lunes, 19 de mayo de 2003

VII ENCUENTRO DE MONTAÑEROS LEONESES. “LA VEGA DE ROBLEDO-SAN EMILIANO”. 18-05-03

 


VII ENCUENTRO DE MONTAÑEROS LEONESES.

1ª TRAVESÍA “LA VEGA DE ROBLEDO-SAN EMILIANO”.

18-05-03         (Domingo)

Un año más hemos celebrado el encuentro de Montañeros Leoneses, que en esta ocasión cumplía su séptima edición. Esta vez ha sido organizado, con gran éxito por cierto, por el club “S.L.A.C. Collado Jermoso” de la propia ciudad. Apunto aquí que el pasado año lo organizamos nosotros, también con gran acierto, por las numerosas felicitaciones recibidas.
En esta ocasión la celebración del mismo ha coincidido con la de mi 33 cumpleaños, lo que hizo que resultase una jornada especial por partida doble. A continuación relato todo lo acontecido a lo largo de la misma.
Antes de nada detallaré la lista de todos los socios de nuestro club que participamos y que sumábamos un total de 16 personas: Miguel, Jorge B., José F., Pepe, José B., Antonio, Carlos, Sonia, María, Jorge, José Antonio, Ada, Julia, Ana Belén, Fernando y yo. La mayoría se habían apuntado a través del club, mientras que otros lo habían hecho por su cuenta. Por otro lado, Carmen, que tenía pensado ir también, se arrepintió a última hora y no apareció en la salida. En total participamos en esta edición unos 350 montañeros.
A las 7:30 horas me recogió Miguel con su coche y luego pasamos a por Pepe. Los autocares tenían prevista su salida de Guzmán a las 8:00 horas. Aquí surgió un pequeño contratiempo que por suerte se solucionó sin mayores consecuencias. De allí tenían que salir cuatro vehículos, pero solo había tres. El cuarto, que era en el que íbamos la mayoría de nosotros, no había llegado aún. Pues bien, cuando salimos de León nosotros eran ya las nueve. Para aguantar algo más fue por la autopista desde aquí mismo hasta la salida de Luna. Aquí la dejamos y cogimos la carretera hacia el cruce de Robledo y Caldas. En ella nos cruzamos con los otros autocares que ya volvían de dejar al resto y tuvieron que hacer alguna maniobra dado la estrechez de la calzada. En el mismo cruce de los dos pueblos bajamos del vehículo y nos preparamos para la marcha. Poco antes de las 10:00 horas emprendimos la ruta los del cuarto autocar. El resto nos sacaba unos 40 minutos.
Los primeros 3,5 kilómetros transcurren por carretera hasta Robledo de Caldas pasando en medio por La Vega de Robledo. El cielo alternado de nubes y claros no quitaba un ápice de esplendor al paisaje del que disfrutábamos. Con la videocámara iba dejando plasmado todo lo destacado del mismo y los acontecimientos que iban pasando.
A nuestra derecha comenzamos a ver el macizo del Cirbanal, ya ascendido por nosotros, al igual que La Silla de Calabillos. Charlando y recreándonos con todo ello, llegamos a Robledo de Caldas 45 minutos más tarde. Muy por encima, siguiendo un camino en zigzag, se veían a los participantes que habían llegado antes. Aquí dejaríamos el asfalto por el resto de la ruta. Entramos en un camino entre vegetación que comenzó a ascender bastante repentinamente. El grupo se comenzó a desperdigar y yo bajé el ritmo. En pocos minutos nos pusimos muy por encima del pueblo teniendo una bella vista del mismo y del todo el valle por el que entramos.
Nuestro primer objetivo era alcanzar la collada de Las Rozas, situada a 1695 metros, unos 450 por encima de Robledo. Los organizadores habían señalizado bien los cruces conflictivos, que tampoco eran abundantes realmente. El camino estaba cubierto de piedrecillas en las que fácilmente podía resbalarse. Por detrás de nosotros no quedaban muchos participantes ya. Yo atajé en una de las curvas, pero vi que costaba bastante esfuerzo y desistí en las siguientes.
Ya llegando a la parte alta de la loma se suavizó la pendiente y comenzamos a ver las cumbres de la parte contraria. Echando la vista atrás pude ver una parte del pantano de Luna y varios picos de la zona de Omaña. A mediodía alcanzamos la collada Las Rozas donde había una caseta en medio de un pequeño prado. Llevábamos 6,5 kilómetros.
El camino continuaba ahora bordeando a media altura un verde valle recorrido por un riachuelo serpenteante. Pasaba justo debajo del Cirbanal e iba dando un giro primero a izquierda y luego a derecha hasta alcanzar la Majada de Cazurria. La caída hacia la hondonada era muy pronunciada desde allí. Yo me fui quedando detrás e iba buscando, según la ruta marcada en el mapa, al resto de montañeros que iban más adelantados. Miraba por las laderas de la otra parte de la vaguada y por las cimas, pero sin distinguir a nadie. De pronto, y sin imaginármelo, vi la larga hilera por el mismo fondo del valle.
Sobre las 12:35 horas alcancé la majada anterior, donde estaba parte del grupo esperando. Decidieron comer algo y yo, aunque sin ganas por ser algo pronto, también piqué un bocado. Desde allí estaba la opción de ascender al pico Cubil, al cual no decidimos subir, algunos por falta de ganas y otros por falta de tiempo. Yo no tenía intención alguna. Por allí estaba Constantino, que era uno de los organizadores, y su hermano Jorge, que pertenece a nuestro club.
Unos veinte minutos más tarde emprendimos de nueva la marcha. Esta vez había que descender hasta el fondo del valle donde hubo que atravesar el arroyo de Las Rozas saltando por las piedras. A partir de allí comenzamos a subir suavemente por la ladera contraria hacia otra collada cercana que alcanzamos a las 13:10 horas. Desde la misma pudimos ver otro bonito valle y las cumbres de las dos Ubiñas, la mayor de ellas cubierta aún por la niebla. La altitud era de unos 1530 metros y llevábamos 8 kilómetros.
Tomando dirección norte nos metimos entre escobas a media ladera de las cumbres del Alto de La Pica. Bordeando de nuevo este otro valle fuimos descendiendo hacia una bonita vega conocida como Brañanavares. Antes de llegar a la misma pudimos disfrutar de la vista de varias cascadas donde, como luego supimos, se habían bañado Antonio y Miguel. Atravesamos el arroyo del Puerto y no tardando llegamos a la zona donde había unas casetas y una fuente cerca de la cual encontramos al resto del grupo comiendo. Mucha más gente hacía lo mismo sentada en las verdes praderas o cerca de las rocas. Eran las 14:10 horas y llevábamos 9,5 kilómetros.
Yo apenas tenía hambre y solo comí un plátano y unas galletas. Para mi sorpresa, me encontré con Loli, compañera en algunas salidas anteriores. Fue ella la que nos indicó que, subiendo un poco por las rocas, veríamos la vega de Casa Mieres y las vertientes sureste de las Ubiñas. Así lo hicimos recreándonos en otra admirable panorámica digna de postal. La vega y los picos destacaban de forma impresionante. Sacamos algunas fotos y grabé todo ello con la videocámara antes de bajar. Fuimos recogiendo y nos acercamos hasta la fuente de la que manaba un agua muy fresca. Allí me topé con Lidia, una antigua compañera mía de trabajo también aficionada a la montaña, con la que charlé un poco antes de emprender la marcha de nuevo.
A las tres de la tarde salimos por el mismo camino que ahora continuaba hacia la collada de Navares, situada a un kilómetro de allí y a 1640 metros de altitud. La pendiente era suave y no tardamos en llegar a ella. El espectáculo que divisamos desde la misma es indescriptible. Laderas de verdes prados y flores blancas cubrían la totalidad de una enorme vega. Remataba todo ello una manada de caballos entre los cuales estuvimos sacando algunas fotos.
Yo no me cansaba de fotografiar y grabar toda aquella maravilla natural. Durante un rato disfrutamos del verdor tumbándonos y jugando en la hierba llevándonos por la euforia del entorno. Realmente era un lugar de esos que se ven en la tele o en postales y te parece increíble que exista. Además, y desde ya hacía rato, el sol contribuía a dar un esplendor nuevo al paisaje.
A media ladera pasamos por aquel idílico lugar antes de alcanzar la collada de Guzparín, máxima altitud de la ruta con 1750 metros. A partir de ella, y salvo una inapreciable subida más adelante, solo nos quedaba el descenso hacia San Emiliano. Habíamos recorrido 11,5 kilómetros de los 17 totales de la ruta.
Siguiendo el arroyo de Naves, nos metimos luego por una vaguada más cerrada pero igualmente bella. La roca ya era más abundante que lo anterior, aunque aún se veían trozos de verde pradera. El grupo seguía dividido y yo iba con los últimos. Con la videocámara iba incordiando un poco a María, que no quería que la grabase. Con nosotros iba en ese momento Constantino, que algo más abajo nos indicó un curioso lugar donde, dentro de un recinto limitado por un murete de piedra habían colocado rocas alineadas y separadas unas de otras una distancia de unos dos metros. Él ya las había visto en ocasiones anteriores y no le encontraba sentido. Incluso tenía la teoría de que pudiera tratarse de algún asentamiento antiguo. La explicación que nos dio una persona allí fue más sencilla. Se trataba de piedras colocadas para poner encima bloques de sal para el ganado.
Pasamos también cerca de un bonito bosque de pinos que destacaba soleado entre las rocas. A partir de allí la pendiente se pronunció bastante. Echando la vista al frente pudimos ver todas las cimas de la zona de Somiedo, el Morronegro, Peña Orniz, albos, etc. Tampoco tardamos en divisar San Emiliano en el fondo del valle. A nuestra derecha surgieron de pronto otra vez las Ubiñas, esta vez vistas por su cara suroeste. Iluminadas por el sol de la tarde, se elevaban imponentes sobre el valle.
Tras haber ya abandonado el cauce del arroyo Naves, fuimos girando hacia la derecha por un camino zigzagueante mas ancho pero con piedrecillas que se deslizaban peligrosamente. Aquí me quedé yo solo y así recorrí el último kilómetro hasta entrar en San Emiliano a las 17:20 horas.
En una pradera tenían montadas unas mesas con pinchos y refrescos para la fiesta posterior. Desde algo más atrás veníamos oyendo ya la música del grupo folklórico “Aguzo”, encargado de amenizar la misma. Continué hasta donde estaba el autocar y allí me encontré con parte del grupo y con Marta, Daniel y Sevi, que habían ido en el coche por la tarde. Tras cambiarme de calzado y demás, volví hacia el lugar donde poco después comenzaría la segunda parte de este VII Encuentro de Montañeros Leoneses, la fiesta.
El personal se fue acercando a las mesas para degustar los pinchos de tortilla, embutidos, etc., que habían dispuesto para todos. Mientras dábamos cuenta de ello, el grupo de danzas exhibía sus bailes regionales para goce de los congregados en aquel lugar. Yo iba dejando plasmado todo ello con la videocámara y la de fotos.
Algo después y como es tradicional, Buzzi, el delegado de montaña de León, felicitó al club S.L.A.C. Collado Jermoso la magnífica organización del evento entregando como muestra de ello a Pili, su presidenta, una placa conmemorativa semejante a la que el año pasado recogimos nosotros. Igualmente anunció que el próximo año estará coordinado por el club Collalampa, de Santa Lucía de Gordón.
Lo que me pilló por sorpresa fue lo que hizo a continuación. De una bolsa sacó una cuelga y pidió que saliesen los que cumplían años ese día. Yo sabía por quien iba, ya que, y hago esta puntualidad, el encuentro estaba previsto para el día 25 en vez del 18. Como el 25 hay elecciones, lo adelantaron, y en la delegación, una de la veces que fui por allí, se lo comenté, qué me fastidiaba un poco ya que me coincidía con mi cumpleaños. Por lo visto no se olvidaron de ello y tuvieron este detalle que me dejó tan sorprendido, que apenas si reaccioné. Me colocaron la cuelga y cantaron el “Cumpleaños Feliz”. Aunque pedimos que saliese alguien más que también cumpliera años, solo lo hizo otro que hacía tres días de ello. Entre los niños, y no tan niños, repartí los caramelos de la cuelga.
Alrededor de las 19:15 se retiró el grupo folklórico y el personal fue acercándose a los autocares para emprender el regreso. Carlos volvió en el coche con Marta. Al lado del nuestro estuvimos un rato de cachondeo nosotros. Sobre las 19:45 horas emprendimos el regreso a León. Por suerte, y no como en otras ocasiones, la gente iba animada y pasamos el viaje de vuelta entre canciones y demás desafinos que también dejé reflejado con el video. Atrás iba un grupo de niños a los que solo les hizo falta animar un poco para que se desgañitaran cantando. Al bordear el pantano de Luna pudimos divisar una torre de iglesia saliendo de la superficie del agua, lo que realmente impresiona. Como a la ida, cogimos la autopista hasta salir en La Virgen del Camino.
Por parte de Buzzi, que iba en nuestro autocar, hubo algunos comentarios sobre próximas actividades a realizar y entregó folletos interesantes que les habían dado sobre la comarca de “Cuatro Valles”. Con ello pasamos el viaje que terminó a las 20:45 horas en el mismo lugar de salida, Guzmán. Por mi parte felicité personalmente a Pili, la presidenta del club organizador, por el resultado tan espléndido de la jornada.
Como ya había prometido antes, invité a los del grupo nuestro a que tomasen algo por allí cerca. Entramos entonces en “Hojaldres Alonso” y estuvimos un rato de charla mientras consumíamos lo pedido cada uno. Resulta que, de mutuo acuerdo según creo, pagaron ellos en vez de dejar que les invitase yo, como había prometido. No me pareció nada bien, pero bueno, no era cuestión de mosquearse. Ya se lo compensaré en otra ocasión. Sin más nos despedimos y en el coche de Miguel volvimos Pepe y yo para Armunia.
Así terminó esta jornada en la que verdaderamente hubo motivos de celebración por todo lo acontecido en la misma: la ruta, el paisaje, el tiempo, la fiesta, la convivencia, etc. Ojalá, y como he apuntado en ocasiones anteriores, podamos seguir realzando este evento durante innumerables años más.















































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