lunes, 26 de marzo de 2007

MAJADAS DE SANTA EULALIA Y ALTO CADABAL (Santa Eulalia de Cabrera) 25-03-07

 


1ª TRAVESÍA POR “LAS MAJADAS DE SANTA EULALIA” Y 1ª ASCENSIÓN AL “CADABAL”.

25-03-07              (Domingo)

Una vez más hemos tenido que modificar el calendario previsto para el mes debido a las condiciones meteorológicas. Teníamos acordado la travesía de Cofiñal a los collados de Tronisco y de Maraña, pero la gran nevada que cayó la semana pasada ha dejado en toda la montaña leonesa entre medio metro y un metro de nieve acumulada. Por ello decidimos en el último momento adelantar del mes de abril esta otra travesía situada en el sur de la provincia donde no cayó ni un copo de nieve.
Cinco fuimos los animados a realizarla: José Antonio, Vicente, Luis, Álvaro y yo. A las ocho de la mañana, del nuevo horario cambiado esa madrugada, se reunieron ellos cuatro en Guzmán recogiéndome a mí en el Plus minutos más tarde. El cielo despejado de los últimos días estaba ahora cubierto de nubes mientras iba amaneciendo. En Ribaseca se equivocó Luis y entró en la autovía de Benavente en vez de seguir hacia La Bañeza. José Antonio intentaba convencernos para hacer una ruta cerca de Sanabria pero ya en Portugal. Salimos en el desvío a Valdevimbre y de éste nos encaminamos hacia Santa María del Páramo. Ya cerca de La Bañeza vimos como la masa nubosa con una línea recta muy definida quedaba detrás y aparecía el sol radiante. Dejamos atrás esta localidad y avanzamos hacia Castrocontrigo cerca del cual paramos a repostar combustible. De nuevo en marcha volvimos a comprobar como se cerraban otra vez las nubes por encima de nosotros y ahora incluso alrededor en forma de niebla. Atrás dejamos Truchas y emprendimos el ascenso al puerto de Carbajal. Como si de una puerta se tratase, fue llegar a lo alto y abrirse el paisaje soleado hacia el valle siguiente. Descendimos por la serpenteante carretera hacia Ambasaguas y decidimos llegar a Quintanilla de Losada donde tomamos un café en la cafetería del hotel Viforcos. Apunto como nota que compré una cajita de chicles de menta ya que desde hace días tengo catarro y tos constante y no había llevado caramelos para ello. Allí estuvimos unos 15 minutos antes de recorrer los cuatro kilómetros restantes hasta llegar a Santa Eulalia cuando eran las 9:20 horas. Habíamos recorrido 133 Km.
A la entrada del pueblo, cerca del río del mismo nombre, aparcamos el coche de Luis y nos preparamos para la marcha. José Antonio era el que la había propuesto, pero no la conocía ni teníamos la ruta muy definida. A las 10:35 horas nos pusimos en camino atravesando el pueblo en el que vimos numerosas casas antiguas con balconadas en diferentes estados de conservación. Con un vecino estuvimos comentando un poco la ruta más apropiada a seguir y nos indicó las variantes e itinerarios convenientes.
Por un camino al lado de la iglesia abandonamos este pueblo, situado a 1030 metros de altitud, para meternos de lleno en el valle de Ricasa. Dejando a nuestra derecha el cauce del arroyo Ricasa fuimos ganando altura suavemente pasando entre tramos de tapias de piedras que delimitaban el camino y algunos prados de la parte baja mientras por la izquierda subía la ladera pizarrosa hacia la parte alta de la loma. Por la misma bajaban algunos regatos que atravesaban el camino formando surcos en la tierra. Por la izquierda salía otro camino que luego comprobamos subía hacia una cantera.
Más arriba nos encontramos con un pequeño desfiladero en el que caían algunas cascadas bonitas. Allí mismo terminaba el camino y había que atravesar el arroyo para continuar por la parte contraria por donde seguía una senda entre altas escobas. La pendiente se hizo un poco más pronunciada en este tramo aunque se subía cómodamente. No tardando llegamos a la confluencia de dos vaguadas y vimos que la senda se perdía. Optamos entonces por comenzar a subir directamente hacia a parte alta de la loma derecha. Ahora sí que la inclinación del terreno se hizo visible. Por la otra vallina, la que el mapa marcaba como Valdericasa, se veía subir un sendero, pero ahora ya estábamos a media ladera y desistimos de bajar.
Poco a poco fuimos ganando altura serpenteando entre matorral bajo que al menos no nos molestaba demasiado el avance. Al fondo de la vaguada veíamos unas grandes cascadas en el arroyo principal, el de Ricasa. Por encima salían los picos en los que se veían numerosos neveros.
Subiendo este tramo recibí la llamada de Cundi, que ya me había comentado el día antes que igual se acercaban hasta allí, pero la hora que era, las 12:30 h. ya no era buena para ir. Por encima ya estaban Luis y Vicente subidos en unas rocas. A éste fue la última vez que le vi en toda la ruta. Algo que me mosqueó un poco fue que, a falta de cinco minutos para llegar Álvaro y yo arriba emprendieron la marcha sin esperar al menos a reunirnos. Poco después recibí la llamada de Luis, y se lo comenté. Nosotros dos estuvimos un rato en aquellas rocas antes de proseguir ahora por la cresta del alto de La Cabriruela con 1500 metros de altitud. Era la una de la tarde.
Desde aquel nivel pudimos ver algunos pueblos como Losadilla, en la carretera que se dirige a La Baña. También fueron apareciendo mas claramente cimas alejadas como la del Teleno o las de la zona del Morredero. En este cresteo encontramos numerosos pedregales por los que se subía más o menos cómodamente. Las suaves laderas se alternaban con fuertes pendientes que íbamos superando poco a poco. De pronto vimos aparecer por detrás de nosotros a José Antonio, al que también creíamos arriba con Luis. A éste le veíamos encaramado en lo alto de unas rocas por encima de nosotros.
De esa forma alcanzamos otra especie de altiplanicie, El Pedroso, donde se suavizó la pendiente. Por allí no había senda alguna y caminábamos entre matorral bajo. No tardamos en ver una especie de camino por la parte alta hacia el que nos dirigimos. Álvaro y José Antonio se habían desviado y nos llamaros a Luis y a mí para que nos acercásemos. Desde donde estaban se veía parte del valle contrario y una línea de cumbres que terminaba en el pico Faeda según el mapa. Pues bien, José Antonio y Luis decidieron dirigirse a él mientras que Álvaro y yo optamos por continuar por el camino hacia unas rocas de la parte alta para comer tranquilamente y esperarles. En pocos minutos llegamos a dichas rocas que según el mapa era la zona más alta de la zona, el alto de Cadabal o Peñas Negras, con 2029 metros de altura. Eran las 15:10 horas y el podómetro marcaba algo más de 10 Km.
A la poca abrigada de las rocas dejamos las mochilas y subimos por ellas para ver los alrededores. Como digo, esta cumbre no es un pico convencional, sino una especie de altiplanicie formada por varias pequeñas cumbres pedregosas que apenas si tenían nieve. Eso sí, la poca que tenían estaba pegada y helada formando curiosas formaciones por el viento. Desde allí podíamos ver a lo lejos una laguna que en un 95 % estoy seguro que se trataba de la de los Peces, en Sanabria. Hay que apuntar que no en vano estábamos en el mismo límite provincial de León y Zamora rayando con la comarca sanabresa.
Desde allí con los prismáticos intenté localizar a los dos compañeros subiendo el Faeda, pero fue imposible. El viento frío del oeste nos hizo bajar y nos acomodamos para comer en las rocas. De vez en cuando echaba una ojeada con los prismáticos y por fin les localicé ya cerca de la cumbre. A las 15:50 horas, una hora después de separarnos, llegaron a la cima de este pico de 2021 metros. Con el zoom de la cámara aún les conseguí fotografiar en el hito estando bien a gusto a un kilómetro de distancia en línea recta.
Cuando nos pusimos a comer cual fue mi sorpresa al encontrarme con que no había metido pan. Menos mal que el buen compañero Álvaro llevaba de sobra y lo compartió conmigo, lo cual realmente le agradezco, ya que a mí sin pan no me aprovechan las comidas. Luego compartí con él un escaso café caliente que llevaba en uno de esos vasos autocalentables que ahora venden.
A las 16:30 horas estaban de regreso José y Luis. Habían comido algo también y sin más retomamos la marcha ya que nos quedaba aún un buen tramo de la misma, el peor como luego comprobamos.
Sin dejar aquella especie de pista cortafuego fuimos siguiendo la línea de cumbre que subía y bajaba continuamente con pequeños desniveles. Hacia la parte de Zamora comenzamos a ver algunos pinares de plantas pequeñas. Bordeamos una mole rocosa que caía a plomo sobre la parte leonesa y enseguida vimos en el fondo del valle la laguna de Llacillo. Tras subir unos metros nos encaminamos Luis, Álvaro y yo hacia otro alto rocoso que según el mapa podía tratarse del Alto de la Sebe de 1932 m. Pues bien, José Antonio no nos esperó y se fue a su aire, por lo que dejamos de verle.
Estuvimos en él unos minutos y retomamos la marcha por el alto de otra ladera de la peña del Fraile bajando ya visiblemente. Más o menos cómodamente bajamos hasta bordear unas rocas encontrándonos de lleno con otro valle, el del arroyo de La Sebe. Pues bien, desde aquel punto vimos a José Antonio en la parte contraria y por arriba. Estábamos en un dilema ya que, si bajábamos podíamos encontrarnos con algún desfiladero difícil de sortear y si no teníamos que atravesar la vaguada y subir de nuevo hacia donde estaba él, que por cierto volvió a desaparecer de nuestra vista no supimos hacia donde. Al final Luis se encaminó hacia la parte baja para subir luego ladera arriba por la parte contraria. Por su parte, Álvaro optó por bordear el valle sin perder demasiada altura y decidí seguirle a él. Pasando algunos pedreros y bordeando moles calizas fuimos pasando a la ladera del lado contrario y en ella nos reunimos Álvaro y yo de nuevo donde antes estaba José Antonio. Los dos juntos retomamos la marcha sin perder altura por debajo de la Peña Posandea viendo ya al final del valle, pero muy alejado aún, Santa Eulalia.
Ahora ya no veíamos a Luis tampoco ni sabíamos si estaba por delante o por detrás, lo mismo que José. Tras dejar atrás esta cima alcanzamos una collada que daba vistas al valle contiguo de Valdeolleiros. De frente teníamos ahora otro grupo de rocas con unas curiosas formas quebradas. Álvaro se metió por el medio de ellas encontrándose con unos cortados detrás. Tuvimos que bajar unos metros para rodearlas y en su base vimos los restos de una antigua majada, la primera que veíamos en toda la ruta. Apenas quedaban unas piedras apiladas en lo que había sido el corral y la caseta. Ladera abajo pasamos algunos pedreros y nos metimos entre matorral de altura media que de momento no nos impedía mucho el avance.
La ruta prevista continuaba por el alto de la ladera hasta llegar a una pista que aún veíamos bastante alejada. Estudiando las posibilidades decidimos que lo más cómodo era bajar al valle y continuar por él hasta el pueblo. Eran ya las siete de la tarde y nos quedaba aún un buen trecho para terminar la ruta. Sin pensarlo dos veces nos encaminamos ladera abajo entre las escobas que cada vez se hacían más altas. Lo que vino a continuación fue realmente penoso. Pasamos entre matorrales que levantaban por encima de nosotros, pedregales, pequeños bosques de robles, cauces de arroyos secos, bordeamos algunos cortados bajo los cuales encontramos unos pequeños pero bellos chorros de agua helados pegados a la roca. Tardamos mas de una hora en bajar este tramo de 200 metros de desnivel hasta llegar por fin al arroyo de La Sebe por debajo de la Peña Castrosudo. Atravesamos el riachuelo no sin dificultad por el caudal que traía y por los escasos lugares adecuados para hacerlo. Subimos una corta pendiente hasta llegar por fin al sendero marcado que desde arriba veníamos viendo. Eran entonces las 20:20 horas. El podómetro marcaba 19,080 Km. e hicimos cábalas de lo que aún nos quedaba por el valle calculando no menos de dos kilómetros.
La senda bajaba ahora suavemente y no tardando dejamos por la izquierda otra vaguada por donde se caía otro arroyo, el de Pedrecal, que se unía al anterior y que daba el nombre al que descendía valle abajo. El sendero se perdía a veces entre la maleza y entonces salíamos a los prados por los que se caminaba cómodamente. Tuvimos que hacerlo en varias ocasiones para salvar estos tramos cegados pero sin dificultad alguna. Luego nos encontramos con otra vaguada de la parte izquierda por la que también bajaba otro arroyo, el de Valdebecerra, y para sortearlo el camino bordeaba unos metros dicha hondonada antes de atravesar el cauce por unas piedras. De nuevo el sendero se perdía entre la maleza y tuvimos que salirnos de él en varias ocasiones. En este tramo encontramos varios árboles de cuyas raíces medio desenterradas caían chorros de agua entre musgo formando unos bonitos rincones. En el fondo del valle veíamos algunas luces del pueblo.
Anochecía ya cuando dejamos atrás una fuente con pilón y a las 21:15 horas entramos en Santa Eulalia. En el pueblo una vecina nos comentó que había estado con otro compañero que llevaba media tarde allí y dedujimos que era Vicente del que luego supimos que había llegado a las cinco. En una pradera verde del centro del pueblo vimos varias ovejas pastando. A las 21:20 horas, ya anochecido por completo, llegamos por fin al coche. José Antonio y Luis habían llegado solo una hora antes. El podómetro marcaba 23,320 Km.
Sin más nos cambiamos y no tardamos en emprender el regreso a León. Al poco de salir del pueblo sentimos un golpe fuerte bajo el coche y paramos a ver no encontrando nada. Luis dijo que había visto un pequeño animal cruzarse. En vez de llegar esta vez a Quintanilla de Losada, salimos desde Ambasagüas a la principal. Sin novedades subimos el puerto de Carbajal y tras él comenzamos el descenso hacia Truchas.
Al llegar a Castrocontrigo paramos un minuto y cogí los chiches que se me habían quedado en la mochila. Llevaba el estómago algo revuelto y quería ver si me ayudaba masticar uno. Tranquilamente fuimos avanzando hacia La Bañeza y de éste a Santa María del Páramo. En esta ocasión no hubo error y volvimos por la carretera general hasta llegar al desvío de Villanueva del Carnero por donde entramos para volver por Santovenia y Villacedré a Armunia. Eran las 23:30 horas cuando bajé al lado de casa. Aquí vi que se me había perdido uno de las bases para la nieve de los bastones. Seguramente se desenroscó bajando entre todo el matorral de la ladera.
Y así dimos por terminada esta aventura. Fue una ruta considerable de 20 Km, ajustando un poco la marca del podómetro, con un desnivel de 1000 metros parte de ellos subidos casi en vertical. Con ella comenzamos la andadura en esta recién estrenada estación primaveral a la que el invierno no deja de momento prosperar.























lunes, 19 de marzo de 2007

FAEDO DE CIÑERA (Ciñera de Gordón) 18-03-07

 

 

2ª TRAVESÍA POR EL “FAEDO DE CIÑERA”.

18-03-07               (Domingo)

De nuevo voy a incluir una salida particular de media jornada dentro del listado de excursiones de montaña habituales. Esta vez se trata de una pequeña marcha repetida de hace un mes escaso por el club por el Faedo de Ciñera y las Hoces del Villar. En esta ocasión fui con mi hermana Juli para que lo viese y aprovechamos la buena tarde de este domingo para acercarnos hasta ese bonito rincón. Muy resumido, la marcha transcurrió así.
Salimos de casa sobre las 15:20 horas y sin novedades llegamos a Ciñera a 45 minutos más tarde. Dejamos la furgoneta al lado del cementerio, exactamente donde el coche de Luis el otro día. Con la cámara de fotos y poco más comenzamos a caminar por la pista paralela al arroyo del Villar que curiosamente tenía el cauce con un color ferruginoso del que no me doy cuenta de ver la vez anterior. En el primer merendero vimos a una familia con el coche y no tardamos en llegar a la bocamina cerca de la cual hay varias vagonetas usadas cuando ésta se encontraba en activo. Allí mismo encontramos varias varas de árboles recién plantados y protegidos por alambrada.
Pasamos cerca de las majadas y subimos unos metros por debajo de los pedregales de las minas a cielo abierto que había en la parte alta antes de llegar al puente de piedra que da paso a un corto y estrecho desfiladero.
Allí comprobé como bajaba mucho menos agua que la vez anterior ya que éste no cubría nada una tubería de cemento del medio del cauce. Por ella pasamos este tramo y llegamos poco después a otro merendero más amplio con una barbacoa. No nos desviamos del camino hacia éste donde vimos una pareja sentada. Avanzamos sin más hacia el Faedo ya cercano al que se entra por un puente sobre el arroyo. De nuevo nos encontramos en medio de aquel lugar de cuento de hadas con numerosos hayas y el arroyo corriendo en medio de ellos. Con el disparador nos sacamos una foto en el ejemplar centenario de este bosque. El sol de la tarde daba de lleno al lugar embelleciendo aún más si cabe el paraje.
A la salida de este se encuentran las hoces del Villar, un pequeño desfiladero de estrechez considerada y con una pasarela de madera que lo recorre sobre el mismo cauce. Para llegar a ella se sube un tramo de escalones y se pasa un estrecho paso donde una cuerda da seguridad para aquellos que sufran algo de vértigo. Por debajo hay una caseta a la que me acerque esta vez.
Pasando esta hoz se comienza a subir el tramo más pendiente por el sendero empedrado a trozos. A media ladera opté por separarme del sendero principal y nos metimos en otra vaguada de la derecha para ver donde terminaba. La senda subía y bajaba hasta que se encaminó hacia la parte alta de las rocas. Al llegar a la cima vi que la vaguada se unía al valle principal por el que subía el sendero que habíamos dejado y que se dirige hacia Villar del Puerto por donde pasamos haciendo la ruta con el club. Hasta allí hay desde Ciñera casi tres kilómetros.
Desde aquel punto se puede ver el desfiladero y parte del Faedo así como varias cumbres cercanas. Por encima se distingue el quitamiedos de la carretera que une La Vid con Vegacervera. Sentados en unas rocas estuvimos disfrutando de la tarde primaveral que hacía mientras por el norte comenzaban a aparecer nubarrones que presagiaban las previsiones de temporal que se avecinaba. (Hoy lunes día 19 estoy redactando esto en casa y está nevando como en pleno invierno además de un viento exagerado.)
Emprendimos el descenso por el sendero más directo y estando a media altura vimos subir a una pareja. Cuando estábamos aún a varios metros de ellos, ella nos pregunto dónde se llegaba por el sendero aquel. De principio no la conocí, pero luego vi que se trataba de Cundi, compañera de montaña en algunas excursiones, y un amigo. Estuvimos un rato de charla y nos dijeron que iban hacia Villar del Puerto con intención de subir una cima cercana. Además resultaron ser ellos los que estaban en el merendero cuando subimos. Nos despedimos y continuamos bajando hasta llegar de nuevo al desfiladero. Volvimos a atravesar la pasarela de madera y bajamos los escalones hacia el Faedo. Nos cruzamos allí con la familia que antes habíamos visto en el primer merendero y algunos paseantes más. Atravesamos entre las numerosas hayas despojadas de sus hojas que formaban un gran manto marrón en el suelo y salimos del mismo por otro puente de madera. En el merendero vimos a otro grupo de personas pasando la tarde. Tras dejar atrás el angosto paso por el río cruzamos el puente de piedra, cuyo arco está formado por una estructura metálica de una mina. No tardando vimos en medio del camino un bonito pájaro que fotografié con el zoom de la cámara.
Al pasar cerca de las majadas vimos varios perros que ni se inmutaron a nuestro paso. Sin más avanzamos por el ancho camino hacia Ciñera mientras la caía la tarde y se ponía un poco fresco. A las 18:30 horas llegamos al coche. En una ladera vimos un numeroso rebaño de cabras. En la furgoneta bebimos unos refrescos que llevábamos y comimos unos pastelitos.
No tardamos en ponernos en marcha y decidí volver por la carretera que une LaVid con Vegacervera. Por ella avanzamos pasando Villar del Puerto y en la collada que separa este valle del de Valle de Vegacervera y Coladilla paré a sacar una foto del atardecer. Dejamos atrás estos dos pueblos y salimos en Vegacervera al Torío por el que bajamos hacia León.
Así de corta, pero atractiva resultó esta tarde de marzo. A pesar de haberlo recorrido hacía poco, disfruté de nuevo viendo este bello rincón de nuestra montaña leonesa.








lunes, 12 de marzo de 2007

SIERRA DEL MIRO DE VALDEPRADO (Brañas de Susañe) 11-03-07

 

 

1ª ASCENSIÓN A LOS PICOS “CORNÓN DE BUSMORI” Y “BIGARDÓN” Y 2ª ASCENSIÓN AL “MIRO”.

11-03-07 (Domingo)

Cumpliendo el calendario previsto por el club de montaña para este mes, hemos realizado la ascensión al pico Miro de Susañe y ampliada la misma a dos cimas cercanas del mismo macizo, el Cornón de Busmori y el Bigardón, este último situado en el mismo límite con Asturias. Realmente resultó una jornada inolvidable, tanto por el resultado como por la climatología primaveral reinante a lo largo de la jornada.
En Guzmán nos reunimos algunos de los componentes de esta salida a las ocho de la mañana. Tras esperar por Eva diez minutos sin que diese señales de presencia ni aviso, emprendimos el viaje en los coches de Antonio y Luis. En ellos íbamos, además de los conductores, José Luis, Tere, Álvaro, Juan y yo. Los otros tres participantes: José Antonio, su hermano Valentín y un amigo, Faustino, se unirían en el mismo comienzo de la ruta.
Por la carretera de Astorga circulamos hasta esta localidad donde entramos en la autovía. Por la misma avanzamos hasta el primer desvío a Bembibre en el que cogimos de nuevo la nacional. Otro indicador a Toreno nos hizo cambiar de rumbo hacia este pueblo donde giramos hacia Villablino por la comarcal 631. El próximo desvío tenía que ser hacía Valdeprado, pero por no variar no existía este pueblo. Ni en el mapa que yo llevaba de ruta ni en el de carreteras actualizado del coche de Antonio venía dicho desvío. Total que cogimos el desvío a Susañe del Sil donde nos indicaron que teníamos que retroceder de nuevo a la principal, unos tres kilómetros, y coger la dirección a Anllares. Así lo hicimos llegando a un desvío donde, ídem de lo mismo, dos indicadores que había casi se contradecían en la dirección de la carretera a seguir. De nuevo cogimos la que no era dando otra vuelta tonta en el pueblo. Por fin, fuera de la principal, encontramos un indicador a Valdeprado y así salimos de dudas. Yo apuntaré aquí que a mí se me había quedado de la vez anterior, hace 9 años, que no había carretera a las Brañas de Susañe, si no una pista. Por ello íbamos avanzando con algo de dudas respecto a la situación de las mismas. Atrás dejamos Valdeprado y con una coincidencia casi milagrosa vi a José Antonio detrás de unos matorrales al lado de la carretera. Estábamos exactamente a la altura de las Brañas de Susañe, (1246 m), pero sin indicador alguno que lo corroborase. Entramos por un camino hacia las mismas y en una pequeña pradera, donde tenían ellos el coche, aparcamos los nuestros. Eran las diez de la mañana y habíamos recorrido 150 Km.
Allí mismo nos preparamos para la marcha teniendo frente a nosotros todo el macizo del pico Miro que intuíamos podía ser una cumbre nevada que aparecía detrás de otra más negra. A las 10:30 horas nos pusimos en marcha atravesando la carretera que une Páramo del Sil con Cerredo, ya en Asturias. Nos metimos en un camino ancho hacia el valle del arroyo Busmor. En una pradera con árboles muy jóvenes vimos un espantapájaros. Algunos se habían adelantado un poco y les vi por encima de mí en otro camino. Resulta que me había pasado un cruce hacia una senda en el que al bajar por la tarde vi unas flechas rojas indicando la dirección. Los que lo habíamos pasado de largo atajamos al lado de una pequeña tapia de piedras hasta enlazar con dicho sendero.
Poco a poco fuimos ganando altura entre arbustos y escobas viendo algunos acebos de verdor intenso. Por detrás quedamos Álvaro y yo y al llegar a la altura de unas cascadas en el arroyo nos desviamos unos metros para disfrutar de ellas. La gran cantidad de caudal que bajaba formaba unos saltos increíbles. Retomamos enseguida el sendero ascendente con las laderas de nuestra derecha llenas de pedreros y numerosos árboles diseminados y completamente despojados de hojas aún.
La excelente temperatura que hacía me hizo quitar incluso la sudadera y en manga corta estuve el resto de la jornada hasta terminar la marcha a las siete de la tarde. En el terreno comenzamos a encontrar los primeros restos de nieve en pequeños corros. Salimos a una pequeña explanada al final de la cual había que subir un tramo por roca. Los compañeros ya estaban en la parte alta y no tardamos en unirnos a ellos. Allí nos sacamos una foto de grupo con la falta de Valentín que fue el que nos las sacó, y de José Luis, que por no variar, había marchado a su bola.
Siguiendo el sendero fuimos subiendo suavemente ahora hasta llegar a una zona de antiguas brañas donde aun vimos los restos de las mismas. El terreno estaba lleno de turberas cargadas de agua que había que sortear para evitar mojarse demasiado. Después de esto nos fuimos metiendo en una estrecha vaguada de pedreros. Yo estudié el terreno y decidí desviarme a la izquierda y atacarla por un lateral en vez de por el medio mismo. La pendiente era pronunciada y además encontré varios neveros bastante helados en los que podía resbalar. Ayudado por los bastones fui alcanzando la zona alta de dicha loma donde se suavizó un poco la inclinación. Al resto se les veía aún algo por debajo y no mejores circunstancias que yo. Luis y Valentín eran los únicos que ya se habían adelantado mientras que Tere se había metido por la parte contraria entre rocas que tenía que trepar. Al final nos juntamos todos arriba por encima de este tramo conflictivo.
Algo más suave se hizo la ladera y así alcanzamos otro altiplano. De frente había una gran collada con una blanca cornisa de nieve que no tenía buen para subir. Optamos por seguir a Luis y Valentín que estaban subiendo por la parte izquierda directamente a la cumbre. Nos metimos en la falda de la Peña Boquín y de nuevo la pendiente se hizo notar. Abundaban los pedreros de rocas más o menos grandes por los que se subía cómodamente. Nos dirigíamos hacia la collada entre el pico Miro y dicha peña, aunque exactamente no sabíamos lo que quedaba para la cumbre aún no visible. El paisaje sí se ampliaba cada vez más viéndose numerosas cumbres cercanas y no tanto. A las 13:00 horas llegué a la collada desde la que ya se veía el hito de la cumbre cercana. Por debajo se veía helado el lago Miro, que por cierto tengo de contraportada de uno de mis libros. Escasos diez minutos tardé en alcanzar dicho punto donde ya estaba algunos compañeros.
Cuando llegó el resto sacamos una foto en la cumbre y dejamos nuestra tarjeta del buzón donde encontramos otra. La altura de esta cima del pico Miro es de 1990 metros y las vistas son extraordinariamente amplias. Numerosas cumbres como el Miravalles, Cuiña o Mustallar en los Ancares, o las del Cornón, Ubiña y el Muxiven, ascendido hace pocas semanas por nosotros se encontraban cubiertas aún de nieve, que por otro lado no era tan abundante como parecía. Igualmente veíamos las Brañas de Susañe y los coches aparcados cerca de ellas. En los valles del sur se veía Fabero, vega de Espinareda e incluso Ponferrada. Mas cercano estaba el pueblo de Faro y las cumbres de Peñas Blancas y La Gubia, ascendidas el pasado año por nosotros. Lo que sí quedaba oculto eran las Brañas de Faro. A todo esto unimos infinidad de cumbres y valles más imposibles de enumerar.
En las rocas en torno al hito nos acomodamos para comer disfrutando de esta jornada adelantada a la primavera. Entre las piedras vimos algunos ratoncitos que salían a comer las sobras que les tirábamos.
A las 14:50 horas emprendimos el descenso. Teníamos intención de pasar por las lagunas de Fasgueo, y para ello bajamos directamente a la collada en la que se acumulaba la nieve en forma de cornisa. Desde ella se veía completamente el valle por el que habíamos subido. Tras pasar por el punto más bajo emprendimos el ascenso a la cumbre del Cornón de Busmori. Algunos ya se habían adelantado y estaba casi en la cumbre. La collada se sitúa a 1829 m, perdiéndose 161 metros para subir luego 103 m. Entre los matorrales bajos vimos ya numerosas flores adelantadas a su estación. De nuevo nos metimos en un gran pedrero por el que fácilmente llegamos a la cima de este pico en el que no había señal alguna de cumbre y donde tampoco nosotros dejamos tarjeta. Eran las 15:50 horas. Esta cumbre, el Cornón de Busmori, tiene una altitud de 1939 metros y desde ella se podía ver otra laguna helada hacia el norte.
Sin más retomamos la marcha hacia esta zona de lagunas bajando hacia otra collada con nieve, la de Coronxo, de 1884 metros de altitud. El alto de Bigardón, de 1939 metros, se emplaza en el mismo límite con Asturias y para llegar al mismo nos desviamos unos grados hacia el oeste. Hubo quien quedó en un alto cercano y no subió a éste. Aquí sí que dejamos una tarjeta e hicimos una foto de los que estábamos. Eran las 16:20 horas. Hacia el norte se podía ver justo debajo dos grandes lagunas heladas, las de Fasgueo, el pueblo de Cerredo y al fondo el Cornón, todos ellos alineados. Echando la vista atrás podíamos contemplar todo el cresteo desde el mismo Miro.
Retrocedimos por la cresta hasta el alto cercano y retomamos la marcha por un sendero que bordeaba las lagunas por la parte alta. Había algo que no me cuadraba. Según el libro de rutas, había que bordearlas por la izquierda saliendo por una collada a otro valle. Como íbamos por el lado contrario teníamos que bajar a las lagunas y coger esta ruta, pero vimos que daba un gran rodeo por otro valle. Decidimos entonces bajar directamente por el valle que teníamos de frente y que enlazaba directamente con el de subida. Por un nevero bajamos rápidamente. Yo incluso algún tramo corriendo y me grabó Tere con la cámara. Llegamos a la laguna que habíamos visto desde la segunda cumbre. El sol había deshelado parte de la superficie. Por encima se alzaba la cumbre del pico Coronxo. El sol daba de resbalón a la superficie blanca formando bonitos reflejos.
Por detrás quedamos Juan, Tere y yo. Pasamos varios tramos entre matorral al lado de un arroyo. Tere resbaló con un montón de nieve y se dio una buena culada sin mayores consecuencias. Bajamos algunos pedreros también y así llegamos a la parte baja donde atravesamos el sendero sin darnos cuenta. Nos metimos entre más maleza y al atravesar el arroyo principal Juan metió los pies en él, por no hacernos caso y pasar por donde lo hicimos nosotros.
Por fin salimos de todo aquel enredo y estábamos justo por debajo de las rocas y los restos de brañas que habíamos pasado por la mañana. Allí nos reunimos con algunos compañeros que nos dijeron que José Luis había subido en nuestra busca. Luego le vimos por encima y le indicamos que bajase. El sendero continuaba ahora entre los matorrales y algo de arboleda entre la que ya habíamos subido. Al lado del sendero manaba una fuente en la que paramos unos minutos. Dejamos atrás un gran acebo y enseguida tuvimos las brañas a tiro de piedra. Ahora sí vi las señales pintadas en dos piedras al comienzo del sendero que dejábamos hacia el camino.
Atravesamos la carretera y a las siete menos cuarto terminamos la ruta donde teníamos los coches. Nos cambiamos y algunos incluso tuvieron el humor de hacer algunas flexiones para estirar. Estuvimos comentando si merecía la pena volver por Villablino, pero no merecía la pena ya que aunque fuesen menos kilómetros, la carretera era peor. Valentín y Faustino regresaban a Riello mientras que José Antonio volvía con nosotros. Sin mas nos pusimos en marcha pasadas las siete y nos encaminamos hacia Corbón del Sil, en la carretera principal. Aquí tomamos dirección a Toreno donde, guiados por José Antonio, llegamos a las puertas del restaurante de Salomé, en el cual cenamos en el encuentro del club de hace dos años. Allí tomamos unas consumiciones y saludamos a Salomé y a la hija. Estuvimos un rato e hicimos las cuentas de la excursión antes de retomar el viaje de regreso.
Por la estrecha carretera llegamos a Bembibre donde enlazamos con la autovía hacia Astorga. Aquí la abandonamos y ya por la nacional hicimos los últimos kilómetros antes de entrar en la capital. A las 21:30 horas llegamos a Guzmán donde nos despedimos y en la moto allí aparcada regresé a casa.