lunes, 11 de agosto de 2003

NOCTURNA "ARROYO DEL CABRITO" 09/10-08-03

 


VII TRAVESÍA NOCTURNA.

2ª TRAVESÍA “ARROYO DEL CABRITO”.

09/10-08-03

Unas salidas ya con tradición en nuestro club son las marchas nocturnas en época estival. En esta ocasión se programó la travesía por el bonito valle del arroyo del Cabrito, en las cercanías de Molinaferrera. En la misma participamos 6 personas: Toño, Carlos Gil, Antonio, Sergio, Elena y yo. Tanto el transcurso como su resultado fueron totalmente satisfactorios y de ellos doy cuenta en el relato siguiente:

SÁBADO 9
Como yo trabajé ese día por la tarde, tuve que retrasar la partida hasta que salí ya bastante anochecido. Eran las 22:30 horas cuando pasé a recoger a Antonio y emprendimos el viaje hacia Molinaferrera. Tras llenar el depósito de combustible salimos por la nacional hasta llegar a Astorga. Aquí tuvimos un pequeño despiste al coger la carretera, pero enseguida rectificamos y nos dirigimos hacia Castrillo de los Polvazares. Sin entrar en éste continuamos hacia Santa Colomba de Somoza, Lucillo y por fin llegamos a Molinaferrera sobre las doce. En éste estaban ya los otros cuatro compañeros que terminaban de cenar. En el pueblo había mucho ambiente y en un bar estuvimos tomando unas consumiciones.

DOMINGO 10
Tranquilamente nos dirigimos con los coches hacia la entrada del pueblo donde hay una iglesia de cuyo lado parte una pista que entra en el valle. Carlos era el que se acordaba de ello ya que a mí no me sonaba para nada. Circulando por dicha pista recibí la llamada de Jorge, otro compañero del club que no pudo ir y que quería saber por donde andábamos.
Tras varios metros por el camino aquel llegamos a una cancilla que tuvimos que abrir para atravesar un puente sobre el arroyo y continuar ascendiendo más bruscamente por la margen izquierda del mismo. Unos tres kilómetros circulamos por ese camino lleno de polvo que se levantaba a nuestro paso hasta llegar a unas cuadras donde empeoraba el firme. A su lado aparcamos los tres coches y nos preparamos para comenzar la ruta a la luz de una luna casi llena.
A la 1:00 hora, con las linternas en mano, o frontal en cabeza, nos pusimos en marcha. Al lado de la cuadra había un par de mastines cerca de los cuales pasamos. Aunque la luna nos quedaba muy a la izquierda y casi detrás de las lomas, se dejaba sentir su iluminación en el valle. Antonio iba con marcha y se adelantaba a todos. El problema es que íbamos pendientes de que no nos intentase dar algún susto, lo que no dejó de hacer. En el camino había trozos con agua y barro que sorteamos sin dificultad.
Nuestra intención era llagar a la zona de cabañas donde lo hicimos la vez anterior y acampar allí. Por ello llevábamos tres tiendas, Carlos una individual, Sergio y Elena otra y el resto la tercera que nos alternábamos para pujar. Por otra parte, habíamos decidido subir solo el desayuno y bajar a comer a mediodía.
No tardamos en llegar a la altura de la central hidroeléctrica situada por debajo del camino y cerca del río. Por la izquierda bajaban dos enormes tuberías por las que cae el agua de las laderas superiores. La pendiente era suave y la marcha se hacía cómoda. Además teníamos una temperatura ideal; incluso sudábamos por el ritmo que llevábamos, que no era lo que se dice lento.
Como digo, Antonio nos precedía, pero en un momento determinado se quedó detrás sin que nos diésemos cuenta. Yo me había quedado el último del resto y al mirar para detrás y verle me sorprendí. Si llega a hablar o tocarme sin darme cuenta hubiese votado del susto. Lo cierto es que, aunque sin lógica, en las marchas de este tipo da no sé qué quedarse el último y echar la vista hacia la oscuridad de atrás.
Al lado del camino vimos una especie de estanque donde se recogen las aguas que bajan por una vaguada y que sirve para detener el arrastre de piedras y tierra ladera abajo. Un filtro detiene todo ello antes de soltar el agua por una tubería bajo el camino hacia la parte contraria.
Charlando y demás llegamos al cruce de un arroyo que la vez anterior nos puso en apuros al traer bastante caudal y cruzar la pista por el medio. Esta vez no hubo tal problema y tras atravesarlo y recorrer unos metros más llegamos al final de la pista. Por un puente de madera pasamos el arroyo del Cabrito a la margen derecha continuando ahora por una senda entre vegetación baja y arboleda. La misma se encuentra bien marcada y no ofrecía duda alguna. Había tramos donde transcurría por roca y pegado a paredes de lo mismo. Hacía el río también teníamos trechos con fuertes desplomes. Aprovechando un recoveco de las rocas, Carlos intentó darnos un susto, pero el blanco de la camiseta le delató. También Toño “estaba en el ajo”.
Más adelante salimos a unos prados donde podían estar las cabañas. Con las linternas alumbramos los alrededores sin ver nada parecido. Los atravesamos y ladeamos otros pequeños cerros antes de entrar en una vega. Tampoco aquí se encontraba lo que buscábamos. En realidad no nos importaba mucho dar con ellas, pero sabíamos que había sitio para colocar bien las tiendas.
Cuanto más avanzábamos, más nos convencíamos Carlos y yo de que nos las habíamos pasado ya. Aún así decidimos continuar un trecho más adelante e ir buscando un lugar para acomodarnos. No nos fue fácil. A pesar de haber mucho espacio verde, las irregularidades del terreno no lo hacían apropiado. Eran las tres de la madrugada y decidimos comenzar a regresar con los cinco sentidos puestos en la búsqueda. Varios sitios encontramos con el mismo problema, parecían prados lisos y luego estaban ondulados del todo. También los numerosos excrementos de ganado los hacían inadecuados.
Tras retroceder unos 500 ó 700 metros dimos por fin con un pequeño espacio donde podían entrar las tiendas. Tan reducido era que no pudimos izar el avance de la nuestra al estar la de Carlos delante. Ya montadas se fueron metiendo en ellas. Yo, por no variar, no pude por menos de dar un poco la murga. El “viento” hacía mover las tiendas bruscamente a esas horas tan intempestivas.
Sobre las cuatro y cuarto nos metimos todos en las tiendas e intentamos dormir. Mi problema, como siempre, la almohada. Si no acomodo bien la cabeza no hay manera de dormir a gusto. Varias veces me desperté durante el resto de la noche.
Cuanto más avanzábamos, más nos convencíamos Carlos y yo de que nos las habíamos pasado ya. Aún así decidimos continuar un trecho más adelante e ir buscando un lugar para acomodarnos. No nos fue fácil. A pesar de haber mucho espacio verde, las irregularidades del terreno no lo hacían apropiado. Eran las tres de la madrugada y decidimos comenzar a regresar con los cinco sentidos puestos en la búsqueda. Varios sitios encontramos con el mismo problema, parecían prados lisos y luego estaban ondulados del todo. También los numerosos excrementos de ganado los hacían inadecuados.
Tras retroceder unos 500 ó 700 metros dimos por fin con un pequeño espacio donde podían entrar las tiendas. Tan reducido era que no pudimos izar el avance de la nuestra al estar la de Carlos delante. Ya montadas se fueron metiendo en ellas. Yo, por no variar, no pude por menos de dar un poco la murga. El “viento” hacía mover las tiendas bruscamente a esas horas tan intempestivas.
Sobre las cuatro y cuarto nos metimos todos en las tiendas e intentamos dormir. Mi problema, como siempre, la almohada. Si no acomodo bien la cabeza no hay manera de dormir a gusto. Varias veces me desperté durante el resto de la noche.
Nos levantamos y fuimos recogiendo las tiendas y desayunamos. Ya en marcha comenzaba a calentar el sol y disfrutábamos del valle con la luz diurna. Siguiendo el sendero cercano al arroyo fuimos avanzando hasta meternos entre un bosque en el medio del cual, y como anécdota lo cuento, encontré una moneda de veinte duros. Igualmente vimos las casetas que no habíamos encontrado por la noche al quedarnos ocultas desde el sendero tras unos matorrales.
Aprovechando el calor que hacía, nos metimos varios en el agua a refrescarnos. Estuvimos un rato allí antes de continuar caminando y alcanzar el puente de madera por el que pasamos a la margen contraria del cauce. Sin novedades descendimos poco a poco hasta llegar a la altura de las tuberías de la central. Unos metros más adelante llegamos al lugar donde teníamos los coches. Era la una aproximadamente.
Con ellos bajamos hasta Molinaferrera pero no entramos en él. Optamos por continuar por la carretera y así llegamos a Santa Colomba de Somoza. En este paramos a tomar un vaso y casualmente nos encontramos allí con un vecino y amigo nuestro.
Tras unos minutos emprendimos de nuevo el viaje buscando un lugar apropiado para comer. A ambos lados de la carretera se veía una gran superficie abrasada por el fuego. Sin detenernos llegamos a Astorga para proseguir por la nacional hacia León. Al llegar a la altura de Hospital de Orbigo decidimos desviarnos y entramos hacia el merendero cercano al río. Aquí nos acomodamos y comimos tranquilamente mientras por el oeste aparecían negros nubarrones. En un bar cercano tomamos el café y sin más, a media tarde, retomamos el regreso para llegar a León poco después.
Y así dimos por finalizada esta grata experiencia anual en la que salimos un poco de lo común practicando, eso sí, lo nuestro, el montañismo.



















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