lunes, 26 de abril de 2004

SENTILES Y AUSENTE (Estación Invernal de San Isidro) 25-04-04

 


1ª ASCENSIÓN AL “SENTILES” Y 2ª ASCENSIÓN AL “AUSENTE”.

25-04-04                 (Domingo)

Aplazado de hace dos meses por las inclemencias del tiempo, salimos este domingo a ascender a esa sencilla cima del puerto San Isidro. La previsión inicial era ampliar dichos ascensos con una travesía por Isoba hasta Cofiñal, al igual que hiciéramos hace unos años con la Concejalía de Juventud de San Andrés, pero como se verá, y debido a algunas incidencias que iré relatando a lo largo del resumen, quedó reducida a dichas ascensiones.
En Guzmán quedamos en reunirnos los diez componentes que nos habíamos animado a ello y que éramos: José F., Carlos, Toño, Luis, Guiomar, Antonio, Roberto, José A., José Luis, que era nuevo en club, y yo. Hasta aquí llegamos todos excepto Antonio, que tras llamarle a casa sin respuesta, no apareció. Tras quince minutos de retraso emprendimos el viaje en los coches de Luis, José Luis y el mío.
Por la nacional llegamos a El Puente Villarente donde giramos hacia Boñar. Antes de llegar a éste recibí la llamada de Antonio diciendo que se había dormido y que salía con su coche a nuestro encuentro. A pesar de decirnos que no le esperásemos, decidimos hacerlo en Boñar, ya que de no ser así hubiese hecho la ruta solo. Esta primera incidencia nos retrasó casi una hora.
A su llegada, aparcó su coche allí y con los tres que llevábamos continuamos hacia Cofiñal. Tras bordear el pantano del Porma llegamos a Puebla de Lillo donde giramos hacia éste. A las afueras se encuentra un merendero a cuya orilla dejó José Luis su coche. Los diez nos acomodamos como pudimos en los otros dos para subir hasta la estación de ski. Subimos el puerto San Isidro y en la estación nos desviamos hacia la zona del Cebolledo. Aquella era la única zona donde se acumulaba algo de nieve y el personal abundaba en las pistas, las cuales cerraban temporada ese día.
En el aparcamiento dejamos los coches y nos preparamos para la ascensión. Otra de las demoras con la que nos encontramos fue la siguiente. La vez anterior habíamos subido suavemente por una de las pistas hasta casi alcanzar la cresta por la que continuaba un sendero. Pues bien, ahora al estar en uso dichas pistas, no nos quedaba más remedio que cogerlo más directamente. Este circo del Cebolledo está rodeado por varias cimas. A la derecha teníamos el pico Toneo y de frente el Agujas, los dos ya ascendidos por mi parte. A la izquierda, hacia donde nos dirigíamos, se encuentra la sierra de Sentiles.
A las 11:00 horas aproximadamente emprendimos la marcha metiéndonos en la ladera de dicho macizo. Algunos neveros pisamos en esta parte baja, pero eran escasos. El primer tramo lo hicimos ladeando bastante suavemente hacia el fondo del valle. Poco a poco fuimos derivando el rumbo más directamente hacia la cima del cresteo y la pendiente se fue pronunciando de forma bastante brusca. En ella encontramos el suelo de matojo bajo con poca roca. A pesar de la fuerte pendiente, se ascendía cómodamente.
Lo contrario le ocurría a Guiomar que, sin ningún ánimo de reproche por mi parte, nos retrasó la ascensión por su vértigo en dicha ladera. Llegó un momento que se bloqueó de tal manera, que no era capaz a seguir y quería bajar, lo que para ella sola hubiese sido incluso peor. Con ánimos por parte del resto, diciéndole que llegando al cresteo ya era mucho más fácil, logramos convencerla. Ya casi arriba nos dividimos. Mientras todos se metían por una canal a la izquierda, José F. y yo optamos por seguir un poco a la derecha para alcanzar antes la parte alta del macizo y luego serrear. Para ello tuvimos que pasar un pequeño nevero algo helado, que era el motivo por el que los que iban algo por delante no se hubiesen atrevido, pero que a mi parecer era más sencillo y rápido que la otra opción.
Por debajo veíamos los innumerables coches estacionados en el aparcamiento y la enorme cantidad de personal en las pistas de la estación. El día del que disfrutábamos era casi veraniego. Ni una nube ni bruma aparecía en el cielo.
De esa forma alcanzamos José y yo la cresta por la que iba un sendero que seguimos para unirnos al resto, que habían llegado a un punto más avanzado de la misma. Al lado contrario de la sierra vimos una mina a cielo abierto en el fondo del valle. Siguiendo la línea de cumbres nos encontramos con un repecho hacia la cumbre del pico Sentiles que no tardamos en alcanzar. Eran las 12:30 horas. Esta cima tiene la peculiaridad de tener el buzón en un pequeño picacho que sale de la cumbre en sí y al que se accede por entre unas rocas. La mayoría no pasamos a esta parte descansando un rato en la primera. Aquí nos hicimos unas fotos y la tarjeta de cumbres para depositarla en el buzón, del cual recogimos otra.
De nuevo en marcha nos encaminamos por el mismo sendero hacia la cumbre del Ausente visible desde allí. Aún nos quedaba un trecho bueno para alcanzarla, pero no tenía dificultad alguna. Durante un tramo el sendero se mantuvo unos metros por debajo de la cresta e incluso bajamos unos metros hasta llegar a una collada.
Guiomar ya iba más calmada viendo que no le habíamos mentido al decirle que lo que quedaba era más suave. Por otro lado, José Luis iba y venía haciendo el doble de camino que el resto. Antes del pico Ausente se encuentra la cumbre del Requejines, por debajo de la cual pasamos sin alcanzarla. Algo más adelante, y asomándonos por la parte izquierda hacia el nordeste, divisamos el lago Ausente completamente helado. Igualmente, entre las cumbres del Toneo y el Agujas y muy lejana, la cima de Peña Ubiña.
A las dos de la tarde alcancé la cumbre del pico Ausente, con 2046 metros de altitud. Algunos ya habían llegado antes y otros quedaban algo por detrás. En la misma hay un buzón del que había cogido ya una tarjeta del mismo grupo anterior. La vista desde allí creo que se puede decir que es de las más amplias que hay en la cordillera. Haciendo un recorrido circular se pueden divisar, entre otros, parte de los Picos de Europa, con Torre Santa destacando en medio. El Espigüete de Palencia, Peña Corada, el Susarón, Correcillas, Bodón de Carmenes, muy lejana, por supuesto, el macizo del Teleno así como varias cimas de la parte del Curueño. Como no, las cercanas cumbres del Agujas, Toneo o Torres, allí mismo en San Isidro.
Acomodados en las rocas de la cima estuvimos comiendo mientras disfrutábamos del excepcional tiempo que hacía. Antes de comenzar el descenso, sobre las 15:20 horas, sacamos unas fotos y dejamos igualmente nuestra tarjeta de cumbres. Como la intención era seguir la ruta, la bajada la hicimos hacia la parte contraria, donde estaba el lago. Dejando éste al lado izquierdo perdimos altura por la ladera del pico hasta un punto donde terminaba un gran nevero y nos tiramos directamente hacia el lago. De nuevo la fuerte pendiente bloqueó a nuestra compañera y bajó el ritmo. A pesar de estar la nieve blanda, sin peligro alguno de resbalar, bajaba a paso lento. Yo, a media ladera, saqué un plástico y me tiré resbalando por el nevero hasta casi abajo. Por allí había un par de parejas disfrutando de la nieve.
Desde el lago había que continuar bajando por las vaguadas con dirección a la carretera y a Isoba, para el que aún quedaba un buen trecho. Algunos se adelantaron y estaban ya en una colladina del valle. Al llegar todos a la misma se decidió otro cambio en los planes. Eran entonces las 16:30 horas y aún quedaba un trecho bueno para llegar a Isoba y otro más hasta Cofiñal. Carlos y Toño propusieron olvidarse del resto de la ruta y dirigirse desde allí directamente a la estación. Por mi parte, y la de alguno más, opinábamos que daba tiempo a hacerlo todo aunque se terminase algo tarde, dado que ya la duración día lo permitía, pero por votación se decidió lo otro.
Algo decepcionado por ello, pero aceptando la decisión, nos encaminamos para coger la pista que sale del lago hacia la estación y hacia la cual había que subir de nuevo. Ya en ella encontramos algo de nieve acumulada. Por aquí vieron, no me acuerdo quien, una víbora.
Poco a poco nos fuimos acercando a la zona donde teníamos los coches. Las instalaciones acababan de cerrar y una hilera de coches desfilaba por la carretera. Antes de llegar abajo pudimos disfrutar de un bello contraluz con los picos Toneo y Agujas.
Poco después de las cinco llegamos al aparcamiento. Aquí nos cambiamos el calzado y demás. Yo traía la cazadora y la sudadera en la mochila ya que la temperatura había permitido caminar en camiseta desde media mañana.
No tardamos en ponernos en marcha hacia Cofiñal para recoger el coche de José Luis. Bajamos el puerto y llegamos Puebla de Lillo donde de nuevo nos desviamos a dicho pueblo. Mientras el resto quedaba en un bar, yo acerqué a José a por su coche a las afueras. Luego tomamos todos juntos unas consumiciones e hicimos las cuentas de gastos. Sobre las 18:30 horas emprendimos el regreso a León.
Bordeamos el pantano y no tardamos en llegar a Boñar. Aquí paré a dejar a Antonio, que tenía que recoger su coche. De nuevo en marcha, y sin novedades, llegamos a Puente Villarente donde giramos hacia la capital. Sobre las 19:30 horas entramos en ella y en Guzmán coincidimos de nuevo todos y nos despedimos.
Y con ello finalizo este relato de lo acontecido en esta agradable jornada de montaña. Salvo las incidencias ya comentadas, y que no merecen especial realce, podemos confirmar plenamente un resultado positivo.















lunes, 19 de abril de 2004

XVII MARCHA REGIONAL DE MONTAÑA. "RIOLAGO- VILLASECINO- TRUEBANO- SENA DE LUNA" 18-04-04

 


XVII MARCHA REGIONAL DE MONTAÑA.

1ª TRAVESÍA “RIOLAGO- VILLASECINO- TRUEBANO- SENA DE LUNA”.

18-04-04              (Domingo)

En esta ocasión hemos aprovechando una actividad organizada por la Delegación Leonesa de Montañismo para unirnos a la misma y realizar una bonita travesía que fue modificada debido a las inclemencias del tiempo, que este año nos está frustrando varios planes debido a la pésima climatología del invierno y la primavera.
La ruta prevista en principio era “Riolago- pico Penouta- Abelgas- Sena de Luna”, pero como digo, el mal tiempo reinante ese mismo día, hizo cambiar los planes a la organización inclinándose por dicha alternativa también advertida de mas sencillez pero igualmente bonita.
Poco antes de las ocho de la mañana me recogió Toño para dirigirnos a Guzmán, de donde salíamos a la hora en punto. De nuestro grupo fuimos al final 13 personas: Roberto, Luis, Álvaro, Javi V., Carmen, José A., José F., Toño, Carlos, Sonia, Jorge, Guiomar y yo, aunque podemos añadir alguna más que vi por allí y que pertenecen a otros clubes además de al nuestro.
Por la carretera de Caboalles salimos hacia La Magdalena donde entramos en la autopista para evitar las curvas del pantano de Luna. Tras cruzar el puente colgante salimos de la misma hacia el punto de salida. La lluvia que traíamos desde León, cesó unos minutos, pero el cielo cubierto no pronosticaba mejoría inmediata como así se demostró antes de terminar el viaje. De esa forma llegamos a Riolago, donde por la estrechez de la carretera y su reducido espacio para maniobrar, tuvieron que entrar los autocares de uno en uno desde Huergas. En total ocho autocares de toda la provincia en los que íbamos unas 400 personas.
Con la lluvia cayendo nos dividimos en dos grupos, los que irían al pico y los que haríamos la travesía sencilla. Luego supimos que los organizadores, visto el panorama, optaron por suspender la primera opción dejando solo la segunda como válida. La mayoría había optado por la travesía, yo entre ellos, y nos reunimos cerca de la iglesia de Riolago. Poco antes de las 10:00 horas emprendimos la marcha por un camino hacia Villasecino, distante 3,5 kilómetros. Con nosotros iban Gelo y Sheila, dos antiguos compañeros del club.
Las cimas se mantenían cubiertas de nieblas y el arco iris brillaba claro por encima del pueblo cuando el sol aparecía entre dichas nubes. Los prados verdes de los valles contrastaban con la nieve que se veía en algunas cumbres. Hacia la parte izquierda contemplábamos la carretera por la que habíamos llegado. Al lado contrario se alzaban las cimas del macizo del Penouta. Poco a poco fuimos subiendo a una collada desde la que comenzamos a descender hacia el valle por el que bajaba el arroyo Villasecino. La vista de éste valle hacia la parte alta era realmente bonita.
Ya cerca de Villasecino encontramos una iglesia o ermita cerca de la cual pasaba el camino que traíamos. No tardando salimos a la carretera general para dirigirnos a este pueblo que teníamos que atravesar. Eran entonces las 11:00 horas. Una particularidad de esta población son sus casas de piedra casi en su totalidad. Incluso numerosas edificaciones nuevas seguían el mismo criterio de construcción. Por la misma carretera pasamos el mismo para dirigirnos hacia Truébano, a aproximadamente un kilómetro de allí. Este pueblo se sitúa algo separado de dicha carretera y hacia él entramos para franquearlo igualmente.
Saliendo de él nos metimos de lleno en el valle de la Cuesta del Sol hacia su final. De nuevo nos encontramos en un espacio verdoso y admirable por su belleza. Con la cámara de fotos no dejaba de plasmar la misma con el pueblo como fondo. El camino va ascendiendo por la parte derecha de la vaguada y poco a poco va girando hacia la izquierda cuando se llega a su final.
Nuestro grupo iba muy dividido, pues mientras algunos habían quedado con la intención de subir al pico, de los que habíamos comenzado la travesía, tampoco íbamos juntos. La lluvia se alternaba con el sol a ratos, por lo que no se sabía si quitarse o no el chubasquero. No eran pocos los que llevaban paraguas, lo que a mí me parece un verdadero estorbo en la montaña.
De esa forma llegamos a una bifurcación del camino donde la gente se despistó por completo. Todos los que iban delante habían seguido el mejor marcado que se dirigía al pico Cuesta del Sol, pero no lo veían claro y paraban. Nosotros, viendo el mapa que nos habían dado, dedujimos que había que seguir de frente directamente a la collada, y así lo hicimos seguidos por numeroso personal. En pocos minutos nos situamos en ella viendo que continuaba un camino poco marcado por la ladera del valle contrario. Como esta ruta era una alternativa de última hora, no estaba marcada, lo que nos despistó en aquel lugar.
Optamos entonces por seguir aquel camino seguidos como digo por el resto de los participantes, ya que todos los que iban por delante de nosotros habían subido hacia el pico. Lo que temíamos era que no fuésemos bien nosotros tampoco y la “mangásemos”. Al final salió todo bien, pero supimos que el camino bueno, que no vimos, bajaba por el medio del valle.
Pues bien, entre numerosas escobas fuimos avanzando a media altura hasta que llegamos a una caseta donde terminaba el camino. Allí paramos todos y estudiamos el mapa. Sabíamos que íbamos con buena dirección, ya que el pueblo estaba en el fondo del valle sin duda alguna, pero temíamos meternos entre las escobas sin un sendero marcado. Para más “recochineo”, se había cubierto del todo y en esos momentos nevaba fuertemente. Aproximadamente serían las doce.
Alguien encontró entre la vegetación un sendero por el que emprendimos todos la marcha. El mismo descendía suavemente por la ladera muy sesgadamente. No tardamos en divisar abajo la carretera y el pueblo de Rabanal de Luna. Yo iba sacando fotos y me quedé separado de todos los del club. Ahora había salido de nuevo el sol y el valle tenía una vista de postal. No exagero si digo que saqué allí unas veinte fotos, aprovechando eso sí, la ventaja de la cámara digital para seleccionar luego las mejores.
En un momento determinado vi como Carlos, Sheila, Gelo y Toño abandonaban el sendero y bajaban directamente al pueblo de Rabanal. A Toño se le distinguía bien por la funda de la mochila color fosforito. Tanto estaba disfrutando del tramo aquel, y dado que había quedado yo solo como digo, salvo todo el resto de los participantes que aún quedaban por pasar, que decidí parar a comer en aquella ladera y recrearme plenamente. Eran entonces las 13: 00 horas.
Justo por debajo de mí, a unos 300 metros, se encontraba Rabanal, con un bonito pinar entre él y yo. Un poco separado del sendero por el que bajábamos me acomodé a comer. Por debajo de mí, en un camino, había más participantes haciendo lo mismo. Desde allí se veía todo el valle aquel con una de las colas del pantano de Luna al fondo. De frente emergían las cumbres de la sierra de la Serrona. Anteriormente habíamos contemplado también, aunque no claramente, Peña Ubiña.
Estando allí llegó Buzzi, el presidente de la delegación, el cual se decidió a acomodarse también allí para comer. En el valle se veía la “serpiente” de participantes caminar por la ruta y la carretera hacia Sena, pueblo que no veíamos al situarse tras un peñón solitario.
Poco antes de las dos de la tarde emprendimos el descenso. En el camino de abajo vi pasar a José F., con quien no tardamos en juntarnos. Igualmente no andaban lejos Sonia, Jorge y Carmen, que también habían comido por allí cerca. También por aquí no estaba claro cual era el camino a seguir, aunque logramos averiguarlo.
No tardamos en divisar Sena de Luna a nuestra izquierda y al otro lado del río Luna. Este era el que nos impedía el paso directo hasta él, teniendo que llegar a la carretera que sube a Abelgas para atravesarlo. Cerca se encuentra el camping al lado del cual pasamos. Ahora lucia un espléndido sol, pero el viento soplaba fuertemente.
Sobre las 14:45 horas entramos en Sena de Luna. En la carretera estaban los autocares donde teníamos la ropa para cambiarnos. Algunos que no habían comido lo hicieron en un prado cercano o al lado del bar.
Minutos más tarde nos reunimos todos allí cerca donde los organizadores se dispusieron a entregar un pequeño recuerdo de participación a los clubes participantes en dicha actividad. La casualidad hizo que fuésemos nosotros los primeros en recogerlo. Se trataba de un estuche con una especie de medallón grabado. Al término de ello se hizo el sorteo de material variado de montaña con el número de asiento y autocar. En el club no hubo suerte esta vez. En este rato se volvió a cerrar y durante unos minutos cayó otra nevada.
Ya finalizado el acto nos reunimos todos los compañeros para sacarnos una foto juntos. A las 16:00 horas emprendimos el regreso a León. Si se hubiera hecho la ruta programada, se habría tardado más y se hubiese salido más tarde.
Durante este trayecto de regreso destacaré un par de apuntes. Uno de ellos, la vista de una torre de una iglesia que destacaba saliendo del pantano iluminado por reflejos del sol a la cual fotografié, y el segundo, algo más negativo, el vistazo a un coche medio hundido en las aguas y sujeto por un cable que por lo visto había caído la noche anterior.
De nuevo entramos en la autopista para bordear el resto del pantano hasta llegar a La Magdalena. Aquí la dejamos para hacer el resto del viaje por la carretera hasta la ciudad. De esa forma llegamos a Guzmán sobre las cinco donde terminamos esta jornada de actividad común de todos los clubes de la provincia e incluso, según supe, también de Burgos o Asturias. El día 23 del próximo mes celebraremos el “VIII Encuentro de Montañeros Leoneses”, que este año será por la zona de Gordón.