lunes, 21 de mayo de 2012

CORRALINES - PEÑA CORREA - ALTO DE LAS LAGUNAS - CAMPO LAMOSO (Abelgas de Luna) - 20-05-12

 


1ª ASCENSIÓN A “LOS CORRALINES”, “PEÑA CORREA”,

“ALTO DE LAS LAGUNAS” Y “CAMPO LAMOSO”. (Abelgas).

20-05-12                    (Domingo)

Con tres meses y medio de retraso hemos vuelto a intentar la ascensión a Peña Correa, esta vez con éxito y ampliado con algunas cumbres más de la sierra en la que se emplaza. En esta ocasión decidimos emprender la subida desde Abelgas, en vez de Salce.
En Guzmán nos reunimos los cuatro participantes de esta salida: Álvaro, José A., Mª Jesús y yo, partiendo de allí a las 8:00 horas en mi furgoneta. En una hora llegamos a Abelgas, 1261 m, en el que aparcamos al lado de la ermita. Allí nos preparamos para la ruta mientras en el cielo se alternaban los claros y las nubes. Mochila a cuestas, emprendimos la marcha cuando eran las 9:20 horas por el valle de La Güeriza.
Enseguida entramos en un desfiladero dónde encontramos varias huertas al lado del arroyo y con unas tapias bajas de piedras que nos separaban de las mismas. Tras un tramo por el camino llegamos a un puente de piedra por el que atravesamos el riachuelo. A la salida del pequeño encajonamiento nos desviamos a la derecha abandonando la pista hacia un atajo algo más empinado y empedrado por el que subimos unos metros hasta salir de nuevo al camino tras evitar una curva.
Por este camino a media ladera del valle nos dirigimos hacia el Oeste mientras nos íbamos metiendo bajo la Peña Castillo. De continuo describíamos curvas siguiendo la orografía del terreno entre grandes escobas cargadas de flores amarillas. A medio valle cogimos una bifurcación un poco menos marcada que atravesaba el cauce para entrar en las praderías. En la parte alta veíamos una especie de edificio al que suponíamos se dirigía la pista principal. Nosotros llegamos poco después a la cabaña de La Vouga, 1400 m, otro refugio con un corral adyacente en la base del espolón Este de los Corralines. Eran las 10:40 horas.
Desde este punto comenzamos la verdadera ascensión encontrando cada vez mas roca en el terreno. Un sendero más o menos marcado nos iba guiando, aunque era difícil equivocarse. Unos metros más arriba nos encontramos lo que parecía los restos de un chozo redondo. La vista hacia atrás era amplia contemplándose el valle completo y algunas cumbres en la lejanía. En la parte contraria del valle veíamos el collado de Remansadero o Campo Lamoso, al que habíamos llegado en febrero. El verdor del paisaje era realmente intenso. Poco a poco fuimos notando el frío viento que soplaba del Norte y que iba acercando cada vez más los negros nubarrones de esa parte. Hubo que abrigarse un poco con el gorro y demás.
Zigzagueando por la empinada ladera fuimos ganando altura hacia una pirámide rocosa por encima de nosotros. Al llegar a un punto comenzamos a ver la nave ganadera y el refugio en el que habíamos estado comiendo en aquella ocasión. Nos acordamos entonces del paisaje totalmente nevado y cerrado de niebla que tuvimos aquel día y lo casi imposible que nos hubiese sido alcanzar la cumbre de haberlo intentado.
Poco a poco fuimos descubriendo también la gran cantidad de fósiles que se encuentran en esta zona. Vimos numerosas piedras a las que se les habían compactado ramas que ahora eran totalmente pétreas. Era curioso compararlas con los palos cercanos viendo la gran similitud entre éstos y los fosilizados.
Ya terminando la parte más pendiente atravesamos una zona de canaletas por las que trepamos sin dificultad alguna. La pendiente se hizo más llevadera tras este tramo al situarnos ya en la cresta de la sierra. José Antonio y Álvaro ya se habían adelantado y les vimos poco después en los picachos frente a nosotros. Escasos minutos después, cuando eran las 12:10 horas, llegábamos Mª Jesús y yo a la cima de los Corralines, 2011 m. En la misma había un hito de piedras entre el cual recogimos una tarjeta y dejamos la nuestra. Al Oeste, tras un cresterío considerable, teníamos nuestro principal objetivo, Peña Correa. Por el Norte corría el valle de Valverde, ruta también habitual para llegar a estas cumbres, y tras él numerosos picos de la sierra del Penouta que se emplazaba frente a Peña Correa.
En esta cumbre nos sacamos unas fotos y descansamos unos minutos. Apunto aquí que uno de los mapas que llevábamos tenía varios fallos en los datos, entre ellos la ubicación de esta siguiente cumbre. Según el mismo, la emplazaba en lugar del pico Formigones, aún más al Oeste, y dejaba sin nombre la real. También el siguiente, el Alto de las Lagunas, lo movía hacia un espolón que entraba por la mitad del valle. Vamos, como para fiarse.
Una media hora estuvimos allí antes de emprender el paso hacia el siguiente objetivo. En este tramo tuvimos que abandonar varias veces la parte alta de la sierra para rodear algunos riscos poco fiables e incluso infranqueables. Fue allí dónde pasamos bajo el único nevero de la marcha. Estaba al Norte y se mantenía con la nieve bastante endurecida. Este tramo entre ambas cimas se nos hacía un tanto pesado ya que tiene una longitud considerable. Desde el último collado se asciende una larga loma al final de la cual se encuentra la cima de Peña Correa.
A las 13:50 horas llegaba a la misma en la que otro hito de piedras marcaba la cumbre. También entre ellas encontramos un bote con tarjeta y dejamos la nuestra allí. Nos sacamos unas fotos en la cima antes de bajar un poco a la abrigada para comer. Hacia el sur, sobre la capital, se veían grandes cortinas de lluvia. Llamé yo a casa confirmándome que había descargado una tormenta hacía pocos minutos. Por el norte seguía cerrándose cada vez más y soplaba el viento más fuerte.
Eran numerosas las cumbres que se podían ver desde aquella altitud de 2067 m. Cercanas teníamos ahora el Penouta o La Cañada y hacia el Norte, apenas visibles entre las nieblas, todas las de la zona de Somiedo así como las dos Ubiñas, de las que solo la pequeña era visible. Al Este podíamos ver el Fontún, la Peña Portilla, Llamargones, Cerro Pedroso, Cirbanal, etc. Por el Oeste atisbábamos el Tambarón y el Nevadín entre otros.
A la abrigada comimos tranquilamente mientras comenzaban a escaparse la nieve en forma de granizos pequeños. Comentamos la posibilidad de subir al Formigones, de altitud similar a éste, aunque por mi parte no tenía muchas ganas. Me habían dado ya algunos pinchazos en las piernas subiendo y prefería no forzar. Había que bajar 120 metros a un collado y remontarlos luego.
José Antonio enseguida echó mochila al hombro y emprendió la marcha. El resto quedamos un rato allí disfrutando del paisaje y descansando cómodamente. La nieve dejó de caer enseguida y se abrían claros, aunque veíamos que eran pasajeros. Mª Jesús se había puesto un gorro tipo “Peruano” con numerosas lanas de colores colgando que le hacía parecer la cabeza de una muñeca de trapo.
A las 15:30 horas emprendimos nosotros el descenso hacia el collado sur. Habíamos decidido bajar todo el cresteo hasta llegar al collado de Remansadero. Perdimos altura hasta este cota remontando luego la ladera del Alto de las Lagunas. Por debajo veíamos a José Antonio que bajaba por el espolón intermedio hacia el Pozo de las Joyas, una laguna que habíamos visto en la cabecera del valle ya anteriormente.
Pasamos entre escobas y matorral bajo mientras íbamos viendo parte del valle del arroyo del Valle, valga la redundancia. Por éste teníamos que haber salido de Salce realmente para haber hecho más factible aquel día la subida, aunque las pendientes hacia él no tenían desperdicio alguno. En su cabecera se emplaza el pico La Cañada, ascendido por el club el pasado año, aunque yo no pude ir.
En pocos minutos alcanzamos la cima del Alto de las Lagunas con 2036 metros. Eran las 16:00 horas. También allí había un cúmulo de rocas entre las que vimos un bote con tarjeta. No nos quedaban más a nosotros y dejamos un papel a modo de ella. Desde aquel punto vimos parte de Salce y en la lejanía la punta de uno de los pilares del puente colgante de la autopista.
Con la amenaza de nuevo de los negros nubarrones emprendimos el descenso hacia otro collado tras el cual subimos un picacho más pequeño que en el mapa lo marcaba como La Cuerda, aunque en el “bueno” venía más al Este. Estando en esa zona comenzó a nevar de nuevo y el viento se intensificó. Era curioso ver ahora delante de nosotros grandes cortinas formadas por la ventisca y los rayos de sol que se colaban entre los nublados. Tras el paso de este frente se abrieron claros y nos dio el sol de lleno otra vez.
Desde esta pequeña cima atravesamos diagonalmente hacia la cresta principal por la que emprendimos la marcha. Al contrario que la parte de subida, de roca caliza compacta y blanca, esta otra sierra estaba formada por piedra suelta mucho más vieja y cubierta por el verdín típico de esa naturaleza. Ahora estábamos encima del Pozo de las Joyas y lo rodeábamos por la parte alta. En una pradera cercana se veía un refugio de colores vivos, paredes blancas con tejado rojo destacando en el verde.
Sin novedades seguíamos cresteando pasando algunos tramos un poco por debajo. Bajamos luego entre unas grandes rocas hasta el collado anterior a una gran torreta hacia la cual emprendimos la remontada. Desde allí se podía bajar a enlazar con un camino algo más abajo, que era lo que yo suponía que íbamos a hacer, pero al final decidimos seguir el cresteo y en pocos minutos llegamos a la torreta sujeta con grandes vientos. Pensábamos que era de antenas, aunque no se veía ninguna. Luego supimos que era para medir el viento de cara a los molino eólicos de la zona. Por eso sí se veían numerosos aparatos giratorios a diferentes alturas.
Fue nada más dejar atrás este punto cuando comenzamos de nuevo a sufrir otra ventisca, esta vez más fuerte. Los copos helados nos daban de lleno en la cara y llegaban a molestar traídos además por el viento frío norteño. Por eso evitamos el paso por la parte alta y nos refugiábamos al sur, donde se seguían viendo las grandes colgaduras de nieve. Como anteriormente, tardó unos minutos en pasar dejando de nuevo más claros. Nos metimos a la cresta aunque el viento sí seguía azotando.
Así llegamos al pico Campo Lamoso con una altitud de 1936 m. Allí no nos llegamos a detener ni dejamos señal alguna, aunque sí lo consideramos como cumbre “importante” ascendida. Desde ella se podía ver Salce completamente. Descendimos unos metros hasta una altiplanicie más herbosa y salpicada en los laterales con unas grandes formaciones rocosas. Desde el final de la misma pudimos ver también parte del puente de la autopista así como algunos retazos del pantano de Luna.
Con el collado de Remansadero ya a la vista emprendimos el descenso por una ladera llena de matorrales bajos que de momento no nos incomodaron. No sucedió lo mismo tras haber perdido unos metros de altitud. Allí nos pusieron en un aprieto las escobas que cada vez eran mas altas. Visto que nos íbamos a meter en “la boca del lobo”, decidimos ladear en línea recta de nuevo hacia la cresta sin perder ni ganar altura. Sin llegar a alcanzar ésta, procuramos ir pegados a la zona rocosa para evitar precisamente la molestia de los matojos. Allí dejamos atrás y por encima otra torreta metálica de gran altura.
Viendo que por debajo había un claro no lejano, Álvaro se decidió a atajar nuevamente metiéndose entre la maleza. De momento le dejamos que fuese él solo a ver cómo se desenvolvía. Comprobamos que avanzaba sin dificultad y entonces nos echamos Mª Jesús y yo tras de él. Sorteamos estas escobas sin mucha dificultad y salimos a dicho claro ya muy abajo. Encontramos entonces un reguero con un buen chorro de agua que debía de manar poco más arriba. Allí mismo tuvimos que atravesar una alambrada de pinchos tras la cual nos sacó a una pradera muy encharcada. Cada uno por donde mejor lo vio fuimos avanzando hacia el refugio al que llegamos tras atravesar de nuevo otra alambrada y pasar junto a un pequeño estancamiento de agua. Eran las 19:10 horas y estábamos a 1500 metros de altitud.
Hasta el refugio había llegado un joven en una moto y con él estuvimos charlando unos minutos mientras reponíamos fuerzas con fruta, chocolate y agua. Sin mas retrasos retomamos la marcha hacia el Norte dónde se emplaza el collado en sí. Por el ancho camino llegamos al mismo encontrándonos con un encajonamiento entre rocas que nos dio paso al valle de la Güariza por el que habíamos subido. Emprendimos el descenso a la vera de la Peña Castillo mientras teníamos una amplia vista de la cabecera del valle con las cumbres de Corralines y Peña Correa.
El camino transcurría bajo las laderas y paredes de la Peña Castillo dando algunos giros. En uno de ellos atajamos para desembocar directamente en la pista que ya por la mañana habíamos transitado para subir. Frente a nosotros, encima del desfiladero, podíamos ver una curiosa formación montañosa con dos cumbres que bien parecía una silla de montar. Me recordó mucho a otra que sí tiene ese nombre en las Hoces del Duratón.
Poco a poco fuimos descontando los metros hacia Abelgas y así llegamos al atajo del desfiladero. En un prado habían echo una hoguera y salía bastante humo de la misma. Ya paralelos al arroyo Güeriza atravesamos el puente de piedra y dejamos atrás las huertas sembradas de variadas hortalizas. A las 20:30 horas entrábamos en Abelgas. Por sus calles llegamos a la fuente y enseguida a la iglesia dónde teníamos la furgoneta aparcada.
Colgada del retrovisor estaba la mochila de José y el bastón. Allí nos cambiamos antes de acercarnos al bar en el que lo encontramos. El bar está en los bajos de la iglesia moderna y tuvimos que preguntar para llegar a él. Allí tomamos un refrigerio e hicimos las cuentas de gastos. Eran ya las 21:20 horas cuando emprendimos el viaje de 70 Km. a León. De nuevo cogimos la autopista en el tramo del pantano hasta La Magdalena. Por la carretera hicimos los últimos kilómetros hasta llegar a la capital una hora más tarde.
Sin duda fue una jornada de lo más completa. La ruta fue considerable y ascendimos cuatro cumbres destacadas, amén de otras intermedias de no menos altitud aunque sin referencias. La nieve en pleno mes de mayo le dio incluso un toque “extraño”, aunque en la montaña no es nada raro y en más de una ocasión lo hemos vivido. Ahora ya restamos días para la próxima salida, que como cada año por estas fechas, es el Encuentro de Montañeros Leoneses. En esta ocasión se hace en Torrebarrio y las opciones son: Peña Ubiña o Peña Cerreos. A ver cómo resulta.




















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