lunes, 4 de abril de 2011

LOS VALLINES - 03-04-11

 


2ª ASCENSIÓN AL “VALLINES”.

03-04-11        (Domingo)

Un domingo más hemos salido de montaña para ascender en esta ocasión al pico Vallines, en la zona de Portilla de la Reina. Con una mala previsión de tiempo, que se cumplió en parte, salimos de León a las 8:00 horas 7 de los 9 participantes de esta excursión: Piedad, Mª Jesús, Álvaro, Cundi, Nati, Alex y yo en mi coche y el de Álvaro. Por su cuenta iban Javi F. y Corín.
Por la nacional llegamos a Puente Villarente y allí giramos hacia Boñar. Por otra carretera salimos a la de Riaño en cuya población nos detuvimos a tomar un café. Algunos pidieron un pincho de tortilla y a la envidia terminamos casi todos tomando lo mismo. De nuevo en marcha, y con el cielo cerrado de nubes, llegamos a Portilla de la Reina donde nos desviamos hacia el puerto de Pandetrave. Poco después del kilómetro cuatro y antes del cruce del arroyo Vallines de Arriba con la carretera, aparcamos los coches en un prado cercano a la misma.
Tras prepararnos y sacar una foto de grupo, emprendimos la marcha por dicho valle cuando eran las 10:30 horas. Atravesamos el prado y salimos a un camino que comenzaba a ascender por el valle y enseguida nos colocamos paralelos al arroyo que bajaba por nuestra izquierda. Frente a nosotros se alzaba la cumbre de La Panda Vallines con las lomas cubiertas de una fina capa de nieve. Pasamos por encima del arroyo entubado y enseguida dimos un brusco giro de 180 grados con dirección a la majada de Machorril. No tardando abandonamos el ancho camino, que se dirigía a la misma, para coger un sendero en sentido contrario. Mas adelante atravesamos el arroyo de nuevo, esta vez saltando por las piedras, metiéndonos en una ladera moteada de blanco.
Desde abajo habíamos visto que se podía subir por la cresta de dicha loma y así lo hicimos. De momento nos encontramos con matorral bajo que más o menos íbamos sorteando. Poco a poco se fue complicando el tema y las escobas se hacían más altas y tupidas hasta el punto de no poder avanzar entre ellas. La única salida que vimos fue echarnos a la derecha e intentar bajar a la vaguada por la que ahora se veía un sendero. No fue fácil la empresa y tuvimos que pelear con las escobas, que terminaron por romperme del todo el pantalón impermeable. Unos trozos de celo me sirvieron para remendarlo y seguir con él puesto. Vamos, estaba para anuncio de marca de ropa deportiva.
Aquella vaguada se empinaba, pero al menos estaba limpia. Yo, que aún estaba convaleciente de la gripe que había amarrado en la anterior salida, no iba con intención de subir en absoluto. Llevaba una semana “echo polvo” y cansadísimo y había ido solo para despejar un poco. Al final lo tomamos con tanta calma que llegamos arriba la mayoría. Javi y Corín había salido escopetados desde el coche y Nati quedaba a su aire por detrás.
Por aquella estrecha vaguada seguimos avanzando con calma pero cómodamente zigzagueando de un lado a otro de la misma entre matorral bajo. La vista hacia atrás era cada vez más amplia y comenzábamos a ver numerosas cumbres de la zona como el Calar de las Corcadas, el Gildar o el Gabanceda. Algo más adelante vimos incluso algunas cumbres de Picos de Europa entre la niebla.
Ya bastante arriba entramos en una zona rocosa por la alcanzamos la cresta. Los de adelante nos esperaban a los más rezagados y así íbamos más o menos agrupados. Piedad y Alex se encaramaron a unas rocas cercanas por debajo de las cuales pasamos nosotros. Desde allí había que atravesar otra vaguada bajando unos metros antes de comenzar una nueva subida por la parte contraria. En la parte alta veíamos una gran roca hacia la que nos dirigíamos. Poco a poco fuimos viendo como la niebla cubría las cimas cercanas, lo cual desanimaba un poco. Alcanzamos así una pequeña collada por encima de aquella roca viendo el collado de Lurianeta frente a nosotros y casi a la misma altura. Eran las 12:45 horas.
Allí si se acumulaba la nieve sobre la que vimos las huellas de Javi y Corín. El tramo entre un collado y otro era casi llano y cruzamos cómodamente. Cundi y Alex se habían quedado por detrás y les esperamos allí, aunque solo llegó Alex, ya que Cundi había decidido abandonar algo más abajo. Tomamos un tentempié viendo la ladera que ahora teníamos que remontar entre la niebla no muy espesa. Tras esta breve parada retomamos la marcha comenzando la ascensión de lo que ya podía ser la cumbre. Al poco vimos bajar a los dos compañeros con quienes nos cruzamos enseguida. Nos comentaron que nos quedaba una media hora y que había nieve helada en algunos tramos, de hecho habían colocado los crampones, lo cual nos desanimó un poco. También nos dijeron que si seguíamos sus huellas podíamos subir fácilmente. Habían intentado pasar a la segunda cumbre y la nieve acumulada les echó para atrás.
Decidimos seguir adelante tranquilamente ya que la pendiente ahora se hacía notar. Tras un fuerte repecho pasamos por otro pequeño collado antes de seguir ganando altura. Poco a poco la nieve se hizo más abundante y terminó por cubrir todo el terreno, aunque comprobamos que había ablandado y no ofrecía problema alguno. Unos algo más adelantados y otros por detrás íbamos subiendo bastante cómodos. Yo iba sorprendido del aguante que iba teniendo, aunque bien es cierto que ayuda mucho ir a un ritmo suave y además en grupo. En la segunda cumbre, que tiene 3 metros más que esta primera a la que íbamos, vimos un par de personas.
Parecía interminable aquella ladera que no tenía fin. Apenas veíamos ya paisaje entre algunos jirones abiertos en la niebla. A las 14:00 horas alcancé la cumbre de este Vallines Occidental con 2140 metros de altitud. En el mismo solo un montón de piedras a modo de hito señalaba dicha cima. Entre ellas encontramos una tarjeta de cumbres de un club gallego y dejamos la nuestra. Nos sacamos una foto de grupo y decidimos bajar unos metros hasta otro picacho más al suroeste.
Fue en este tramo donde de nuevo me falló la cámara de fotos como en la anterior salida a Salamanca. El mismo error y el objetivo no salía. Al final he visto en Internet que es un fallo muy frecuente de esa marca. En casa conseguí desbloquearla, pero duró poco y ahora no va. Saqué su gemela, la que tiene la lente un poco rayada, para al menos poder tener algo.
Bajamos unos metros por la nieve procurando alejarnos de una cornisa volante que caía al vacío y pasamos por el picacho desde donde se veían parte de los valles que caen hacia el sur. Allí estaban los dos montañeros que habían estado en la otra cumbre y que según ellos era fácil.
De regreso a la cima, donde habíamos dejado las mochilas, había refrescado bastante. Se abrieron algunos claros entre los que pudimos ver los valles y cumbres algo más cercanas, aunque enseguida se cerraba de nuevo. Nos acomodamos en las rocas y nos dispusimos a comer abrigados. Estando en ello vimos como se desprendía parte de la cornisa de nieve de la cumbre por la que habíamos estado minutos antes. Aunque fue un trozo no muy grande, impresionó el ruido que provocó.
A las 14:10 horas emprendimos el descenso. Al final habíamos decidido no intentar el paso a la segunda cumbre. Por las mismas huellas de subida comenzamos a bajar. A mí se me habían quedado heladas las manos y me dolían los dedos. Los guantes térmicos se me habían mojado y tuve que ponerme los grandes, con los que no soy capaz a usar la cámara. Al final me dejaron unos más finos con los que era más cómodo.
Al bajar se notaba incluso que la niebla había derretido más la nieve y se resbalaba menos. Habíamos decidido variar un poco la ruta de ascenso y seguir a Javi y Cundi que se habían echado al valle de Luriana. Por cierto, desde parte de la ruta se veían los coches y ahora comprobamos que el de ellos ya no estaba.
En el collado nos echamos entonces hacia dicho valle bajando por una ladera totalmente cubierta de nieve. Como no podía ser menos, aprovechamos para hacer un poco de “culoskí” lanzándonos por la misma con o sin plástico. A ambos lado de la vaguada corrían sendas zonas rocosas con algunas paredes verticales. Fue bajo una de ellas donde vimos un gran manantial de agua que formaba allí mismo un arroyo considerable. Nos acercamos hasta él e impresionaba la gran cantidad de agua que manaba de la misma roca debajo de la pared.
Pocos metros nos restaban para el fondo del valle donde nos hicimos unas fotos con aquel circo de fondo. Siguiendo un sendero a media ladera fuimos perdiendo altura hacia un ancho camino de la parte baja de este valle de Luriana que transcurre paralelo al de Vallines de Arriba por el que habíamos subido. Tras un brusco giro de zigzag entramos en una zona de escobas altas que crecían a ambos lado del camino sin invadirlo. En la parte contraria vimos un pequeño refugio al que en otra ocasión se habían acercado algunos compañeros con los que iba.
Cómodamente íbamos descendiendo hasta entrar en un bonito bosque de hayas en el que aun quedaban infinidad de hojas marrones en las ramas. Entre el mismo vimos algunos tejos y varios troncos y piedras con verde musgo pegado. No tardamos en divisar la carretera que subía serpenteando hacia el alto de Pandetrave. Antes de llegar a ella pasamos al lado de un chozo circular de piedra muy bajo y con techumbre de palos.
A las 16:15 horas salimos al asfalto a unos dos kilómetros escasos de los coches. Como era bajada, costaba poco avanzar. Alex se había adelantado y el resto íbamos charlando tranquilamente. Escasos 15 minutos nos llevó llegar a éstos donde estaba Alex y Cundi leyendo un libro. En esos momentos salió un pequeño rayo de sol entre las nubes.
Allí nos cambiamos y sin tardanza emprendimos el regreso. En Portilla de la Reina nos dirigimos al bar donde estaba Nati. Nos comentó que había oído pasar una ambulancia y helicóptero a medio día. Por la prensa hemos sabido que cuando estábamos en la cumbre nosotros se produjo un leve accidente en la cara noreste del mismo pico en el que estábamos a un joven de Valladolid. Javi y Corín si lo oyeron.
Allí tomamos un refrigerio antes de salir hacia León a las 17:40 horas. El viaje de regreso transcurrió sin novedades y lo hicimos también por Boñar. A las 19:30 horas llegábamos a León y poco después dejaba a Mª Jesús en casa antes de llegar yo a la mía.
Aunque cansado, me sigo sorprendiendo de la resistencia que tuve para llegar arriba después del agotamiento que arrastré durante toda la semana. Sin duda la calma con la que lo tomamos y esa compañía en todo momento ayudó a conseguirlo. Si se va débil y además quedas solo, te echas atrás a la mínima.














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