lunes, 15 de noviembre de 2004

DESFILADERO DE LOS ARRUDOS (Caleao - Asturias) 14-11-04

 


1ª TRAVESÍA “CALEAO-DESFILADERO DE LOS ARRUDOS-

COLLADO DE LOS ARRUDOS-CALEAO”. (Asturias).

14-11-04       (Domingo)

Ya casi finalizando el año volvimos a salir de nuestra provincia para irnos a la cercana Asturias a recorrer un bonito desfiladero situado en la zona del puerto de Tarna, donde hace poco más de dos meses visitamos la cascada del Tabayón. Esta vez la ruta partía de la parte más baja del puerto, en Caleao, prácticamente en la mitad entre el puerto de San Isidro y Tarna. Dentro de las variantes de dicha ruta, escogimos una de ida y vuelta algo más corta que la circular que dado la época en la que estamos ya, podía resultar un poco ajustada de tiempo. Al final como se verá hubo dos variantes al dividirse el grupo, como por costumbre suele suceder cuando cada uno hace lo que le viene en gana. Pero bueno, a continuación relato la experiencia propia, que por otro lado era la programada inicialmente.
A las 8:00 horas nos reunimos en Guzmán los 9 componentes de esta salida: Luis, Merce, José Luis, José Antonio, Marta, Ricardo, Juan Carlos, un amigo de éste cuyo nombre no recuerdo ahora, y yo. En los coches de Luis, Ricardo y de este nuevo acompañante emprendimos el viaje hacia el comienzo de la ruta. El cielo estaba despejado por completo aquí en León, aunque hacia la montaña se veía un poco peor. Por la nacional llegamos a Puente Villarente donde giramos. Ya en el pantano del Porma nos detuvimos a sacar una bonita foto del Susarón con su cumbre algo nevada.
Si más continuamos hacia Puebla de Lillo conde Luis tenía pensado llenar el depósito de gasolina ya que iba con la reserva encendida. Para colmo vemos que la gasolinera de dicho pueblo estaba cerrada a pesar del horario que en ella se leía. Con un poco de mosqueo nos pusimos de nuevo en marcha hacia el puerto de Las Señales. Poco a poco la carretera se blanqueaba por la nieve y el hielo, lo que hizo extremar la precaución. Pasado este collado se desciende un poco hasta el puerto de Tarna, límite provincial desde donde se desciende más bruscamente.
En la carretera nos encontramos con algunas placas de hielo provocadas por el agua del deshielo. Pues bien, a pesar de la precaución, a Luis se le fue el coche en una de ellas y fuimos a dar contra un montón de nieve al lado de la carretera. Tan solo se le despegó una goma de la parte baja de la defensa delantera sin mayores consecuencias. Continuando el descenso fue desapareciendo el hielo y solo nos quedaba la preocupación de la gasolina.
Así alcanzamos el desvío hacia Caleao y por una estrecha carretera de 6 kilómetros llegamos a dicho pueblo. Eran las 10:30 horas. En un bar estuvimos tomando un café y luego nos acercamos hasta un aparcamiento situado a unos 200 metros por una pista que parte a la entrada del pueblo. Luis subió el coche hasta allí mientras los otros dos lo dejaban en el pueblo. El cielo se había ido cubriendo y en esos momentos incluso llovía ligeramente. Nos preparamos para la ruta y ya eran las 11:00 horas cuando comenzamos a caminar.
Por una pista de cemento nos dirigimos hacia un estrecho valle por el que transcurre el Arroyo de los Arrudos. Tras unos metros de subida, se cambió la pendiente y descendimos un trecho entre verdes prados. Durante un instante en el que se abrieron algunos claros pudimos ver el bonito pueblo soleado enclavado en la ladera. Algo más adelante nos encontramos con el primero de los varios puentes que atravesamos durante la ruta. Por él pasamos a la margen izquierda del río, o sea, dejamos éste a la derecha de nosotros. La pendiente es suave y se lleva bien la marcha. Además, va dejando de llover aunque continua nublado.
A escasos metros del primer puente se encuentra el segundo, por el que volvemos a cambiar de margen. Cerca de él vemos una bonita casa y otra a la parte contraria del camino. El verdor del paisaje se une a la abundancia de arboleda que abriga al arroyo, en el cual ya comenzamos a divisar algunas cascadas de gran belleza. De nuevo atravesamos otra pasarela de madera.
En los prados se ven algunas edificaciones más cerca de las cuales pastaban algunos bonitos caballos. El valle se va estrechando a la vez que ganamos altura suavemente. A veces el arroyo lo tenemos a escasos metros de nosotros mientras que enseguida se aleja serpenteante del camino. De pronto nos encontramos de frente con un gran rebaño de vacas que baja tapando todo el ancho del camino. Nos hacemos a un lado para dejarlas paso y evitar que nos lleven por delante. Algunos se meten en un prado para ir avanzando mientras otros esperamos un rato a que pasen.
Más adelante vemos a nuestra izquierda un gran chorro de agua que fluye desde un hueco en la roca misma. Ricardo se acerca hasta su salida pocos metros por encima del camino. Una tubería bajo el camino sirve de rebosadero hacia el río.
De esa forma llegamos a lo que es el comienzo en sí la parte estrecha del desfiladero, que a pesar de ser corta, es bastante bonita. Un cartel nos lo indica. Atravesamos un nuevo puente de madera para continuar ascendiendo por un tramo de pista entre la pared y una balaustrada de madera que evita la caída directa al río. En éste continuamos disfrutando de los numerosos saltos de agua formados por el deshielo de la primera nevada de la temporada. La arboleda multicolor cubre por completo otros tramos del camino cubierto por infinidad de hojas.
Fuera ya de él, no tardamos en divisar otra pasarela de madera, esta vez más elevada sobre el cauce y sujeta por dos estructuras metálicas. En una de las fotos del folleto que llevamos de guía viene dicho puente, llamado Calabazosa, así como algunos rincones más de la travesía que poco a poco vamos localizando. Tras atravesar dicho paso elevado la pista se convierte en una empinada escalera de piedra que rápidamente gana altura sobre el río.
En poco más de cinco minutos alcanzamos el sexto y último de los puentes que atravesamos. El rincón en el que se enclava es uno de los más bonitos de la ruta, para mi parecer. El conjunto de éste, con la barandilla de madera del sendero, los verdes helechos y un solitario árbol que sale de la misma roca forman este singular rincón sobre el cauce.
El grupo ya se había dividido quedando por detrás Marta, Merce, Luis y yo. Poco más adelante iba José Antonio al que avisé del desvío que había que tomar antes de cruzar el siguiente puente. Como iba avanzado, esperaba que se lo dijese al resto que iba aún más aventajados.
El sendero en aquel tramo era bastante empinado y el desnivel hacia el río considerable. De nuevo, esta vez en un tramo de escalones, nos encontramos con otro rebaño de vacas que bajaba. Apartándonos de su camino vimos como descendían hábilmente por los escalones de piedra. Algo más de cinco minutos estuvimos detenidos hasta que pasaron todas. Aproveché esta parada para sacar varias fotos de la cima nevada del pico Peñas Roscas, que tenía un bello contraste con un claro de cielo azul que en ese momento tenía detrás. Hacia la parte alta del valle por el que caminábamos pudimos ver la cima del pico Torres y del Valmartín, situadas en la zona del puerto de San Isidro.
A las 13:15 horas llegamos a la pradería del Colladín, situada en la confluencia del valle del río Arrudos y del arroyo de la Robre. Sobre éste último cruzaba el puente que no teníamos que atravesar a pesar de que las marcas de la ruta lo indicasen. Allí no vimos a nadie ni sabíamos por donde habían continuado, por lo que nos surgió el dilema de por donde continuar. Al final me decidí a seguir lo programado y olvidarme del resto que habían hecho lo que les había dado la gana. De esa forma, acompañado por Luis, Marta y Merce, abandonamos el sendero principal y nos metimos por la vaguada de la derecha hacia la collada de los Arrudos, objetivo principal de la ruta.
El sendero era más estrecho que el anterior y peor conservado. A pesar de ello continuamos disfrutando de hermosos rincones cercanos al cauce del arroyo, serpenteante éste entre la arboleda ya casi deshojada que había formado un bonito manto de hojarasca en el suelo. A la parte contraria del mismo se elevaba una puntiaguda roca de paredes verticales.
El sendero fue ascendiendo por la margen izquierda del arroyo, visto desde su nacimiento. A los lados contemplamos numerosos acebos, algunos de ellos con abundantes frutos rojos. Poco a poco fuimos ganando altura sobre el cauce y empezamos a pisar la primera nieve de la temporada. El paisaje se iba haciendo invernal, ya que los pocos claros que habíamos visto habían desaparecido y el cielo se cubría cada vez más de negros nubarrones. La niebla además parecía bajar en busca de nosotros, lo que nos haría desistir de continuar, ya que el tiempo que teníamos antes de que comenzase a oscurecer era ajustado.
En la parte alta comenzamos a ver parte de la collada hacia la que nos dirigíamos. El sendero se mantenía bien marcado, lo que nos daba completa seguridad. Además se veían numerosas huellas en la nieve, que supusimos podían ser de un grupo de León que sabíamos que iba a hacer una ruta por la zona.
Así fuimos ganando altura hasta llegar muy cerca de la collada. Lo cierto es que ya íbamos un poco cansados, eran casi las tres de la tarde y había ganas de comer. Las chicas decidieron quedar allí mismo comiendo mientras que Luis y yo optamos por continuar hasta la collada. Siguiendo el sendero llegamos al cruce con el arroyo. Aquí vimos como unas huellas subían entre las escobas mientras que otras continuaban por la ladera contraria de la que veníamos. Suponiendo que iban buscando un lugar mas apropiado para subir, las seguimos. No tardamos en ver que bajaban demasiado y además se veían muy pocas. Por ello retrocedimos hasta el arroyo y continuamos por donde subían las otras, entre los matorrales. A estos se unía la nieve, por lo que nos costaba avanzar hacia arriba.
Los últimos metros me costó mucho recorrerlos. Por fin, a las tres de la tarde alcanzamos la cima del collado o puerto de Los Arrudos con 1373 metros de altitud. Habíamos subido casi 700 metros desde Caleao y recorrido 10 kilómetros según mi podómetro. La vista desde él apenas si merecía la pena. Las nieblas lo cubrían todo y tan solo se veía parte de un valle de la zona contraria. Incluso vimos como se escapaban algunos copos de nieve. Por el medio de la collada pasaba una alambrada con una cancilla de paso. A nuestra derecha, tapado por la niebla, se alzaba la peña de la Tabierna, y a la izquierda otro collado más alto con el mismo nombre de la peña. De frente vimos una caseta cerca de otro paso situado a unos 400 metros.
No tardamos en comenzar el descenso en busca de las compañeras. Todas las cumbres que antes habíamos visto desde abajo permanecían ahora completamente tapadas por la niebla. En vez de seguir el mismo sendero, cogimos otro que bajaba más directamente. Un poco a voces les pedimos que nos indicasen donde estaban paradas.
Ya juntos decidimos continuar hacia abajo antes de parar a comer Luis y yo. Por el mismo sendero desandamos el camino de ascenso cruzando numerosos regueros. Así dejamos atrás la zona nevada y nos internamos de nuevo en la zona de bosque y matorral. Realmente es indescriptible lo bello que se encontraba el bosque en esos momentos. El verde de la hierba entre la hoja rojiza formaba un tapiz en el suelo casi de postal.
De esa forma llegamos al cruce con el arroyo de Los Arrudos donde decidimos detenernos a comer. Eran las 16:00 horas. En unas rocas de la pradería del Colladín nos acomodamos para comer Luis y yo. Por cierto que yo ya tenía bastante hambre en esos momentos. Allí estuvimos una media hora y antes de reiniciar el regreso sacamos una foto con nuestro banderín.
Del retorno no me extenderé en el relato ya que vimos lo mismo que antes. Volvimos a atravesar los mismos puentes. En las zonas de piedras había que tener un poco de precaución para no resbalar. En una zona que pudimos acercarnos al río nos lavamos las botas, que venían de barro hasta no poder más. Allí estuvimos sacando unas fotos del río con las cámaras digitales haciendo que el agua quedase difuminada. Al llegar a la altura del chorro de agua que salía de las rocas subí yo esta vez para verlo. Pasamos el desfiladero, las praderías etc. mientras poco a poco iba oscureciendo el día.
Así, a las seis de la tarde, llegamos al final de la ruta en el aparcamiento donde habíamos comenzado. Aquí estaban José Luis y Ricardo esperando. El resto ya se había marchado. Como ya me esperaba, no faltaron las críticas nada más llegar. Por supuesto, y de buenas maneras, les repliqué con la lógica aplastante de lo que cada uno había hecho y lo que estaba programado. Supimos que habían seguido valle arriba hasta donde les pareció y comieron. Por su parte, José Luis se había desviado por el mismo valle que nosotros hasta la collada y había vuelto por la parte del mismo que Luis y yo habíamos seguido unos metros antes de retroceder hacia dicha collada. Incluso dijo habernos oído en algunos momentos.
Pues bien, sin más dilaciones, y tras cambiarnos un poco la ropa húmeda, emprendimos el regreso en los dos coches sobre las 18:30 horas. Esta vez, en lugar de hacerlo por Tarna, optamos por volver por Pajares. En la primera gasolinera que encontramos a pocos kilómetros llenó Luis el depósito respirando de tranquilidad por fin. En Pola de Laviana nos desviamos hacia Cabañaquinta al que llegamos tras pasar el puerto de La Colladona. Desde allí continuamos con dirección a la autovía Mieres-Oviedo accediendo a ella en el punto intermedio de Mieres y Pola de Lena. Ya en Campomanes la abandonamos para subir el puerto de Pajares en cuya cima encontramos algo de niebla. En tierras leonesas continuamos por la nacional sin novedades hasta entrar en León pasadas las nueve de la noche.
Y así fue el final de una nueva excursión del club de montaña “Cumbres de León”. Al margen del desconcierto reinante por parte de algunos participantes, me limitaré a calificar de reconfortante y positiva la experiencia vivida durante la jornada transcurrida.























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