jueves, 29 de agosto de 2002

LAGOS DE ENOL (COVADONGA) - MIRADOR DE ORDIALES 27/28-07-02

 


1ª TRAVESÍA “LAGOS DE COVADONGA - MIRADOR DE ORDIALES”.

27/28-07-02

Tras algunas deliberaciones para escoger la zona en la que realizar la actividad prevista en el calendario dentro de Picos de Europa, optamos por esta ruta que transcurre por el macizo occidental de los mismos y dentro de la región asturiana.
Dado la relativa lejanía del comienzo de la misma, optamos por marchar el sábado y hacer noche en un camping situado cerca de Cangas de Onís. Al igual que la anterior al San Millán, la participación fue escasa, pero no por ello el resultado fue peor. Esta vez éramos las mismas personas salvo una que no fue, Miguel. El resto éramos: Jorge, Sonia, María, José F., y yo. Por otra parte, Carmen había avisado en el último momento de que no podía ir.

SÁBADO 27
Sobre las 16:45 horas recogí a José en Guzmán y nos dirigimos hacia las cercanías de “Carrefour” donde ya estaba el resto en el coche de María. Tras ver si cabía la posibilidad de ir solo en un coche, dado que habíamos quedado en cinco personas en el último momento, optamos por ir repartidos ya que llevábamos las tiendas, sacos, etc. para pasar la noche.
Eran las 17:00 horas cuando emprendimos el viaje hacia el destino final. Habíamos decidido ir por Riaño en vez de por Oviedo y así disfrutar de las vistas del desfiladero de Los Bellos. Sin novedades fuimos recorriendo kilómetros y pasamos por Riaño donde nos desviamos hacia el Pontón. Camino de este puerto comenzó a descender la niebla y nos despedimos del sol hasta el día siguiente ya en plena ruta, como se verá.
Con precaución alcanzamos la cima del puerto y comenzamos el descenso hacia Oseja de Sajambre donde paramos en un bar a tomar un vaso. Minutos después continuamos el descenso hasta entrar en el bonito desfiladero del que apenas disfrutamos debido a la citada niebla. Siguiendo el cauce del río Sella entramos en Asturias hacia la mitad de estas hoces.
Alrededor de las 20:00 horas entramos en Cangas de Onís atravesándolo con dirección a Soto de Cangas donde estaba el camping. En una glorieta nos equivocamos de desvío y nos fuimos hasta Covadonga. Allí dimos la vuelta y volvimos de nuevo hasta la glorieta donde ya cogimos la dirección correcta y a menos de un kilómetro encontramos el camping “Covadonga”.
Tras hacernos la ficha de entrada, bajamos hacia las parcelas donde montamos las tiendas y cenamos. Este camping está bastante bien y había muchas tiendas y caravanas. La niebla se había convertido en orvallo y nos hizo sacar los chubasqueros.
Sobre las diez decidimos acercarnos hasta Cangas a dar una vuelta. En mi furgoneta nos acomodamos los cinco y salimos hacia éste pueblo situado a unos cuatro kilómetros. En él aparcamos y estuvimos dando una vuelta por algunas calles. Nos aproximamos hasta el conocido puente sobre el Sella donde está la cruz colgando de él y sacamos algunas fotos. Pasando por éste llegamos a una tienda- bar típico de hace años en la que se vende de casi todo, desde alimentación, hasta madreñas. Allí algunos tomaron un orujo y yo compré una postal.
Tras ello nos dirigimos hacia el coche ya que el camping cerraba a las 00:00 horas la entrada de vehículos. Sin más novedades nos fuimos metiendo en las tiendas para pasar la noche. Me desperté algunas veces en las que oí ladrar y aullar a varios perros. También, al igual que Jorge, oí el fuerte frenazo y posterior golpe de un coche en la carretera que pasaba no lejos de allí. Con todo ello, descansé bastante bien hasta la mañana siguiente.

DOMINGO 28
A las 8:00 horas sonó el despertador y fuimos levantándonos. El cielo seguía cubierto de nieblas como el día antes y los dobles techos de las tiendas estaban empapados. Fuimos recogiéndolo todo y desayunamos. Sobre las 9:45 horas salimos del camping tras abonar la estancia.
Retrocedimos hasta la glorieta donde nos desviamos hacia los lagos pasando cerca del Santuario de Covadonga y la Santa Cueva. La niebla era cerrada y había que circular con precaución por las numerosas curvas de la carretera que sube a los mismos. Así llegamos a ellos y nos metimos por una pista que atravesaba la Vega de Enol hacia el macizo. Tras unos dos kilómetros por esta pista en buen estado, llegamos a un aparcamiento donde había que dejar los coches obligatoriamente dado que estaba prohibido continuar por ella.
Aquí aparcamos y nos preparamos para la marcha desalentados por el panorama que se presentaba. Hablando con una pareja que bajaba del refugio nos cambió el ánimo al decirnos ésta que en el refugio de Vegarredonda lucía un sol espléndido.
He de apuntar aquí que parte de esta ruta, desde los lagos hasta el refugio de Vegarredonda ya la he hecho yo de ida y vuelta uno de los días cuando hicimos la travesía por todo el macizo occidental de los Picos de Europa hace ahora 15 años.
Con este aliento de optimismo nos pusimos en marcha cuando eran las 10:30 horas. Por un camino entre arboleda subimos unos metros hasta comenzar un pequeño descenso hacia el Pozo del Alemán, lugar donde se atraviesa un puente sobre el río Pomperi donde, según cuentan, solía bañarse Roberto Frasinelli, investigador alemán estudioso de los Picos de Europa. Este enclave nos sirvió para sacarnos unas bonitas fotos en el puente.
Unos metros más adelante y siempre subiendo, nos encontramos con varias cabañas conocidas como majada de la Piedra, por la enorme mole de roca que se encuentra a su orilla. Igualmente, y a pesar de la niebla, el encanto de estos rincones era único. Aquí el camino giraba bruscamente haciendo un zigzag y pasando por encima de este bello lugar. En este tramo nos dejó detrás una pareja que subía sin mochila alguna.
Los prados abundaban y las vacas pastaban en los mismos. Al final de una pendiente algo más fuerte llegamos a la vega de Canraso donde el sendero apenas era perceptible y solo podía seguirse gracias a los numerosos hitos que lo iban señalando.
Pasada esta suave vega y tras otra subida algo más pronunciada, llegamos a otras praderías donde, sin darnos cuenta, perdimos el sendero marcado desviándonos hacia la derecha por el medio del valle hasta que este se fue cerrando por el curso de un arroyo y no vimos claro como seguir. Yo subí un poco por la izquierda y enseguida encontré de nuevo el sendero bien marcado por el que continuamos hacia arriba. Unos metros más arriba llegamos al cruce con el arroyo donde de nuevo nos surgió otra vez la duda. Se veían tres posibles sendas para seguir y no sabíamos cuál de ellas era. Yo me desvié hacia la de la derecha hasta un pequeño collado desde donde no lo vi muy claro. Cuando bajé vi al resto con un joven que les estaba indicando el buen sendero y tras él nos fuimos atajando unos metros hasta ver de nuevo la pista buena. Iba a un ritmo ligero y solo Jorge le siguió unos metros. Por allí vimos entonces otras cabañas conocidas como La Redondiella.
Nos dirigíamos ahora hacia el collado de la Gamonal por una senda entre rocas cuando el disco del sol se comenzaba a distinguir entre la niebla. Aquí nos encontramos con la pareja de jóvenes que antes nos había pasado y que regresaban al no ver el refugio por parte alguna. Al decirles que apenas quedaban unos metros para él, decidieron dar la vuelta con nosotros. Así avanzamos hasta alcanzar el collado este donde el cielo comenzó a despejarse por completo y pudimos por fin disfrutar del sol y de unas vistas espectaculares de los picos que rodean al refugio de Vegarredonda, al que no tardamos en divisar también a escasos 500 metros.
Para llegar a éste hay que descender unos metros por un sendero rocoso hasta llegar a su altura. Eran las 12:30 horas cuando terminamos esta primera parte del recorrido. En el lugar había varias personas y un par de enormes mastines. Dos edificios forman estas instalaciones, el refugio en sí y otro que debe de servir como almacén. Entre los dos se encuentra la fuente Mojosa, de donde manaba un agua fría y buena.
Aprovechando la excelente vista que teníamos, sacamos algunas fotos y descansamos unos minutos. Nuestro objetivo final era el mirador de Ordiales, situado a otra hora de camino hacia arriba. Por su parte, José decidió no seguir más y quedarse a esperar allí. Aprovechando esto, el resto decidimos dejar las mochilas allí y continuar solo con algo de agua, cámara y prismáticos.
A las 12:45 horas emprendimos de nuevo la marcha. Una senda muy marcada parte del mismo refugio y pocos metros más arriba se bifurca teniendo que seguir por la derecha. Enseguida se empina al meterse por la canal de Cueñe Cerrada donde la senda zigzaguea hasta alcanzar Los Campos de Torga donde los pedregales y hoyos se alternan con algunas praderas donde las vacas pastaban la verde hierba. En el camino nos cruzamos con algunas personas que bajaban del mirador y cada una nos daba un tiempo y distancia diferente. En el folleto que nosotros llevábamos indicaba 50 minutos desde el refugio, mientras que algunos decían que hora y media. Jorge, Sonia y María ya estaban algo mosqueados por estos datos y les iba animando a seguir un poco más. El sol calentaba lo suyo y no nos habíamos dado protección alguna. Además solo llevábamos medio litro de agua para los cuatro.
Cuando alcanzamos un collado, que era el de Sierra Pelada, sin que apareciese el mirador por parte alguna, ellos decidieron no dar un paso más. A mí me fastidiaba por que creía que no podía quedar mucho más ya que llevábamos 40 minutos andando. Decidí entonces continuar yo solo por la senda que ahora faldeaba los picos. No tardé en ver un refugio, que según el folleto era de ICONA, y al cruzarme con un joven me indicó donde quedaba el mirador. Pasé al lado de este refugio cerca del cual había un grupo sentado y continué hacia el objetivo siguiendo a una pareja que iba poco por delante de mí.
Por fin, a las 14:00 horas, alcancé este balcón de los Picos de Europa, en el que se encuentra además la tumba del marqués de Villaviciosa, fundador del Parque Nacional de Covadonga. Describir la vista que desde allí teníamos es imposible. El mirador está sobre una pared cortada verticalmente y por debajo solo se veía un inmenso mar de nubes al que casi daba la tentación de lanzarse. Los picos que salían de éste asemejaban islas en este blanco océano de algodón. Esto compensaba enormemente el no poder disfrutar de la vista de los valles del Dobra y de la sierra de Amieva e incluso, en días despejados, del mar Cantábrico. A la izquierda del mirador se alzaba la cumbre del pico Cotalba, cuyas pendientes eran inmensas paredes largas y lisas casi a plomo sobre el valle.
Aprovechando la estancia allí de aquellos jóvenes, nos sacamos fotos mutuamente sobre aquel fondo de postal de lujo. Sinceramente, hubiera podido quedarme allí horas contemplando aquel espectáculo visual sin cansarme lo más mínimo. Como apuraba el tiempo, solo estuve allí unos diez minutos antes de emprender el regreso poco después que aquella pareja.
Con pena abandoné aquel idílico lugar siguiendo la misma senda anterior hasta llegar al refugio del valle. Tras bordear los picos aquellos llegué a la collada donde vi que no estaban ya los tres compañeros, lo que me extrañó. En el móvil vi una llamada perdida de ellos y les llamé. Me dijeron que ya estaban bajando por delante de mí y comencé a bajar siguiendo el sendero muy trotado que atravesaba los hoyos y praderas. El sol calentaba bien y además no tenía agua, por lo que me lo tomé con calma parando de vez en cuando. Ahora no me crucé con nadie ni nadie me dejó detrás.
A las 15:00 horas llegué al refugio donde el resto estaban ya acomodados a la sombra para comer. Yo no tenía hambre alguna y solo comí una lata de macedonia de fruta. Eso sí, me hinché con el agua tan fresca de la fuente. Tras unos tres cuartos de hora allí, emprendimos el regreso por la misma ruta anterior. Cogimos la senda rocosa con dirección al collado La Gamonal donde la niebla nos comenzó a cubrir de nuevo y el sol desapareció por completo en pocos minutos.
Pocos metros después nos encontramos de nuevo con el joven que nos había indicado la senda buena a la subida y que ahora bajaba también. Él iba atajando a buen ritmo, por lo que decidimos seguir la senda marcada y no seguirle para no perdernos. La niebla se había vuelto algo húmeda y ellos se pusieron los chubasqueros. Por otro lado, José debió de quedarse algo frío y se le revolvió el estómago teniendo que parar a vomitar. No fue a más la cosa y continuamos atravesando aquel valle al que la niebla le daba también su encanto. Ya bastante abajo nos cruzamos con un grupo que subía.
En determinada zona me despisté por lo parecido del lugar y pensé que ya teníamos las majadas de la Piedra allí mismo. Aún tuvimos que recorrer un buen trecho para alcanzar estas cabañas ya bastante abajo del valle. Pocos metros después atravesamos el puente del Pozo del Alemán para enfilar el último tramo casi de subida hacia los coches. A ellos llegamos cuando eran las cinco y media pasadas.
Aquí la niebla ya era llovizna y nos cambiamos dentro de los coches antes de emprender el regreso. Yo temía quedarme sin gasoil ya que había subido casi con la aguja abajo del todo, aunque la reserva aún no se encendía. Al menos ahora era cuesta abajo y la gasolinera estaba poco antes de Cangas, a unos 25 kilómetros.
Con precaución bajamos el puerto y llegamos a Covadonga donde nos desviamos para ver el santuario y la cueva de la Virgen, que yo no conocía. En ésta última estaban celebrando misa y hubo que esperar unos minutos para entrar. En el santuario no pudimos por lo mismo. Como es tradición, echamos unas monedas a la laguna pidiendo deseos. En uno de los varios puestos de recuerdos compré una tira de postales antes de emprender de nuevo el viaje sobre las 19:00 horas.
Al llegar a la altura de la gasolinera entré en ella para llenar el depósito antes de entrar en Cangas. En éste cogimos de nuevo la carretera hacia Los Bellos en los que entramos con el cielo aún cubierto. En este desfiladero paré a sacar una foto y además por que me parecía ir oyendo un ruido raro en la furgoneta. Creo que eran varias piedrecitas que iban metidas entre los dibujos de las ruedas.
De esa manera atravesamos las hoces y poco después pasamos Oseja de Sajambre para comenzar a subir el puerto Pontón. Poco después de atravesar la cumbre y ya bajando hacia Riaño, empezó a disiparse la niebla y vimos de nuevo el lucir un espléndido sol. Sin novedades bordeamos el pantano y pasamos la presa hacia Cistierna. Aquí teníamos pensado parar, pero al llegar decidimos no hacerlo y seguir ya hasta León. Desde el Puente Villarente encontramos bastante circulación, pero fluida. Alrededor de las 22:00 horas llegamos a la ciudad y fui a dejar a José en casa. En vez de venir para Armunia, llamé a Carlos y a mi hermana y que dé con ellos en León.
Así terminó este fin de semana que no se prometía tan bueno por culpa del tiempo, y que luego resultó de lo más agradable. Y de esta forma vamos cumpliendo el programa previsto dentro del calendario del club “Cumbres de León”, aunque sea con tan escasa participación.    

 


































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