lunes, 13 de diciembre de 2004

BELÉN DE CUMBRES - BODÓN DE CÁRMENES 12-12-04

 


4ª ASCENSIÓN AL “BODÓN DE CÁRMENES”. (Belén de Cumbres).

12-12-04    (Domingo)

Como remate final de este 2004 hemos realizado el ya tradicional Belén de Cumbres que todos los años por estas fechas es habitual entre la mayoría los clubes de montaña. Para esta ocasión hemos elegido una cima en la curiosamente hace 10 años, cuando aún formábamos parte del club “Don Bosco”, colocamos otro Belén. En esta ocasión disfrutamos de un mejor tiempo, ya que antaño la niebla y el frío nos había acompañado a lo largo de toda la jornada. Echando una ojeada al resumen de aquella salida, he comprobado que incluso la subida y el descenso lo hicimos prácticamente por los mismos lugares que en esta ocasión. La excursión actual estuvo cargada de incidencias y detalles que procuraré relatar lo más fielmente teniendo al menos un resultado bastante positivo.
Comenzamos la jornada con algunas de esas incidencias que antes comentaba. En Guzmán habíamos quedado todo el grupo para salir de allí a las 9:00 h. De camino recibo la llamada de José Antonio diciéndome que se encuentra algo indispuesto y que prefiere no ir. Ya en Guzmán se presenta Miguel, el cual no ha avisado que va a ir. Igualmente pasa con Javi V., con la salvedad de que éste me ha llamado el día antes sin poder localizarme, lo cual ya sabía, pero no para qué. Por su parte, y como ya es habitual en ella, Carmen no aparece por lado alguno. De esa forma, y tras hacer un reparto entre todos de las provisiones que llevamos, emprendemos el viaje en los coches de Luis, Javi y Jorge. Por su parte, y como consta en el reglamento del club, Miguel tiene que ir en el suyo propio al no haber avisado de su participación.
Con el día seminublado avanzamos por la carretera del Torío mientras vemos como las nieblas tapan por completo las cimas de los picos. Esto me mosquea mucho ya que los días anteriores había estado despejado por completo e igualmente para ese día la previsión era buena. Como no sirve de nada enfadarse, continuamos a través de las Hoces de Vegacervera hasta atravesarlas y llegar poco después a Cármenes. A los que han llegado antes les indico que hay que continuar unos 400 metros más adelante hasta unas cocheras cerca de las cuales se pueden dejar los coches. Aquí veo que se ha añadido otra asistente de última hora, Marta, a la cual ha recogido Miguel de camino. Con ella completamos la lista de los 12 socios que finalmente participamos en esta actividad y que enumero: José F., Álvaro, Javi V., Guiomar, Sonia, Jorge, Luis, Carlos, Ricardo, Miguel, Marta y yo.
Tras prepararnos para la ruta, comenzamos la misma alrededor de las 10:30 horas. Como figuraba en mi relato de la salida de antaño, teníamos que atravesar el río Torío por un puente cercano a las cocheras aquellas. Como había matorral en las márgenes del río, no veíamos donde podía situarse éste. Un camino que iba paralelo al cauce nos llevó hasta una casa abandonada pero sin rastro del puente. Al final lo encontramos a unos 300 metros camino arriba. Por él atravesamos a la parte contraria y no tardamos en abandonar el camino hacia las laderas de nuestra izquierda.
Las cumbres se mantenían cerradas por la niebla aunque el viento del sureste la hacía desplazarse rápidamente. La pendiente se acentuó y en poco tiempo ganamos bastante altura. No tardamos en dividirnos quedando por detrás Jorge, Sonia, José y yo, los cuatro que subiríamos juntos casi todo el tiempo. Antes de alcanzar el alto de la loma subimos un buen tramo por roca. Poco a poco fuimos viendo paisaje más amplio mientras en el cielo se abrían numerosos claros.
Fue al alcanzar aquella parte alta cuando vimos el pueblo de Villanueva de Pontedo así como el valle de Canseco. Desde esta parte también hice otra de las tres ascensiones anteriores a este pico. La primera de ellas fue por la misma zona que lo estábamos haciendo ahora, pero apenas si la recuerdo ya que de aquella no hacía relato de las mismas. Paulatinamente fueron apareciendo más cimas cercanas que por no repetirme enumeraré más adelante.
Sin dejar el cresteo aquel íbamos ganando altura a la vez que comenzábamos a pisar algunos neveros. Echando un vistazo hacia la zona del Valle de Arbás vimos como unas nubes formaban curiosas formas de picos que llegaron a equivocarnos por completo al equivocarlas con las Tres Marías. Solo al ver como cambiaban de forma instantes después nos dimos cuenta del error. Incluso saqué unas fotos de las mismas con el zoom.
Ya metidos justo debajo de la parte rocosa del macizo nos esperaba Guiomar. No se había atrevido a seguir al resto por una canal por la que habían subido antes. Por la parte norte se veían huellas que ascendían por un pendiente nevero hasta una collada. No veía yo muy claro que por allí se subiese cómodamente, por lo que les indiqué que continuasen por la parte contraria en la que el sendero se veía marcado. Por su parte, Jorge había subido a unas rocas por la misma cresta, pero tampoco lo vio factible. A Guiomar, que no lleva nada bien las fuertes pendientes y canales, tuvimos que convencerla para que continuase. Tras franquear un estrecho paso, el sendero se suavizó por la parte sur de la peña. El resto, a los que ya les creíamos en la cima, estaban todos por la parte alta y tenían que bajar al serles imposible el paso por la nieve acumulada y lo abrupto de la cresta. De esa forma nos juntamos casi todos de nuevo y continuamos por el sendero aquel bajo las escarpadas rocas.
No tardando volvimos a disgregarnos de nuevo. Yo vi que por el sendero se bajaba mucho para luego tener que volver a subir. Por ello decidí, seguido de José y Luis, no perder altura y meterme por la roca más directamente hacia la collada que se veía más adelante. El resto que iba por debajo tenía que subir un fuerte desnivel para alcanzar una de las cimas. Fue entonces cuando Guiomar, Jorge y Sonia abandonaron definitivamente la ascensión. Después de haber pasado lo peor, y cuando solo les faltaba un pequeño esfuerzo más sin dificultad alguna, abandonaron. Lo cierto es que me molestó un poco ya que no dejaba de ser por falta de voluntad y una salida especial en la que íbamos a celebrar todos juntos la Navidad.
Tras alcanzar la cima de aquel picacho vimos que aún faltaban por crestear unos 400 metros hasta alcanzar la cumbre en la que ya estaba la mayoría de los compañeros. Aún tuvimos que pasar algún trecho con roca helada antes de alcanzar dicha cumbre a las 14:30 horas. En ella había un hito de piedra bajo el cual estaba un bote de cristal vacío para dejar tarjetas de cumbres. Según mi podómetro había recorrido 4´500 kilómetros y 6000 pasos. La distancia en una ascensión es muy relativa, no como en una travesía que es bastante real.
Mientras el resto se acomodaba para comer, yo decidí colocar el belén con todo lo que llevábamos para celebrarlo a su alrededor para sacar unas fotos. Resulta que los que habían quedado abajo llevaban la mayoría de los dulces mientras que el resto habíamos subido las bebidas. Aún así sobró con lo llevado por nosotros. Igualmente coloqué el trípode con la videocámara para grabar arriba en la cima. Tras ello me uní con el resto y me dispuse a comer. Salvo algunas nubes pasajeras, el día había quedado como no nos imaginábamos que iba a estar. Incluso la temperatura era agradable para ser diciembre.
Tras la comida subimos un poco hasta el hito donde sacamos unas fotos con el belén antes de dar cuenta de la sidra, cava y dulces. Aunque no muy animados, entonamos algún villancico que otro. Realmente tengo que apuntar que el personal no tenía ningún espíritu de celebración y sí mucho sentido del ridículo. Por ello, y dado la impaciencia de los “cagaprisas”, no tardamos en recoger los bártulos. La anécdota a resaltar fue la de Ricardo que se puso tan afanoso y recogió incluso el belén que es el que tiene que quedar en la cima.
Mientras el resto comenzaba sin esperas el descenso, yo me quedé a sacar algunas fotos del paisaje. Haciendo un recorrido circular repaso algunas de las muchas cimas que desde allí se contemplaban. Por la parte Este: Morala, Canales, Bodón de Lugueros y Cueto Aucino. Mas hacia el sur: Sáncenas, Correcillas, Salguerón, Machamedio y Fontún. Por el Oeste: Tres Marías, Ortigal y Barragana en el Valle de Arbás así como Los Currillines y el Brañacaballo. Todos ellos dentro de la larga lista de 110 cumbres diferentes ascendidas personalmente en los 19 años largos que llevo practicando el montañismo.
Sin más retrasos, cuando eran las 15:45 horas, emprendí también yo el descenso. En vez de hacerlo por la misma ruta de subida, nos “tiramos” por la ladera sur con dirección a la carretera de Valdeteja. Yo aún llevaba el gorro con forma de balón de fútbol que había subido para dar otro toque festivo al asunto. El problema es que me quedaba grande y se metía en la cabeza no dejándome ver bien, por lo que tuve que quitarlo para no tropezar y caer rodando. Bajando esta ladera pudimos disfrutar de unos bellísimos efectos luminosos formados por los rayos solares que pasaban entre las nubes hacia los valles. Los contraluces que formaban eran realmente de postal.
Tras bajar un trecho bueno nos surgió esta duda, o bajar hasta llegar a la carretera y hacer el último tramo por ella, o bordear todo el macizo por la ladera hasta llegar a la altura del pueblo. Si se hacía esto último, el problema era sí no había puentes para pasar el río y había que continuar por la ladera hasta el que habíamos pasado por la mañana. Al final se decidieron por ello y, salvo Carlos y Álvaro, que continuaron vaguada abajo, el resto comenzamos a bordear el macizo por la ladera. Nos metimos entonces en una estrecha y bonita vaguada por la que bajaba un sendero. En la parte baja vimos a los tres compañeros que no habían subido, Sonia, Jorge y Guiomar.
Tras pasar esta canal dejamos atrás la roca y entramos en la falda vegetal del pico. Poco a poco fuimos dejando a la espalda la carretera de Valdeteja que sale a la de Carmenes y nos situamos paralela a ésta. El sendero que llevábamos subía y bajaba continuamente siguiendo la orografía de terreno. A mí me pareció que se podía aguantar más si bajábamos más directamente, por lo que les abandoné para hacerlo de esa manera. En varias ocasiones tuve que atravesar alambradas y varias canales de agua. Me iba compensando todo ello con el disfrute del colorido del atardecer y el sol reflejado en la mole del Bodón.
Tras patearme una verde loma desde la que me fui fijando a ver si veía algún puente que llegase directamente al pueblo, llegué a un camino en la parte baja. En vez de seguirle, atajé por el medio de un prado hasta salir al mismo camino más adelante, casi enfrente del lugar donde teníamos los coches. Al resto les había ido viendo casi todo el rato por la ladera, pero se me habían despistado y creí que los había dejado detrás. Este sendero transcurría por la margen contraria del río con respecto a la carretera. En el corto trayecto hasta el puente pude ver un par de bonitos rincones. Uno de ellos, una cavidad doble boca en una pared rocosa cuyo atractivo estaba en el contraste de la piedra con la verde pradera de había delante. El segundo, un pequeño pinar cerca del río que formaba un cuadro con éste último y unos arbustos de frutos rojos situados entre ello y yo.
Para sorpresa mía vi aparecer al resto de compañeros ya en el camino cercano a los coches. Me quedé con la duda de sí habían salido por el sendero que yo iba o por detrás de las rocas donde estaba la cueva. El caso es que me habían adelantado por pocos minutos.
Sin más atravesé el puente y recorrí los pocos metros por dicho camino hasta los coches. Eran las 17:50 horas. Había recorrido, según el podómetro, 9´780 Km. y 13051 pasos.
Con los coches nos acercamos hasta el pueblo donde paramos a tomar algo y hacer las cuentas de la salida. Estuvimos en el Mesón “Las Nieves”, el mismo donde habíamos hecho la comida de nuestro Encuentro de Montañeros.
Una media hora más tarde, y ya oscurecido por completo, emprendimos el regreso a casa. Sin novedades recorrimos los 45 kilómetros hasta la capital y ya en Guzmán me despedí de Guiomar y Javi con quienes venía. En la furgoneta que tenía allí cerca aparcada regresé a casa donde di por finalizada esta última jornada montañera del año.
Como ya apunté en el resumen anterior, tan solo nos queda la cena anual que posiblemente sea el día 18 de este mes. Y con ella sí que concluimos oficialmente el calendario de actividades del club de montaña “Cumbres de León” de este 2004, comenzando ya a preparar las programadas para el próximo.



















lunes, 29 de noviembre de 2004

LA MIEZCA Y EL FONTAÑÁN (Olleros de Alba) 28-11-04

 


1ª ASCENSIÓN A LAS PEÑAS “MIEZCA” Y “FONTAÑÁN”.

28-11-04           (Domingo)

La penúltima salida del club de este año ha sido una sencilla ascensión a unas cumbres de las más cercanas a la ciudad. Situadas a escasos 40 kilómetros, entre las localidades de La Robla y La Magdalena, y más concretamente en Olleros de Alba, de la cual partimos.
A éste pueblo llegamos en los coches de José Luis y Roberto los otros cuatro participantes: Guiomar, Luis, Juan y yo. El día nublado parecía que podía mantenerse sin lluvia, cosa que no pudo ser aunque tampoco fue mucho el trastorno que nos hizo. En una zona apropiada cercana a una cerrada curva de la carretera que atraviesa el pueblo aparcamos los coches. Mientras el resto se calzaba y demás, yo me acerqué a sacar una foto de la bonita iglesia de dicha localidad.
Ya en plan comenzamos a caminar por una pista señalizada con las indicaciones de la agrupación “Cuatro Valles”. Según la misma, la ruta tenía 11 kilómetros, ida y vuelta, y se estimaba un tiempo de 5 horas para realizarla. Eran entonces las 10:00 horas.
A nuestro lado derecho bajaba en arroyo San Mazán, que recoge las aguas de todo aquel cerrado valle. Numerosos chopos ya muy pelados custodiaban las márgenes del camino y del cauce. La pista subía suavemente y la marcha se llevaba cómodamente. Tras aproximadamente un kilómetro recorrido nos encontramos con una cascada de agua, El Salto, que a pesar de ser pequeña, estaba enclavada en un bello rincón del arroyo. Justo por encima de ella vimos un merendero con varias mesas y bancos de piedra junto a una parrilla.
Poco apoco se va estrechando el valle según nos acercamos a la hoz. Por los laterales vemos numerosas vaguadas con canchales de piedras que caen desde las cimas cercanas. En uno de los puntos del trayecto se observa como la mano del hombre ha abierto una “puerta” en la misma roca que atraviesa perpendicularmente el camino. A uno de los laterales de dicho paso nos encaramamos José L. y yo y nos sacan una foto.
Realmente es un paisaje bonito del que vamos disfrutando plenamente. Hay lugares que podemos encontrar, salvando las distancias, una similitud con las paredes del Gran Cañón del Colorado. Tras pasar por una zona amplia dentro de dicho desfiladero, se vuelven a cerrar las paredes en torna de nosotros y vemos por los estratos y lo quebrado de la roca la antigüedad de dichas formaciones. De nuevo José y yo volvemos a hacer “el cabra” y subimos por un lateral hasta una pequeña terraza.
El camino ha pasado sin darnos cuenta a la margen contraria del arroyo y por él vamos dejando atrás las hoces para salir al valle algo más abierto. Echando la vista atrás vemos el atractivo paisaje de las rocas verticales de irregulares puntas hacia el cielo. Al lado del camino nos encontramos con una fuente propicia para quitar un poco la sequedad de la boca, que por otro lado tampoco es muy necesario debido al tiempo que tenemos.
Tras dejar atrás el paisaje rocoso en el que habíamos visto alguna encina que otra, los robles y matorrales bajos se hacen dueños ahora del valle. En unas rocas algo salientes del suelo encontramos una pequeña cueva en la que entramos Luis y yo. Era reducida, pero se veía como continuaba por un estrecho paso a través del cual escuchamos el sonido de algún acuífero subterráneo. Por encima de la entrada había otro hueco al que se encaramó José Luis. Pues bien, de pronto vimos como algunas rocas del techo y bastante tierra caía sobre nosotros dos. Después de este pequeño susto tuve que quitarme toda la ropa de la parte de arriba para sacudirme la tierra que me había entrado entre ella.
El grupo se dividió poco después. Mientras Guiomar y Roberto ya se habían adelantado antes, José Luis comenzó a trepar a su aire por la parte izquierda. La pista, que había comenzado a empinarse, llegaba al final del valle y giraba a la derecha por una vaguada lateral. Mientras Juan seguía este camino, Luis y yo decidimos abandonarlo y atajar por la roca, más que nada por hacer algo de montaña en sí. De esa forma subimos varios metros por la ladera hasta entrar de nuevo en ella algo más arriba.
La vista era cada vez más amplia y no tardamos en divisar las cimas del Fontañán. En principio me parecía que no podían ser, según la situación del mapa, pero la lógica me decía que tenían que serlo. Al poco rato vimos a José Luis, Guiomar y a Luis subir por la ladera de otra cumbre a nuestra izquierda, justo a la parte contraria del otro pico. No tardamos en salir de dudas al encontrarnos con unos cazadores que nos confirmaron que el Fontañán era el más alejado. Por tanto, al que estaban ascendiendo ellos era el alto de La Miezca.
Aquí me entró la duda de subir o seguir el camino que iba hacia el Fontañán. Animado por Luis y Juan me decidí a lo primero al ver que era corta, aunque pronunciada, la pendiente hasta la cima. A las 12:10 horas alcanzamos nosotros la cumbre de esta peña con 1642 metros de altitud.
En ella había un monolito de rocas entre las cuales encontramos un bote con tarjetas de cumbres. La panorámica era realmente amplia a pesar de lo oscuro del día. Echando una vista circular pudimos ver cimas como la del Ortigal y Tres Marías, en el Valle de Arbás. Brañacaballo, Fontún, Correcillas y Valdorria por otro lado. Algo más alejados, Peña Corada y incluso el piramidal Espigüete palentino.
En el fondo del valle contemplábamos claramente los Barrios de Gordón y La Pola de Gordón así como la pista por la que habíamos bajado a ésta en el Encuentro de Montañeros de este año. Tras unos 15 minutos allí arriba, y después de dejar nuestra tarjeta de cumbres y sacar una foto, emprendimos la marcha hacia el Fontañán. Guiomar y Roberto ya se habían ido mucho antes, casi al llegar nosotros, y ya se les veía por la cimera del macizo. Nosotros bajamos por la parte contraria a coger también esta línea de cumbres sin llegar al camino que traíamos.
Descendimos el fuerte repecho de la cima hasta el collado siguiendo un marcado sendero que pasaba al lado de una alta antena. Entre matorral bajo subimos y bajamos suavemente a lo largo de aproximadamente kilómetro y medio antes de comenzar el último tramo de subida al Fontañán. A esta llegamos nosotros a las 13:05 horas. Según mi podómetro llevábamos 7,400 Km.
En esta cumbre hay una cruz con un buzón en el que encontramos de nuevo alguna tarjeta así como una libreta de relatos de montañeros que habían subido anteriormente. En torno a la misma nos sacamos unas fotos y dejamos otra tarjeta de cumbres nuestra. Desde dicha cumbre, además de lo ya contemplado, divisamos el pueblo de La Robla con su central térmica de la que emanaban dos columnas de vapor por sus enormes chimeneas de refrigeración.
Esta cumbre del Fontañán es doble, haciendo una pequeña vaguada entre las dos puntas. En ambas se pueden ver aún varias trincheras de cemento con sus miradores de la época de la Guerra Civil Española. Casi una hora estuvimos allí viendo aquellos restos y sacando algunas fotos en ellos. Por cierto, para sacar una foto de todos en una de las trincheras tuve que hacer no sé cuantos números, ya que quedaba la cámara mucho más baja que nosotros y tenía que correr para salir yo en ella. Al final lo conseguimos. Por otro lado, pude comprobar la efectividad del cordino que asegura el podómetro, ya que al andar por entre las rocas se me había salido de la cintura del pantalón y había quedado colgando de éste. De no ser por él ya hubiese perdido el segundo.
Roberto, que ya conocía la zona, nos guió ladera abajo hacia la parte sur donde pudimos disfrutar con la vista de unos cortados impresionantes hacia la parte de la carretera de La Pola de Gordón. Además teníamos debajo abundante bosque que contrastaba con las verticales paredes. Por su parte, José Luis no pudo por menos de hacer un poco de las suyas escalando algunos peñascos.
Poco a poco habíamos visto como se nublaba cada vez más y ahora se echaba a llover. Al abrigo de unas peñas, y cuando eran las tres de la tarde, paramos a comer durante una media hora. Al cabo de la misma emprendimos el regreso. Por la ladera retrocedimos hacia el pico pero sin ganar altura. De esa forma alcanzamos un collado por el que pasaba un camino que cogimos de bajada. Éste nos introdujo por el medio de un pequeño bosque de robles otoñales hasta llegar a otra collada cercana bajo el alto Cazer.
Bordeando esta cumbre tuvimos otra vista diferenta a las anteriores. Ahora contemplábamos tras las laderas cercanas, la cumbre de Los Llamargones, situado al final de los vecinos Calderones del Diablo, en Piedrasecha. Igualmente todo el cordal del Fontañan, desde La Miezca hasta la cumbre del mismo.
Poco a poco fuimos descendiendo por la parte alta de las hoces que antes habíamos atravesado. Estas nos quedaban ahora a nuestra derecha. Yo me había quedado un poco rezagado y vi como bajaban por una canal hacia dichas hoces. Al que no veía era a Roberto, al que no tardé en divisar por otra senda superior. Según él, bajaba más directamente a los coches. Mientras que Guiomar y Juan le siguieron, José Luis, Luis y yo optamos por no subir ya y continuamos el descenso por aquella canal. Esta nos llevó a dar justamente a la altura de la pequeña cascada en el desfiladero, algo por debajo del merendero. Eran las 16:10 cuando entramos en el camino de las hoces. No restaba más que recorrer el último kilómetro por aquella pista antes de salir a la carretera donde teníamos los coches aparcados. A las 16:20 horas terminamos la marcha en Olleros de Alba. Según el podómetro mío habíamos caminado 13,600 Km.
Por una pista cercana vimos aparecer enseguida a los tres compañeros que faltaban. Aún con algo de lluvia cayendo nos cambiamos y enseguida nos pusimos en marcha. De regreso ocurrió una curiosa anécdota que relataré.
Salimos Guiomar y yo en el coche de José Luis delante quedando detrás Roberto con Luis y Juan. Pues bien, habíamos quedado en parar en un bar de Camposagrado y nosotros llegamos al cruce con la carretera que continua hacia La Magdalena girando hacia León. Ya cerca de Camposagrado dejamos detrás a un coche que se metía hacia un mesón que hay antes del pueblo.
Al llegar a la ermita paramos y esperamos a que llegasen ellos. Al poco recibimos la llamada de Luis preguntando por nuestro paradero y se lo dijimos. Nos indica entonces que continuemos ya hacia Lorenzana para reunirnos allí, lo que hacemos al llegar a éste. Lo sucedido fue lo siguiente. Ellos habían cogido un atajo y nos habían adelantado antes de salir nosotros a la carretera general. El coche que se metía hacia el mesón era el de ellos, pero como nosotros íbamos creyendo que estaban por detrás, no prestamos atención alguna. Al vernos pasar salieron tras de nosotros pero no nos vieron al meternos hacia la ermita. De ahí todo este embrollo que no pasó de una divertida anécdota.
En Lorenzana estuvimos tomando unos vasos e hicimos las cuentas de la salida antes de continuar el viaje hacia la ciudad. Tras dejar a Guiomar en casa fui con José Luis hasta la suya donde le esperé a que se cambiase y de camino hacia donde se dirigía luego me dejó en casa a mí. Eran las 18:00 horas más o menos.
De este modo finalizamos una de las últimas excursiones del año. En principio, y si no hay cambios, terminaremos el mismo el día 12 de diciembre con la colocación del Belén de Cumbres en el Bodón de Carmenes y la cena de Navidad el día 18.