lunes, 18 de mayo de 2009

PEÑA RUEDA (Lindes -Asturias) - 17-05-09

 


1ª ASCENSIÓN A “PEÑA RUEDA”. PUERTOS DE AGÜERIA. (Asturias)

17-05-09                (Domingo)

Como segunda actividad de este mes de mayo hemos realizado una interesante ascensión a esta emblemática cumbre asturiana, próxima al macizo de Ubiña y del cual se aísla totalmente por un profundo valle. Ya ascendida hace cuatro años por una parte del club de montaña, la climatología impidió al resto alcanzarla y los que lo hicieron sufrieron los envites del temporal de frío y viento. En esta ocasión tuvimos más suerte y pudimos disfrutar de mejor tiempo, aunque no el más idóneo por culpa de las nieblas y algo de lluvia.
Ocho fuimos los animados a dicha actividad cuyos nombres son: Nati, Mateo, Álvaro, Miguel Ángel, Mª Jesús, Adelino, Ricardo y yo. A las ocho nos reunimos en Guzmán saliendo en los coches de Ricardo y el mío. Por la carretera de Asturias llegamos a Pola de Gordón donde recogimos a Miguel A. Sin novedades llegamos al alto del puerto Pajares que comenzamos a bajar con dirección a Campomanes donde entramos en la autopista por la que circulamos hasta Pola de Lena. Aquí tuvimos que preguntar por la salida hacia el puerto de La Cobertoria que no tardando comenzamos a subir. Las dos veces que he pasado este puerto me había encontrado con obras en él, y esta tercera no podía ser menos. Desde el mismo Pola hasta la cumbre se encontraba casi totalmente levantado el asfalto, desvíos provisionales, socavones a los lados de los que había que alejarse, etc. tardamos un buen rato en subirlo y llegar a su altura máxima desde donde sale el desvío a Lindes. Allí paramos unos minutos y saqué unas bonitas fotos con Peña Rueda de fondo.
La carretera hasta este pueblo no era mejor que la anterior. A pesar de no tener obras, es estrecha y llena de continuas curvas. Eso sí, íbamos teniendo una espectacular vista de la cumbre con los verdes valles y pueblos delante de la misma.
A las 10:00 horas llegamos a Lindes, (930 m), aparcando a la entrada en un prado cercano a la iglesia. El sol lucía y solo algunas nubes cruzaban el cielo. Incluso la temperatura ya era casi veraniega. Nos preparamos y diez minutos más tarde comenzamos a caminar por un sendero ancho hacia el suroeste. Era impresionante el verdor de los árboles y prados que veíamos a ambos lados. Atrás dejamos una cabaña y un pilón con fuente antes de comenzar a subir bruscamente un repecho que en la descripción de la ruta figura como El Carrilón. Así alcanzamos una bifurcación donde un indicador marcaba por un lado Peña Rueda y Manín de Arriba y por otro Los Puertos de Agüeria.
No sé por qué se me había quedado que la ruta del folleto la marcaba subiendo por los puertos y bajando por el otro lado. Tampoco me dio por mirarlo en ese momento. Por suerte iba Ricardo, que era uno de los que ya la había subido, y nos dijo que era mejor hacer primero la cumbre y bajar por los puertos. Digo que fue suerte no hacerla al contrario por como encontramos a la vuelta el camino, cosa que luego describiré. Por su parte, Mateo sí que decidió irse hasta los puertos ya que iba con una molestia en una pierna y prefería no subir. Nati ya había quedado atrás a su aire, como es habitual en ella.
El resto, cuando eran las 10:40 horas, comenzamos a subir otro fuerte repecho atravesando luego algunas praderías de verdor exuberante. Por debajo vimos unas cabañas que pensamos que eran las de Manín, aunque estábamos equivocados. Mientras Mª Jesús, Miguel Ángel y Ricardo ya despuntaban por delante, Adelino, Álvaro y yo quedábamos por detrás rezagados. Adelino no iba en muy buena forma y yo estaba parecido, por lo que lo tomamos con calma. Solo apuntar que desde el pueblo a la cumbre teníamos el nada desdeñable desnivel de 1255 metros.
Atravesamos una cancilla entrando en un bonito hayedo con ejemplares de tronco considerable y retorcido donde nos sacamos algunas fotos. Fue aquí donde comenzó a adelantarnos un grupo que por lo visto habían llegado en autocar y les iban a recoger en otro punto tras subir a la cumbre.
Salimos de este bello rincón y llegamos por fin a Manín de Arriba, (1250 m), unas cabañas medio derruidas al lado de las cuales encontramos dos osamentas de vaca con las que nos hicimos unas fotos colocándonos delante y dejando solo a la vista los cuernos detrás de nuestra cabeza. De risa. Eran las 11:30 horas. Desde allí veíamos cercanas, como ya anteriormente, las cumbres del Tapinón y Siegalavá, aplazadas en marzo por un temporal de nieve.
Retomamos la marcha acompañados de Mª Jesús, que había quedado a esperarnos. Emprendimos desde allí otra fuerte subida por una vaguada, el cuello de botella, hacia la Vallina Grande. Siguiendo el sendero entre matorral bajo pasamos al lado de una sima cercada con alambre. También vimos algunos ejemplares de acebo en esta ladera. Por delante subía la hilera del otro grupo serpenteando por la empinada vaguada que se estrechaba poco a poco. El desnivel allí era considerable y se salvaba gracias a los zigzag del sendero. Por fin dimos vista a la gran hondonada que nos separaba de la cumbre, la cual confundimos de primero con el Vaso de Rueda. Eran las 12:35 horas y estábamos a unos 1500 metros de altitud.
Ahora teníamos que decidir por donde atacar la subida, por la derecha, siguiendo el Cuchillar, o por la izquierda crestando varias cimas pequeñas. El Cuchillar es una cresta larga que termina en la cumbre de Peña Rueda, que aún estábamos situando mal. Nosotros pensábamos que era El Vaso de Rueda y entonces nos quedaba mejor subir por la izquierda. Además veíamos subir a alguien por un nevero bajo esta cumbre, así que nos convencía más que fuese la certera.
Emprendimos entonces la marcha hacia nuestra izquierda para comenzar a subir por una loma desde la que no tardamos en ver Lindes y los coches en él. Enseguida comprobamos que la cumbre era la del final del Cuchillar y en ella incluso se podía distinguir el hito. Algo que me desmoralizó aún más fue la aparición de nieblas por el Oeste que iban cubriendo el cielo completamente. Para compensar este mal presagio, comenzamos a disfrutar de una impresionante vista de los Puertos de Agüeria con el Fariñentu por encima, otra cumbre prevista para este año por el club. Las praderías verdes moteadas por el bosque bajo las cumbres medio nevadas era una auténtica postal que no me harté de fotografiar. Por debajo de nosotros teníamos el desfiladero de la Foz Grande por la que luego pasaríamos. Hacia él caían paredes totalmente verticales o canales casi imposibles de sortear.
Poco a poco íbamos ganando altura, pero aún nos quedaba un fuerte repecho a la cumbre y además estaba la vaguada en medio. A mí me empezaban a dar calambres en las piernas y me dificultaba el avance. En medio de un nevero vimos una pequeña culebra muerta.
Álvaro y María Jesús optaron por adelantarse mientras Adelino y yo les seguíamos por detrás atravesando el nevero en el que vimos un gran hoyo en forma de embudo. Bordeamos el mismo y nos metimos en una pequeña loma en medio de la vaguada hasta alcanzar la parte alta de la misma. Aquí decidimos parar unos minutos y comer un tentempié a ver si recuperábamos fuerzas. Los dos estábamos bastante agotados, pero nos fastidiaba mucho quedarnos a esa distancia de la cumbre tras haber subido la mayor parte. Podíamos estar ahora a unos 1950 metros de desnivel restándonos sobre unos 200 m. Eran las 14:25 horas.
Con fuerza de voluntad decidimos comenzar a subir la ladera del Vaso de Rueda de fuerte pendiente donde además en la nieve se podía meter el pie entre alguna roca. Nos fuimos echando a la derecha para irla bordeando llegando de esa forma a ver de frente el cordal que unía ésta con Peña Rueda. Comprobamos entonces que apenas si tenía ya desnivel por aquella parte y eso nos animó a continuar. Las nieblas se mantenían altas aunque hacia atrás se veían entrando en los valles algo más alejados. Atravesamos otro nevero antes de situarnos delante del último repecho rocoso hacia la cumbre.
Desde ella vimos bajar a Álvaro en busca de nosotros. A mí me seguían dando calambres y me costaba avanzar. Álvaro tuvo el detalle de cogerme la mochila este último tramo en el cual vimos unas curiosas trincheras de piedras de larga longitud por el borde Oeste de la loma. Apuntar que Ricardo y Miguel ya habían bajado hacía mucho rato no sabíamos por donde.
Por fin, a las 15:30 horas, alcanzamos Adelino y yo esta destacada cumbre de Peña Rueda con 2155 metros de altitud en la que había un punto geodésico sin cruz ni buzón alguno. En un bote habían dejado una tarjeta el grupo anterior y con la suya dejamos la nuestra indicando el nombre de todos los que habíamos subido. Aprovechando la estancia de una pareja nos sacamos unas fotos mutuamente.
A pesar de las nieblas, la vista era espectacular. A pocos metros teníamos el murallón del macizo de Ubiña en el que podíamos contar las cumbres del Huerto del Diablo, Ranchón, Colinas, Prao, Siete, Fontanes y Ubiña, todos alineados de norte a sur. Mas separado estaba el Fariñentu y el macizo del Tapinón y Siegalavá. También podíamos ver el Cirbanal, Cueto Negro, y alguna cima de la zona de las Tres Marías. La niebla impedía ver apenas paisaje hacia el norte, donde en días despejados incluso es visible Gijón, según indicaba el folleto, así como Picos de Europa. Sí que veíamos varios tramos de la autopista y del puerto de Pajares.
Para comer optamos por bajar unos metros hasta la abrigada de aquellos parapetos de piedras. Cómo me supo el bocadillo. Allí sentados nos cortaba el viento las tapias de piedras por encima de las cuales soplaba el mismo.
A las cinco de la tarde emprendimos el regreso. Subimos unos metros para coger una vaguada hacia el Oeste con dirección al collado de Lingreo (1635 m). Nos cundieron un cuanto estos 500 metros de desnivel directos a la collada. Mª Jesús recibió la llamada de Mateo que estaba en Santa Marina, un pueblo a 11 Km de Lindes al que había bajado por los valles que nosotros estábamos haciendo. Ya iba de regreso a Lindes por la carretera. Con el resto no habíamos podido comunicarnos y no sabíamos por donde habían bajado.
En la parte baja veíamos las cabañas de La Cardosina a las que queríamos llegar. El problema era que las laderas directas a ellas se encontraban cerradas por la maleza, así que había que seguir hacia el collado. Para llegar a él también tuvimos que atravesar una zona de escobas altas entre las que se medio veía un sendero de ganado que intentamos seguir.
A las seis de la tarde llegamos a este collado de Lingreo desde el cual bajaba un camino más marcado hacia las cabañas. Allí comenzamos a ver algunos acebos con frutos rojos. El sendero nos bajó a unas praderas donde pastaban numerosas vacas y un gran toro. Poco por debajo estaban las cabañas a las que nos acercamos mientras se echaba a llover. Ya bajando la ladera del pico habían caído algunas pintas. En una de las brañas entramos para equiparnos con las cazadoras o chubasqueros. Yo cambié la cámara de fotos y cogí la antigua para evitar mojar la nueva. Como es el mismo modelo, solo tengo que cambiar las pilas y tarjeta. Algo más tarde cesó de llover.
En pocos minutos nos pusimos en marcha de nuevo dejando atrás este grupo de cinco o seis cabañas. Tuvimos que buscar el camino que llegaba a ellas y lo encontramos totalmente abnegado de barro. Cerca del mismo había una fuente que manaba entre rocas. Álvaro encontró un pequeño corro de setas que no dudó en recolectar. Había tramos en los que era imposible no embarrarse. Más abajo encontramos unos caballos en otra campa. Sin darnos cuenta nos fuimos metiendo en uno de los bosques mayores, si no el mayor, acebal de España. Impresionante era ver la gran cantidad de troncos de este arbusto y pasar entre ellos con las ramas como techo.
Salimos del mismo y continuamos disfrutando de la vista del Fariñentu, Tapinón y Siegalavá que se alzaban por nuestra derecha tras las praderías de los Puertos de Agüeria. Por la izquierda caían las paredes del macizo de Peña Rueda por encima de las cuales habíamos subido. Enseguida llegamos a otra zona de cabañas, Los Cuadros, tras las cuales nos metimos en el mayor bosque de acebos de dicha zona. Parecía que estábamos en unos de esos bosques típicos de cuentos con ramajes entrelazados unos con otros pero con el suelo limpio y pasillos fáciles de atravesar. Añadimos a eso algunas enormes rocas con musgo en medio de todo ello y para rematarlo, una calavera de un animal ensartada en una rama. Realmente impresionante.
Salimos de él justo al lado del río de la Foz Grande. Echando la vista atrás vimos como avanzaba la niebla hacia nosotros formando un efecto espectacular con el sol a contraluz. También la veíamos aparecer por la vaguada frente a nosotros. Ahora ya no nos preocupaba mucho ya que el camino debería de llevarnos al pueblo directamente, aunque nos quedaba un buen trecho todavía.
Poco a poco nos fuimos metiendo en la parte angosta del cañón donde el sendero bajaba entre canchales paralelo al arroyo. Así llegamos a un punto donde comprobamos cómo había que atravesar éste por las piedras de su lecho. Con sumo cuidado de no resbalar lo hicimos entrando de nuevo en el sendero. Ahora nos quedaban a la parte contraria las canales que antes habíamos visto descender desde la parte alta cuando subíamos. En lo alto de unos riscos vimos una silueta y con el zoom de la cámara comprobamos que era un rebeco.
El sendero se metió entre algo de arboleda de nuevo viendo algunos neveros de gran espesor al lado del río. A la vera había algunos ejemplares de hayas con las ramas rectas y totalmente horizontales. También encontramos algunos troncos arrancados de raíz. Una vez más tuvimos que atravesar el cauce y esta vez lo hicimos ayudados de unas ramas cruzadas en él. A continuación comenzamos a subir alejándonos del río, lo cual no nos convencía. Si hubiésemos leído la descripción de la ruta y mirado el mapa, lo hubiésemos entendido.
Este tramo pendiente nos costó subirlo ya que además no fue corto. En un tronco vimos una señal pintada amarilla y blanca de PR. Alcanzamos por fin una campa, El Collau, en la que una señal nos indicaba la dirección que traíamos de los puertos, otra a Lindes y una tercera a las brañas de Manín. En ella también señalaba el trazado como PR Q-1. Eran las 20:25 horas.
Entramos entonces en un estrecho sendero de descenso donde el barro volvía a inundarlo. Entre bonitos hayas transcurre el mismo encontrando algunas empalizadas en los prados. Más adelante vimos otra señal similar y siguiendo la dirección del pueblo nos encontramos con un tramo donde el barro nos cubría los pies por completo y algo más arriba. Yo ya pasaba de todo y no me molestaba en sortearlo. Ellos por el contrario cogían senderos paralelos o salían por los prados. Bajando este tramo se echó a llover de nuevo. Lo cierto es que, si hubiésemos escogido esta ruta para subir al pico no hubiésemos llegado ya que además iríamos subiendo, lógicamente. A las nueve de la tarde llegamos por fin al punto donde nos incorporamos a la ruta ya hecha por la mañana y donde otra señal dividía las sendas hacia los puertos y Peña Rueda. Este punto, Manín y El Collau forman un triángulo de senderos.
Nos restaba bajar la cuesta de El Carrilón que nos llevó a las cabañas y la fuente con el bebedero en el que algunos se limpiaron las botas. Escasos metros nos separaban ya del pueblo en el que entramos a las 21:15 horas y tras 14 Km. recorridos según la descripción de ruta.
Allí nos esperaba el resto, alguno ya algo mosca por la tardanza. Nos tuvimos que cambiar la ropa y calzado embarrado antes de emprender el regreso a las 21:30 horas. Optamos por hacer el primer tramo por otra carretera más ancha que nos llevó a la parte baja del puerto La Cobertoria subiendo éste hasta su cumbre. La noche ya se había echado encima y la niebla cerrada no dejaba ver absolutamente nada. Pues bien, la carretera en obras, sin pintar, apenas delimitada por los laterales y con algunos socavones se convirtió en un auténtico calvario. No exagero ni un pelo cuando digo que estuvimos a punto de tener que bajar uno andando delante para ir indicándonos el trazado. Por suerte no nos cruzamos con más que otro coche.
Ya bastante abajo despejó y entramos en Pola de Lena. Allí paramos en un bar unos minutos donde hicimos las cuentas mientras tomamos un refrigerio. Ya eran las once de la noche cuando retomamos el regreso a León por la autopista hasta Campomanes. Aquí la abandonamos para comenzar el ascenso del puerto en el que volvimos a encontrar niebla en la parte alta. Ahora no fue un problema al estar bien pintada, mas o menos, la carretera. Ya con dirección a Busdongo fue despejando y sin novedades realizamos el resto del trayecto. Miguel iba en el otro coche y le dejaron en Pola. A las 0:20 horas entramos en la capital donde dejé a Nati primero y a Adelino después. Por último me despedí de Mª Jesús y en pocos minutos terminé el viaje de 120 Km. en casa tras esta larga, agotadora pero satisfactoria jornada de montaña.




























No hay comentarios:

Publicar un comentario