonita travesía por el valle de Las Batuecas, en Salamanca, lugar que hace 8 años ya recorrí quedando un buen sabor de boca de la experiencia. Con una previsión de buen tiempo, que por fortuna se cumplió, cinco fuimos los animados a participar en esta ocasión: Nati, Gabriela, Esteban, Álvaro y yo, acomodándonos todos en mi furgoneta con todo el equipaje, que no era poco.

SÁBADO 19
Pasadas las cinco de la tarde llegaron Álvaro, Gabriela y Nati a mi casa donde fuimos colocando las mochilas en el maletero casi haciendo un tetris. Tras meter el coche de Álvaro en mi plaza salimos en busca del último componente de la expedición, Esteban, al que recogimos en San Miguel del Camino. A las 17:50 horas emprendimos el viaje de 300 kilómetros hasta La Alberca. Enseguida entramos en la autovía de Benavente por la que circulamos dejando esta localidad atrás con dirección a Tordesillas. Allí la abandonamos para entrar en otra hacia Salamanca circulando a 110 km/h, nuevo límite de velocidad absurdo para estas vías.
En Salamanca entramos por una travesía y rectificamos para evitar el paso por el centro de la ciudad. Bordeamos la misma y a partir de allí ya recorrimos el resto del viaje por carreteras secundarias entre monte y ya de noche. Los coches nos daban las luces ya que les deslumbrábamos por ir muy cargados, y eso que las regulé al mínimo.
A las 21:20 horas llegábamos al camping “La Al-Bereka”, a unos 4 Km. antes de La Alberca, y tras 336 Km. recorridos. Enseguida entramos al mismo siendo los primeros campistas de esta temporada, según nos dijeron los dueños, con quienes ya había hablado por teléfono anteriormente. En este mismo camping estuvimos en aquella ocasión también.
Entramos y nos pusimos a montar las tiendas en una de las parcelas. Al terminar nos acercamos al porche de recepción para cenar cómodamente en una de las mesas. Nati había hecho una buena tortilla para todos y la degustamos con agrado. Algunos, ya que otros, y no digo nombres, no la comieron por tener mucha cebolla. Detalles sin importancia pero más nos tocó, je je.
Mas tarde decidimos acercarnos a ver el pueblo. En la furgoneta recorrimos esos 4 Km. hasta el mismo y por sus calles paseamos disfrutando de la bella y singular arquitectura de sus casas. Vimos un monumento al cerdo, (de cuatro patas se entiende), así como la bonita plaza del ayuntamiento.
De regreso al camping nos fuimos acostando ya cerca de la una de la madrugada. Se notaba fresco y durante la noche pasé un poco de frío. Por cierto y como curiosidad, esta noche teníamos la luna llena mas cercana a la tierra que se puede ver cada 18 años.
Me tuve que levantar a las seis al “wc” y luego ya apenas dormí.

DOMINGO 20
A las 7:45 horas puse el reloj a tocar y poco a poco nos fuimos levantando. El sol comenzaba a salir y ya iluminaba la Peña de Francia visible desde allí. Desayunamos y desmontamos las tiendas metiéndolo todo a la furgoneta. En el bar nos tomamos un café caliente para entonarnos y abonamos la estancia, 35,20 €. A las 9:30 horas emprendimos el trayecto hacia Las Batuecas, a 19 Km. de allí. Dejamos atrás el pueblo y llegamos al alto del puerto El Portillo o Las Batuecas con 1250 metros de altitud. La bajada del mismo es una sucesión de curvas a cual más cerrada. Paramos en lo que parecía una fuente y no lo era, aunque luego sí encontramos una donde llenamos las cantimploras.
Ya en la parte baja se encuentra la carretera de acceso al Monasterio de Las Batuecas, cerrada por obras. Dejamos la furgoneta en un espacio libre al lado de la principal y nos preparamos para la ruta. Hasta allí hay 354 Km. desde León.
Nos sacamos una foto de grupo delante de un cartel con el mapa de la zona y a las 10:20 horas emprendimos la marcha. A unos 100 metros de allí se encuentra el monasterio, el cual yo creía abandonado, y no más lejos de ello. Cerca del mismo vimos un gran árbol cargado de flores amarillas y otros más de diferentes tonalidades. Con la fachada de fondo nos sacamos otra foto y sin más tomamos el sendero que parte de la misma puerta hacia la izquierda siguiendo la tapia del recinto. A pocos metros giramos siguiendo la pared y entrando en uno de los tramos curiosos de esta ruta. En él se camina sobre un enramado de gruesas raíces de las enredaderas que trepan por la tapia del monasterio. Al poco rato pasamos al lado de un enorme árbol centenario con un tronco de varios metros de altura. También vimos dentro del recinto varias edificaciones más, entre ellas otra iglesia en proceso de reparación. Bajo un gran ciprés nos sacamos una foto y seguimos avanzando un tramo más a la vera de la tapia del gran recinto monacal.
Pasamos luego un puente de piedra sobre un arroyo secundario y comenzamos a ver numerosos alcornoques a los que les habían extraído la corteza de la parte baja. En el río Batuecas había una especie de presa de donde salía un canal que antes habíamos visto paralelo al camino. De esa forma llegamos a una segunda tapia externa del recinto que atravesaba el camino con una abertura cuadrada por la que se pasaba. Supusimos que era el límite del terreno del monasterio.
El siguiente tramo transcurre a la vera del río y casi por su cauce. Desde allí vimos indicios de la recuperación que están haciendo de la ruta colocando escalones en una subida y estacas de madera para sujetar el firme del sendero rellenándolo con tierra pisada. Encontramos enseguida la antigua pira de carbón vegetal y pasamos entre dos enormes rocas que franqueaban el sendero.
Eran las 11:15 horas cuando llegamos al desvío del Canchal de las Cabras Pintadas, unas de las cuevas en las que aún pueden verse restos de pinturas rupestres. Por otra escalera de troncos de madera subimos durante unos cinco minutos teniendo una bella vista del valle. En una pared de roca protegida por una verja pueden distinguirse numerosas figuras rojas de la prehistoria. Un esquema ayuda a localizarlas e interpretarlas. En la parte contraria del valle pudimos ver un par de rebecos encaramados en las rocas. La vista desde allí era amplia y bonita. El sol ya calentaba lo suyo y se notaba que estábamos 300 kilómetros más al sur de nuestra tierra.
De nuevo descendimos al cruce de senderos y continuamos avanzando por el principal valle arriba muy pegados al río en el que vimos algunos tramos con enormes losas de piedra lisa sobre las que se deslizaba el agua. Unos metros más adelante se encuentra el desvío al Canchal del Zarzalón. Ascendimos por un sendero entre vegetación que nos amortiguaba el calor del sol y en cinco minutos alcanzamos esta segunda cavidad prehistórica. También aquí pueden verse varias pintadas rojas con figuras de animales o humanas. Una verja similar protege las mismas de los vándalos que ya han dejado sus huellas en estos valiosos lugares.
Ahora no hace falta retroceder, otro sendero pegado a la pared rocosa continua valle arriba con caídas a plomo en varios lugares. Frente a nosotros, en la parte contraria del valle, puede verse la cavidad de la Cueva del Cristo, a la cual según la descripción, es algo más complicado acceder. En otra cavidad que encontramos nosotros nos hicimos unas fotos a modo de “santos” en la hornacina.
De las mismas paredes rocosas salían árboles bajo los cuales pasaba el sendero. En otro rincón el agua se deslizaba por la peña entre musgo. Tras recorrer un tramo más o menos llano, comenzamos a descender hacia el río. Pasamos un pedrero moteado de árboles de troncos retorcidos y así llegamos al río cuando eran las 13:05 horas. Aquí fue donde cometimos el error que nos retrasó una hora. Sigo repitiendo, no hay las señales donde más falta hacen.
Vimos cómo el sendero subía por la parte contraria en una pronunciada pendiente en zigzag. Le seguimos hasta alcanzar una considerable altura sobre el valle y allí fue donde surgió la duda. Echando una ojeada al mapa nos parecía que el ramal era el de la derecha y no aquel. Con las mismas retrocedimos perdiendo la altura de nuevo hacia el arroyo. Por el otro lado salía un sendero por el que Álvaro marchó a investigar por su cuenta. Pues bien, luego, viendo mejor el mapa, resolvimos que sí íbamos bien por el primer desvío. Salimos detrás de Álvaro y le voceamos sin respuesta alguna. Gabriela siguió sus pasos y ya le pilló muy adelante. La verdad es que me mosqueó un poco porque se separase tanto sin antes ver las posibilidades, pero no pasó de ahí la cosa.
Una hora después estábamos en el mismo cruce con el río y retomamos la fuerte subida ya por segunda vez. Esta vez Nati abandonaba. Nos precedían ahora un grupo de cinco chicas, una de las cuales era de Villablino. Alcanzamos la parte alta y llaneamos por el sendero varios metros sobre el río hasta irnos poniendo a su altura. Al ver una cascada en el mismo les dije que era El Chorro, lo cual les decepcionó un poco. Les dije que podíamos tirar un poco más arriba a ver que se veía. Solo la joven de León se animó a seguir con nosotros. Unos metros más adelante vislumbramos por fin la cascada entre la vegetación. A las 14:35 horas llegamos a este idílico lugar.
Mereció la pena el esfuerzo. La cantidad de agua que caía era mucho mayor que la que encontramos hace ocho años en julio. El chorro es estrecho pero emplazado en un rincón precioso con roca de un tono rojizo. Cae en una poza cristalina en la que en verano daría gusto meterse. Yo me acerqué por las rocas a un lateral del mismo para sacar unas fotos y el agua que salpicaba llegaba a mojar. Tenía que tapar la cámara con la gorra.
Nos sacamos varias fotos allí y veinte minutos después emprendimos el regreso. El calor se hacía notar y no sobraba la crema protectora ni la visera. La vista del valle seguía siendo espectacular con el contraste de roca y vegetación. En una de las formaciones vimos a groso modo una cara de perfil modelada con las sombras. Descendimos suavemente hasta llegar al tramo pendiente final. A las 15:15 horas nos reuníamos con Nati en el paso del río.
Retomamos el regreso siguiendo el sendero marcado en busca de un lugar adecuado para comer. Fuimos cogiendo altura sobre el río bajo las rocosas paredes del cañón en las que se mezclaban los colores amarillos, verdes y rojizos. Por debajo de nosotros vimos un gran recinto de tapia baja de piedra y redondo cercano al Canchal del Zarzalón. Dejamos atrás éste y bajamos por el zigzag al río encontrando poco después un lugar donde comer. En las rocas del cauce nos acomodamos tranquilamente a la sombra. Eran las 15:50 horas.
Unos 40 minutos después retomamos la ruta por el sendero dejando atrás el desvío al Canchal de las Cabras Pintadas donde un gran pedregal subía ladera arriba. Poco a poco fuimos girando con el valle metiéndonos entre vegetación más espesa. Encontramos de nuevo los alcornoques con su tronco rasurado y dejamos atrás la carbonera. Entramos poco después en el recinto externo del monasterio y cruzamos el puente sobre el arroyo lateral que se unía allí mismo al Batuecas. Así nos situamos a la vera del recinto donde crecían numerosos cipreses, tanto dentro como fuera. Pasamos sobre las raíces y sin llegar esta vez a la puerta principal, salimos a la carretera saltando un arroyo. Los últimos 100 metros caminamos por ésta hasta terminar la ruta a las 17:10 horas.
Nos cambiamos allí mismo y sin más emprendimos el regreso hacia La Alberca. Subimos el puerto sin problemas y en lo alto paramos un segundo a hacer unas fotos. A las 17:50 horas llegamos al pueblo aparcando por debajo del mismo. Subimos por un camino encajonado entre murallas de piedra y paseamos por sus calles viendo a la luz del día la magnífica arquitectura del lugar. Las fachadas de las casas tienen entramados de madera y piedra alternados formando un singular mosaico. Sus calles, todas empedradas, tienen como alcantarillas las mismas piedras ajustadas con huecos por los que se cuela el agua de la lluvia. Algunas de ellas son tan estrechas como para tocar los laterales con ambas manos. En una tienda típica de productos artesanos compré unas flores dulces. En su plaza había varios puestos ambulantes con productos del mismo estilo. En la terraza de un bar tomamos un refrigerio delante de la gran iglesia de la villa.
Sobre las 18:45 horas emprendimos de nuevo el viaje con intención de subir a la Peña de Francia, 1732 m. En la carretera se encuentra el desvío que a lo largo de 12 kilómetros de subida zigzagueante nos llevó a la cima. El último tramo está en obras y sin quitamiedos. Para colmo me daba el sol de frente teniendo que reducir la velocidad al mínimo. Pasadas las 19:00 horas llegamos a la cima de esta cumbre en la que hay un convento y un gran punto geodésico con una estación de telecomunicaciones.
Aparcamos la furgoneta y nos encaminamos hacia los edificios y el mirador. Estaba fresco y yo no había cogido cazadora. Estuvimos viendo desde el mirador toda la llanura hasta ver incluso Bejar y su sierra nevada. Ya no aguantaba más y bajé a por la cazadora. Pues bien, no encontraba la llave de la furgoneta, que además la había dejado abierta. Al final apareció en el fondo de un bolso. Lugo la cazadora estaba en la mochila abajo del todo, por lo que cogí la de Álvaro que la tenía a mano. Ya no aguantaba más el frío. Para colmo, cuando me uno a ellos y voy a sacar fotos me falla la cámara. No se mantenía encendida tras apretar el botón y tenía que tenerlo pulsado para sacar fotos. Vamos, un rato de esos extraños que ya no sabes que ocurre. Sí disfrutamos de una bonita puesta de sol desde allí mismo a las 19:35 horas. Hasta allí llevábamos recorridos 392 Km.
Al poco de comenzar el descenso, a las 19:45 horas, vimos un rebaño de cabras al que fotografiamos. Bajamos los 12 Km. enlazando con la carretera general en otro punto más a nuestro favor. Sin novedades fuimos restando los kilómetros hacia Salamanca habiendo decidido venir esta vez por Zamora. Nos había dicho la chica de Villablino que había autovía y que solo el tramo entre Zamora y Benavente no lo tenía, pero que merecía la pena.
A las 21:00 horas dejábamos atrás Salamanca y media hora después Zamora. En un pueblo entre éste y Benavente paramos a tomar un café y hacer las cuentas de gastos. 25 minutos después retomamos el viaje y ya en Benavente, a las 22:45 horas, enlazamos con la autovía a León. Por la misma recorrimos los últimos 70 kilómetros dirigiéndonos a San Miguel del Camino para dejar a Esteban en su casa sobre las 23:30 horas. A las 23:50 horas llegábamos a Armunia tras recorrer un total de 691 Km.
Sin duda un grato fin de semana aprovechado al máximo, dentro de la limitación que algunos tenemos trabajando los sábados. El tiempo no pudo ser más respetuoso y la ruta realmente bonita. Yo era el único que la había hecho y al resto no les decepcionó en absoluto. Lo único negativo a resaltar ahora es el gripazo que tengo por culpa del frío que pasé arriba en Peña Francia, y que hoy, tres días después me tiene “doblao”. Por lo demás, la cámara de momento vuelve a ir bien. Pudo ser también el contraste de temperaturas, no sé.