lunes, 17 de marzo de 2008

TABILLÓN (Chano) - 16-03-08

 


1ª ASCENSIÓN AL PICO “TABILLÓN”.

16-03-08       (Domingo)

Como segunda actividad de este mes estaba programada una excursión un tanto indefinida por el Valle de Fornela, en el Bierzo Alto rayando Los Ancares. Propuesta por José Antonio, se fue concretando y hasta el último momento no se decidió que ruta íbamos a realizar, teniendo como resultado una bonita ascensión a la cumbre del Tabillón, de 1913 metros de altitud.
La previsión del tiempo no era nada halagüeña para este fin de semana. Adelanto ya que tuvimos la suerte de que se contuviera pudiendo disfrutar de un fabuloso día que a continuación resumo.
Salí de casa y recogí a María Jesús aquí cerca. A las 8:00 horas estaba prevista la salida de Guzmán y a esa hora nos reunimos los 9 participantes de esta excursión: José Antonio, Roberto, María Jesús, Nati, Piedad, Miguel Ángel, Mateo, Álvaro y yo. En los coches de José y el mío nos repartimos todos emprendiendo el viaje hacia el Bierzo. Precisamente hacia esa parte se mantenía el cielo completamente cubierto y oscuro, lo cual nos preocupaba. Por la nacional avanzamos y antes de entrar en la autovía en Astorga paramos e hicimos una llamada a un conocido de José Antonio en Guímara. A través de él supimos que allí estaba nublado pero no tan cerrado como parecía.
Entramos en la autovía, donde nos llovió un poco, hasta salir en Bembibre hacia Toreno. Por no variar, la pésima señalización me hizo dar varias vueltas antes de dar con la carretera hacia éste. La señalización incompleta y escasa en las rotondas es habitual para desgracia de los conductores.
Ya en el buen camino llegamos a Toreno y nos dirigimos hacia Villablino. Al llegar a Páramo del Sil abandonamos esta carretera para continuar por otra más estrecha hacia Anllares, Anllarinos y salir después a la que se dirigía directamente hacia el valle de Fornela. A la altura de Cariseda paramos y saqué una foto de dicho pueblo con su puente de piedra. Lo mismo hicimos en Peranzanes, donde fotografié su antigua iglesia también de piedra gris.
Poco después llegamos a Chano, desde el cual se podía ver la Peña Portillina con sus paredes escarpadas cargadas de nieve, y el Tabillón, al que luego ascenderíamos. Atravesando un puente sobre el río Cúa pasamos al Barrio de Prado donde aparcamos a las 10:30 horas tras 160 Km. El cielo estaba cubierto, pero se veían algunos claros sueltos.
Tras cambiarnos, José Antonio decidió que era mejor comenzar la ruta un poco más adelante, por lo que con los coches recorrimos un kilómetro más hasta llegar a una zona donde han reproducido un castro con cinco pallozas y un centro de interpretación. Allí dejamos los coches definitivamente y a las 11:00 horas comenzamos a caminar por un camino con dirección norte paralelo a la carretera que subía a Guímara. Enseguida fue girando el mismo para meterse de lleno en el valle del arroyo Carballinos. En esos momentos se escapaban algunas gotas sueltas de lluvia. El primer tramo de esta valle es muy angosto en su parte baja cercana al arroyo. Nosotros ya íbamos por encima del mismo ganando altura poco a poco.
500 metros después de girar se encuentra el desvío hacia los restos del verdadero Castro de Chano. Por un sendero con balaustrada de troncos de madera se accede a esta lugar donde pudimos ver unas diez o doce pallozas sin techumbre y agrupadas en escasos metros. Alrededor del mismo continua la senda por la que se puede recorrer el perímetro del mismo en su totalidad. Algunos pinturas indicaban la conveniencia de no entrar dentro del mismo para no deteriorarlo. Según un cartel visto donde las reproducciones, el mismo data de los siglos I a C. al I d C.
Tras esta breve visita, retrocedimos hasta el camino de nuevo para seguir subiendo por el valle. Al lado de la pista vimos un depósito medio enterrado y algunas tuberías de entrada y salida, por lo que supusimos que se trataba de una captación de aguas. Frente a nosotros se alzaba la cumbre del Carballín, con 1855 metros. Solo en la parte alta quedaba nieve de la caída el día antes. Numerosos regueros bajaban por la ladera del valle y al otro lado del mismo vimos una bonita cascada. En la falda de nuestro lado se veían los tubos blancos que protegían a las plantas recién repobladas.
Así fuimos avanzando y comenzamos a girar hacia el sur entrando en un brazo de este valle por el que bajaba el arroyo Mondigo. Dejamos atrás un desvió del camino hacia el otro ramal y subimos poco a poco teniendo ya de frente al alto de Tabillón. Un poco por debajo de la pista que llevábamos se podía ver el camino antiguo lleno de maleza. Estas pista son nuevas y las han hecho para la repoblación.
Por ella llegamos a unas praderas donde vimos los restos de un chozo. Allí se perdía el camino estuvimos buscando el sendero entre la maleza. Dimos con uno en el que había algunas marcas de pintura roja y nos llevó entre escobas por el lecho de un arroyo y algo de arboleda. Echando la vista atrás teníamos una bonita panorámica de las cumbres del otro lado del valle de Fornela como eran las del Teso Mular, Cebreiro, etc. Ahora se abrían algunos claros en el cielo por los que lucía el sol.
Mas arriba atravesamos un pequeño bosque de acebos de grueso tronco donde nos hicimos unas fotos. Tras una fuerte pendiente vimos al fin el refugio bajo la falda del Tabillón. De su chimenea salía humo del fuego prendido por los que ya iban por delante. Los demás nos sacamos una foto con la caseta y el pico de fondo.
A la una de la tarde llegamos a este refugio de reciente construcción, por el aspecto que tenía. A él llegaba una pista que venía por encima de la que nosotros habíamos traído y que enlazaba con ella por un zigzag que no habíamos visto. El refugio era de piedra con tejado de pizarra. En su interior tenía chimenea, una mesa con bancos y una estantería con algunos útiles de cocina y productos como sal, aceite, etc. Encima de la mesa había una buhardilla donde se podía dormir y a la que se accedía por una escalera de madera. Un buen lugar para hacer acampada e incluso pensamos en la posibilidad de usarlo en marchas nocturnas. Hasta allí me marcaba el podómetro 1,800 Km.
Algunos comieron algo allí antes de retomar la marcha media hora más tarde. Por debajo del pico, hacia la parte contraria, se veía una senda trasversal por la que se podía subir a la cresta. En cambio se decidió hacerlo por el mismo lado en el que nos encontrábamos siguiendo los varios senderos medio perdidos entre las escobas. Cada uno fue subiendo por donde mejor le pareció. Roberto, José Antonio y yo nos echamos hacia la derecha con dirección al collado de Los Campanarios, entre el pico Tabillón y el Carballín. La pendiente era fuerte y encontramos algunos pedreros y zonas de roca maciza. Cada vez se abrían más claros, lo cual nos animaba en la subida.
Alcanzamos este alto de 1741 metros a las 14:00 horas y pudimos contemplar todas las cumbres hacia Los Ancares. En la cresta se acumulaban algunos neveros hacia la parte norte por la que subíamos. Nos quedaba ahora el último tramo hacia la cumbre de 200 metros escasos de desnivel. Mateo y María Jesús habían subido por otro lado aún con más pendiente y a ésta le estaba costando llegar. Piedad y Miguel ya iban bastante por delante.
Siguiendo un sendero de la cresta fuimos pasando zonas de matojo bajo y roca entre la que se acumulaba algo de nieve, muy poca. Ya bastante arriba nos encontramos con una pista que llegaba a la cumbre por la otra parte y bordeaba toda ella destrozando buena parte de la loma inútilmente por lo que vimos. Cercana a ella, y casi en la cima, había unos restos de lo que parecía ser el proyecto de una caseta, aunque solo estaba la base. De hecho, en el mapa sí marcaba allí una caseta de observación.
A las 14:55 horas llegamos nosotros a la cumbre del Tabillón con una altitud de 1913 metros. Desde abajo habíamos subido un desnivel de 900 metros aproximadamente. La vista era realmente espectacular pudiendo contemplar numerosas cumbres de la zona de Ancares, como el Miravalles, Cuiña y otros mas de la sierra. Hacia el nordeste contábamos las cumbres del Miro, La Gubia, y girando a norte la sierra de Cienfuegos que bordeaba el Valle de Fornela. Por el sur se podía ver el Teleno muy al fondo y en primer plano la Peña Portillina y detrás el Mollanedo.
En la cumbre nos hicimos unas fotos del grupo y dejamos la tarjeta entre un montón de piedras que hizo José Antonio. Era impresionante ver la cumbre no muy lejana del Miravalles, que poco a poco se había ido despejando por completo. También se podía ver parte de la ruta que tenemos prevista realizar hasta su cumbre este año y que será en parte nocturna.
No tardaron algunos en tener prisa por marchar y se adelantaron mientras quedamos otros un rato mas en la cumbre sacando fotos y disfrutando del amplio y bonito paisaje desde la misma. Habíamos decidido pasar a comer a La Peña Portillina, siguiente cumbre del cordal y con altitud de 1805 m. De las laderas del pico en el que estábamos caían unas pendientes canales por la cara norte cargadas de nieve.
A las 15:30 horas nos encaminamos hacia esta otra cima entre la que había un collado de 1700 metros. Por la pista fuimos bajando hacia el sur teniendo a la derecha un pinar de ejemplares no muy altos y cubiertos aún por una fina capa de nieve. Enseguida abandonamos la pista, que bajaba por la falda contraria, y nos metimos en una cresta de fuerte desnivel. En la misma encontramos algunos pasos entre roca donde había que destrepar con algo de precaución. Al resto les habíamos dejado de ver y estábamos creídos que habían parado detrás de unas rocas en el collado. Al llegar a él comprobamos que no era así y tampoco se les veía subiendo hacia la Portillina o bajando por el valle. Luego supimos que habían bajado por una ladera de nuevo a la cabaña.
Nosotros, al llegar al collado, decidimos olvidarnos del otro pico y comer allí tranquilamente a la abrigada. José Antonio había bajado por un nevero y se llenó las botas de nieve. Paró más abajo a quitárselas y luego subió unos metros hasta donde estábamos nosotros. Apuntaré que ahora habíamos cambiado de valle y estábamos por encima del arroyo de Prado o Regatón que bajaba directamente a Chano. A las 16:15 horas nos pusimos a comer sentados en unas rocas del collado aquel cuyo nombre no viene en los mapas. Por un lado teníamos el valle antes apuntado y por el sur bajaba el valle del arroyo Boduela.
Eran las cinco de la tarde cuando nos pusimos en marcha los cuatro que quedábamos juntos: José Antonio, Álvaro, Roberto y yo. Bajamos del collado y atravesamos una alambrada de pastos allí cerca. Pasamos luego un gran nevero de la cabecera del valle, al fondo del cual veíamos Chano. Desde allí podíamos pasar por otro collado al valle de Carballinos o bajar directamente por el que íbamos, lo cual hicimos al final. Aquí se me terminó la tarjeta de fotos, lo cual me extrañó un poco ya que no había sacado tantas. Resultó que días antes había estado sacando algunas con la máxima resolución y se me había olvidado cambiarla, por lo que las que había estado sacando me ocupaban mucha capacidad.
Poco a poco fuimos perdiendo altura y nos metimos de lleno en el matorral alto. La senda no estaba nada clara e íbamos por donde mejor podíamos avanzar. No habíamos subido por allí ya que José Antonio ya sabía que era mala vaguada para hacerlo. De bajada no es lo mismo y se pueden ir sorteando mejor los obstáculos. Nos separamos de él y cruzamos un arroyo tras el cual encontramos un sendero bajo la peña Portillina. Atravesamos algunos pedreros antes de decidir echarnos ladera abajo ya que el sendero subía por la ladera hacia otro valle. Por los walkies que habíamos llevado nos comunicábamos con José Antonio, que se había metido por otra pequeña vaguada paralela. Echando la vista atrás vimos como se había ido mucha de la nieve que por la mañana cubría la pared norte de la Portillina.
Encontramos otro arroyo y bajamos un rato a su lado antes de ver que se cerraba el paso. Salimos de su cauce y nos metimos entre mas escobas donde tampoco se avanzaba fácilmente. Aquí fue donde Roberto tropezó y cayó entre las ramas que le querían “comer”. Yo iba detrás y al querer sacarle una foto caí también entre el ramaje. Con la mochila era complicado incorporarse. Íbamos buscando los pedreros por los que se bajaba mas o menos bien. A Álvaro y a mí nos estaba recordando muchísimo la última bajada de la ruta de las Majadas de Santa Eulalia el pasado año. Allí se nos cerró tanto que era casi imposible avanzar y terminamos la ruta de noche. Además el valle era muy parecido físicamente.
Llegamos por fin a la confluencia de dos arroyos donde estaba ya José Antonio. Por allí vimos algunos ejemplares de tejos y mucho musgo. Entramos entonces en una especie de camino mas despejado que se terminó mas adelante. Tuvimos que atravesar de nuevo el cauce ahora con mayor caudal y amarrándose a las ramas de los árboles cercanos.
Unos fuimos entonces por un prado al lado del arroyo y otros algo por encima donde se suponía iba el sendero entre arboleda. Mas abajo tuvimos que pasar otra vez el cauce del arroyo Regatón saltando de nuevo sobre el mismo. Así entramos en lo que sí era un camino en condiciones ya no lejos del pueblo. José Antonio se había adelantado y por el walkie hablamos con él, aunque debía de tener ya poca pila por que se cortaba.
A escasos metros de llegar a Barrio de Prado pasamos un puente de cemento y a las 19:10 horas entramos en dicho pueblo llegando al lugar donde por la mañana habíamos dejado los coches la primera vez. De nuevo veíamos la peña Portillina al final del valle aunque no el Tabillón, oculto tras la lomas intermedias. Barrio de Prado es eso, un barrio aledaño a Chano por la parte contraria del río Cúa.
Nos restaba un kilómetro escaso para llegar a los coches. José Antonio nos dijo que no saliésemos a la carretera y que por los prados llegaríamos más cómodamente. Nada más pasar el puente entramos en dichas praderas y en pocos minutos, tras dejar atrás un merendero y pasar otro puente, llegamos al final de la ruta. José Antonio había cogido el coche e iba a ver si el resto estaba en Guímara. Eran las 19:30 horas.
Lo mismo hicimos nosotros con mi furgoneta. Curioso fue como estaba comentando yo que bien podían haber dejado una nota cuando la vi en el parabrisas prendida. Frené tan de repente que asusté a los dos compañeros. En ella nos indicaban que estaban en el bar de Guímara esperando. Hasta este pueblo nos dirigimos aparcando en una de sus calles y allí nos cambiamos antes de dirigirnos al bar donde ya esperaba el resto de compañeros. Tomamos una consumición rápida e hicimos las cuentas de la salida.
A las 20:15 horas emprendimos el viaje de regreso a León. Esta vez nos dirigimos directamente a Fabero y de éste a Toreno. Una nueva equivocación nos hizo retroceder un trecho para coger bien la carretera correcta. En Toreno entramos en la autovía hacia Ponferrada enlazando luego con la de Astorga. Como ya ocurriera la vez anterior, volvimos a encontrarnos tramos sin pintura alguna con el consiguiente peligro que ello supone a las velocidades de esa vía. Como ya iba prevenido, al llegar a ellos daba las largas para al menos orientarme por las balizas laterales. En Astorga abandonamos dicha autovía para hacer el último tramo por la nacional. Sobre las once de la noche llegamos a León donde ya había llegado el otro coche. Traje a María Jesús hasta casa y poco después llegué a la mía.
Terminamos de esta manera la sexta actividad del club de este año. La climatología nos ha dado otro respiro tras un año un tanto irregular. De nuevo ascendimos una cumbre no programada en compensación por otras que no hemos podido anteriormente.

































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