domingo, 27 de noviembre de 2005

lunes, 7 de noviembre de 2005

"PEÑA LA CRUZ - MAMPODRES" (Maraña) 06-11-05

 


2ª ASCENSIÓN A LA “PEÑA LA CRUZ”.

06-11-05    (Domingo)

Por tercera semana consecutiva he realizado otra actividad montañera. En esta ocasión, programada por el club y acordada el mismo día anterior en una reunión habitual, hemos ascendido a la Peña La Cruz, la mayor cumbre del macizo del Mampodre. Hace 6 años, todavía con el club Don Bosco, la había ascendido yo aunque en los resúmenes, fotos, etc. figure como Peña Convento. El error lo he visto ahora mismo haciendo este relato y comparando las fotos de aquel día y las de éste al ver como la cumbre, el hito y el buzón es exactamente el mismo. Esto me supone un contratiempo al tener que modificar los títulos de los resúmenes, fotos, mapas etc. y no sé aún como lo voy a rectificar. Pero bueno, me centraré de momento en este relato para contar todo lo acontecido durante esta jornada.
A las 8:00 horas nos reunimos en Guzmán los cinco participantes de esta salida: José F., Juan, Luis, José Antonio y yo. Poco después salimos en el coche de Luis dando un buen rodeo para coger la carretera de Santander hacia Barrio de Nuestra Señora y Boñar. Pasamos éste y llegamos al pantano del Porma donde la niebla se cerraba por encima de las aguas. Lo bordeamos y llegamos Puebla de Lillo donde giramos hacia el puerto de Las Señales en cuya cima paramos unos minutos. Desde él tuvimos una bella vista de Peña Ten, el Remelende y parte de la cola del pantano de Riaño donde igualmente se acumulaba la niebla. Por la derecha ascendían las laderas del pico Lago.
No tardamos en ponernos en marcha de nuevo bajando hacia el cercano puerto de Tarna, límite de León y Asturias. Giramos hacia Riaño y en el desvío a Maraña hicimos otro tanto. Los Mampodres ya se iban viendo desde hacía un rato a veces ocultos por cimas más cercanas. A las 10:00 horas entramos en este pueblo y aparcamos en la plaza de ayuntamiento. No tardamos en prepararnos para la ruta que comenzamos 15 minutos después.
El cielo despejado animaba a caminar y salimos del pueblo por un puente sobre el arroyo Valverde. Atravesamos unos prados y entramos enseguida en las verdes laderas blanquecinas por la escarcha. Siguiendo la ruta más cómoda y suave nos fuimos acercando al macizo por el llamado Prao Pacho. Poco a poco la vista se fue ampliando y contemplamos el pueblo en el valle. También fueron apareciendo cumbres en el horizonte que luego enumeraré más precisamente.
Nos metimos paulatinamente en una especie de canal amplia con dos niveles caminando nosotros por el superior cercano a las rocas. La pendiente se hizo pronunciada y ya costaba trabajo avanzar. Yo iba en bastante baja forma tras varios meses sin una ascensión de esta índole. Además, como los bastones se me rompieron del todo en la anterior salida y no he comprado otros, los echaba de menos al haberme acostumbrado a ellos.
Mientras Luis y José Antonio se adelantaban, José F., Juan y yo íbamos mas rezagados. Yo procuraba tirarme a la roca para subir mejor que por la pradera, que realmente es agotadora. José F. decidió parar a comer un poco y Juan quedó también por detrás. Así alcance la parte alta de la cresta donde estaba José Antonio, el cual también se desvió hacia una pequeña cumbre cercana. Por mi parte continué a mi paso, que no era para nada apresurado, para no perder el ritmo que traía. La ladera se suavizó muy sutilmente y comencé a pisar la primera nieve de la temporada, que realmente era en forma de escarcha.
Por encima veía a Luis con el que me comunicaba por el walkie. De pronto, por la derecha, vi bajar corriendo a cuatro o cinco rebecos consiguiendo fotografiar a uno de ellos de lejos. Poco más arriba me dejó de dar el sol que se tapaba justamente por detrás de la cumbre que teníamos delante. No tardé en alcanzar a Luis, que me había esperado un rato. El resto quedaba ahora por detrás. La escarcha ya abundaba y se corría el peligro de resbalar con ella. Por la parte derecha había ahora una fuerte caída de la que había que separarse prudentemente.
Con bastante esfuerzo por mi parte fuimos avanzando poco a poco por la empinada ladera hasta llegar a un punto del que yo me acordaba de la vez anterior por ocurrir una incidencia en la nieve con un compañero de los que iba. En ese lugar el precipicio estaba por la izquierda, donde teníamos enormes paredones verticales de varios metros de caída. En aquella ocasión había algo más de nieve y uno del grupo quedó atascado en un nevero medio helado al lado de este despeñadero, teniendo que usar la cuerda para ayudarse.
De frente se elevaba un peñón y se intensificaba la inclinación por lo que optamos por desviarnos a la derecha para bordearlo. Sorteando rocas ladeamos aquella parte hasta situarnos frente a otra ladera de pequeño matorral de alta montaña. A mí me comenzaban a dar los dolores en los muslos y temí que no me dejasen alcanzar la ya cercana cima. De verdad que echaba de menos los bastones para ayudarme a empujar el cuerpo hacia adelante.
Bajo unas rocas vi unos “chupiteles” de hielo y poco después, fijándome en el cielo, un chocante efecto luminoso. En torno al sol se formaba una gran corona de diferente tonalidad producida no sabemos por qué. Conseguí plasmarla en una foto y ahora, retocándola un poco el contraste, ha quedado sin duda una imagen curiosa. Por encima de nosotros volaba un gran buitre.
Por fin, tras 3:15 horas de ascensión, alcanzamos Luis y yo la cumbre a las 13:30 horas. Un hito de cemento con un buzón y una placa con el nombre y altitud de la cima, 2196 m, nos confirmaban esto. Por debajo vimos a José Antonio y poco después a Juan. Lo primero que hice fue sacar una panorámica de toda la vista que teníamos y que era verdaderamente una de las más amplias que haya visto desde una cumbre. Voy a enumerar tan solo algunas de las cumbres más conocidas: En San Isidro: Torres, Toneo, Agujas, seguido del Brañacaballo, Fontún, Tres Marías, Correcillas, Peña Galicia y muy a lo lejos el Teleno. También Peña Ubiña y los Fontanes. Por otro lado, Peña Corada, Moro, Rionda, Espigüete, Curavacas, Tres Provincias, Peña Prieta, Coriscao, Los Macizos de Picos de Europa con Peña Santa o Torre Cerredo destacando en ellos. Más cercana se veía Peña Ten, el pico Lago o el Remelende así como las cimas del macizo en el que nos encontrábamos: Polinosa, Cervunal, Mediodía o Valjarto.
Tras llegar Juan y José Antonio, ya que José F. había desistido a medio camino, éste último quería bajar a las Peñas del Convento, algo más al sur y por debajo de nosotros. Como ya apunté, eran las que yo creía haber subido en aquella ocasión hasta ver ahora las fotos de ese día y comprobar que realmente habíamos alcanzado la misma en la que ahora estábamos. Para llegar a ellas había que bajar por unas rocas con algo de escarcha y al lado de algunos cortes. Además soplaba algo de viento, lo que me hizo desistir. Solo me adelanté unos metros y ya en una pequeña vereda lo pasé realmente mal. Lo cierto es que me encontraba raro y reconozco que con un poco de miedo, lo que pocas veces me ha ocurrido. Desde allí sí conseguimos ver la laguna del Mampodre bajo la cara oeste del pico.
De regreso a la cima nos acomodamos en torno al hito para comer. Además de las cimas antes mencionadas, se veía parte del pantano del Porma y una pequeña esquina del de Riaño así como varios pueblos cercanos como Acebedo, Lario y Liegos, en uno de los valles, o parte de Puebla de Lillo en el otro. Algo que si me causó fascinación fue ver en la lejanía el mar Cantábrico y distinguir en él un barco blanco que se movía. Con el zoom de la cámara conseguí sacar una foto del mismo, eso sí, algo borrosa.
Antes de emprender el descenso, sacamos varias fotos en la cumbre y dejamos nuestra tarjeta. A las 15:40 horas abandonamos la cima para comenzar a bajar el primer tramo por el mismo lugar de ascenso. No tardamos en desviarnos para dirigirnos hacia una vaguada por la que yo recordaba haber bajado aquella vez anterior, en la que por cierto nos descargó una gran tormenta eléctrica y de granizo que a mí me hizo pasar un rato realmente desagradable. La ladera con escarcha aún no era tan resbaladiza por los matojos que lo impedían. Por la derecha se iba alejando el cordal por el que habíamos subido mientras que por la izquierda caía bruscamente el desnivel hacia el valle del arroyo Valverde, otra alternativa de subida y bajada. El sol del atardecer sobre las cumbres y el cielo algo cubierto por oscuras brumas contrastaban de forma espectacular y no desaproveché la ocasión para sacar algunas fotos. Al reunirnos todos en un punto saqué una foto de grupo con la cumbre soleada detrás.
Así alcanzamos este collado de 1800 metros una hora mas tarde de salir de la cumbre. Nos metimos ahora en El Canalizo, una canal abrupta con algunos hoyos y simas. Concretamente aquí fue donde me pilló de lleno la tormenta bajando hace seis años. No se me olvida, y en el relato de aquel día lo especifica, que llevaba la cámara de video y al ir corriendo y en tensión, se me rompió un enganche de la misma. En esta ocasión bajábamos más tranquilamente y disfrutando del paisaje rocoso que nos rodeaba.
José Antonio y Juan se desviaron por la parte izquierda de la canal mientras que Luis y yo lo hicimos por la derecha. Mas abajo encontramos una sima de entrada con forma de largo corte y en cuya entrada había una inscripción con pintura, suponemos que algo técnico. Mas adelante Juan pasó a la ruta nuestra y le esperamos un rato. Lo cierto es que, sin ningún ánimo de ofender, aún va muy “atado” por la montaña. Durante todo este descenso tuvimos que ralentizar la marcha a su paso. Tampoco es que hubiese prisa, pero los días se han acortado y el cambio de hora ya se hizo. El teléfono me sonó y era José Fernández que preguntaba por nuestra situación.
Tras pasar lo más rocoso vimos por fin Maraña, oculto a nuestra vista desde la mitad del ascenso por la mañana por las diferentes cimas y lomas intermedias. Como ya apunté anteriormente, el sol del atardecer daba un bonito tono al paisaje lleno de contrastes. Entre la hierba de la ladera encontré una seta con una curiosa forma de sombrilla y unas bellas tonalidades marrones.
Poco a poco nos fuimos acercando a La Fuentona, gran manantial que sale de entre la roca en un bello rincón con verde musgo al que ya había llegado Luis. Antes pasamos un trecho cubierto de bajo matorral verde con algunas ramas rojizas. No tardamos en llegar al manantial por el que salía una cantidad enorme de agua recogida por la parte alta de la que veníamos nosotros. Eran las 18:00 horas.
Tras sacar algunas fotos continuamos para recorrer el último tramo ya bastante llano. Yo pasé por encima del manantial mientras que ellos lo hicieron por un puente cercano. Mas adelante pasé al lado de una edificación, supuestamente un depósito de aguas. Entramos enseguida en las praderías encharcadas antes de encontrar el camino que más parecía un río que otra cosa. Juan se había rezagado de nuevo, pero ahora ya no había pérdida. Atravesamos Luis y yo un puente sobre el arroyo Valverde, el que bajaba por el valle contiguo al que nosotros traíamos.
Unos metros después vimos unos bonitos caballos. Uno de ellos se asustó y saltó una pequeña tapia de piedra encontrándose con la alambrada en medio. Nos alejamos enseguida para que no se hiciese daño ya que parecía que el alambre era de espinos. Ya cerca del pueblo pudimos ver la bonita silueta del macizo con el cielo azulado del anochecer.
A las 18:30 horas llegamos a la plaza donde terminamos esta jornada. Allí no había nadie y supusimos que ambos “Josés” estaban en algún bar. Mientras nos cambiamos llegó Juan y luego nos acercamos hasta el bar donde efectivamente estaban los otros compañeros. Allí me encontré también con Donato, compañero de la empresa y originario de Maraña que, junto con otros cazadores, habían pasado la jornada por la zona. De hecho, era uno de los dos que habíamos visto pasar al lado de Luis cuando bajábamos Juan y yo hacia la Fuentona.
Tras tomar unas consumiciones y hacer las cuentas de la salida, emprendimos el regreso a León ya a las siete de la noche. Salimos de Maraña y al llegar a la carretera general decidimos volver por Riaño. Pasamos por Acevedo y Lario, pueblos divisados desde la cumbre. Con precaución debido a la existencia de ganado suelto por la carretera, avanzamos los kilómetros bordeando el pantano mientras la luna se situaba tras la cumbre del Yordas. Así dejamos atrás Riaño y minutos más tarde la presa del pantano. Enfilamos entonces por Las Salas hacia Cistierna donde nos desviamos a Mansilla. Sin novedades llegamos a éste y por último entramos en la capital poco antes de las 21:00 horas. En Guzmán nos despedimos y con la moto allí aparcada volví a casa en pocos minutos.
Verdaderamente considero esta salida una vuelta a las ascensiones “fuertes” tras una buena temporada de travesías y sencillas subidas. Me costó un poco llegar a la cumbre, pero en general me pareció más sencillo de lo que me esperaba.