lunes, 19 de octubre de 2009

VI ENCUENTRO "CUMBRES DE LEÓN" - RUTA DEL GÓRGORA (Montealegre) - 18-10-09

 


VI ENCUENTRO “CUMBRES DE LEÓN”. HOMENAJE A ROBERTO PÉREZ.

1ª TRAVESÍA POR “LOS CAÑONES DEL GÓRGORA”. (Montealegre).

18-10-09       (Domingo)

Un año más hemos celebrado nuestro Encuentro de Montañeros particular, el del Club Cumbres de León, que cumple su sexta edición en esta ocasión. Cómo ya fue acordado en una reunión del mismo, aprovechamos esta actividad anual como homenaje a Roberto Pérez.
Como es habitual, la actividad se compone de dos partes, una propiamente montañera y una segunda gastronómica con comida en un lugar cercano a la anterior. En esta ocasión se programó “La Ruta Secreta del Górgora”, en Montealegre. Se trata de una ruta que consiste en el descenso de un cañón con algunos pasos delicados que se pueden evitar con un trazado alternativo y paralelo al mismo. Del tema gastronómico se ocupó Javi F. acordando la comida en la Parrilla Manolo de ese mismo pueblo.
A las 8:30 horas del domingo nos reunimos parte del grupo de 19 personas que íbamos a participar en el evento. Salimos hacia Valverde de la Virgen donde se nos uniría el resto. En total 18 participantes salíamos de allí mientras otro solo iría a la hora de la comida. En los coches de Adelino, Rafa, Héctor, Ricardo y el mío se acomodaron también: Piedad, Nati, Gabriela, Toñi, Merce, Cundi, Álvaro, Juan, Elvira, Sergio, Roberto, Javi F. y Antonio. Por su parte, Toño era el que solo podía ir a comer.
Iniciamos el viaje hacia Astorga donde entramos en la autovía con dirección al puerto Manzanal. Pocos kilómetros por debajo de éste hacia Ponferrada salimos en el desvío a Brañuelas y Montealegre, 1006 m, donde llegamos poco después de las 9:30 horas tras 80 Km. recorridos.
Aparcamos los coches y nos preparamos para la ruta que comenzamos a las diez en punto saliendo por la misma carretera de entrada al pueblo. Tras recorrer unos 300 metros encontramos el desvío a la ruta marcada por “Cuatro Valles” Mientras algunos ya iban por delante, Álvaro y Nati habían quedado cogiendo agua y no se les veía llegar. Retrocedí unos metros a ver si aparecían y por el móvil les indiqué la dirección.
Por un ancho camino comenzamos a descender hacia el valle dejando atrás un cartel informativo de la ruta y luego un polideportivo. Poco a poco fuimos cambiando el rumbo siguiendo las vaguadas del valle principal hasta llegar a una zona de castaños de enorme tronco donde algunos recogieron sus frutos. Dejando atrás este paraje salimos de nuevo al monte abierto subiendo unos metros por la ladera en la que encontramos algunas marcas más de la ruta.
No tardamos en comenzar a bajar hacia el arroyo de Mostruelo, el primero de los dos que teníamos que atravesar. Allí terminaba la ruta marcada que regresaba por el mismo lugar al pueblo. Nosotros comenzamos a descender por el sendero empinado y lleno de piedra suelta que se deslizaba a nuestro paso. Entre algo de arboleda fuimos perdiendo altura mientras ya veíamos a más compañeros subir por la parte contraria. Un pequeño puente de tablas permitía pasar el arroyo con muy poco caudal. Al lado contrario continuaba el sendero ascendiendo por otro pedrero bajo unas altas paredes escarpadas. Tras un tramo empinado se suavizó un poco la pendiente atravesando la pedriza hasta volver a subir casi en vertical. El sendero serpenteaba entre escobas pegado a la roca cogiendo una buena altura sobre el arroyo que ya quedaba atrás. Hacia esa parte veíamos ahora de nuevo el pueblo en lo alto del cerro en el que se emplaza. A las 11:10 horas llegamos al alto de La Cebera, 1142 m, loma intermedia entre el valle de Mostruelo y el de Los Prados.
Escasos metros más adelante comenzamos a bajar hacia este último valle siguiendo siempre el sendero bien definido. Un cartel señalizaba la cueva de “Los Fugaos”, a la que algunos se acercaron encontrándose una pequeña cavidad en la que apenas se entraba. El terreno se inclinaba hacia el barranco según descendíamos hacia él. No tardamos en encontrarnos con una zona de piedras lisas en las que una cuerda permite el descenso sin peligro de resbalones. Tras la misma pasamos un pedrero en el que había un avispero del que salieron varias avispas que se ensañaron con Toñi picándola en varios sitios. Por fortuna no tuvo fuertes reacciones el resto de la ruta.
Así llegamos a la parte baja del arroyo de Los Prados que atravesamos por un puente similar al anterior. Allí mismo se desviaba un sendero cañón abajo por el que creo que tiró un pequeño grupo de los nuestros que iba por delante. Comenzamos a subir un tramo muy empinado con escalones naturales entre algo de arboleda. Enseguida nos topamos con una cueva, la del Moro, en la que algunos entramos con los frontales. La entrada era angosta, pero el interior permitía caminar de pie. Tenía unos 20 metros de fondo y en ella nos hicimos unas fotos Álvaro, Adelino y yo. Con el frontal apenas se veía la forma, pero en las fotos con flash algo sale. Al salir me di un par de coscorrones en la cabeza. Eran las 11:45 horas.
Retomamos la marcha subiendo el último tramo de la pendiente sin llegar a alcanzar la parte más alta de esa otra loma. El sendero cambiaba de dirección y se suavizaba hacia poniente. Entre escobas fuimos avanzando en grupo hasta llegar al punto de disgregación. Allí se bifurcaba el sendero en dos, y mientras uno continuaba a media altura, otro se internaba hacia la parte baja del valle. Los intrépidos que iba a bajar el cañón comenzaron a bajar por este último mientras el resto continuábamos por el sendero que traíamos. Por el móvil consiguieron contactar con el otro grupo separado pero no lograron verlos.
Nosotros continuamos sendero adelante con una bonita vista del pueblo alejado y la cordillera muy al fondo. Pasamos zonas de helechos y zarzales antes de salir al comienzo de una pista donde había un bebedero. Desde allí conseguimos ver en el fondo del valle a los del grupo que primero se había separado y escuchamos las voces del resto que iba a su encuentro. Por teléfono también hablamos con Nati, que aún estaba subiendo a la loma intermedia y la dijimos que no siguiese ya que aún le quedaba un buen trecho para alcanzarnos y no le iba a dar tiempo. La comida la teníamos prevista entre las tres y tres y media y eran las 12:00 del mediodía.
Poco a poco fuimos descendiendo por la pista al lado de la cual encontramos algunos pinos sueltos que se convirtieron en bosque más adelante por debajo y por encima de nosotros. Tras dar una curva cerrada vimos de frente una gran mina a cielo abierto y los restos de otra que han rellenado con tierra. Atajamos la siguiente curva por una de esas zonas peladas y enseguida abandonamos esa pista hacia otra mas deteriorada que iba por debajo. Así nos fuimos situando frente a un antiguo cargadero de mineral de la parte baja y al cual teníamos que llegar. Desde la parte contraria, a la ida, habíamos visto una especie de cortafuegos que bajaba hacia éste. Al llegar a su altura nos metimos en él para comenzar a descender bruscamente. Ya desde arriba vimos que no era un cortafuegos ya que se iba cerrando según bajaba, pero supusimos que podía tener salida. Adelino y Álvaro habían bajado unos metros antes pero la vegetación les hizo ir en busca de este mismo paso.
No tardamos en meternos en el cauce de un arroyo seco lleno de maleza que a duras penas nos dejaba avanzar. Las escobas y las ramas se cruzaban en él poniéndonos continuos obstáculos al avance. Los que iban por delante seguían avanzando, así que el resto les seguíamos confiados. Yo iba atrás con Cundi cuando me encontré con la sudadera que alguien había perdido. También vimos una visera que llevaba ya un tiempo perdida en ese lugar, lo cual nos dio a entender que no éramos los primeros en bajar por allí.
A las 13:00 horas llegamos al cauce del arroyo de la Fragua, formado tras la unión del de Mostruelo y el de Los Prados. En esta confluencia, unos metros más arriba, se emplaza el Pozo de la Górgora, que da nombre a la ruta. Por allí bajaría el otro grupo.
Salimos a un camino que bien supusimos era el mismo que habíamos dejado y que daba un gran rodeo por las lomas. Por él subimos hacia el cargadero de la mina, una gran estructura de piedra formando un alto muro. Allí nos detuvimos unos minutos en los que aproveché para comer un pequeño sándwich que llevaba mientras otros se dedicaban a tirar piedras a un manzano en el que se veían varios frutos rojos. Estaba rodeado de maleza y no consiguieron coger ninguna. También Álvaro subió al muro por la parte más baja.
Cogimos luego un camino que subía directamente hacia la parte alta de esa ladera al encuentro del que habíamos recorrido por la mañana. En un desvío vimos un cartel que ponía “Prohibido el paso- uso exclusivo para caso de incendios- Peligro- profundidad máxima 3 metros”. Leyendo esto supusimos que era una pista para uso de bomberos y que tenía una caída de tres metros. Pues bien, caminando unos metros por él nos encontramos con un gran estanque lleno de agua que nos sacó de dudas.
Retrocedimos de nuevo al camino anterior que no tardó en convertirse en un estrecho sendero entre más escobas y arbustos. Entre todo ello vimos un pequeño camión destrozado y ya convertido en chatarra. De pronto oímos una voz por encima y enseguida descubrimos que era Nati, que volvía por el mismo camino de ida. Nos unimos en unos minutos a ella ya en dicho camino donde estuvimos unos minutos parados e hicimos una secuencia de fotos de esas que luego monto en los videos con música a juego.
Estando allí escuchamos unas voces por el sendero por el que habíamos subido nosotros y al instante vimos aparecer al grupo de compañeros que venían del cañón. Nos comentaron que se habían encontrado con que toda la ruta estaba asegurada con cuerdas por las que se podía pasar sin apenas dificultad.
Nos pusimos en marcha para recorrer el kilómetro escaso que nos restaba al pueblo. Subimos suavemente y dimos una curva cerrada dejando atrás de nuevo el polideportivo. En pocos minutos salimos a la carretera y bajamos unos metros con dirección a Montealegre donde entramos poco después de las 14:00 horas. En los coches nos cambiamos y algunos subimos al campanario de la iglesia por la escalera exterior.
Había hablado por teléfono con Toño y le había dicho la hora de la comida, por lo que había que esperar a que llegase él. Hicimos tiempo tomando un vaso en el mismo bar de Manolo hasta que llegó éste poco después de las tres. Sin más tardanzas entramos al comedor donde nos fueron sirviendo el exquisito menú casero. Teníamos a elegir entre varios platos y postres, café y chupito por un precio de 20 € por persona. Lo cierto es que estaba todo realmente bueno.
Tras la comida salimos fuera donde aún estuvimos un rato más de charla antes de dirigirnos hacia los coches para emprender el regreso a León. A las 18:10 horas nos pusimos en marcha por la estrecha carretera que enlazaba con la autovía. Por ella circulamos hasta Astorga donde la abandonamos para hacer el último tramo por la nacional. Sin novedades terminamos el viaje en Guzmán una hora más tarde.
De esta manera transcurrió la 6ª edición del Encuentro Cumbres de León que como ya apunté, trata de ser un pequeño homenaje a Roberto, aunque solo sea como referencia en la denominación de la actividad.














lunes, 5 de octubre de 2009

CUETO DEL OSO (Palacios del Sil) - 04-10-09

 


2ª TRAVESÍA: “PALACIOS DEL SIL- BRAÑAS DE CHOURINAS Y FANALES- 1ª ASCENSIÓN AL CUETO DEL OSO - BRAÑAS DE LA FONTILLADA”.

04-10-09           (Domingo)

Tras casi un mes sin salir a la montaña he vuelto a la “rutina” de las excursiones. En esta ocasión ha sido una salida del club para ascender al pico Cueto del Oso, en Palacios del Sil, cumbre intentada hace tres años en un magosto de nuestro grupo. Al igual que en aquella ocasión, la climatología no nos acompañó demasiado, aunque esta vez conseguimos alcanzar la cima y disfrutar un poco de la jornada. Once fuimos los animados para esta salida: Piedad, Cundi, Miguel Ángel, José A., Álvaro, Gabriela, Nati, Pedro, Toño, Cristina y yo.
A las 8:00 horas nos reunimos en Guzmán la mayoría de los participantes salvo Miguel y Cristina. En mi coche y el de José Antonio nos acomodamos y salimos hacia La Magdalena donde estaban los otros dos componentes. Cómo Cristina no tenía seguro, tenía que ir en su vehículo, según las normas del club. En los tres coches continuamos el viaje por la autopista para pasar el tramo del pantano y salimos tras el puente colgante. Dejamos atrás Babia y entramos en Laciana pasando por Villablino hacia Palacios del Sil, 870 m. Aquí tenía José Antonio apalabrada una visita al Centro de Interpretación de la Naturaleza donde estuvimos unos minutos.
A las 10:35 horas comenzamos la marcha atravesando algunas calles del pueblo para dirigirnos hacia el valle del río Palacios por el que transcurre la ascensión. Al comienzo del camino tuvimos que ponernos los chubasqueros y cazadoras, yo una nueva que estrenaba ese día, ya que la lluvia casi arreciaba. Encontramos algunos enormes castaños a los lados del camino así como otras especies arbóreas. Ya desde ese punto se dividió el grupo en tres y así se mantuvo casi el resto de la jornada. Mientras Nati y Cundi quedaban por detrás, el resto salvo Pedro, Álvaro y yo, se adelantaban hasta perderles el paso.
Atravesamos un puente sobre el arroyo encontrándonos luego una especie de muro por encima del cual transcurría un canal de captación de aguas para una antigua fabrica de luz, la Fervencia. Poco a poco dejó de llover y además sobraba el abrigo por las pendientes que nos íbamos encontrando ya en la ruta. Por la derecha se nos unió otra pista que veníamos viendo por la parte alta del valle. También vimos algunas cabañas cerca del camino empedrado y alguna casa de piedra así como una fuente del mismo material. Hacia ella bajaba un tubo de plástico que se había roto y que habían incrustado en una horqueta de palo para que el agua cayese dentro. Allí bebimos unos tragos. Más adelante pasamos al lado de un todoterreno ya desahuciado y otra casa algo por debajo del camino hacia el río. En la parte alta seguía la niebla cerrada ocultando la cabecera del valle.
Así alcanzamos las Brañas de Chourinas, 1450 m, cuando eran las 12:30 horas. Se trata de un grupo de edificaciones, la mayoría en muy buen estado gracias a las restauraciones, donde nos encontramos con un hombre en el porche de una de las brañas. En él habíamos estado comiendo en la ruta de aquel día. Allí estuvimos de charla unos minutos y nos enseñó el interior de la casa.
Continuamos ascendiendo por el camino que se empinaba y se estrechaba entre helechales y escobas. En 15 minutos llegamos a las segundas brañas del valle, las de Fanales, aunque de estas no quedan más que los corros de piedras que las delimitaban en una pradera. Estábamos a unos 1550 metros de altitud y la cumbre tenía 1902 m.
Siguiendo el valle el sendero se fue difuminando entre los arbustos y la pradera, aunque nos encontrábamos hitos de piedra y marcas amarillas que nos señalaban la ruta sin problema. Por ellas llegamos a la cabecera del valle donde atravesamos el arroyo y vimos la collada a la que teníamos que subir. Desde allí la pendiente se hacía muy pronunciada y en un tramo nos despistamos del sendero teniendo que rectificar atajando y bajando unos metros. Pedro se iba rezagando y le animábamos a seguir esperando por él. Zigzagueando por la loma alcanzamos la collada al norte del Alto Sarrión con una altura de unos 1800 metros. Eran las 13:50 horas.
Por la forma de la loma no veíamos el fondo del valle de Pedroso por el que luego bajaríamos. Las nieblas también impedían ver las cumbres cercanas, aunque hacia el sur estaba más abierto. El sendero transcurría ahora por el alto de la cresta hacia el norte. Algunos hitos, no sabemos si colocados por los compañeros o no, nos marcaban también la dirección. Durante unos momentos se abrieron algunos claros azules por encima de nosotros, pero enseguida se cerraron. Al menos la niebla se había disipado en aquel punto y nos dejaba orientarnos más o menos. Precisamente fue en esta zona donde la vez anterior nos dimos la vuelta al envolvernos ésta hasta casi hacernos perder la orientación. Ahora, y en previsión de que pasase lo mismo, íbamos dejando más hitos en puntos concretos donde el sendero podía dar lugar a error.
De pronto, entre los bancos de niebla, divisamos la cumbre de la cima y en ella un grupo de personas que no dudamos podían ser los compañeros, aunque por delante nos pareció ver otras personas que luego resultó ser una ilusión óptica con las rocas y escobas. Más animados continuamos avanzando por la loma con escasos repechos de fuerte pendiente. Así nos situamos bajo la última ladera con numeroso matorral entre el cual apenas se distinguía el sendero. Pocos metros de desnivel nos separaban de la cumbre donde llegamos nosotros a las 14:30 horas.
En ella estaba el grupo predecesor, que por lo visto tampoco habían llegado hacía mucho rato ya que la niebla les había despistado y anduvieron dando algunos tumbos antes de llegar a ella. Al llegar nosotros nos acomodamos todos a comer allí mismo un poco a la abrigada.
En esta cumbre del Cueto del Oso, con 1902 metros de altitud, hay un punto geodésico y un hito de piedras hueco por dentro. Un valle, que yo pensé que era el de subida, cae hacia la parte sureste, yendo hacia Cuevas del Sil. Al norte, tras el valle de Pedroso, se emplaza la loma limítrofe con Asturias. Más al este, a lo lejos, podía verse entre las nieblas, el macizo de Ubiña. Poco más se veía por culpa de la niebla que formaba una línea rectilínea poco por encima de nosotros.
Enseguida, nada más terminar de comer, ya tenían prisa por marchar. Sacamos unas fotos y de nuevo les dejamos a su aire quedando Pedro, Álvaro y yo en la cumbre un rato más. Pedro se tumbó un rato y Álvaro se acercó hasta el filo de la cima. Luego, cómo no había buzón, decidimos rellenar el hito hueco con más piedras y colocar un bote con la tarjeta dentro. Nos sacamos algunas fotos más los tres y a las 15:50 horas emprendimos la bajada. En esos momentos caían cuatro gotas contadas.
Como habíamos acordado, el descenso lo íbamos a hacer por el valle paralelo al de subida, y hacia él que se habían dirigido los compañeros. Lo que no habíamos visto era por que zona habían bajado, y comprobamos que de frente se cerraba de maleza casi impracticable. Al final tuvimos que coger un sendero que desde arriba veíamos y que se desviaba aún más hacia el norte a una collada entre el Cueto del Oso y el pico El Río. La senda transcurría unos metros por debajo de la línea de cumbres entre escobas bajas. De frente seguíamos viendo la curiosa línea formada por la niebla que apenas dejaba ver algunas cumbres más bajas.
Al llegar al collado el sendero dio un brusco giro para meterse de lleno ladera abajo. En el fondo del valle ya vimos las brañas de La Fontillada hacia las que bajábamos. Echando la vista atrás comprobamos como la cumbre se había ocultado por completo tras las nieblas. Poco a poco los arbustos fueron creciendo en tamaño pero el sendero se mantenía bastante marcado, incluso con pintura amarilla en algunos lugares. Fue al llegar a un arroyo donde, tras atravesarlo, se nos perdió un poco la pista del mismo. Tras echar una ojeada rápida, no tardamos en dar de nuevo con él metiéndonos cada vez más entre arboleda. Los colores otoñales ya despuntaban en ella y los servales cargados de frutos rojos destacaban en el bonito paisaje un tanto apagado por la falta de sol. También vimos algunos ejemplares de acebo con hojas extremadamente verdes.
Bajamos algunos tramos de fuerte pendiente y otros en los que apenas si se notaba. Pasamos también algunos arroyos más antes de llegar por fin a la parte baja donde se emplazaban las brañas. Habíamos bajado de golpe casi 600 metros. Álvaro había llegado unos minutos antes y se había encontrado con algunas personas allí que habían marchado ya. Eran las 17:00 horas.
Estas brañas también se encuentran en bastante buen estado la mayoría, aunque igual que las anteriores, gracias a las restauraciones. Bien a gusto podíamos contar una quincena de casas bien conservadas y varias más medio derruidas. Algunas también estaban en proceso de reforma. A la salida del poblado encontramos una fuente con pilón donde recogimos agua.
Emprendimos la marcha por un ancho camino abnegado por agua en algunos tramos. El arroyo de Pedroso bajaba paralelo por nuestra izquierda mientras que por la derecha comenzamos a ver numerosos pedreros de gran magnitud. El bosque también era parte importante de este valle. En un prado de la parte baja vimos una manada de seis caballos con dos mastines como guardas. Al paso se nos acercaron y los perros llegaron hasta nosotros.
Unos metros más abajo vimos otra braña solitaria hacia la que entraba un camino. En los márgenes de éste encontramos también varios zarzales cargados de moras bien maduras. Entre otras especies florales vimos algunos corros de helechos ya con el tono marrón en casi todas sus hojas. Igualmente nos encontramos con troncos retorcidos que salían casi horizontales hacia la caída del río. En uno de ellos vimos una curiosa rama que formaba un perfecto ángulo recto. También crecían enormes árboles con troncos descomunales entre los pedreros de las laderas.
Nos cruzamos con un todoterreno que subía pocos metros antes de llegar a otras brañas, creemos que las de Pedroso, aunque mirando el mapa, y por las distancias, no estoy muy convencido. Estaban situadas por debajo del camino y no se llegaba a pasar por ellas salvo desviándose. En el mapa no marca ninguna más, pero no me cuadran las distancias.
Tras otro tramo más de caminata y haber bajado un fuerte repecho, el camino dio un brusco giro al contrario encontrándonos de pronto a nivel casi del arroyo. Atravesamos un puente para pasar a la parte contraria donde poco después comenzamos a subir considerablemente. Dejamos atrás algunas casetas de recogida de aguas y un desagradable vertedero de basuras. Nos mosqueaba tanta subida sabiendo que el pueblo se encontraba en la parte baja y llegamos a pensar incluso que nos habíamos pasado algún desvío por el fondo del valle. Nos convencía un poco ver el mapa y la orientación del mismo que parecía la correcta.
No tardamos en ver por fin la carretera en el valle principal por delante de nosotros. Hacia abajo había ahora una caída de varios metros casi en vertical. Cuando llegamos al punto más alto desde donde el camino comenzaba a descender tuvimos un respiro, sobre todo Pedro que ya le costaba avanzar.
Enseguida vimos Palacios del Sil, aunque aún quedaba un trozo bueno para llegar a él. Dejamos tras algunos depósitos de agua y un tramo donde las raíces de los árboles salían de la tierra excavada al lado del camino. En pocos metros bajamos un buen desnivel en aquel tramo entrando en el pueblo cuando eran las 19:20 horas.
Por una larga calle con algunas casas de bonitas fachadas atravesamos Palacios hasta la carretera general. Cruzamos ésta y en pocos minutos, a las 19:25 horas, terminamos la marcha en el lugar donde teníamos los coches. Sin más retrasos nos cambiamos y nos dirigimos hacia el bar donde supusimos que estaba el resto. Allí en la terraza los encontramos tomando un refrigerio y nos unimos al corro. Faltaban Nati y Cundi que no tardaron en llegar. Nos comentaron que habían encontrado a un vecino con quien habían acordado ir al día siguiente hasta Somiedo a ver la berrea de los ciervos.
En la terraza de este bar, en el mismo en el que hace tres años hicimos el magosto nuestro, estuvimos un rato tomando unos vasos y picando unos aperitivos que nos pusieron. Las gotas de lluvia que comenzaban a caer y el reloj que corría nos hicieron levantar la sesión. Nos dirigimos a los coches y nos despedimos de Nati y Cundi que quedaban allí. A las 20:10 horas emprendimos el regreso a León.
De este viaje solo tengo que destacar el pésimo estado de las carreteras por la noche. No hay líneas pintadas en infinidad de tramos de las mismas y hay que circular a “paso tortuga”. Volvimos a pasar el tramo del pantano por la autopista y salimos en La Magdalena hacia León llegando a la ciudad sin más novedades. Tras dejar a los acompañantes terminé el viaje en casa a las diez de la noche.
Tras la pésima previsión meteorológica que teníamos, y el panorama inicial de la jornada, no pudo resultar mejor la misma. Salvo algún rato de lluvia no destacable y la niebla que nos impidió disfrutar del paisaje mas ampliamente, en general podemos dar por aceptable el transcurso de la excursión.