INTENTO DE ASCENSIÓN A “PEÑA TREVINCA”.
29/30-03-03
Hemos realizado este fin de semana la primera salida del año de dos días. Nuestro objetivo, no alcanzado al final, era la cumbre de Peña Trevinca, en el límite de León y Zamora por la zona de Sanabria. El mal tiempo casi nos impidió iniciar la marcha, que al final quedó convertida en un paseo de unas dos horas en total. Pero bueno, el resto de lo acontecido compensa esta adversidad.
Tras preparar y concretar horarios de salida, el alojamiento y demás, llegó el sábado indicado. Los 15 participantes, que luego quedamos divididos en dos grupos, éramos los siguientes: José F., Carmen, Miguel, María, Antonio, Carlos, Cristina, Pablo, Emilio, Merce, José Antonio, Gelo, Sheila, Javier, y yo. Por su parte, Miguel, Gelo y Sheila marcharon por la mañana. Yo no sabía que éstos dos últimos iban a ir y lo supe cuando ya estábamos allí. Igualmente Javier, el tocayo mío, fue la mañana del domingo. El resto salimos todos juntos el sábado por la tarde.
SÁBADO 29
A las 18:30 horas estábamos Carlos Gil y yo esperando por los demás compañeros en el cruce de la carretera de Zamora con la que sube a Armunia desde Antibióticos. Ellos habían quedado de reunirse en Guzmán y recogernos a nosotros en este lugar. No tardaron en llegar en los coches de Cristina, José F. y Emilio. Nos pusimos en marcha para ir por la carretera comarcal de La Bañeza en vez de la nacional hasta Benavente. Yo iba en el coche de José con María y Carmen. El viaje fue realmente ameno entre divertidas ocurrencias, chistes y demás comentarios. Atravesamos Santa María del Páramo, La Bañeza y llegamos a Castrocontrigo. Tras éste comenzamos a subir el puerto que limita las dos provincias y cuyo nombre no sé en este momento. Ya anochecido entramos en Zamora de bajada hacia Sanabria. Nosotros íbamos delante y vimos un cruce hacia El Puente. Paramos para que nos viera el resto, pero pasaron delante sin detenerse. Continuamos entonces hasta el casi llegar a Puebla de Sanabria donde nos desviamos hacia el lago. Teníamos que coger luego el desvío de Vigo de Sanabria, pero me equivoqué y nos metimos hacia Pedrazales, teniendo que retroceder de nuevo a la carretera y seguir hasta el cruce correcto.
Eran las 21:00 horas cuando llegamos a este pueblo donde teníamos reservadas habitaciones en el hostal “Forcadura”, el mismo en el que dormimos el año pasado en la travesía nocturna a la cascada de Sotillo. Aquí surgió una pequeña desavenencia. Carmen y José F. habían reservado habitaciones en una casa rural de Trefacio y Antonio quería unirse a ellos aunque tuviese que pagar también la reserva del hostal. Claro, nosotros habíamos reservado ya las cinco habitaciones, y si marchaba alguno subía el importe a pagar cada uno. Al final dejamos que se fuese sin más y dividimos los 90´00 € que nos costaba el alojamiento entre los 8 que quedábamos.
Las habitaciones tenían dos camas pequeñas o una de matrimonio. Sin problemas nos distribuimos en ellas quedando Carlos y yo juntos en una. En la misma terraza de la vez anterior nos acomodamos para cenar tranquilamente mientras comenzaba a llover. En ella hay una mesa y varias sillas donde estuvimos un buen rato. Tras terminar decidimos acercarnos hasta un bar del pueblo donde tomamos unas consumiciones. En la tele estaban echando la peli “Mr. Bean” y pasamos un rato de risas bueno. Había que tener en cuenta que durante esa noche se adelantaba el reloj una hora, y que había que madrugar al día siguiente, así que no tardamos en volver al hostal.
Por no variar, no faltaron los pitorreos típicos de estas ocasiones. Nuestra habitación daba con la de Merce y María, y no dejábamos mutuamente de dar golpes en la pared. Por su parte, María decía que tenía los pies fríos, pero no dejaba que fuésemos a calentárselos un poco. Con lo formales que somos. Total que era mas de la una cuando se fue calmando la cosa e intentamos dormir. Y digo intentamos porque, yo al menos, entre el ruido que hacían las tuberías de la calefacción, la almohada a la que no me hacía y demás, me desperté en más de una ocasión. Pero bueno, así pasó la noche y dieron las 8:30 horas.
DOMINGO 30
A esa hora me levanté y el resto también poco a poco. Algunos ya estaban arriba e incluso Emilio había marchado con el coche a dar una vuelta. Nos fuimos componiendo y desayunamos en la terraza. Por el móvil me avisó Javier de que ya había llegado y quedamos en encontrarnos arriba en la Laguna de los Peces. El día estaba peor que el anterior y las nieblas cubrían toda la parte alta de la montaña; además estaba incluso lloviznando.
Tras el desayuno y demás, fuimos bajando para abajo. Habíamos quedado con José, Carmen y Antonio a las 9:30 horas para salir de allí. Pues bien, a esa hora no apareció nadie. Con el móvil me puse en contacto con ellos y me dijeron que estaba de camino. Con veinte minutos de retraso llegaron, lo que me mosqueó bastante, ya que encima se lo tomaban a chufa.
Casi a las diez emprendimos el trayecto hacia la Laguna de los Peces, desde donde comenzaríamos el ascenso. Con Miguel y los demás no pudimos ponernos en contacto en ningún momento. Al llegar a ella vimos el coche de éste aparcado, pero ni rastro de ellos. Igualmente estaba mi tocayo, al que se le había quedado el coche sin agua por culpa de un corte en una goma. Allí estaba con un chofer de un autocar arreglándolo.
El panorama era igual de malo o peor que abajo. Las nieblas cubrían las cimas y la lluvia ya era intensa. La mayoría ya vimos desde allí que no íbamos a poder subir, ya que la ruta era larga y algo complicada. Desde la laguna había que ascender hasta una collada para luego descender hacia la Vega de Conde por la que transcurre el río Tera desde su cabecera. En la misma se encuentra Peña Trevinca a la que se accede después de ascender toda la falda de no poco desnivel. Aún así, sobre las 10:30 horas emprendimos la marcha por un sendero hacia la izquierda del comienzo de la laguna.
A través de encharcados prados fuimos ganando altura pasando al lado de un refugio, de pastores seguramente. Así alcanzamos la cima de una loma que daba paso a otra vaguada por la que comenzamos a subir en grupos divididos. Unos siguiendo el cauce del arroyo, otros por la parte izquierda y el resto íbamos por la ladera de la derecha. Como digo, el terreno era un auténtico humedal ahora además lleno de escobas. Las botas y los pantalones ya me chorreaban por todos los lados. No había llevado polainas y ahora me arrepentía.
Encontramos también algunos cauces cubiertos de nieve en los que había que tener cuidado de no hundirse al pasar. En la parte alta veíamos dos hitos de piedras apiladas hacia los cuales nos dirigimos todos, cada uno por donde iba. En uno de ellos nos reunimos casi todos, ya que hubo quien ya había dado la vuelta. La niebla se había cerrado por completo y no se veía en pocos metros. Llevábamos una hora algo larga y no habíamos llegado aún a la cima del primer collado. La opinión general, aunque con alguna pequeña discrepancia, era que no se podía seguir con ese panorama. Si hubiese pasado como en el Tambarón, que sabíamos que era siempre subir y subir, hubiese sido otra cosa, pero aquí teníamos que perder mucha altura al pasar por la Vega de Conde, incluso más que la que ahora íbamos a ganar, así que decididamente optamos por abandonar el intento y comenzar el descenso, muy a pesar de todos, eso sí.
De esa forma empezamos a descender por los mismos lugares de antes y con el ánimo un poco bajo ya que, tras haberla preparado bien y haber pasado la noche allí, se nos había “chafado” el ascenso. Del resto seguíamos sin tener noticias, ya que era imposible comunicarnos con los móviles por falta de cobertura de ellos, no nuestra que sí teníamos.
De bajada pasamos al lado de otro refugio de pastores, éste en pésimas condiciones. A su lado había incluso una batería de coche, restos de una antena y demás basura. Por allí bajábamos Cristina, Pablo y yo. De nuevo pisando los encharcados prados volvimos a descender hacia la laguna donde llegamos sobre las 12:30 horas. Por detrás quedaron varios que aún tardaron un rato en llegar. Allí estaba el autocar que anteriormente había dejado a un grupo y ahora llegaba otro de personas algo más mayores que venían simplemente a ver la laguna y que casi ni se bajaron del vehículo.
Yo les propuse, aún a sabiendas de que no iban a acceder como así fue, una alternativa para no perder el día. Era ésta hacer la travesía del cañón de Forcadura, que partía de allí mismo y que ya habíamos hecho algunos en otra ocasión. Sería bajar con dos coche a Vigo y dejar uno allí para subir con el otro los conductores. La ruta, toda de bajada, termina en ese mismo pueblo y luego se subiría con el coche a por el resto. Pero como digo, no fue aceptada ya que el personal iba muy empapado ya y sin ganas.
Con las mismas, y tras cambiarnos de ropa, emprendimos el descenso con los coches. Javier decidió regresar directamente a León ya que no se fiaba mucho de que le respondiera el suyo. El resto bajamos hasta llegar a San Martín de Castañeda donde nos detuvimos unos minutos para ver el monasterio por fuera, ya que estaba cerrado. Mientras, íbamos decidiendo donde parar a comer. Al final terminamos parando en El Puente y nos sentamos en los bancos de una plaza aprovechando que ahora no llovía. Era la misma plaza donde habíamos visto la feria de la cerámica la vez de la travesía nocturna. En ellos comimos relajadamente y tras ello entramos en un bar cercano a tomar el café.
Estando allí recibimos la llamada de Miguel diciendo que ya estaban ya bajando con el coche. Minutos después llegaron y nos contaron un poco su aventura. Habían pasado la noche en el refugio cercano al embalse de la Vega del Conde y que es de la empresa Endesa. Hasta allí les había llevado el día antes cuatro horas nada menos. Claro, desde él les quedaba lo peor de la subida, que tampoco pudieron hacer por culpa de la climatología. Mientras fueron a comer a otro bar cercano, continuamos nosotros en éste contando chistes y demás anécdotas varias. Igualmente hicimos las cuentas de la salida.
A media tarde emprendimos el regreso a León. Durante éste nos dio por cantar canciones típicas de campamentos y otros tarareos parecidos con los que pasamos otro rato divertido. Decidimos volver por la carretera del puerto del Peñón, que por cierto yo no conocía. Transcurre ésta por un bonito valle del que se tiene una amplia vista desde el mismo puerto donde paramos una media hora. Muy cercanos a éste se encuentra el pico Vizcodillo, al que ya hemos ascendido en varias ocasiones. Igualmente se divisan varias cumbres de picos de la zona de Sanabria de donde veníamos. Aproveché para llamar a casa y hable con mi hermana un poco.
A continuación arrancamos y bajamos la empinada pendiente de la vertiente leonesa. En ella encontramos varios desprendimientos de piedras en medio de la carretera que había que sortear. Al final del puerto se encuentra el desvío de la pista hacia el lago de Truchillas y el pueblo de Truchillas algo después. En él paramos unos minutos ya que querían sacar unas fotos de la bonita arquitectura que tiene.
De nuevo en marcha pasamos por debajo del Cristo de Valdavido con dirección a Castrocontrigo en el que habíamos quedado en parar a tomar un chocolate en Santocildes, como ya casi es tradición cuando pasamos por éste. Acompañamos al mismo con unas tostadas de pan que realmente nos supieron a gloria. Y tras esto nos quedaba el último tramo a León. El cansancio se hacía sentir a pesar de haber realizado apenas una mínima parte de la ruta. Comentábamos que casi estábamos más cansados que cuando se sube a algún pico. Durante este último tramo ya veníamos como digo casi dormidos en el coche. Pasamos por La Bañeza y Santa María y al llegar al cruce de Villanueva del Carnero nos desviamos para entrar a Armunia por la carretera de Santovenia. A las 21:15 horas aproximadamente me dejaron a mí en casa.
Personalmente he pasado un fin de semana realmente inolvidable. Creo que más que destacar de él la adversidad de no haber conseguido alcanzar el objetivo, se me han grabado los buenos momentos de risas, buen humor y jovialidad que hemos tenido, tanto en el viaje como en el hostal especialmente. En esta ocasión me compensa de buen grado ese contratiempo. Con ello se demuestra que el montañismo no es solo la montaña, si no el compañerismo de los que la practican y su buen humor. Ojalá no faltase nunca en las salidas que hagamos de aquí en adelante.
VIGO DE SANABRIA
LAGUNA DE LOS PECES AL FONDO
PUENTE SANABRIA
PUERTO PICÓN
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