martes, 24 de abril de 2012

MONTE HIJEDO Y PORTILLO AMARGO (Burgos - Cantabria) - 21/23-04-12

 


1ª TRAVESÍA “RIOPANERO – MONTE HIJEDO”. (Cantabria-Burgos).
1ª TRAVESÍA “OÑA – PORTILLO AMARGO”. (Burgos).

21/23-04-12

Aprovechando este fin de semana con lunes festivo, día de la Comunidad, hemos realizado un par de rutas en las vecinas provincias de Cantabria y Burgos. La primera de ellas, el Monte Hijedo, era la programada oficialmente, mientras que la segunda, El Portillo Amargo, la decidimos sobre la marcha entre varias alternativas posibles. Días antes habíamos reservado la pernocta en dos lugares diferentes cercanos a las rutas previstas. Teniendo más o menos todo atado, llegó el fin de semana previsto.

SÁBADO 21
Sobre las 17:30 horas teníamos la salida de Armunia en los coches de Antonio y el mío. En ellos íbamos los 6 componentes de la excursión: Antonio, Nati, Álvaro, Cundi, Olga y yo. Pues bien, tras varios días en los que los cinturones de seguridad delanteros fallaban, y a la espera de que me los cambiasen, en ese momento el mío ni salía. Como pudimos, y durante el primer tramo de viaje, fue desenrollándose y pude ponerlo. Luego lo trabamos para que no se metiese.
Tras esta primera incidencia avanzamos por la autovía a Burgos hasta desviarnos a Santander en Osorno. Así llegamos a Aguilar de Campoo dónde nos detuvimos a tomar un refrigerio y estirar las piernas. Allí decidí comprar unos pasteles para esa noche. De nuevo en marcha entramos en carreteras secundarias atravesando de continuo tramos en Palencia y Cantabria. El cielo se oscurecía de nubes según avanzábamos, lo cual no daba buena perspectiva. Tras un error en un cruce tuvimos que retroceder unos kilómetros para rectificar y llegar poco después a nuestro destino, Villaverde de Hito, en Cantabria, dónde teníamos prevista la pernocta de ese día. Eran las 21:20 horas y llevábamos 223 Km. recorridos.
En la “Posada Los Vallucos”, una bonita casa de piedra y madera muy bien ambientada estilo rural, nos acomodamos en las tres habitaciones reservadas. Luego bajamos al comedor, gentilmente cedido por los dueños para cenar lo que llevábamos preparado nosotros. Tras este rato decidimos salir a dar un paseo por el pueblo acercándonos hasta la iglesia emplazada a la entrada en medio de una campa. Luego salimos a la parte contraria dónde encontramos un burro atado en medio de un prado cercano a las antiguas escuelas en desuso.
De regreso a la casa subimos a las habitaciones, cuya distinción no era por números como es habitual, si no con nombres de árboles que estaban en las puertas y en los llaveros con la llave de cada una de ellas. Intenté que Antonio se animase a contar alguna historia o amenizar algo la velada, pero tanto él como Olga, la mujer, se retiraron enseguida. Por nuestra parte, Álvaro, Cundi, Nati y yo quedamos en la habitación de ellas un rato de charla hasta que nos dio casi la una. A esa hora nos retiramos y nos acostamos para pasar esta primera noche.

DOMINGO 22
Sobre las 8:15 horas me levanté viendo el cielo grisáceo pero sin lluvia de momento. Poco a poco fue levantándose el resto y bajamos a desayunar. Nati tenía mal aspecto y había pasado frío por la noche. Tras recogerlo todo y abonar la estancia, 27,00 € por persona, hemos ido de nuevo hasta el prado dónde estaba el burro, para despedirnos....... Ya en marcha entramos a San Martín de Elines, pueblo con una bonita colegiata a la que nos acercamos. Ahora el sol lucía entre las nubes y hacía destacar su piedra amarillenta en medio de un prado verde. Cercano está el puente de piedra que se atraviesa para entrar y salir del pueblo.
A 10 kilómetros se encuentra Riopanero, 790 m, pueblo de dónde parte la ruta del Monte Hijedo. Antes de entrar en él está el inicio de la misma indicado por un cartel cerca del cual aparcamos. Nos preparamos para la ruta, todos salvo Nati, que decidió quedarse allí, y a las 10:55 horas emprendimos la marcha por un camino de la ladera del valle de Hijedo. Fuimos ascendiendo suavemente dejando atrás un desvío al pueblo de La Serna y llegar poco después a un aparcamiento dónde bien podíamos haber llevado los coches. Hasta allí había 2 Km.
Una cancilla de madera impedía el paso a vehículos no autorizados. Atravesamos la misma comenzando a descender con la vista del bosque delante de nosotros. No tardamos en meternos al mismo y entre la arboleda llegamos al refugio de La Corva, en la confluencia del río Hijedo y el arroyo de las Breñas. Estábamos a 765 metros de altitud. Este edificio de bloques de piedra tenía dos habitáculos con una chimenea en uno de ellos.
Atravesamos luego un pequeño pinar situándonos enseguida a la vera del río Hijedo. Según la guía que llevábamos, este bosque está compuesto principalmente por especies como el roble albar y las hayas. En los troncos se acumula el musgo de verdor intenso que componía bellas estampas cercanas al río. Lo cierto es que en su conjunto era un lugar de gran belleza que con sólo palabras es difícil de describir. En algunos lugares se formaban bonitas cascadas en el cauce o incluso cayendo por la ladera hacia el mismo. En el suelo había un manto casi uniforme de hojas que cubría cada rincón del terreno. Notamos cómo íbamos ascendiendo suavemente, aunque había tramos de ligera bajada. Vimos numerosos troncos retorcidos en los que nos sacamos algunas fotos. Cuando salía el sol entre las nubes daba un brillo espectacular al conjunto digno de una postal.
Antonio y Olga se habían adelantado y les pillamos sentados tomando un tentempié. Nos detuvimos también nosotros unos minutos antes de proseguir por aquella pista, que a mi parecer era lo que le restaba encanto al entorno. Pasamos una zona dónde había restos de troncos talados recientemente y por fin abandonamos la pista para seguir el camino tradicional que nos bajaba hacia el río. Unas estacas iban marcando la ruta sin posibilidad de pérdida.
Enseguida llegamos al primer vadeo del arroyo atravesando éste por una piedras resbaladizas en las que había que fijar bien el pie. A partir de allí era un sendero más ameno el que seguía la ruta entre bosque y siempre paralelos al río. Yo subí uno metros por otro sendero que vi hasta llegar a un cartel que indicaba un ramal de la ruta hacia la parte alta. Me olvidé de él y volví a la parte baja dónde nos sacamos una foto de grupo antes de seguir avanzando y llegar al segundo paso del río.
De nuevo por piedras lo pasamos y no habiendo caminado 100 metros, tuvimos que volver a cruzarlo. En esta ocasión era más ancho el paso y las piedras no nos daban suficiente seguridad. Arrastramos unos troncos y con ellos hicimos un precario puente por el que pasamos una vez más. No fue la última, en el tramo siguiente lo pasamos otras dos veces más.
Antes de este último paso se encuentra una alambrada y una cadena que limitan las provincias de Cantabria y Burgos, en la que ahora entrábamos. La altitud de este punto es de 850 metros y llevábamos 6 Km. recorridos. Seguimos el sendero por encima del cual vimos varias formaciones rocosas integradas en la ladera del monte. Así llegamos a una bifurcación en la que una señal nos marcaba la distancia a la Cabaña del Monte Hijedo por dos sendas diferentes. Eran las 13:40 horas.
Por una parte había 5,700 Km. mientras por la otra 2,400 Km. Antonio nos recomendó esta primera y hacia ella nos metimos subiendo más visiblemente por dicho sendero. En este ramal comenzamos a ver mucho acebo a ambos lados de la senda. En algunos lugares casi se cerraba por encima de nosotros.
La pendiente se hacía notar ahora y fue en este tramo dónde decidieron quedar Antonio y Olga. Por su parte, Álvaro se había adelantado y ya no le veíamos. Cundi y yo seguimos tranquilamente dejando atrás un sendero menos marcado, pero que nos hizo dudar. Tras una cerrada curva del sendero y un tramo más por el mismo, avistamos delante de nosotros otra señal que marcaba el inicio del tramo circular. Escasos 100 metros no separaban de la Cabaña de Hijedo a la que llegamos cuando eran las 14:50 horas. Estábamos a 1062 metros de altitud.
Aclararé que, desde el desvío a la cabaña cerca del río por los dos ramales, veníamos siguiendo una ruta señalizada como PR BU-30 que parte de la carretera de Santa Gadea que ahora teníamos a 1,5 Km. de distancia. En la cabaña se bifurca para hacer el circuito circular que luego cerraríamos nosotros.
Esta cabaña no es si no un palacete de principios del siglo XX con una capilla adyacente y un patio con un pozo central al lado de un tejo. Varias cabras rondaban por el prado cercano custodiadas por un gran mastín. Aparecieron además unos 10 gatos que nos rondaron mientras comíamos tranquilamente a la vera del edificio.
Sobre las 15:40 horas retomamos la marcha por el mismo sendero hasta la primera bifurcación. Allí nos desviamos por el ramal largo de 5,7 Km. Enseguida llegamos a un mirador sobre el valle que habíamos recorrido contemplando la gran masa forestal que lo cubría. Siguiendo la senda nos encontramos con un gran árbol que salía de una enorme roca alrededor de la cual se amarraban las raíces. Allí nos sacamos varias fotos. A la orilla había otra piedra con curiosas formas de cantos afilados por la erosión. Repito, es difícil describir con palabras tal maravilla visual.
No fue el único que vimos. Más adelante nos fuimos encontrando con algunos ejemplares más de idéntico calibre y formas. El sol que ahora lucía entre la arboleda le daba al bosque un tono aún más brillante. Entre los árboles vimos una manada de caballos que subía monte arriba. En un arroyo se formaban pequeños saltos tras los que se abrían cavidades en el terreno a modo de cuevas naturales. Bajamos luego un tramo empinado y embarrado dónde vimos las huellas del paso de los caballos.
Salimos a un ancho camino por encima del cual vimos una replantación forestal. Durante un rato íbamos dudando si habíamos dejado atrás algún desvío de la ruta, ya que no había señales y nos parecía que estábamos dando mucho rodeo. Luego vimos unas marcas en un tronco y al poco salimos a una gran explanada de verdes pastos atravesados por algunos caminos. Estábamos en la cabecera del valle de Hijedo, que sin saberlo también teníamos en otro mapa de los que llevábamos. Eran las 17:10 horas.
En la perta baja del valle se veía un ramal de un camino que entraba al bosque y supusimos que era el que teníamos que coger. De todas formas, y aprovechando que bajaba un hombre en un coche le preguntamos para confirmarlo. El paraje aquel viene en el mapa como Boca del Río y está a una altitud de unos 950 metros. Para evitar el rodeo que daba el camino, atajamos por los prados encontrándonos con que estaban encharcados de agua. Como pudimos sorteamos estos regatos invisibles y salimos a dicho camino que poco después se bifurcaba. Cogimos el ramal que se internaba valle abajo hacia el bosque y que también se encontraba medio embarrado. Vimos en las laderas varios tejos de gran tamaño destacando por el verdor de las hojas entre las demás especies medio peladas aún. Pasamos el río en un vado estrecho y sin dificultad y llegamos poco después al punto dónde cerrábamos la parte circular de esta ruta. En el suelo vimos un papel en el que Antonio nos decía que ellos iban bajando.
Entramos ya en el tramo común de la ruta y poco más adelante teníamos otro de los pasos del río. Decidimos ahora seguir por la misma margen hasta el siguiente y evitarnos de esa forma dos pasos. No tardando llegamos a la alambrada que dividía las provincias entrando de nuevo en Cantabria. Por esa parte no había sendero alguno, pero se avanzaba bien teniendo cuidado con las ramas de los árboles. Llegamos de esa forma al segundo vadeo que nos devolvía el sendero a nuestra margen. Por él seguimos avanzando hacia el último paso que sí era obligado cruzar.
Unos metros más adelante enlazábamos con la pista más ancha y por ella nos dispusimos a recorrer el último tramo. El cielo se había ido cubriendo demasiado y no se veían ya claros. Había algunos repechos cuesta arriba que a Cundi ya la costaba remontar. Dejamos atrás un indicador que marcaba al refugio de La Corva 1 Km. y poco después divisamos el pinar. A las 19:20 horas llegamos a dicho refugio.
Nos restaba otro kilómetro para el aparcamiento y dos más al pueblo. Íbamos pensando en que a Antonio podría habérsele ocurrido venir con el coche hasta él cuando le vimos venir de frente a nosotros. Venía un poco preocupado por la tardanza. En pocos minutos llegamos al aparcamiento dónde estaba Olga en el coche. Eran las 19:45 horas y habíamos hecho unos 22 kilómetros.
No habíamos subido al mismo cuando se echó a llover. Sin más nos dirigimos hacia el comienzo de la pista dónde tenía yo la furgoneta y en la que estaba Nati, que no mejoraba mucho. Sin más retrasos nos pusimos en marcha hacia Frías, en Burgos, dónde teníamos la pernocta del segundo día.
Atravesamos parte del Cañón del Ebro y pasamos por Orbaneja del Castillo, Quintanilla Escalada y Valdelateja, en los que hemos hecho algunas rutas estos años pasados. Yo iba preocupado ya que se me había olvidado el teléfono de la pensión dónde teníamos reservadas las habitaciones y no podía confirmarles que estábamos de camino. Además teníamos pensado parar a cenar antes y nos podíamos retrasar.
Para colmo, Antonio nos llevaba por otra ruta más larga, aunque más bonita que transcurre por los Páramos de Masa. Yo iba intranquilo por esa causa, así que en Pino de Bureba, creo que era, paré para buscar el teléfono en una guía de un bar. Resulta que no venía en la guía y unos jóvenes muy amables me lo encontraron por Internet desde un móvil. Llamé y me dijo el de la pensión que podíamos entrar hasta las once de la noche, que estaba él esperando. Con las mismas llamé a los del otro coche, que ya estaban en Oña, y les dije que no parasen ya. Nos quedaban unos 30 kilómetros y eran las nueve de la tarde.
Sin más tardanza retomamos el viaje y el Oña nos reunimos con los compañeros, aunque enseguida nos perdimos de vista. Seguimos hacia Trespadene, para lo cual había que coger dos desvíos. Ya anocheciendo casi por completo pasamos por allí para continuar hacia el cercano Frías, que por cierto, ostenta el título de la ciudad más pequeña de España. Ya en ella tuve que llamar para que nos indicase el emplazamiento de la pensión a la que llegamos pasadas las 22:30 horas. Ellos no habían llegado aún y por teléfono nos comentaron que se habían pasado un cruce y habían entrado en la provincia alavesa. Al final, cuando llegaron a Frías, les indiqué yo para llegar a la pensión. Llevábamos 370 Km. recorridos.
Aquí quiero hacer unas reseñas sobre dicho establecimiento hostelero del que me reservo anotar el nombre. Sinceramente, no entendemos cómo un lugar así puede tener la categoría de pensión. Mobiliario antiguo y mal conservado. Habitaciones pintadas de colores chillones y totalmente desentonantes. Exterior envejecido y con aspecto casi de chiringuito. Vamos, que parecía lo que no era y no digo qué.
Lo habíamos buscado Antonio y yo en Internet, y la verdad, las pocas fotos que traía no hacían esperar esto. Él estaba decidido a marcharse, y de echo fue con Álvaro a ver si encontraban otra cosa en la localidad. Claro, por una parte, habíamos pagado una habitación por adelantado al reservar, y al llegar habíamos firmado ya dicha entrada, por lo que podíamos perderlo todo. Al final no encontraron tampoco nada a esas horas, casi las doce de la noche, y sin más, en una de las habitaciones, cenamos más o menos lo que llevábamos. Nos acostamos a la una y pico tomando ya a broma la cosa.

LUNES 23
Nos levantamos alrededor de las 8:30 horas, y al pagar la estancia, 22,00 €/persona, sí que algunos le dijeron algunas palabras respecto a lo anterior.
Saliendo de Frías tuvimos una bonita vista del mismo con el castillo en su parte alta y el puente romano sobre el Ebro. Nos dirigimos hacia Trespaderne, localidad en la que paramos a desayunar. Lo hicimos en una cafetería de este pueblo por el que habíamos pasado el día antes. Al terminar retomamos el viaje hacia Oña dónde teníamos pensado hacer la segunda ruta del fin de semana.
A las 11:10 horas llegábamos a dicha localidad aparcando en las cercanías del monasterio de San Salvador. En 15 minutos nos preparamos para la ruta, a la que solo nos animamos Cundi, Antonio, Álvaro y yo. Entre las varias marcadas en las cercanías de esa villa, Antonio nos había recomendado la del Portillo Amargo.
Recorrimos varias calles y atravesamos el río Oca antes de preguntar a un lugareño que nos indicó el comienzo de la senda de 7,700 Km. Por un ancho camino salimos ganando altura sobre Oña describiendo algunos zigzag. Con dirección a una torreta de antenas vimos un corzo en medio de un prado. Desde dicha torre nos dirigimos en línea recta por el medio de una plantación de frutales abandonados hasta enlazar con un sendero más visible que se metía en la ladera de la sierra. Esta senda va subiendo de continuo en línea recta durante un buen tramo hasta meterse en un pinar dónde gira bruscamente.
El grupo se dividió, y mientras Antonio se adelantaba, Cundi quedaba por detrás a su paso. La vista sobre el valle era cada vez más amplia y ya veíamos Tamayo, pueblo por el que luego bajaríamos. Echando la vista atrás veíamos parte de Oña y la totalidad del monasterio. Ya bastante arriba el sendero se encajonó entre roca formando una especie de canal. Frente a nosotros se alzaba una gran torreta eléctrica a la que teníamos que llegar.
A las 12:30 horas llegábamos a la misma alcanzando la parte alta de la sierra, aunque no su cota más alta. Entre encinas transcurre el camino que suavemente va ascendiendo con dirección Oeste. Al poco rato pillamos a Antonio, que había parado a tomar un tentempié. Retomamos la marcha y enseguida fuimos encontrando algunos pinos. Llegamos más adelante al desvío de bajada dónde un indicador nos marcaba 4,450 Km. a Oña. Nosotros seguimos unos metros más hasta llegar a otra torreta de tendido eléctrico, punto más alto situado a unos 1000 metros. Habíamos partido de Oña que está a 570 m. Eran las 13:10 horas.
Estando allí comenzó a llover. Hacia el Sur se veía la meseta de La Bureba hacia Burgos mientras al Norte seguía la sierra. No nos entretuvimos y bajamos a enlazar con la ruta que nos metió hacia el bosque por un camino de fuerte pendiente que describía numerosas curvas. Pasamos al lado de una enorme roca casi en equilibrio sobre el valle y volvimos a pasar por un pinar. Siguiendo el sendero salimos al cortafuegos que va justo debajo de la línea eléctrica. Siguiendo éste perdimos altura en poco tiempo hasta salir a un camino que lo atravesaba perpendicularmente. Giramos hacia el Este con dirección a Tamayo dejando atrás un depósito de agua y a las dos de la tarde entrábamos en dicho pueblo.
Tamayo es un pueblo abandonado en el que tan sólo residen algunos habitantes ocasionales en las pocas casas que se conservan en buen estado. El resto del pueblo, incluida su iglesia, está totalmente en ruinas. La iglesia se conserva en pie, aunque vacía del todo. Desde la puerta puede verse el interior, aunque no es recomendable entrar por el aspecto de los techos. Más abajo vimos una de las casas conservadas y un coche aparcado a su orilla.
Salimos de allí por un camino entre prados y huertos con algunos chamizos. En uno de ellos vimos un pavo. Más adelante nos encontramos con otras casetas en las que había varios perros y un letrero que rezaba: “hotel canino”. Paralelas al camino transcurrían las dos carreteras, la vieja y la nacional, ésta separada por el río Oca.
A las 14:30 horas entrábamos en Oña por una calle con varios edificios en obras. Minutos más tarde cerrábamos la ruta circular y por un paseo de un parque llegábamos al puente que atravesamos para entrar en el casco antiguo. Subimos una escalinata de piedra y pasamos bajo un arco-túnel de una casa que nos sacó a las cercanías del monasterio. A las 14:40 horas terminábamos la ruta en la plaza de éste dónde teníamos los coches aparcados. Allí nos cambiamos y acicalamos un poco antes de decidir dónde comer.
Habíamos determinado comer ese día “a plato puesto”, por lo que Antonio, mientras el resto terminábamos de colocar y demás, había reservado en un restaurante del mismo Oña. Antes de ir al mismo tomamos un vaso en otro bar de la zona antigua. Por sus estrechas calles de casas de piedra nos dirigimos hacia dicho restaurante en el que nos acomodamos para comer. Durante la misma nos comentó Cundi que había bajado y había hecho parte de la ruta paralela al río Oca por el desfiladero. Por su parte, Nati no mejoraba de su malestar y apenas comió. Olga había dado un paseo por el pueblo.
A las 17:15 horas salimos del restaurante hacia los coches. En la plaza nos sacamos una foto de grupo con la fachada del monasterio detrás, aunque quedamos un poco lejos. Sin más dilaciones, a las 17:30 horas, nos pusimos de regreso a nuestra ciudad tras haber recorrido hasta allí 397 Km.
Circulamos por la nacional durante unos kilómetros hasta desviarnos a Briviesca. Atravesamos dicha localidad y enlazamos con otra carretera similar hacia Burgos. Con precaución por el lío de señales y desvíos existentes bordeamos esta ciudad por sus rondas hasta enlazar por fin con la autovía a León. Habíamos decidido para en Olmillos de Sasamón y a éste nos desviamos cuando eran las 18:50 horas.
En un bar entramos a tomar un refrigerio e hicimos las cuentas de la salida. En la calle había un tractor al que Álvaro no pudo por menos de subirse a sacra una foto ya típica en él. Una hora después retomamos el viaje por la autovía y sin novedades la abandonamos en Onzonilla para recorrer los 10 Kilómetros restantes a Armunia. A las 21:15 horas, y tras un total de 655 Km. recorridos, terminábamos este fin de semana.
Sin duda, y haciendo la salvedad del malestar de Nati, que al final la ha llevado incluso a un principio de neumonía y a ser ingresada unos días, nos damos por satisfechos totalmente con el resultado de la salida. Hemos cumplido los objetivos previstos, y el tiempo, salvo cuatro gotas de lluvia contadas, nos ha respetado.









































lunes, 16 de abril de 2012

BOSQUE DE PARDOMINO Y SANTA COLOMBA DE CURUEÑO - 15-04-12

RUTAS “BOSQUE DE PARDOMINO” Y “SANTA COLOMBA DE CURUEÑO – ERMITA DE SANTA ANA – CASTILLO DE SAN SALVADOR”.

15-04-12               (Domingo)

Una de cal y otra de arena. Eso es lo que nos está pasando este año con las rutas programadas. En plena primavera hemos sufrido de nuevo los rigores de un invierno tardío que nos descoloca los planes previstos para cada actividad. La nieve, que apenas ha caído en cotas altas durante los meses pasados, llega ahora a las puertas de la misma ciudad de León. Eso es lo que nos ha sucedido este domingo en mitad del mes de abril. Con todo ello, y a pesar de la total improvisación, no resultó mal del todo éste, con sus más y sus menos, como luego apuntaré.
La ruta programada para hoy era la ascensión a los picos Huevo y Faro, en Vegarada. Ya desde el día antes comprobamos que era prácticamente imposible acceder a la parte alta del puerto por la nieve acumulada y la borrasca que teníamos encima. Aún así nos reunimos en Guzmán los 9 participantes: Miguel A., José A., Álvaro, Marcial, Piedad, Nati, Antonio, Tiquio y yo dónde de decidimos encaminarnos hacia dicho puerto pero ya con alternativas en mente.
Salimos de León a las 8:00 horas en los coches de Tiquio y José A. por la carretera del Torío, viendo caer los primeros copos en Villaquilambre. El cielo cubierto dejaba ver tan solo algunos pequeños claros que desparecían cuanto más al Norte se miraba. Los prados ya estaban blancos antes de llegar a Robles de la Valcueva, aunque la carretera se mantenía bastante limpia. Las cimas estaban ocultas tras el velo de niebla y nieve. Así llegamos a La Vecilla dónde paramos a deliberar un momento decidiendo seguir con dirección a Boñar en el que paramos minutos más tarde a tomar un café. Allí comentamos varias posibilidades entre las que estaban, una ruta por la zona de Orones, o la de los cuatro pueblos de Reyero e incluso el bosque de Pardomino. Proseguimos el viaje hacia la primera opción mientras parecía que se abrían más claros en el cielo. Llegamos así al desvío de Orones donde encontramos la carretera de acceso totalmente cubierta por la nieve. Eran las 9:50 horas.
En una parada del coche de línea aparcamos los coches y nos preparábamos para hacer una ruta por el valle y colladas de Orones cuando de pronto volvió a cerrarse y a nevar copiosamente cubriendo en pocos minutos el asfalto. Visto lo visto, optamos por meternos de nuevo a los coches y tirar hacia abajo y hacer la del bosque de Pardomino, que muchos no sabíamos que era reserva protegida, adelanto. Bordeando el pantano del Porma nos tuvimos que detener para echar una mano a un joven al que se le había ido el coche hacia la cuneta y estaba intentando sacarlo. Entre todos, empujando un poco, salió sin problema. Unos metros después nos cruzamos con la máquina quitanieves que subía hacía Valdelugueros.
Llegamos así a las inmediaciones de la caseta de la presa dónde aparcamos, aunque tuvimos que moverlos luego unos metros más adelante a un apartadero ya que allí no se podían dejar. A las 10:40 horas, mochilas al hombro, emprendíamos la marcha por la carretera que habíamos llegado hacia la entrada del bosque de Pardomino. Seguía nevando y así entramos en el camino del bosque cubierto por una buena capa blanca. Podría escribir muchas líneas describiendo lo bello que estaba el paisaje nevado con tramos que parecían túneles sobre nosotros, pero me quedaría corto. La arboleda y arbustos que nos rodeaban se combaban bajo el peso de la nieve que tenían. A algunos nos recordó el paisaje visto en Cantabria cuando nos levantamos el tercer día en Pejanda.
Tras un tramo recorrido llegamos a un merendero con una fuente, una barbacoa y varios bancos. Tras las sebes de los prados vimos algunas vacas. Fue poco más adelante cuando vimos aparecer por detrás un todoterreno que paró al llegar a nuestra altura. Era el guarda de la reserva que nos preguntó y nos informó de la prohibición de acceder al bosque sin autorización. El grupo ya se había dividido y no teníamos cobertura para avisar a los que iban por delante. Nos dejó detrás y seguimos avanzando hasta llegar poco después a una barrera que prohibía el paso y dónde había dejado él el vehículo. No tardamos en encontrarlo con otros compañeros hablando, aunque faltaban más. Pues bien, aquí fue dónde comencé a mosquearme por lo de siempre y con el de siempre. Por delante se habían escapado José Antonio con Piedad y Miguel Ángel sin esperar por nadie. Cómo es posible que en el tramo que habíamos recorrido, algo más de un kilómetro, nos sacasen el doble. Eso no es ir a caminar, eso es ir a hacer maratones, y lo he dicho mil veces. Me costó una buena carrera cuesta arriba para alcanzarles, porque además es qué si no, no les vemos hasta la vuelta.
Total que nos dimos la vuelta, y disfrutando del bello entorno, a pesar del momento, salimos a la carretera. Ah¡ tuvimos que echar a las vacas hacia atrás ya que nos seguían hacia ésta. Ya el guarda nos había dicho que no dejásemos las cancillas abiertas, aunque por lo visto ya estaban así cuando pasaron los primeros.
De nuevo reunidos donde los coches, a las 12:15 horas, volvimos a dilucidar qué hacer. Hubo discrepancias y algo de mosqueo por parte de alguno, pero al final se decidió por mayoría bajar hacia La Vecilla y llegarnos a Gallegos de Curueño para hacer una ruta por bosque hasta una ermita en lo alto de un cerro. Al final no era en Gallegos, sino en Santa Colomba de Curueño dónde comenzaba la subida. Allí aparcamos los coches y de nuevo con algunos copos escapándose, emprendimos la marcha cuando eran las 13:00 horas.
En lo alto del cerro se podía ver la ermita de Santa Ana hacia el Este. Atravesamos un puente sobre el río Curueño en el que vimos algunos pescadores y llegamos a una bifurcación. Una joven en un coche nos indicó que la subida era el ramal derecho y poco después, en otro desvío, había un indicador a la misma con referencia a su antigüedad, datándola del siglo XVI.
No metimos entonces entre un bosque de encina siguiendo un ancho camino que daba algunos giros y con fuerte repecho en su comienzo; también hubo quien atajo por el bosque. Poco a poco íbamos viendo más amplio el valle sobre el que se abrían algunos claros. En media hora llegamos a la ermita emplazada en una pequeña explanada del monte.
La misma era de piedra y cubierta de tejas. Tenía una espiga con una campana y una cruz en su parte alta y dos penachos blancos a los lados. A ambos lados de la puerta se abrían sendos ventanucos. En la campa, a unos metros del edificio, había un belén con numerosas figuras en un círculo de piedras y cubierto por musgo. Aprovechando la tregua que nos daba el día nos acomodamos a comer allí mismo, con el pueblo a la vista y parte del valle.
Unos 45 minutos más tarde nos pusimos de nuevo en marcha, esta vez en plan exploradores. El camino terminaba allí, pero nos metimos bosque arriba aprovechando que no estaba muy tupido. Además se entreveía un pequeño sendero apenas perceptible. En pocos minutos llegamos a los restos del castillo de San Salvador, del siglo X, del que quedan algunos trazos de muros y poco más. Sí es evidente la ubicación del foso y el recinto que ocupaba. Era curioso ver un árbol a caballo en uno de los muros en cuyo doble tronco están incrustados numerosos cantos. En él podía verse también algún vestigio del fuego. Lo cierto es que era un tanto fascinante estar en dicho lugar histórico.
Atravesamos de nuevo lo que era el antiguo foso para seguir subiendo por el bosque en medio de una loma que caía hacia dos vaguadas. Cada vez iba escaseando más la arboleda y su lugar era ocupado por altas escobas que dificultaban el avance. Ahora se encontraban totalmente cargadas de flores moradas que formaban un tupido manto casi a nuestra altura. Yo me quedé rezagado cambiando la cámara al terminárseme la batería de la pequeña. Ésta es la que uso con mal tiempo y tuve que sacar la “buena”. En el cielo se seguían alternando claros y nubes que dejaban escapar chispas de agua-nieve de vez en cuando.
Así, peleando con la maleza, salí a una ancha pista en la que ya estaban los compañeros. La misma transcurre por la loma que divide los valles del Curueño y el Porma por cuya vertiente vimos un gran pinar. Por ella caminamos dirección Norte describiendo algunos altibajos hasta llegar a un desvío en el que un ramal a la izquierda bajaba hacia el valle de Santa Colomba. Cambiamos también de dirección a Suroeste contemplando frente a nosotros la loma por la que habíamos subido y el cerro del castillo. También allí habían plantado pinares entre los que bajaba la pista dando alguna curva por la vaguada. En ellos vimos numerosas piñas.
Poco a poco fuimos perdiendo altura con el pueblo también a la vista hasta pasar bajo la ermita. En esa ladera podía verse un gran pedrero escarpado. Ya en la parte baja pasamos al lado de una finca en la que dos grandes perros nos ladraron al paso. Así llegamos al punto dónde nos habíamos desviado anteriormente hacia la ermita y por cuyo ramal venía Nati, que no había querido seguirnos desde la misma. Enseguida atravesamos el río Curueño llegando a los coches cuando eran las 15:50 horas.
Decidimos entonces entrar a tomar un refrigerio en el cercano bar-restaurante en el que estuvimos una media hora. Ahora se estaba bien al sol exterior y allí hicimos las cuentas de la salida antes de emprender el regreso a las 16:40 horas. Por la misma carretera nos dirigimos hacia Barrio de Nuestra Señora donde giramos por la de Santander hacia la capital. Sin novedades recorrimos estos kilómetros antes de llegar a León a las 17:20 horas. Pasamos por delante de San Marcos dónde vimos una concentración de SEAT 600 y sin más terminamos el viaje en Guzmán.
Queda así resumida esta atípica salida de montaña que al final no resultó tan perdida. Con la climatología que teníamos y las circunstancias añadidas, no podemos pedir más. Eso sí, otra ascensión pendiente que nos queda por detrás, y van 3 ó 4 este año.