lunes, 12 de julio de 2010

LAGUNAS DE BAUCÍN - ARCOS DE AGUA Y PEÑA CEFERA (Fasgar) 11-07-10

 


1ª TRAVESÍA “LAS LAGUNAS DE BAUCÍN”. 2ª ASCENSIÓN AL “ARCOS DE AGUA” Y 1º ASCENSIÓN A “PEÑA CEFERA”.

11-07-10           (Domingo)

A una semana de la última excursión, y tras aplazar la programada a La Palanca en Picos de Europa, hemos vuelto al Valle Gordo para subir a las lagunas de Baucín y ampliarlo con la ascensión al Arcos de Agua y Peña Cefera. Pendiente desde el mes de enero, donde la nieve nos impidió alcanzar el objetivo, en esta ocasión no tuvimos obstáculo alguno para llegar a estos tres puntos. En vez de hacerlo desde Vegapujín, lo hicimos ahora desde Fasgar.
Siete nos animamos para hacer esta ruta: Álvaro, Mª Jesús, José Antonio, Esteban, Alejandro, Luisa y yo. Con Luisa habíamos coincidido en la pasada excursión a La Conia y nos llamó para unirse a nosotros en ésta. Recogí a Mª Jesús y nos dirigimos hacia Guzmán donde nos reunimos con el resto de compañeros. A las 7:30 horas salimos de León por la carretera de Caboalles hacia Fasgar, último pueblo del Valle Gordo. En Riello paramos a comprar pan y continuamos hacia dicha localidad a la que llegamos a las 9:10 horas.
En la plaza del pueblo aparcamos el coche de Álvaro y el mío y delante de la fuente nos sacamos una foto de grupo. Con el cielo completamente despejado emprendimos la marcha a las 9:20 horas saliendo de Fasgar, 1340 m, por el camino que sube hacia la Collada de Ocidiello y el Campo de Santiago. Pasamos al lado de la ermita con una amplia vista del pueblo bajo nosotros y dejamos atrás un depósito de agua. Tras unos pocos metros recorridos por esta pista la hemos abandonado para coger un antiguo camino a la cantera que nos salía por la izquierda. Este camino lo han desbrozado hace un par de años, según nos comentó José Antonio, guía de esta ruta.
Entre vegetación fuimos ascendiendo por el mismo encontrando tramos embarrados por algunos arroyos que lo cruzaban. A través de los claros en la arboleda veíamos las cabeceras del valle y la pista que habíamos abandonado anteriormente. Asimismo comenzamos a divisar la cumbre del Tambarón al fondo de una de las vallinas.
Tras un buen rato subiendo por este camino salimos a cielo abierto y éste se difuminaba en la pradera hasta casi perderse. Ascendimos por una pendiente ladera y fuimos girando hacia la izquierda con dirección a unos peñascos en los que se emplazaba la cantera. Éstos son un buen punto de referencia para alguien que no conozca la ruta y que en este lugar se pueda despistar. Poco antes de los mismos se retoma el camino marcado entre vegetación espesa bajo la cual había que agacharse. Pasamos enseguida al lado de la antigua cantera donde se veían los peñascos desmoronados. No tardamos en meternos en un bonito bosque de hayas con una hierba ondulada que formaba un gran manto en el suelo. Allí nos tumbamos unos minutos e hicimos alguna foto de grupo. Eran las 10:20 horas.
Retomamos la marcha y salimos de la arboleda hacia unas praderas atravesadas por una alambrada bajo la cual pasamos. Nos encontrábamos ahora en medio de la loma que divide los valles que bajan a Vegapujín y a Fasgar. Por encima se veía más bosque y más arriba la cima que equivocamos con Peña Cefera y que resultó ser la primera cumbre del Arcos de Agua.
Entramos a este bosque en el que pudimos disfrutar de más rincones de gran belleza iluminados por el sol que se colaba entre el ramaje. El sendero transcurría por el mismo a veces paralelo a la alambrada y otras casi invisible. Fue en uno de esos puntos donde apenas se divisaba donde hicimos una parada mientras José Antonio se adelantaba en su busca. Allí le esperamos un buen rato hasta que, como no aparecía, retomamos la marcha por donde mejor nos pareció. No tardamos en verle por encima y hacia allí nos dirigimos para meternos al sendero que poco a poco abandonaba el bosque.
Entre matorral bajo y a pleno sol continuamos avanzando hacia la cresta encontrando unos hoyos con piedras por las que subimos. Poco a poco fue apareciendo otra cumbre más al Este y entonces fue cuando comenzamos a verlo un poco más claro. Esto se confirmó al ver por primera vez algunas de las Lagunas de Baucín, situadas en medio de las dos faldas de las cumbres y a una altura media de unos 1900 metros. No tardamos en alcanzar otro alto desde el cual divisamos una más. Eran las 11:30 horas.
Por encima de ella nos detuvimos unos minutos y algunos comieron un bocado. Decidimos, ya de estar allí, ascender al Arcos de Agua. Lo previsto eran las lagunas y la Peña Cefera, pero teníamos más cerca esta otra cumbre y el paso entre ellas era más fácil luego al ser mas baja Peña Cefera. La pendiente que teníamos delante no era muy larga, pero de fuerte inclinación. Algunos entramos en otro pedrero de grandes losas por las que se subía más o menos cómodamente. Tras él salimos a la ladera de matorral por la que subimos haciendo zigzag evitando la exagerada inclinación que tenía.
A las 12:20 horas alcanzamos la cresta teniendo a la vista el valle del río Boeza que baja desde el Campo de Santiago a Colinas del Campo de Martín Moro Toledano, por cierto, el pueblo con el nombre más largo de España. Por la loma pedregosa continuamos la subida hacia la cima que se veía cercana, aunque al alcanzar la misma comprobamos que aún nos quedaba un tramo más hasta certera. Por la izquierda caían paredes verticales hacia las hondonadas donde se encontraban las lagunas.
A las 12:45 horas llegamos a la verdadera cumbre del Arcos de Agua, 2058 metros. En la misma había un monolito de piedras entre las cuales encontramos un bote con una tarjeta dentro. La vista era espectacular en varios kilómetros a la redonda. Cumbres tan alejadas como el Teleno, Trevinca, Ubiña, Brañacaballo, Peña Corada e incluso Peña Santa eran visibles desde aquella atalaya. También otras mucho más cercanas como el Catoute, Valdeiglesias, Peña Rebeza, Tambarón, Suspirón o La Campona. Por debajo de nosotros teníamos los valles de Boeza, Cascaro, y los que bajaban a Fasgar o Vegapujín. Saqué varias fotos panorámicas y en el bote dejamos nuestra tarjeta recogiendo la que había. También nos acercamos hasta el extremo sur de la cumbre. De regreso a la cima nos sacamos la foto de grupo, todos menos José Antonio, que tenía mucha prisa y ya estaba bajando hacia el collado anterior a Peña Cefera.
Emprendimos el descenso a las 13:40 horas hacia este collado por una pronunciada pendiente de esta vertiente. En pocos minutos llegamos al mismo comenzando la subida hacia Peña Cefera. En el suave cresteo hacia la misma se alternaban los pedreros y la loma verde. Media hora nos llevó el paso de una cumbre a otra. En esta cima de 2028 metros de altitud encontramos otro hito similar de piedras entre el cual había un bote con otra tarjeta que recogimos. Por allí encontramos la cuna de lo que había sido un belén de cumbres.
Sin más nos sacamos unas fotos y en torno a la cumbre nos acomodamos para comer. A pesar del reluciente sol que brillaba, un suave viento refrescaba el ambiente. Desde allí eran visibles dos de las tres lagunas así como la ruta de subida desde el primer claro que habíamos alcanzado en la loma. Mientras algunos se tumbaban después de comer, José Antonio y yo bajamos hacia la parte Este donde había unos cortados verticales de infarto. El sendero descendía muy pendiente a su misma orilla y realmente daba vértigo.
A las 16:10 horas emprendimos el descenso directamente hacia las lagunas. De nuevo pasamos algunos pedreros en esta ladera de pendiente más moderada. En la parte baja había una manada de caballos a los que nos acercamos antes de bajar al fondo de la hondonada donde encontramos la pradera abnegada de agua. La atravesamos y subimos unos pocos metros hasta una de las lagunas. Desde allí saqué una panorámica de la misma con ambas cimas formando un circo.
Emprendimos la marcha de nuevo por el medio de la loma llena de matorral que a veces entorpecía el avance. Álvaro y José Antonio, que no se habían acercado a la laguna, ya estaban por delante. Tuvimos que buscar el sendero que nos sacara del laberinto de matorrales y así conseguimos dejar atrás este tramo. Ya reunidos todos retomamos la marcha, esta vez variando la ruta de ascenso. Nos dirigimos al bosque por la ladera del valle de Fasgar en vez de hacerlo por la parte alta. Dejamos atrás más pedreros y poco después entramos a la arboleda. Una vez más el sol, un poco atenuado por brumas altas que habían ido apareciendo del Oeste, se colaba entre las ramas formando bellos efectos de luces y sombras.
El sendero había desaparecido casi por completo, aunque no había pérdida alguna. Continuamos bajando entre el bosque y de esa forma enlazamos poco después con la senda por la que habíamos subido. A Mª Jesús se le posó una mariposa en la mochila y se mantuvo en ella unos minutos mientras caminaba. Paralelos a la alambrada seguimos bajando hasta salir al descampado donde la atravesamos.
Recorrimos escasos metros a cielo abierto antes de girar y entrar de nuevo en el bosque donde el suelo estaba tapizado por aquella hierba ondulada y verde. Yo casi me despisto y continúo por otra senda que se metía de frente. Por la correcta fuimos perdiendo altura con dirección a la cantera que dejamos atrás poco después. Salimos del bosque y comenzamos a bajar por la ladera pelada donde el sendero se perdía una vez más. Algo más abajo una entrada a un prado se equivocaba con el camino paralelo. Ya metidos en éste entre más arbustos, avanzamos cómodamente. El camino dio un par de giros y a su orilla encontramos un manantial que salía bajo unas raíces. En el bebí unos tragos de agua. Mª Jesús se refrescó los pies en otro arroyo unos metros mas adelante. Por allí ya se veían algunos tapiales de piedras en los prados.
A las 18:20 horas enlazamos con la pista que sube hacia el Campo de Santiago. Por ella nos restaban unos metros hasta el pueblo. Dejamos atrás la caseta de agua y a las 18:35 horas entramos en Fasgar. Algunos que quedamos por detrás nos desviamos hacia un puente de piedra y en el exterior de un edificio vimos un par de curiosos cañones hechos con maderos y herrajes. Escasos metros nos separaban de la plaza donde teníamos los coches.
Nos cambiamos el calzado y ropa sudada y nos acercamos al bar en el que tomamos un refrigerio e hicimos las cuentas relajadamente. Poco antes de las 19:30 horas abandonamos el lugar y sin más retrasos emprendimos el viaje de regreso. Al pasar por Cirujales me detuve unos segundos y saqué una foto de la torre de la iglesia con una cigüeña posada en la cruz de la espiga. Sin más novedades recorrimos el resto del trayecto hasta la capital donde entramos poco después de las 20:30 horas. Aquí fuimos despidiéndonos y minutos más tarde terminaba yo el viaje en casa.
Una vez más, “a la segunda va la vencida”. Igual que ya nos pasó con el pico Morronegro, las inclemencias del invierno pasado nos había impedido alcanzar el objetivo. Poco a poco vamos cerrando el calendario previsto, aunque ahora nos ha quedado pendiente la programada para este fin de semana, La Palanca. Aplazada por falta de tiempo material para realizarla, esperamos hacerla en septiembre.



















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