lunes, 6 de septiembre de 2004

CASCADA DEL TABAYÓN O MONGAYO (Tarna - Asturias) 05-09-04

 


1ª TRAVESÍA “TARNA-CASCADA DEL TABAYÓN”. (Asturias).

05-09-04          (Domingo)

Continuando con las actividades programadas por el club para este año, nos ha tocado este mes la realización de una bonita travesía por la zona asturiana del Parque de Redes, concretamente en el puerto de Tarna. La misma transcurre desde el pueblo de Tarna hasta la Cascada del Tabayón, siendo el aliciente de esta ruta, además del dicho salto, el bonito bosque por el que transcurre.
Tiempo atrás hemos tenido que solicitar visita a la zona a través del Principado de Asturias ya que se trata de un espacio protegido de acceso restringido. Con la autorización ya recibida llegó el domingo de dicha excursión.
Con la furgoneta fui hasta León donde la dejé aparcada. En vez de salir de Guzmán como es habitual, cambiamos a Santo Domingo debido a la partida de la Vuelta Ciclista a España, que comenzaba su primera etapa ese día en nuestra ciudad. En dicha plaza nos juntamos los 9 participantes en esta excursión y que relaciono: Carlos, Antonio, Guiomar, José F., Luis, Marta, José A. y yo. Nos acompañaba en esta ocasión Javier, un tocayo mío amigo de Antonio.
A las 8:30 horas ya algo pasadas emprendimos el viaje en los coches de Luis, Marta y Javier. Decidimos hacerlo por la carretera de Santander en vez de irnos hasta el Puente Villarente. Durante el viaje vimos en la carretera numerosas ramas de los árboles arrancadas por las fuertes granizadas y tormentas que el día antes sacudieron León y provincia causando, por cierto, destrozos en cosechas, casas, etc.
Tras pasar Boñar y bordear el pantano del Porma, llegamos a Puebla de Lillo donde paramos unos minutos a tomar un café y demás. En el cielo aún se alternaban los claros y las negras nubes, aunque curiosamente hacia Asturias se veía más despejado. De nuevo en marcha subimos el puerto de Las Señales para descender unos metros hasta el de Tarna. Allí se acentúa la pendiente ya bajando hacia el Principado de Asturias. Por dicho puerto descendimos unos 6 kilómetros hasta el desvío a Tarna, pueblo cercano a dicha carretera. Eran las 9:35 horas.
Nos encontramos las calles del mismo completamente en obras. Donde pudimos aparcamos los coches, y fue poner el pie en tierra cuando de pronto comenzaron a caer unos goterones descomunales. Nos metimos bajo un portal viendo como durante unos 15 minutos descargaba una tormenta desorbitada. Cuando remitió nos terminamos de componer y ya a las 11:00 de la mañana comenzamos a caminar.
Al principio de la ruta vimos un cartel indicador con el perfil de la misma y tiempos. Según éste, tenía una longitud de 9,5 kilómetros siendo esta circular, lo que deduje por el cartel, ya que del pueblo a la cascada había mucho más recorrido que de la cascada al pueblo. Desde aquí apunto ya que nosotros no vimos desde ella otro regreso que no fuese el mismo de la ida.
Por una pista de cemento que se dirigía hacia el cementerio salimos del pueblo. Al término de la misma comenzó un camino entre verdes prados cercados con muros de piedras. La vegetación comenzaba a ser abundante destacándose los hayas entre la misma. Por la parte derecha contemplábamos la parte baja del puerto con laderas igualmente cargadas de arboleda. Echando la vista atrás podíamos ver los tejados de alguna casa del pueblo por encima de las copas de los árboles más cercanos.
El camino de pendiente irregular, tan pronto ascendía como descendía suavemente. A su lado vimos también algunas cabañas en diferentes estados de abandono. Cerca de unas se bifurcaba el camino en dos. Por el de la izquierda se ascendía al llamado “Llanu´l Toru”, donde según la información que llevábamos, se podían ver hayas centenarios de hasta 10 metros de perímetro. En el indicador ponía que se tardaba una hora larga hasta ellos, por lo que optamos por continuar por el otro ramal hacia la cascada.
El camino hacia la misma transcurre a media ladera del valle del puerto de Tarna. A sus orillas encontramos numerosos árboles de gruesos troncos y formas irregulares. En el fondo de una de las vaguadas por la que discurre la pista atravesamos un puente de madera sobre un arroyo que formaba un bello rincón en el lugar. En dicho puente nos sacamos una foto todo el grupo.
Por otro lado apuntaré que la lluvia intermitente nos hacía poner y quitar los chubasqueros con el consiguiente engorro. Como hacía calor, si se mantenía puesto nos podíamos asar. Cuando salía el sol formaba unos bellos efectos de luces y sombras entre la arboleda brillante por el agua.
Tras pasar el puente aquel continuamos rodeando el valle para dirigirnos ya hacia la vaguada por la que bajaba el arroyo de Mangayo en el que se encuentra la famosa cascada. Al lado izquierdo del camino, que ya se había convertido más bien en sendero, había una fuente con pilón de piedras. Algo más adelante volvimos a atravesar otro puente de troncos sobre un pequeño cauce. La pendiente de la ladera derecha en ese tramo era muy pronunciada. Al otro lado de la vaguada ya contemplábamos la cumbre del Cueto Negro, cima piramidal de parecido tremendo con la Pica Ten de Oseja de Sajambre, de cuyas laderas se precipita el salto al que íbamos.
Sobre las 12:30 horas salimos de aquel bosque viendo de pronto el amplio valle al fondo del cual distinguimos la catarata. Para llegar a ella bajamos unos metros hasta la vega de La Campona por el medio de la cual atravesaba el sendero antes de meterse de nuevo por entre la vegetación otro tramo. Siguiendo de continua las marcas de pintura que señalizan todo el recorrido comenzamos a subir el último tramo hacia el salto. La pendiente allí era considerable y lo tomé con calma. Algunos ya hacía tiempo que habían llegado. Yo lo hice a la una de la tarde. El desnivel desde el pueblo había sido de 500 metros.
La Cascada de Tabayón, o de Mangayo, tiene una caída de cerca de unos 50 metros aproximadamente y cae deslizándose por la roca. El entorno, casi más que el salto en sí, era lo más bonito del lugar. El arroyo Mangayo en el que se encuentra desemboca en el arroyo Ablanosa al fondo de la vaguada y éste a su vez en el conocido río asturiano Nalón, que discurre puerto abajo.
Cuando llegamos los últimos ya nos encontramos con que Antonio se había metido bajo el chorro a bañarse. La temperatura era agradable, pero para mí no tanto como para bañarse. A él le imitaron Carlos y José Antonio. Por el lado derecho del salto se veía continuar la senda que seguramente se dirigía a la parte alta y a la cima del pico.
Estando allí llegó un grupo de cinco personas, dos de ellas niños. Antes de emprender el regreso sacamos una foto de grupo, que por cierto ha quedado un poco borrosa. Después de 45 minutos comenzamos a bajar hacia un lugar donde comer, que en mi opinión bien podía haber sido aquel mismo. Siguiendo la misma senda, ya que como apunté antes no vimos ruta de regreso alternativa, descendimos la parte empinada hasta meternos entre los prados. En uno de ellos optamos por parar a comer ya que eran las dos algo pasadas.
Aquí hubo división de grupo, mientras Luis, Carlos y yo nos acomodamos a la sombra, el resto se colocó en el medio de la pradera al sol, que en esos momentos “picaba”. Cómodamente comimos sentados en unas piedras donde estuvimos otros tres cuartos de hora. De nuevo emprendimos la marcha por el sendero que habíamos abandonado momentáneamente hasta llegar a la pradera de La Campona. Atravesamos la misma y ascendimos unos metros entre helechos hasta meternos de nuevo en el bosque. Las nubes se alternaban en el cielo dando al valle una bonita vista.
Ya por entre la arboleda no tardamos en alcanzar el primer puente de madera. No tardamos en escuchar algunos vestigios de tormenta por encima de nosotros. El grupo se fue dividiendo y algunos ya nos sacaban a los últimos bastante ventaja. De camino hacia la fuente comenzó a descargar un fuerte aguacero de que nos “libraba” en parte el ramaje los árboles, aunque ya se sabe el dicho, “El que se mete debajo de hoja.....”.
Por el sendero, que subía y bajaba dentro del descenso general que hacía, alcanzamos el segundo puente donde nos detuvimos de nuevo a sacar algunas fotos aprovechando que lucía el sol en ese momento. Según el folleto de la ruta, la zona por la cual transcurre la ruta se llama “Monte Saperu”.
Ya en el cruce de senderos con que subía hacia el “Llanu´l Toru” hubo división el grupo. Como era pronto, las cuatro de la tarde, algunos querían subir hasta este lugar a ver los enormes hayas centenarios. Al final nos dividimos y mientras José Antonio, Guiomar, Javi y Luis se dirigían hacia allí, Carlos, Marta, José F., Antonio y yo optamos por seguir rumbo al pueblo. Según la indicación, llevaba algo más de una hora llegar hasta allí, por lo que sumado a lo que quedaba hasta el pueblo, no les esperábamos hasta pasadas las seis. Nosotros, como digo, continuamos camino abajo viendo ya algunos prados y huertas cultivadas.
Sí que comentaré algo que nos extrañó y desagradó al verlo ahora de bajada. Siendo como es un espacio protegido en el Parque Natural de Redes, vimos como el último kilómetro hasta el pueblo lo habían convertido poco menos que en escombrera. En el camino y márgenes habían depositado escombros de todo tipo, restos de tuberías, etc. Como digo, algo nada digno de un lugar para el que además, hay que pedir permiso de visita en el que te advierten de las posibles sanciones si no se respeta el entorno natural.
Sobre las 16:15 horas entramos en Tarna por la pista cementada. Frente a ella teníamos la iglesia a cuya vera pasaban la tarde varios lugareños. Parecía que el cielo se iba despejando cada vez más y lo azul dominaba ahora frente a las nubes. Sin más nos acercamos hasta los coches donde nos cambiamos antes de ir hasta el bar a tomar un refrigerio mientras llegaba el resto.
En la terraza estuvimos de charla mientras escanciábamos unas sidras y demás. La dueña del local nos dio unos marca-páginas con la foto de la cascada y una cueva del lugar. Por ello salí de dudas de que la cascada de Tabayón era conocida también como de Mangayo, de la que había oído hablar cantidad de veces y a la que tenía muchas ganas de visitar.
Para nuestra sorpresa, y cuando era las 17:30 horas, vimos aparecer al resto del grupo. Por lo contado, no habían tardado ni la mitad de lo que indicaba el cartel aquel hasta el lugar. Sí que había por lo visto una buena pendiente, pero se compensaba con la vista de los centenarios hayas de grueso tronco que había allí.
Se acomodaron con nosotros y pasamos otro roto de conversación animada entre cañas de cerveza, refrescos y sidra que “tiramos” entre todos, a veces más fuera que dentro del vaso. Hubo quien no saciaba el hambre y pidió un bocata de chorizo, por “respeto” no diré quien.
Poco antes de las 18:30 horas emprendimos el viaje de regreso. Tras salir a la general paramos un momento a sacar una foto del pueblo desde lo alto. Por la serpenteante carretera llegamos a lo alto del puerto de Tarna donde se encuentro el desvío hacia Riaño o Puebla de Lillo. Optamos por regresar por el mismo lugar de la ida y tras subir el puerto de Las Señales, comenzamos el descenso hacia este pueblo. Con el pico Susarón de frente y el enorme pinar autóctono de Lillo a nuestra izquierda, llegamos a éste.
Aquí estaba parado el coche de Luis que nos hizo señas de que tirásemos. Habíamos quedado en parar durante el camino, pero se comentaron dos o tres lugares y no se nos quedó en cual de ellos era, si en Valdecastillo o en Ambasaguas. Como pensábamos que el coche de Javier iba delante y le veríamos parado, continuamos sin más.
Así bordeamos el pantano del Porma y llegamos a la presa. Debajo de ella, un poco desviado, se encuentra Valdecastillo. Como no vimos coche alguno parado en la carretera, continuamos. Además Luis, que iba detrás, no nos hizo señas de lo contrario. De esa forma pasamos por Boñar y llegamos a Barrio de Nuestra Señora, donde se toma el desvío si se viene por la carretera de Santander. Aquí nos detuvimos los dos coches a ver que pasaba con el otro. Resulta que había parado en Puebla de Lillo a repostar y le pasamos nosotros sin verle. Como no teníamos como comunicarnos con ellos, Antonio y Javier, estuvimos un rato a la espera a ver si aparecían. Tampoco los del otro coche tenían claro donde habíamos quedado en parar, pero les parecía que en Valdecastillo. Claro, ahora no íbamos a retroceder los 25 kilómetros hasta allí.
Tras unos quince minutos de espera decidimos continuar el viaje y dejar que ellos hicieran lo mismo al ver que no estábamos. Por la misma carretera de la ida, la de Santander, hicimos el regreso. Sin novedades entramos en León donde Marta nos fue dejando a José, a Guiomar y por último a mí. Eran casi las 20:30 horas.
Y de esta forma, sin saberlo hasta el final, cumplí un objetivo que tenía pendiente desde hacía tiempo cuando me hablaron de la bonita cascada de Mangayo.                          
























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