lunes, 28 de julio de 2003

URBIÓN (Duruelo de la Sierra - Soria) 27-07-03

 


1ª ASCENSIÓN AL “URBIÓN”. (Soria).

27-07-03        (Domingo)

Tras anular una salida programada por el grupo para ascender al pico Canto Carbonero, he realizado esta otra ascensión con la que me quedé con ganas cuando se hizo con el grupo hace un mes. En esta ocasión la proyecté de forma particular y solo me acompañó Carlos Gil, uno de los dos que había ido ese día y al que no le importó repetir la experiencia.
Tras un comienzo de jornada con la climatología un tanto revuelta, la suerte nos acompañó milagrosamente para disfrutar del resto del día en el que aconteció todo lo narrado a continuación.
A las 7:30 horas pasé a recoger a Carlos por casa de su suegra aquí en Armunia, donde había pasado esa noche. Enseguida salimos por la nacional hasta coger la autovía de Burgos cerca de Cembranos. Tras una noche de lluvia, el cielo se había despejado en esta zona. No así hacia la que íbamos, donde se cerraban negros nubarrones en la lejanía.
Sin novedades fuimos avanzando por esta vía rápida metiéndonos de lleno bajo las oscuras nubes que de momento contenían el agua. Así llegamos a Burgos por el que atravesamos para salir por la autovía de Madrid, desviándonos poco después por la N-234 hacia Soria. Yendo por la misma comenzó a descargar un fuerte aguacero mientras las nieblas bajas cubrían las cimas y cerros cercanos. Esto nos desanimó visiblemente al ver que no había indicios de mejoría por parte alguna. Ya en Salas de los Infantes dejamos esta carretera y cogimos la comarcal hacia Duruelo de la Sierra desde donde se comenzaba la ruta aproximadamente. En una gasolinera llené el depósito de la furgoneta antes de continuar el viaje hacia este pueblo.
Según nos íbamos acercando dejó de llover aunque se mantenía la niebla en las cimas. Así llegamos a este pueblo por el que pasamos antes de salir por una carretera que conducía hacia la falda de la sierra de Urbión. Por esta calzada entre bonitos bosques de pinos ascendimos unos cinco kilómetros hasta que se terminó el asfalto en un desvío. Como apunté destacado, reflejo el susto que nos dio una vaca que salió de entre los pinos hacia la carretera al pasar nosotros.
En dicho cruce tomamos la pista de tierra de la derecha subiendo por ella otros dos kilómetros bien a gusto hasta donde había una pequeña explanada para dejar los coches. Allí había otros tres o cuatro vehículos más. Tras aparcar el nuestro, nos preparamos para la marcha que comenzamos a las 10:35 horas.
Por la pista que continuaba unos metros más, y que ya solo era apta para todoterrenos, nos encaminamos por el medio del bosque mientras las nieblas corrían por encima de nosotros. Como digo, Carlos ya había subido hacía un mes y era el guía en la ruta. Unos metros más arriba se encuentra un refugio llamado “El Bunker”, el cual según Carlos habían pintado de esa vez para acá de color verde. A partir de allí continua una senda por entre los pinos marcada toda ella con señales roji-blancas de GR.
La pendiente en este primer tramo era acentuada, pero se llevaba bien. Hubo un momento que nos despistamos siguiendo otra senda, pero enseguida nos dimos cuenta y rectificamos atajando hacia la buena. A pesar de que la temperatura no era veraniega, íbamos sudando por causa de la cuesta mencionada. Entre algunos claros comenzamos a ver el pueblo abajo en el valle. La niebla pasaba por las vaguadas y los altos movida por el viento del sur.
Ya más arriba salimos del bosque hacia la ladera casi pelada de un valle por el que baja el río Duero en sus primeros metros de recorrido. La senda va a media altura de esta vaguada y continúa señalada por las marcas bicolor. En dicha ladera nos encontramos con un rebaño de vacas tumbadas en un trozo de pradera. La pendiente se fue suavizando, al contrario de lo que suele ser habitual en una ascensión, donde los tramos finales son los más pendientes salvo en los cresteos.
De esa forma llegamos a uno de los puntos cruciales de la marcha, el nacimiento del Duero. El mismo esta señalado con un cartel y simplemente se ve como mana un pequeño chorro de agua de entre las piedras. Allí tienen un canaleto de madera que estuvimos ajustando un poco para que se viese mejor el manantial. Aprovechamos para sacar una foto en este singular lugar, ya que no deja de ser el comienzo de uno de los principales río españoles. Es curioso conocer este sitio cuando además, como yo, has visto ese mismo río en la zona de los Arribes salmantinos o en Portugal, donde parece casi un mar.
De nuevo en marcha continuamos unos metros por entre las rocas de la parte baja del valle hasta coger de nuevo la senda. De arriba bajaban tres jóvenes con bici de montaña. Ahora nos dirigimos hacia una collada desde la cual divisamos la parte contraria del macizo. Entre los claros, cada vez más abundantes, divisamos una de las lagunas cercanas al pico situada en el valle por el que se baja hacia la Laguna Negra, en la que ya hemos estado hace unos tres años. Desde allí hay un buen trecho hasta llegar a la misma, ya que nosotros vimos el Urbión muy a lo lejos desde la parte alta de la misma.
Ya solo nos quedaba el último trecho hasta la cumbre y antes de llegar, como ya me había advertido Carlos, encontramos un particular sitio. En una pequeña explanada, entre enormes rocas de curiosas formaciones, han puesto una cruz metálica con un altar delante para celebrar romerías. Uno de los de un grupo que estaba por allí nos sacó una foto delante de dicho paraje. Una de las enormes moles tenía un gran boquete por el que se veía también el valle contiguo.
Ya con ganas de llegar, a pesar de la cómoda y rápida subida, emprendimos esta última tirada hacia la cumbre, también de aspecto singular como nunca había visto otra. Las enormes rocas erosionadas formaban grandes y estrechas grietas a través de las cuales alcanzamos la cima. Eran las 13:00 horas aproximadamente.
El hito estaba en lo alto de una de esas rocas y había que trepar para alcanzarlo, no teniendo la roca mucha mayor superficie que la base del mismo. Cercano, en otra de las moles, había una cruz con un Cristo. Abajo, entre las mismas, estaba el buzón y una placa con el nombre del pico y la altitud, 2225 m. Una pareja solamente estaba allí comiendo y luego llegó un joven que no tardó en bajar.
La alegría mía fue grande al ver como, aunque fuese solo entre grandes claros, pude disfrutar del paisaje desde la cima. En la lejanía se veían varios picos entre los cuales se encuentra el Moncayo. También los valles circundantes, como el que antes comenté que baja hasta la Laguna Negra. Carlos tuvo la suerte de poder disfrutarlo hace un mes con Miguel en un día de calor pero despejado.
Desde allí llamé a casa y a mis hermanas, que están en Logroño, prácticamente a la misma altura Este-Oeste en el mapa de España.
Habíamos decidido, dado la corta duración de la ascensión, dejar la comida abajo y no pujar por ella. Por ello, tras disfrutar del paisaje un rato, sacar unas fotos y dejar nuestra tarjeta de cumbres en el buzón, emprendimos el descenso ya que la niebla se volvía a cerrar a ratos e incluso un momento lloviznó.
Poco antes de las 14:00 horas comenzamos a bajar. Esta vez optamos por hacerlo más directamente hacia el valle sin pasar por la collada. De nuevo atravesamos por entre varias piedras de singulares aspectos hasta alcanzar la ladera de la vaguada por la que descendimos suavemente hasta llegar al sendero de subida dejando ya por encima el nacimiento del Duero. En el arroyo pudimos ver, como anteriormente, bonitas cascadas y pozas de agua cristalina. Con mejor temperatura incluso nos hubiésemos dado un remojón, pero no acompañaba este día de pleno julio. Sí sacamos una foto cerca de una de las cascadas.
Pasamos entre las vacas que antes habíamos visto en el mismo lugar mientras ahora se abrían cada vez más claros en el cielo. Así fuimos perdiendo altitud hasta meternos en el pinar donde los rayos del sol cambiaban totalmente el aspecto de por la mañana. Yo no podía por menos y saqué numerosas fotos plasmando estos efectos luminosos sobre el bosque.
No tardamos en divisar “El Bunker” y hacia él nos dirigimos. Este es de hormigón y con forma de cubo algo aplanado. A la entrada había grandes bolsas con basura y abrimos la puerta para verlo por dentro. El recinto es cuadrado de unos 8 metros cuadrados y en él tienen unos bancos, una chimenea y una especie de mesa. En una de las paredes vimos un mural pintado y con los nombres de los reformadores, creemos que un grupo de montaña o scout. Por la fecha que ponía supimos que lo habían terminado justo el día antes. El día que fue Carlos estaba inhabitable del todo.
Tras sacarnos un foto dentro reemprendimos la marcha de los últimos metros que nos quedaban hasta la furgoneta. Sobre las tres terminamos este descenso del que no nos podemos quejar mucho tras las perspectivas que veíamos.
Sin más nos pusimos en camino con intención de acercarnos hasta el Castro Viejo, un lugar cercano acondicionado como merendero y mirador. Ya rodando noté como la furgoneta me iba a tirones y salía humo azulado por el escape. Lo achaqué a que podía estar algo ahogada, aunque me mosqueaba. Llegamos al desvío de la carretera y de la otra pista por la que seguimos unos metros antes de detenernos en un aparcamiento del lugar. En una de las mesas nos acomodamos para comer tranquilamente a la sombra, ya que ahora el sol comenzaba a calentar.
Un rato estuvimos allí comiendo y descansando mientras veíamos a numeroso personal entrar al recinto. Tras ello dejamos las cosas en la furgoneta y entramos de nuevo para visitar este curioso rincón. Intentaré explicarlo, aunque hay que verlo para hacerse una idea del mismo.
Numerosas moles de piedra erosionadas por el agua emergían del suelo hasta varios metros de altura creando entre ellas paseos y lugares de mesas para comer o merendar a la sombra misma de dichas masas pétreas. A través de los senderos nos acercamos hasta un mirador sobre la ladera de la sierra desde el que contemplamos el valle donde se ubica Duruelo y Covaleda. Justo debajo vimos también bonitas formaciones y contrates de roca y pinos. El lugar realmente es idílico y apropiado para “fundir” también numerosas fotos.
Alrededor de las cuatro eran cuando decidimos ponernos ya de regreso. Tras unos metros por la pista salimos a la carretera de bajada al pueblo. La furgoneta seguía yendo a tirones y con humo raro en el tubo de escape. Aproveché una recta para acelerarla bien y yo creo que desahogó, ya que luego continuó bien el resto del viaje.
En Duruelo salimos a la general y de nuevo nos dirigimos hacia Quintanar de la Sierra, pueblo en el que acampamos hace tiempo cuando subimos a las lagunas de Neila y al pico Campiña. Desde él continuamos hacia Salas de los Infantes parando en otro pueblo intermedio, no me acuerdo cual, para sacar una foto del Urbión visto bastante a lo lejos.
Yo iba un poco “mosca” ya que no iba situado en el mapa y siempre me gusta saber por donde estoy viajando. Por ello ya no pude contenerme más y paré un momento a mirar el mapa y ver por que carreteras íbamos. Así pasamos por Salas donde cogimos la nacional Burgos hasta llegar a Hortigüela, donde optamos por desviarnos hacia Covarrubias a visitar este bonito pueblo.
Por una estrecha, pero bonita carretera casi encajonada, llegamos hasta el monasterio de San Pedro de Arlanza, ubicado en un enclave único de sublime belleza. Este edificio, mitad en ruinas, mitad reconstruido, se puede visitar en determinados días, estando cerrado en ese momento. Desde fuera se puede contemplar igualmente la estética maravillosa del recinto que dejé plasmada en numerosas fotos.
De nuevo en marcha recorrimos el resto de kilómetros hasta llegar a Covarrubias. Aparcamos la furgoneta y comenzamos un recorrido a pie por sus típicas calles. En dicha población también hay un camping en el que pasamos otro fin de semana cuando subimos al Cerro de Santa Bárbara y recorrimos el desfiladero de La Yecla, en Santo Domingo de Silos, a 17 kilómetros de allí.
La iglesia estaba abierta y entramos a verla un momento. Luego compramos unas postales y unas bonitas casas de cerámica para colgar de adorno en la pared. En un bar tomamos un refrigerio y nos acercamos hasta la oficina de turismo donde cogimos unos folletos.
La tarde había quedado veraniega del todo e invitaba a pasear en vez de conducir, pero había que hacerlo, así sin más volvimos a ponernos en ruta. Tomamos la opción de no salir de nuevo a la carretera de Soria, si no ir hasta Lerma y coger la autovía N-I hacia Burgos. Así, tras unos 22 kilómetros hasta esta villa, salimos la vía rápida por la que circulamos cómodamente hasta llegar a un desvío hacia la autovía de Valladolid.
En vez de entrar por Burgos como por la mañana, cogimos esta vía sabiendo que tenía, no sabíamos donde, una salida que empalmaba con la nacional que salía de éste y luego con la autovía nueva. Tras recorrer bien a gusto unos diez kilómetros encontramos dicha derivación por la que salimos a la nacional antigua que unía las dos ciudades. Por ella tuvimos que retroceder otros cinco kilómetros para poder entrar luego por fin en la autovía hacia León.
Con el sol de frente avanzamos kilómetros hasta entrar en nuestra provincia. Enseguida se encuentra el desvío a Sahagún, donde decidimos parar a tomar otro refrigerio. En una cafetería estuvimos un rato siendo casi las nueve cuando retomamos el viaje de nuevo por la autovía. Al terminar ésta salimos a la nacional por la que recorrimos los últimos 10 kilómetros antes de entrar en Armunia sobre las 21:30 horas y tras un total de 600 kilómetros. Fui primero a dejar a Carlos y enseguida terminé yo este largo viaje.
Y con ello dimos por finalizada esta completa jornada en la que cumplí uno de mis objetivos pendientes de este año al no poder hacerlo en la salida del club. Tanto el mirador del Castro Viejo, el monasterio de San Pedro de Arlanza y luego Covarrubias, completaron con creces la ascensión a este fácil, pero mítico pico de la sierra soriana.







































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