lunes, 30 de septiembre de 2002

ESPIGÜETE 29-09-02



1ª ASCENSIÓN aL“ESPIGÜETE”. (Palencia).

29-09-02       (Domingo)

Una de las actividades más emblemáticas dentro del calendario de este año es la ascensión al Espigüete, cumbre un tanto mítica en el entorno del montañismo. Esto se debe, por una parte, a su altitud, 2450 m, y por otra, a las agotadoras pendientes desde cualquiera de sus faldas. Todo esto, junto con sus vistas, hacen de este pico una cumbre aspirada por cualquier montañero, ya sea en plan senderista, como escalador. Pues bien, en este fin de semana nos hemos decidido a “conquistarla” y así lo hemos hecho al final.
El grupo se dividió en dos, saliendo algunos el sábado y otros el domingo. Los del sábado por la tarde eran: Miguel, Ángel, Sheila, y Sergio. Igualmente José Antonio y Sonia, una pareja también del club, habían marchado por la mañana. El resto marchamos el domingo y éramos Roberto, Antonio, Carlos Gil y yo. El relato de la jornada es como sigue.
A las 6:15 horas marché con la furgoneta a recoger a Carlos a San Andrés. Luego bajamos a León donde la aparqué y en Guzmán nos recogió Antonio con su coche. En Santa Ana esperaba Roberto y los cuatro emprendimos el viaje sobre las 6:45 horas. En Mansilla nos desviamos hasta llegar a Sahelices, luego a Almanza, Puente Almuhey y Guardo, en Palencia. En Velilla del Río Carrión paramos a tomar un café y, tras bordear los casi secos pantanos de este río, llegamos a Cardaño de Abajo. Eran las 9:00 horas.
Habíamos quedado con José Antonio y Sonia en este pueblo entre 9:00 y 9:30 horas. El resto en principio, iban a dormir en un refugio en la falda del pico, y no sabían si bajarían luego para coger la misma ruta que nosotros o subirían desde allí mismo.
A José y a Sonia les encontramos enseguida, pero del resto no había rastro. Lo que nos extrañaba es que estaba el coche de Miguel en el pueblo, cuando el refugio quedaba carretera arriba. Poco antes de esa hora, como no aparecían, y habíamos quedado en esperarles hasta las 9:30 horas, nos acercamos hasta la explanada donde parte la pista hacia el refugio. Allí tampoco les vimos y no conseguimos comunicarnos con los walkies que cada grupo llevábamos. De nuevo bajó Antonio hasta el pueblo a ver si se habían retrasado, pero volvió igual.
Como ya nos retrasábamos nosotros mismos, decidimos comenzar la ascensión sin más dilaciones. Poco antes de las diez emprendimos la marcha hacia la cumbre. En el mismo lugar del que parte la pista hacia el refugio por el valle de Mazobres, comienza la cresta del pico. Sin dejarla se llega directamente a la cumbre tras subir los 1050 metros de desnivel que por esa parte se salvan.
La ruta de subida está muy marcada, pero no por ello deja de ser muy dura. La pendiente es fuerte y los tramos suaves son muy escasos y cortos. Lo bueno que tiene es que casi todo es roca, por la que se suele subir más cómodamente. De todas formas nos lo tomamos con calma, ya que nos quedaban unas cuantas horas de ascenso. Antonio era el que lo había subido por allí y hacía de guía.
Al ir por la sierra del macizo, teníamos las vistas hacia ambos lados. En el valle de la derecha veíamos el refugio con personas cerca. Con unos prismáticos intentamos averiguar si se trataba de los compañeros nuestros, pero estaban bastante alejados para distinguirles. Desde el mismo lugar del que partimos nosotros veíamos salir a mas gente, unos nos seguían, mientras que otros se metían por el camino del valle. Este camino sube muy suavemente hasta la caseta, pero luego la pendiente es impresionante hasta alcanzar la cresta. Precisamente en este fuerte tramo vimos a varias personas subiendo.
A través del teléfono pudimos por fin comunicarnos con la otra parte del grupo. Resulta que ya estaban bajando por el pedrero tras haber alcanzado la cumbre. El día antes habían subido desde Cardaño de Abajo y habían acampado en la ladera del pico, en vez de en el refugio de la parte contraria. Por la mañana solo les quedaba parte de la subida y ahora estaban, como digo, ya bajando.
Según íbamos ganado altura iban apareciendo otros picos destacados de los alrededores. Entre ellos se cuentan las cumbres del pico Murcia, Curavacas, Peña Prieta, Tres Provincias y más alejados, los tres macizos de Picos de Europa. En el valle vimos un rebaño de ovejas que formaba curiosas figuras al ser guiado por los perros. Igualmente pudimos escuchar el chocante sonido de los corzos que estaban en época de la berrea.
A la vez que íbamos avanzando, las fuerzas iban disminuyendo y bajábamos el ritmo. José, Sonia y Carlos se adelantaban y paraban a esperarnos de vez en cuando. Antonio decía que no se encontraba en plena forma y a mí me comenzaban a doler las piernas. Roberto, por su parte, iba como siempre, conectado a sus cascos.
A mitad de subida nos encontramos un tramo en el que había que bajar un par de metros destrepando. Fue ahí donde me bloqueé al ver la caía que había cerca del mismo. Como suele suceder, es más la impresión que da que el peligro en sí, ya que después de pasado ves que no era nada. Sí que me preocupaba el otro paso complicado que Antonio había comentado que había más adelante. Visto que ya éste me había parecido un tanto difícil, y lo que me decía Antonio de la parte siguiente, decidí que no seguía más. Antonio optó por hacer lo mismo y acompañarme en la bajada ya que tampoco se veía en plena forma, como antes apunté. A pesar de ello vi que se quedaba con ganas de seguir algo más, y entonces me decidí a continuar al menos hasta encontrarnos con el otro tramo complicado.
A través de los walkies nos pusimos de nuevo en contacto con el otro grupo que continuaba el descenso por la pedriza de la cara sur. Nosotros continuamos cresta arriba por la roca que en ocasiones era plana del todo pero con buen amarre. La misma ascensión con suelo mojado hubiese sido complicadísima y no digo nada con nieve.
Ya bastante arriba pasamos un tramo en el que teníamos muy cerca el cortado de la cara norte, pero que subimos sin dificultad alguna andando normalmente. Pues bien, tras pasarlo me dijo Antonio que era el paso complicado que él me había dicho. Casi me eché a reír, ya que ni me había impresionado lo más mínimo y entonces me alegré de no haber desistido anteriormente. Ni que decir tiene que no hay que bajar la guardia en estos tramos y cogerlos por el camino correcto para no tener riesgos.
Pues bien, tras este trozo de subida, alcanzamos la cumbre este del Espigüete situada a una altitud de 2428 m. Desde la misma ya se veía la verdadera cima del pico situada tras un collado y a poco más de un cuarto de hora. En la bajada hacia el collado tampoco hay que despistarse demasiado hacia la derecha, donde hay caídas a plomo de varios metros. Por aquí también vimos algunas placas en recuerdo de montañeros fallecidos en las laderas de este pico. En el mismo collado comienza el pedrero de la parte sur por el que luego bajaríamos hacia Cardaño de Abajo.
Después de un último repecho tras esta collada, alcanzamos por fin la cumbre de este emblemático pico de 2450 metros de altitud. Eran las 14:30 horas. En la cima había algunas personas más en torno al punto geodésico y la cruz. Algo por debajo estaba el buzón de cumbres con varias tarjetas, entre ellas la de los compañeros nuestros.
El paisaje que desde allí se observaba era espectacular. Aparte de lo que ya veníamos viendo desde atrás, ahora teníamos la vista oeste hacia León con Riaño y el pantano abajo. En sus cercanías, el Yordas, Peñas Pintas, Redondo, el Gildar algo más alejado y así una infinidad de cumbres conocidas y no conocidas. En la falda del pico, y también en León, Valverde de la Sierra. Por la parte palentina divisábamos los pueblos de Guardo y Velilla con su central térmica, a lo lejos destacaba también la sierra de Peña Labra y el Cueto Mañín, al que también hemos ascendido.
Contemplando todo esta maravilla visual, nos acomodamos para comer. En el cielo habían aparecido negros nubarrones que iban pasando sin mayores consecuencias. La temperatura era agradable y solo por la sudada que traíamos había que abrigarse algo. Como es habitual, dejamos nuestra tarjeta en el buzón y sacamos algunas fotos antes de emprender el descenso.
José y Sonia salieron a las tres y media, mientras nosotros lo hicimos media hora después. Bajamos hasta el collado para meternos en el pedrero de fuerte pendiente que baja por la cara sur. Por éste se ve marcado el sendero que todos utilizan, tanto para bajar como para ascender, aunque esto último es extremadamente penoso hasta alcanzar la cima. Al contrario de lo que se pueda pensar, cuanta más piedra haya mejor, ya que la misma te va frenando. En cambio, en los que hay mas tierra, el peligro de resbalar es mayor. Precisamente fue en uno de ellos donde me caí y me hice una pequeña herida en un dedo con una roca afilada.
Además de pendiente, el pedrero es largo hasta alcanzar un camino que transcurre a media ladera sobre el valle. Antonio y yo habíamos quedado juntos por detrás y le propuse seguir bajando hasta alcanzar el fondo de la vaguada por la que transcurría otra pista que a mí me parecía que iba más directa al pueblo. Él en cambio prefería seguir por aquel otro aunque diese más rodeo, así que no discutimos por ello y continuamos por este último.
Poco más adelante y más atrás iban los del grupo que habían estado en la cumbre con nosotros. El camino subía y bajaba suavemente mientras daba grandes rodeos por las vaguadas del macizo. En un recodo del mismo vimos un charco de agua y enseguida a Carlos y Roberto sentados cerca de un chorro natural. Ninguno teníamos ya agua, por lo que realmente nos reanimó un poco del cansancio que ya traíamos. Allí nos juntamos también con los del grupo que antes comenté.
Continuamos algo más restablecidos por la pista aquella que se internaba a trechos entre bosque de robles y avellanos. De esa forma entramos en Cardaño de Abajo cuando eran las 18:35 horas. Llegamos enseguida a la plaza en la que por la mañana habíamos visto el coche de Miguel. En ella había un bar donde entramos a tomar un refresco frío. Sonia y José no estaban allí y supusimos que ya habían salido en busca del coche, que estaba a unos tres kilómetros más arriba.
Nosotros habíamos pensado en ver sí alguien subía con algún coche y pedirle que acercara a Antonio a por el suyo. Al final decidimos pedírselo a los del grupo con los que habíamos bajado y uno de ellos, que luego resultó ser compañero de trabajo de la mujer de Antonio, le acercó hasta allí. En pocos minutos regresaron junto con Sonia y José, que estaban ya donde el coche cuando llegó Antonio. Agradecimos el favor a aquella gente y nos dispusimos a emprender el regreso.
Decidimos parar a merendar un poco en algún lugar, cosa que la otra pareja optó por no hacer y nos despedimos de ellos también. A las 19:30 horas salimos de Cardaño hacia Velilla del Río Carrión donde paramos. Allí estuvimos viendo los restos de unas termas romanas que hay en un parque. En el mismo bar de por la mañana preguntamos a ver si daban tapas o raciones, pero no tenían. Continuamos entonces hasta Guardo y allí paramos de nuevo. Por increíble que parezca, tras varias vueltas por algunas calles, no encontramos ningún lugar donde tuvieran tapas o raciones para cenar un poco. Al final desistimos y compramos unos pasteles en una cafetería que los tenían.
Eran ya casi las nueve cuando salimos de Guardo hacia León. Por la misma carretera en obras llegamos a Puente Almuhey donde giramos hacia Almanza. En éste volvimos a cambiar de vía para seguir hacia Sahelices y luego a Mansilla. Aquí nos encontramos con una retención nada más salir a la nacional de León. Nos parecía raro que a esa hora hubiese tanto tráfico ya que apenas si nos movíamos. No tardamos en divisar a lo lejos las luces de sirenas cerca de Villamoros. Efectivamente, al llegar a la altura de la gasolinera de este pueblo había un gran accidente de al menos dos vehículos, unos de ellos con un tremendo golpe trasero. A partir de allí se normalizó el tráfico y sin más novedades entramos en León sobre las 22:15 horas.
Primero dejamos a Roberto en casa. Por cierto, y como anécdota lo apunto. Cuando paró a dejarle, a escasos 10 metros del portal, le dijo a Antonio que si no podía parar un poco más adelante. Éste, por hacer la gracia, se subió completamente en la acera justo delante de su puerta. Luego me acercó a mí a Armunia antes de llevar a Carlos a San Andrés.
Y con este apunte un tanto divertido terminamos esta grata jornada en la que “conquistamos” una de las cumbres más llamativas de nuestra zona más cercana. Las agujetas nos durarán unos días y el cansancio es notable, pero el propósito lo ha merecido.


























 

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