lunes, 18 de octubre de 2010

HAYEDO DE BUSMAYOR Y PICO FARO - 17-10-10

 


2ª TRAVESÍA “HAYEDO DE BUSMAYOR” Y 1ª ASCENSIÓN AL “FARO (DE BUSMAYOR)”.

17-10-10            (Domingo)

Siguiendo el programa del club de montaña, nos hemos marchado en esta ocasión a la comarca del Bierzo en su límite con Lugo. Allí se encuentra Busmayor, una localidad con un cercano bosque de hayas destacado de la provincia. Hace unos años ya lo habíamos recorrido algunos componentes del club en un magosto organizado por la Delegación de Montaña. En esta ocasión variamos la ruta haciendo el hayedo y ampliándolo con la ascensión al pico Faro, al que coloco la coletilla “de Busmayor” ya que también he ascendido al homónimo de Vegarada.
Diez nos animamos a participar en esta excursión otoñal: José A., Miguel A., Nati, Mª Jesús, Roberto, Ana Rosa, Adelino, Alejandro, Gabriela y yo. En Guzmán nos reunimos todos excepto Alex al que recogeríamos en Ponferrada. En mi coche y el de José Antonio emprendimos la marcha poco después de las 8:00 horas. Por la nacional llegamos a Astorga mientras amanecía por detrás de nosotros. Allí entramos en la autovía para circular por ella buena parte del trayecto hasta salir en Trabadelo. El otro coche era el que entraba a recoger a Alex en Ponferrada. Tras un pequeño error al coger una carretera que enseguida rectifiqué, emprendimos el último tramo de 19 Km. hasta Busmayor, 1104 m, por estrechas carreteras llenas de curvas.
A las 10:15 horas mas o menos llegamos a dicha localidad aparcando los coches cerca del bar al que nos dirigirnos para tomar un café calentito. Ya en León habíamos visto los coches con una fina capa de hielo encima. Allí estaba un poco más templado e incluso algunos decidimos dejar las cazadoras en los coches.
Tras una foto de grupo emprendimos la marcha cuando eran las 10:45 horas. Salimos por la calle principal del pueblo que se compone de varios barrios. Las casas son de piedra y pizarra en su mayoría y encontramos varias en remodelación. Dejamos atrás una curiosa fuente con el nombre del pueblo grabado en una losa y pocos metros después abandonamos el pueblo por un camino ascendente de poca pendiente. El hayedo ya se podía ver desde el mismo pueblo y comprobamos que se encontraba aún un poco retrasado el otoño. Aunque sí se veían algunos árboles ya con el colorido típico de esta estación, muchos de ellos aún se encontraban con la hoja verdosa.
Llegamos luego a una bifurcación en la que había varios paneles de la ruta que consultamos. Entramos en el ramal izquierdo que enseguida nos metió entre arboleda comenzando ahora un suave descenso hacia el arroyo de la Baliña Grande al que llegamos en pocos minutos. Allí una señal nos marcaba la dirección hacia una “minicentral” a la izquierda. Siguiendo un canal que salía del río nos llevó a la parte alta de un edificio de piedras en el cual antiguamente desembocaba el agua cayendo al interior donde movía un generador eléctrico. El último tramo a este hueco se hacía por el estrecho canal con caída libre a ambos lados. Desde allí se veía las praderías y parte de Busmayor.
Retrocedimos hacia el cruce cerca del cual vimos también las primeras cascadas en las que sacamos una foto de grupo. Retomamos la marcha por el sendero principal viendo más saltos en el arroyo paralelo al mismo. Enseguida llegamos a una zona escalonada donde de nuevo contemplamos unas bonitas cascadas. Un cartel indicaba el paraje como “Frevencia do Beiro”. En una de ellas podíamos ver el arco iris formado por los rayos de sol que se filtraban entre la arboleda y se reflejaban en las pequeñas gotas que salpicaban al caer el agua en las rocas. Subimos luego un tramo pendiente y llegamos así a un puente de madera muy sencillo sobre el mismo arroyo. En el mismo tengo una foto hecha la vez anterior así como en las cascadas. Dejamos atrás otra zona de paredes rocosas entre el ramaje y nos topamos con las primeras setas de color rojo y pintas blancas que luego tanto abundarían.
Un nuevo indicador nos desviaba de la ruta para ver la “Cova da Raposa”. Nos desviamos hacia la misma y a pocos metros encontramos un bonito paraje de roca y vegetación entre los que se encontraba la pequeña cavidad. Sin más regresamos al punto inicial para seguir la “Senda do Faxeiral”, como así se denomina la ruta. Entramos en un espacio de hayas amplio en medio del cual se encuentra la “Piedra de los Poetas MMX”, como rezaba la inscripción en la misma.
Como aclaración apunto que en este bosque se realiza habitualmente un encuentro de poetas del que ya había tenido alguna referencia en los medios de comunicación provinciales. De ahí este rincón tan señalado. En el mismo tomamos un poco el pelo a la pareja Roberto y Ana Rosa animándoles a que se dedicaran algunos versos, pero no hubo manera.
No tardamos en salir de la arboleda siguiendo ahora el sendero entre helechos, escobas y algunos acebos. De nuevo se hizo la pendiente pronunciada durante un tramo hasta llegar a otro desvío en el que una señal nos marcaba “Cascada a 150 metros”. Hacia ella nos dirigimos entre arboleda de nuevo y encontramos un pequeño salto que tampoco era nada espectacular, al menos como para reseñarlo. Sí vimos en aquel rincón numerosas setas de color rojo y algunas blancas. Dos de las primeras estaban al lado de una pequeña mata de acebo verde cuyos colores contrastaban de manera fotogénica.
Aquí tuvimos una pequeña divergencia ya que José Antonio se adelantó a su bola y el resto veíamos que siguiendo el sendero ya comenzábamos a descender demasiado. Al final decidimos regresar al camino principal y seguir subiendo nosotros hacia la parte alta. Como José Antonio nos quería enseñar otro hayedo situado en la parte lucense, dejamos atrás otro desvío que nos marcaba la ruta en sí. Volvimos a entrar en otra zona arbolada donde las ramas formaban un túnel sobre nosotros. Allí algunos nos sacamos una serie de fotos de las que luego en los video-montajes gusta verlas con la música acorde.
Siguiendo el camino que subía progresivamente fuimos abandonando el bosque y tras algunas curvas alcanzamos la collada de “Tres Vecinos”, 1480 m. En la misma había un rebaño de vacas con algún toro y varios terneros. Eran las 13:35 horas. Desde allí se veía la cumbre del pico Faro hacia la que se dirigía un camino por toda la loma y del mismo salía otro que la iba bordeando por la ladera sur. Pues bien, nuestro guía José Antonio se marchó de nuevo a su bola por este último camino sin dar explicaciones de ningún tipo ni esperar por el resto, lo cual me terminó de mosquear del todo.
Decidimos seguirle de momento a ver lo que hacía y si se dignaba a parar, pero no era así. Ya harto de esta situación decidí que yo me daba la vuelta y así se lo recomendé al resto a ver si de esa forma espabilaba de una vez. Ya sé que soy muy claro en exponerlo, pero así sucedió y no me voy a “cortar un pelo” en comentarlo. Pues bien, nos adelantó una moto con dos jóvenes que pararon a hablar con Mª Jesús, que iba unos metros por delante. La comentaron que a una media hora había una fuente ya cerca del hayedo, así que decidimos seguir para adelante.
El camino transcurría a media ladera entre helechos y pinos de poca altura. Tras caminar cerca de un kilómetro alcanzamos una collada de la sierra aquella dando vista al valle de Oencia. El hayedo estaba hacia la derecha, pero caminamos unos metros al lado contrario para ver algo más de este valle. Algunos decidimos esperar a los pocos metros mientras otros subían a un pequeño cerro cercano. Eran las 14:10 horas.
Retomamos la marcha regresando al cruce y encaminándonos hacia dicho hayedo, el cual no sabíamos donde estaba ya que el guía no soltaba prenda. Los pinares nos rodeaban por ambos lados, aunque el camino era ancho y nos dejaban ver el paisaje. Al fondo veíamos otra collada más o menos a la misma altura. Ahora sí estábamos en el mismo límite provincial con Lugo.
A las 14:45 horas llegamos a dicha collada en la que un indicador marcaba “Tanque a 150 metros”. El camino bajaba hacia dicho lugar, que suponíamos era la fuente. Algunos se adelantaron mientras otros esperábamos a ver si merecía la pena o no bajar. Por debajo del camino veíamos también el hayedo, aunque no había señales de rutas. Al poco tiempo les vimos regresar y nos decían que no merecía la pena bajar. Por su parte, José Antonio ya se había metido hacia el hayedo.
Reunidos todos en aquel punto, del que partía un cortafuegos loma arriba, acordamos, como ya habíamos hablado antes como posibilidad, ascender hacia el pico Faro que ya no se veía lejano ni complicado. Ana Rosa era a la que más le costaba subir ya que no estaba acostumbrada a estas marchas, pero íbamos a tomarlo con calma y sólo teníamos un repecho fuerte ahora al comienzo. Di una llamada a José Antonio para decirle simplemente que nos íbamos a la cumbre y emprendimos entonces la ascensión a las 14:55 horas por aquel cortafuegos con vistas a los valles lucenses.
La primera pendiente sí se hacía notar, pero no fue muy larga y enseguida se suavizó. Llegamos entonces al cruce con el camino que venía de la collada de “Tres Vecinos” y allí me di cuenta de un error de orientación que yo tenía. Estaba convencido de estar subiendo por el lado contrario a dicha collada cuando en realidad los estábamos haciendo en ángulo de 90º. Mientras el camino bordeaba otra loma, el cortafuegos subía directamente por la misma. Los de adelante habían tomado éste, aunque yo pensaba que era mejor seguir ahora el camino ya que igual había que bajar la loma si se iba por el cortafuegos. Al final tiramos todos por éste y acertamos ya que había que bajar muy poco, aunque el camino se unía allí mismo también.
La sorpresa fue grande al alcanzar aquel alto y ver en la última cuesta antes de la cumbre a nuestra compañera Nati. Ella se había separado de nosotros en la minicentral y la habíamos visto subir por un camino de la parte contraria del valle cuando estábamos en el hayedo. Lo que no nos esperábamos era encontrarla allí en la cumbre. Fue la primera en llegar de todos, lo cual nos alegró de verdad, ya que habitualmente no se decide a subir a las cumbres y siempre queda haciendo alguna ruta cercana.
A las 15:25 horas alcanzamos nosotros esta cima del pico Faro con 1615 metros de altitud en la que había un punto geodésico y un montón de piedras apiladas a su lado. En el mismo encontramos un envoltorio de papel aluminio con una tarjeta de cumbres dentro. No quedamos contentos y seguimos rebuscando quitando algunas piedras más hasta dar con un bote de rollo fotográfico en el que había otra tarjeta del mismo grupo. Pues bien, como no hay dos sin tres, en el fondo del montón había un nuevo bote con otra tarjeta igual a las anteriores, lo cual ya era el colmo de la casualidad. Tres tarjetas iguales de un mismo club, “Peña Trevinca” de Vigo, y de tres fechas diferentes. Una de ellas estaba toda mojada y la pusimos a secar al sol. En uno de los botes dejamos la nuestra y otra dejó Miguel Ángel en representación de su club Collalampa.
Sin más nos acomodamos para comer tranquilamente disfrutando de la amplia vista que teníamos. El sol lucía claro, pero soplaba una ligera brisa que incomodaba un poco. Desde allí podíamos ver los valles de Lugo así como un viaducto de la autovía que sube a Cebreiro. Hacia el Este podíamos contemplar Ponferrada en la lejanía y desde un poco por debajo de la cumbre también se podían divisar unas casas de Busmayor así como el bosque por el que habíamos subido. Mientras comíamos llegó José Antonio. A su pantalón se subió un curiosos insecto palo.
Antes de emprender el descenso sacamos una foto de grupo en la cumbre y a las 16:50 horas comenzamos la bajada. Nati había dejado la mochila en el camino un poco por debajo de la cumbre. Desde la cima salía un cortafuegos hacia la parte contraria que podíamos haber cogido, pero ya habíamos comenzado a bajar por el camino y no retrocedimos. En la pequeña collada enlazamos con el camino que venía por la loma y bordeamos la cumbre por el Oeste hasta la parte Norte. En el medio de otro cruce había un “artefacto” ya oxidado que nos pareció un recipiente para recoger y medir las precipitaciones de lluvia en la zona. Nati se había encontrado a la subida una azada medio enterrada en el camino y la llevaba consigo. La saqué una foto con ella y este depósito.
Por el ancho camino comenzamos a descender bajo la falda de la cumbre entrando en el valle de la Baliña Grande. Las laderas estaban recién repobladas de pinos que apenas se distinguían en el terreno. La intención ahora era encontrar una cueva en la ruta cuyo indicador había visto Nati al subir por aquel camino. En la foto satélite que yo llevaba me la marcaba en una zona cercana e íbamos pendientes para no dejarla atrás. Mª Jesús y yo quedamos por detrás y en un determinado punto, comparando la foto y el paraje, nos pareció que estaba allí. Además vimos cómo el resto había dado un giro y estaba retrocediendo por el valle arriba desde el cruce de la señal. Nosotros dos decidimos bajar directamente desde allí por una pendiente de gran inclinación y con terreno resbaladizo donde había que cuidarse para no patinar. No era mucho tramo tampoco y enseguida llegamos al sendero bajo adelantando así a los compañeros.
Entre helechos caminamos unos metros viendo enseguida la entrada de la cueva en un roquedal medio tapizado por vegetación. Mª Jesús había visto la misma en Internet y había entendido que se trataba de una cavidad con dos salidas, pero al llegar comprobamos que no era así. Se trataba de una cueva de unos 15 ó 20 metros de largo que terminaba en una chimenea cegada por unas rocas, como comprobé sacando una foto con flash hacia arriba. Aún así era una cavidad bonita por las formaciones de las paredes. Desde la misma se veían los prados en los que nos había comentado una pareja con la que nos habíamos cruzado, podían verse animales salvajes pastando por las mañanas. A la entrada de la misma, un poco ya dentro, había musgo verde que contrastaba con el color de la piedra. En el exterior vimos un curioso efecto óptico. Había un trozo de pared estrecho con las vetas verticales y cubierto en la parte alta por una mata de ramaje que le confería totalmente el aspecto de un autentico árbol.
A las seis de la tarde retomamos la marcha saliendo al camino principal por el que seguimos bajando hacia el pueblo. El bosque de la parte contraria seguía ofreciendo una bella vista con los rayos solares del atardecer. En los prados continuamos encontrando setas de varios tipos. Mas abajo encontramos otro cruce en el que uno de los ramales nos metía de nuevo al hayedo. Al subir nos había quedado por ver una cascada de “cola de caballo” y algunos decidieron ir ahora a verla. A mí me parecía que había que subir mucho para ella y decidí pasar de ello. También algunos compañeros optaron por no desviarse ya del camino y así, a los pocos metros, encontramos un merendero en el que decidimos parar unos minutos y hacer tiempo a que el resto subiese.
En el mismo había dos mesas de piedras con bancos, una parrilla y un recinto con un contenedor de basuras. Desde allí ya se veía el pueblo cercano, a poco más de un kilómetro. En los bancos nos acomodamos y algunos incluso merendaron algo. Ya se notaba el fresco del atardecer allí a la sombra así que, tras media hora de descanso, emprendimos la marcha a las 18:50 horas.
A escasos metros encontramos una bonita fuente de piedra en la que caía un chorro de agua. Bajando suavemente llegamos al punto en el que se cerraba el circuito de la ruta del hayedo y al mismo tiempo que nosotros llegaban los compañeros desde la cascada. Todos juntos retomamos la marcha hacia el pueblo ya cercano al que entramos a las 19:05 horas. En una plaza vimos una bonita fuente con una rueda de molino de la que caía el agua. Diez minutos tardamos en atravesar sus calles tranquilamente hasta llegar al bar donde teníamos los coches aparcados.
Sin más nos cambiamos y entramos al bar, que a vez es un Centro de Turismo Rural. En él tomamos un refrigerio y algunos incluso echaron unas partidas a las cartas. A las 20:00 horas, ya con la noche encima, emprendimos el regreso a León. Por la estrecha carretera hicimos los 20 kilómetros hasta enlazar con la autovía. Por ella circulamos sin novedad hasta Astorga donde la abandonamos para hacer el último tramo por la nacional hasta la capital donde llegamos cuando eran las diez de la noche. En Guzmán dejé a varios compañeros y ya en Armunia a Mª Jesús antes de llegar yo a casa.
Unos 15 días de retraso hubiese sido ideal para hacer esta ruta. Aún así no resultó nada mal y disfrutamos de los bellos paisajes boscosos y las panorámicas desde la cumbre.
















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