lunes, 3 de octubre de 2011

SEN DE LOS MULOS (Los Beyos - Asturias) 02-10-11

 


1ª ASCENSIÓN AL PICO “SEN DE LOS MULOS”. (Asturias).

02-10-11                (Domingo)

Primera salida del club de montaña este mes de octubre para ascender al pico Sen de los Mulos, en Asturias. Dicha cumbre está emplazada en la parte superior del desfiladero de Los Beyos, por encima del pueblo deshabitado de Tolivia.
Tras algunas bajas de última hora, quedamos en 10 los participantes de la excursión a los que añadimos dos más que fueron por su cuenta y a los que ni vimos, Javi F. y Ricardo. El resto de participantes lo formábamos: Nati, Camino, José Pedro, Álvaro, Mª Jesús, Tiquio, Guillermo, Antonio, José Antonio y yo.
A las 7:30 horas habíamos quedado para salir de Guzmán, pero esperando por una componente que no llegó, nos retrasamos hasta casi las ocho. El trayecto lo hemos realizado hasta Puente Villarente y Boñar para luego girar hacia la carretera de Riaño. Dejando atrás esta localidad descendimos luego el puerto Pontón y Oseja de Sajambre, donde tomamos un rápido café, antes de entrar en el bonito desfiladero de Los Beyos. En dicho pueblo decidieron quedar Nati y Camino para hacer una ruta por las cercanías. Poco antes de abandonar la provincia leonesa aparcamos los coches en un pequeño lugar cercano a las paredes del mismo.
A las 10:40 horas emprendimos la marcha por la misma carretera hasta llegar al lugar de referencia que llevábamos en la hoja de ruta y que se emplazaba en el punto kilométrico 127,8. Cómo los puntos en la carretera no se marcan por cientos, íbamos viendo dónde podía comenzar el sendero que descendía hasta el río Sella tras el cual seguía la ruta marcada. No tardamos en encontrar dicho paraje al lado de una señal de peligro de desprendimientos donde nos sacamos una foto de grupo antes de meternos en la senda que descendía en sentido contrario al que traíamos.
Entre maleza y vegetación descendimos hasta llegar al puente Vaguardo, punto mas bajo de la ruta con 410 metros de altitud. Por dicho puente de madera cruzamos el río Sella comenzando a subir por la margen contraria entre más vegetación que casi cerraba el sendero. Llegamos enseguida a una bonita zona de paredes rocosas con cavidades en las que el musgo “manchaba” las paredes. Desde este punto volvimos a descender suavemente comenzándonos a dar el sol en esos momentos. Poco a poco fuimos girando a Oeste entrando en el valle del arroyo de Mojizo sobre el que atravesamos otro puente, el de La Espina. El mismo atraviesa un tramo encajonado del arroyo con varios metros de caída. Yo me he acercado hasta el borde del mismo, cerca de un tronco que sobresalía hacia el cauce, para que me sacasen una foto.
Pasamos este puente y comenzamos a ascender por otro sendero más abierto y de nuevo al sol que ya calentaba bien. Dejamos atrás algunos árboles solitarios y zigzagueamos ladera arriba ganando buen desnivel en este tramo. Contemplábamos ahora parte del desfiladero de Los Beyos por el que habíamos llegado. El grupo se había ido dividiendo quedando por detrás Mª Jesús y yo. Llegamos entonces a un bonito rincón donde de nuevo las rocas formaban una cavidad que atravesaba la pared. Nos sacamos unas fotos en medio de la misma y al lado de un tronco que salía de la misma roca. Abandonamos este lugar y enseguida nos encontramos con otro no menos curioso donde la pared se inclinaba a modo de techo bajo el cual crecían numerosos nogales en los que encontramos a José Pedro recogiendo frutos. En esos momentos no lo supimos, pero ahora comparando una foto de Internet y otra mía veo que estábamos viendo frente a nosotros la cima del Sen de los Mulos.
El paisaje era cada vez más amplio y bonito con la cumbre del Niajo al otro lado del valle. Ahora la senda transcurría sobre una fuerte caída casi a plomo sobre dicho valle. Este tramo nos llevó hasta una punta a modo de mirador frente a la Peña Niajo y el ramal del valle de Llue. A la vuelta de este vértice se encontraba el resto del grupo esperando. Eran las 12:40 horas.
Nos metimos ahora entre bosque ralo cuya sombra agradecimos. Yo iba muy cansado ya que llevaba una semana con gripe y la noche anterior apenas había dormido. Mi intención en esos momentos no iba más allá de llegar a Tolivia. No tardamos en ver los primeros resquicios del pueblo en forma de tapias de piedras. Eran las 12:55 horas y estábamos a 700 metros de altitud.
Tolivia es una aldea abandonada hace unos 50 años en la que vimos las ruinas de unas 10 viviendas. En la parte alta había alguna más. Además se encuentra la iglesia con el pequeño cementerio adyacente así como un hórreo en bastantes buenas condiciones. Muchas de las viviendas tenían cuadras adosadas y en otras podían verse aún numerosos objetos abandonados por los moradores. Los materiales de las mismas eran principalmente piedra, teja y madera y algunas de ellas se encontraban totalmente envueltas por la maleza. El emplazamiento era la ladera norte del valle, entendiéndose la que mira al sur.
Visto todo ello retomamos la marcha saliendo del pueblo por otro sendero hacia la izquierda dejando atrás una fuente fechada en 1924 por debajo de la cual manaba agua. La sombra que nos venía cubriendo desde antes del pueblo me había animado a seguir con tranquilidad al menos un poco más. El sendero se encontraba empedrado en los primeros metros y comenzaba a girar hacia el sur entre mas bosque. En este hayedo vimos numerosos ejemplares de raras formas y varios de ellos caídos. Tras un buen tramo con esa dirección, la senda describió un zigzag en la ladera entrando ahora entre un manto de helechos. En medio de los mismos había un gran árbol derribado cuyas ramas formaban una especie de araña gigante. Entre la arboleda comenzamos a ver algunas cumbres de Picos de Europa en los escasos claros que se abrían. Pasamos poco después por la collada de Cociyón en la que vimos los restos de unas majadas.
El grupo se había dividido de nuevo cuando comenzamos a subir un tramo de fuerte pendiente en el que el sendero serpenteaba entre los matojos y árboles. Gracias a que la sombra seguía cobijándonos, si no algunos hubiésemos “caído” en ese tramo ya que el calor que hacía al sol era de pleno verano. Éste se colaba oblicuamente desde el frente formando unos bellos efectos sobre los helechos y arboleda.
Eran las 15:30 horas cuando alcanzamos la collada de Llampara a mas o menos 970 metros de altitud con bonitas vistas de Peña Niajo y el valle cercano. Tras comentar la posibilidad de comer allí, decidimos adelantar un poco más. Enseguida vimos al resto de compañeros parados varios metros por delante y les indiqué que nos esperasen y reunirnos. Ahora sí veíamos más claros los Picos de Europa y relativamente cercano el pico Jario.
Subiendo por un sedo sobre el valle de Llue alcanzamos Guillermo, José Pedro, Antonio y yo el punto dónde habíamos visto a los compañeros sin encontrar nadie allí. Realmente me mosqueó este detalle y me enfadé muchísimo en ese momento. Ya no se trata de ir juntos o no, pero si en un determinado punto podemos reunirnos de nuevo estando como estábamos a diez minutos de ellos, no me parece razonable no esperar. Luego me comentaron que no me habían entendido.
Cómo no sabíamos cuanto nos quedaba y demás, decidimos comer allí mismo a la sombra ya que eran casi las cuatro de la tarde. Yo me debatía entre intentar llegar a la cumbre, ya que suponíamos que no tenía que quedar mucho, y por otro lado dar la vuelta allí mismo, tanto por el cansancio como por el mosqueo del momento. Había quien estaba conmigo y otros querían seguir un poco más.
Pasadas las 16:00 horas retomamos la subida metidos de nuevo en el bosque y siguiendo un sendero entre peña y arboleda por una especie de estrecha vaguada. La misma nos sacó en pocos minutos al Valle de Tolivia en el que encontramos los restos de más majadas. Frente a nosotros se elevaba una cumbre al fondo del valle tratándose del Sen de los Mulos, aunque no lo sabíamos con exactitud.
Este abierto valle era realmente bonito tapizado de verde pradera y moteado por helechos y matorrales de color marrón. También el gris de algunas rocas daban un tono multicolor al mismo. Tardamos un rato en ver a alguien ya en la cima y al resto de compañeros poco antes de comenzar el último tramo más empinado. Sólo la sombra de algunos solitarios árboles rompían la bella luminosidad que a esa hora de la tarde le confería el sol a dicho valle. El sendero seguía la ladera izquierda del mismo a media altura entre la cresta y el fondo, siendo muy poca la profundidad de éste.
De pronto me surgió otra dificultad añadida al cansancio ya considerable, los calambres en la parte delantera de los muslos que de vez en cuando me dan y que me impiden hacer fuerza para subir a veces con un dolor inaguantable. Procuraba beber líquido para hidratarme, aunque el calor que seguía haciendo nos recomendaba dejar algo para el descenso. No sabíamos si en el manantial de Tolivia podríamos coger o no agua.
Poco a poco fuimos los cuatro acercándonos hasta el último tramo final de gran pendiente, aunque no muy largo por fortuna. Cada uno lo cogimos por donde mejor nos pareció oportuno. Sabiendo lo poco que ya quedaba después de las horas que llevábamos, nos animaba a llegar por fin.
A las 17:00 horas alcancé la cumbre del Sen de los Mulos con 1505 metros de altitud. Realmente nos quedaba pasar a la verdadera, situada un poco más al Este, aunque estuvimos esperando a reunirnos todos para hacerlo. En la misma se encontraban los demás con los que sacamos una foto y dejamos una tarjeta en el buzón adherido a una cruz metálica. La vista era impresionante con los Picos de Europa al Este con cimas como La Conia, Peña Beza, Canto Cabronero, etc, o Peña Ten al Oeste. De nuevo viendo ahora otra foto en la Red reparo en que una de las cimas del Norte era el pico Pienzu, también ascendido por Álvaro y por mi hace tiempo. También se podía ver parte de Oseja de Sajambre. No se veía el pueblo de Tolivia, muy metido bajo la falda y entre bosque.
La altitud de esta cumbre de tan solo 1505 m demuestra lo poco que importa ésta con respecto al desnivel total que se asciende. Hemos estado en cumbres de más de 2000 metros habiendo subido solo 600 m de desnivel y en ésta habíamos hecho 1100 metros.
A las 17:50 horas emprendimos el descenso, también cada uno por una parte, unos por la Este y otros por el Oeste. En vez de llegar a la cumbre secundaria, nos echamos abajo por la vaguada del medio. El Valle de Tolivia seguía presentando una bonita estampa con los contrastes de sombras y luces.
Pasamos una zona llena de helechos antes de llegar ahora a la parte más baja. En ella podía verse el cauce seco de un arroyo que se metía en un hoyo del que solo podía salir subterráneamente. Dejamos atrás las ruinas de las majadas antes de meternos entre la arboleda hasta llegar al punto donde habíamos comido. Desde allí volvimos a atravesar el sedo sobre el valle alcanzando la collada en pocos minutos.
A las 18:25 horas entrábamos en el bosque en sí bajando con tiento la parte más empinada por peligro de patinazo con las hojas y tierra resbaladiza del sendero. En algunos troncos vimos varias setas pegadas. Ahora ya se notaba la oscuridad del atardecer dentro de la arboleda, aunque se seguía viendo perfectamente. Entre el ramaje vimos cómo las cumbres se iban tornando rojizas iluminadas por el sol poniente. Ya cerca del pueblo se abrió un poco el bosque llegando así a la fuente cuando eran las 19:20 horas. Un manantial salía por debajo del pilón y de él conseguimos coger algo de agua para beber.
Nos detuvimos unos minutos en este punto antes de retomar la marcha entrando a Tolivia unos metros más adelante. Antonio iba pendiente de buscar unas gafas de sol que había perdido a la subida en el pueblo y que al final encontró. De nuevo vimos Oseja de Sajambre al fondo del desfiladero de Los Beyos. La cumbre de Peña Niajo también se ofrecía anaranjada iluminada por los últimos rayos de sol. Por encima podía verse además la luna creciente.
Después de abandonar el pueblo, el sendero subía suavemente entre matorral saliendo luego a una zona rocosa donde daba el brusco giro de 180 grados. Tras el mismo se encontraba el tramo estrecho con fuerte caída lateral donde ahora sí había que extremar más el cuidado. Bajando se tiende a acelerar y allí un tropiezo podía resultar fatal. Con precaución pasamos este sedo y seguimos el descenso por la ladera hasta llegar a la zona de nogales donde el sendero se pegaba a la pared rocosa. Tras él, un nuevo tramo suspendido casi al vacío nos llevó a otro giro donde se encontraba la cavidad en la que nos habíamos detenido a la subida. Abajo ya podíamos ver gran parte del desfiladero que se iba oscureciendo metido en el fondo.
Con gran celeridad íbamos perdiendo altura en este tramo comenzando a bajar ya directamente hacia el río Mojizo donde atravesamos el puente de La Espina ya con visibilidad casi nula. Tras el mismo subimos entre la maleza ganando altura mientras cambiábamos el rumbo situándonos paralelos al desfiladero de Los Beyos. Dejamos atrás la zona de cavidades donde sacamos unas bonitas fotos nocturnas y enseguida comenzamos a descender con dirección al puente Vaguardo casi a punto de tener que sacar las linternas. Un último esfuerzo de subida hacia la carretera nos sacó a ésta cuando eran las 20:55 horas. En esos momentos sólo quedábamos por detrás Antonio, Mª Jesús y yo. Ahora sí saqué una linterna para señalar nuestra presencia en el asfalto. Hasta los coches nos quedaban unos 300 ó 400 metros que recorrimos en unos minutos terminando la marcha a las 21:00 horas. De Javi y Ricardo no habíamos sabido nada en todo el día y el coche ya no le habíamos visto desde la ladera de bajada.
Nos cambiamos un poco antes de emprender el viaje hacia Oseja donde estaban las compañeras Nati y Camino. En una terraza de un bar las encontramos y nos unimos a ellas para tomar un refrigerio. Nos sacamos allí una foto de todo el grupo y cuando eran las diez de la noche comenzamos el viaje de regreso a León. Con Tiquio veníamos Mª Jesús, José Pedro, Guillermo y yo mientras el resto lo hacía con Antonio. Al final, y cómo ya habían comentado, ellos se detuvieron en el camino a cenar en un bar de Sabero. Nosotros hicimos el viaje sin interrupciones hasta llegar a León cuando daba la media noche.
Resultó una dura jornada de montaña que algunos llegamos a comparar con la ascensión de Peña Rueda. Además del desnivel acumulado, añadimos la longitud de la ruta hasta la cumbre y la fuerte pendiente de la mayor parte de la misma. Apenas unos tramos llanos y otros de leve bajada que además luego siempre hay que remontar. Después de todo mereció la pena el esfuerzo por los paisajes vistos, tanto de bosque cómo desde la cumbre. El entorno del pueblo no dejó tampoco nada que desear.



















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