lunes, 22 de marzo de 2004

CASARES DE ARBÁS-COLLADO GISTREO-VIADANGOS-CASARES DE ARBÁS 21-03-04


1ª TRAVESÍA “CASARES DE ARBÁS-COLLADO GISTREO-VIADANGOS-CASARES DE ARBÁS”.

21-03-04        (Domingo)

Continuando con el programa del club para este año, hemos salido a realizar esta bonita travesía por el cercano Valle de Arbás, entre las comarcas leonesas de Luna y Gordón. Esta ruta está recogida dentro de los catálogos de la fundación “Cuatro Valles”, de los que ya hemos hecho varias actividades. En esta ocasión se trataba de una marcha que recorre parte del Valle de Arbás por la zona de la Sierra del Turrón y la de Chagos. Las mismas se sitúan al norte del valle teniendo como referencia cercana las conocidas “Tres Marías”. El transcurso de la misma queda reflejado en el siguiente relato.
Con algo de retraso sobre la hora acordada llegó Miguel a recogerme cerca de casa. Nos dirigimos entonces a Guzmán donde ya esperaban varios componentes más. Pasadas las nueve de la mañana salimos de León por la carretera de Asturias deteniéndonos poco después en la primera gasolinera. Allí estaba Javier F. con un amigo suyo que iban a la misma zona pero con otras intenciones. Ellos llevaban su coche y nosotros íbamos en el de Luis y en el de José F. Según avanzábamos se oscurecía más el panorama. En la misma panadería de la vez anterior paramos a por pan teniendo que retroceder un poco hacia Villamanín para coger la carretera del Valle de Arbás.
Tras pasar por los pueblos de La Tercia llegamos a Casares de Arbás donde comenzaría la ruta. En este nos esperaba también Ricardo, que había venido por el otro lado desde San Emiliano. Allí nos preparamos para la marcha que comenzamos poco antes de las 10:30 horas.
Javier y su compañero se dirigían hacia el pico Ortigal mientras que nosotros comenzamos a seguir las indicaciones de las diferentes señales de la ruta. Apunto aquí el nombre de los diez participantes que en esta ocasión hicimos la ruta y que éramos: Luis, Ricardo, José F., Jorge, Sonia, Carmen, Guiomar, Roberto, Miguel y yo.
Del pueblo salimos por un camino hacia el noroeste teniendo Las Tres Marías a nuestra izquierda. Esta pista comienza ascendiendo suavemente metiéndose en un valle por el que baja el arroyo Casares. Poco a poco fuimos bordeando estas cimas que antes veíamos claramente y en las que ahora se cerraba la niebla. En una pequeña vega había un refugio entre la nieve que ya comenzábamos a pisar. A nuestra derecha se alzaba la sierra del Turrón y más adelante la de Chagos, las cuales teníamos que bordear completamente. Sin darnos cuenta habíamos ido cambiando el rumbo y nos dirigíamos hacia el noroeste. Bruscamente dimos otro giro completo y tras un fuerte repecho alcanzamos la collada de Gistreo, (1628 m). Eran las 11:30 horas.
Desde la misma teníamos una amplia vista de parte del Valle de Arbás con Casares al fondo. Allí nos sacamos una foto de todo el grupo con esta vista detrás. Ahora comenzamos a descender hacia el valle del río Viadangos por el mismo camino ahora cargado de nieve. Algunos decidimos ponernos las polainas mientras otros las habían dejado abajo muertas de risa. La pista trascurría ahora por una ladera norte entre un pinar de gran belleza. Las cumbres estaban completamente cubiertas de niebla que por suerte no llegaba a descender hacia el valle.
La gran cantidad de nieve acumulada en el camino nos hacía avanzar a veces lentamente. De vez en cuando metíamos la “pata” hasta la cintura, como Guiomar, a la que tuvieron que sacar de una de estas al quedar el pie atrapado abajo. El paisaje, por otra parte, era realmente espectacular. Parecía uno de estos que salen en las películas de Alaska con los bosques nevados. Ya no digo nada cuando se abría un claro encima de nosotros y lucía el sol radiante unos minutos.
La pista hizo unos pequeños zigzag hasta llegar al fondo del valle, pero con tanta nieve llegamos a perderla. En el arroyo había numerosas cascadas a las que me acerqué para fotografiar. Atravesamos éste a la parte contraria para encontrar el camino en la misma. El valle era amplio quedándonos ahora la sierra de Chagos a la derecha. Entre ésta y la del Turrón se encuentran unos lagos que Carmen había visto en una ocasión y que, de no ser por la climatología, hubiese estado como opción en la marcha.
Mas o menos siguiendo el camino, que no era fácil por otro lado, fuimos descendiendo siguiendo el curso del río hasta alcanzar un pequeño refugio en el que decidimos parar a comer. Era la una de la tarde y a algunos les parecía pronto, pero el lugar era bastante apropiado.
Se trataba de una pequeña caseta recientemente construida a la que faltaba la puerta y como sustitución habían colocado una de madera sujeta por dos tablas en cuña. Dentro había una chimenea, una silla y una mesa. Roberto enseguida encendió fuego con la leña que se almacenaba en un rincón. Yo tenía los pies mojados del todo y no los sentía de frío. Fuera se iba cerrando cada vez más de nubarrones y la niebla se veía mucho más baja. Unos dentro y otros fuera comimos plácidamente en aquel lugar. Por su parte, Sonia llevaba una botella de champán que bebimos para celebrar un triunfo del que no viene a cuento comentar.
Poco después de las 14:00 horas emprendimos de nuevo la marcha. El camino ya ni se veía y fuimos bajando por donde mejor nos convenía. No tardamos en divisarlo por la parte contraria del río y trabajo nos costó cruzar éste. Además los prados estaban encharcados y al pisar la nieve no sabías si te ibas a hundir o no. Por su parte, Miguel y Jorge continuaron por la otra rivera mientras nosotros íbamos ya por el camino. En la ladera de enfrente veíamos una bonita cascada que fotografié a pesar de estar bastante lejos. La ventaja de la cámara digital es que luego puedes desecharlas si no quedan como quieres.
De nuevo fuimos cambiando de dirección ahora hacia el sureste. Miguel y Jorge habían encontrado también un camino que resultó ser el más acertado. Ahora teníamos que atravesar nosotros de nuevo el río y no había por donde. Un paso que había de cemento estaba cubierto por la riada. Algo más abajo había una especie de presa en construcción por la que tampoco era posible atravesar. Por ello decidimos continuar por aquel lado ya fuera de camino o senda existente. Yo me había adelantado para buscar un paso, pero sin éxito alguno. Cuando el río se dividía en dos ramas, una era fácil, pero la otra no tanto. Cuando ya lo había conseguido, ya bastante abajo, me dice Roberto que luego hay que volver a pasarlo de nuevo. Con las mismas vuelvo a la misma orilla y al resto ya ni les mando pasar.
Poco a poco fimos bajando por la ladera hasta llegar a un lugar donde el caudal está canalizado por debajo del camino y logramos alcanzar éste. Por detrás nos queda una ramificación del camino que traían Jorge y Roberto y que se dividía en dos, la pista en la que nos encontrábamos y otro camino más antiguo. Jorge y Sonia, que eran los que habían hecho la ruta hace tiempo, decían que era aquella la usada por ellos en aquella ocasión. Por otro lado, viendo el mapa vimos que la ruta seguía por el otro ramal de la parte contraria del río. Uno de ellos pasaba por Viadangos y el otro, en el que nos encontrábamos, no.
Optamos entonces por seguir la ruta marcada y retrocedimos unos metros para coger aquel camino. Por él subimos unos metros ladeando los altos de Las Cruces y La Fuxaca. De frente teníamos una vista preciosa de la cima del Fontún. Por detrás veíamos bajar la niebla a pasos agigantados detrás de nosotros, pero curiosamente no llegó a cubrirnos en ningún momento de la travesía.
Lo que primero vimos de Viadangos fue el cementerio. El pueblo, un poco metido tras la ladera, tardamos en divisarlo. Sobre las 15:20 horas entramos en él por una calle al final de la cual vimos un indicador de la ruta. Como el tiempo no acompañaba no entramos a ver dicho pueblo, si no que salimos enseguida por otro camino que comenzaba a subir hacia la segunda y última collada de la ruta. De Javi ya había recibido una llamada diciendo que estaban en Casares comiendo tras haber subido a la mas alta de Las Tres Marías en vez de al Ortigal por un error de orientación.
Poco a poco comenzamos a ascender hacia la collada de la Sierra del Turrón. A unos 700 metros del pueblo nos encontramos con el cruce de la pista por la que hubiésemos venido de no haber cambiado anteriormente la ruta. El camino dio un giro brusco hacia el interior del macizo comenzando a pronunciarse la pendiente. Tras unos 9 kilómetros recorridos, y después de haber comido, costaba echar las piernas adelante. Ya bastante arriba y echando la vista atrás, divisamos el pueblo de Viadangos e incluso Villamanín debajo del pico Fontún. Realmente era una vista de las mejores de la ruta.
Desde la salida del pueblo había comenzado a caer una especie de granizos pequeñitos, pero que con la fuerza del viento hacían hasta daño en la cara. Pues bien, ya en la collada se acentuó la fuerza de la borrasca y durante un rato nevaba copiosamente. El día en esos momentos era completamente invernal. A nuestra izquierda se alzaba la cumbre de peña Muerca, con 1617 metros. Nosotros estábamos en la collada a unos 1425 m
En un día despejado hubiésemos disfrutado de una vista extraordinaria de todo el Valle de Arbás, pero ahora los nubarrones lo cubrían todo dejando solo algunos claros a lo lejos. También hay que decir que el paisaje así tiene igualmente su encanto. De nuevo veíamos Casares en el fondo de la cuenca y el camino que bajaba hasta llegar a la carretera un kilómetro antes de éste.
Ya bajando fue cesando la fuerza de la ventisca. Por detrás quedamos Carmen, José, Sonia y yo. La pendiente se acentuó en este tramo bajando unos 100 metros en poca distancia. Cuando estábamos hacia la mitad vimos a algunos ya en la carretera y otros a punto de salir a ella. Sin dificultad la alcanzamos nosotros también y en pocos minutos recorrimos ese kilómetro restante hasta Casares de Arbás. Sobre las cinco entramos en dicho pueblo y nos metimos en el bar donde estaban los compañeros que habían llegado antes junto con Javi y su colega.
Allí tomamos un café tras lo cual salimos para emprender el regreso. Algunos se cambiaron antes. Yo, como en esos momentos arreciaba de nuevo el agua-nieve, decidí no quitarme ni las botas, y eso que tenía los pies encharcados.
Sobre las 17:40 horas nos pusimos en marcha hacia León. Hasta llegar a Villamanín continuó el panorama igual, pero a partir de allí se fue despejando y no llegó a verse nube alguna. Es increíble como puede cambiar la climatología tan bruscamente en escasos kilómetros.
Sin contratiempo alguno llegamos a León acercándonos Luis hasta Guzmán donde Miguel tenía el coche en el que me acercó a casa.
Otra jornada más transcurrida en el bello entorno de nuestra montaña leonesa. Por mi parte, un nuevo lugar más que he conocido y que verdaderamente no me defraudó en absoluto, a pesar de lo irregular de la climatología.














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