lunes, 15 de julio de 2002

VALLE DE URBIÓN - PICO SAN MILLÁN 13/14-07-02

 


1ª TRAVESÍA POR EL “VALLE DEL URBIÓN”. 1ª ASCENSIÓN al “SAN MILLÁN” (Burgos)

13/14-07-02

Cumpliendo otro de los objetivos previstos dentro del calendario de actividades del club, nos hemos desplazado a Burgos para ascender a la cumbre más alta de dicha provincia, el pico San Millán, de 2132 m de altitud.
Los participantes fuimos escasos, solamente seis, pero el resultado fue satisfactorio. Los animados a ello fuimos: Sonia, Jorge, María, Miguel, José F. y yo. El transcurso de esta excursión es el siguiente.

SÁBADO 13
Alrededor de las 18:00 horas pasé a recoger a Miguel en Valdevimbre cogiendo poco después la autovía hacia Burgos. En el enlace con la carretera de Madrid estaba ya el resto en el coche de José. Sobre las 18:30 horas continuamos todos juntos el viaje por la autovía hasta llegar a Carrión de los Condes donde termina el tramo abierto de la misma. Aquí enlazamos con la nacional hasta llegar sin novedades a Burgos donde paramos para revisar el resto de la ruta que nos quedaba.
Tras atravesar esta ciudad salimos con dirección Logroño para desviarnos en Ibeas de Juarros hacia Pradoluengo por la comarcal. Esta carretera se va metiendo ya entre montes y las curvas se acentúan. Poco después de Arlanzón se encuentra el embalse de Uzquiza, que se bordea durante varios kilómetros ya con la Sierra de la Demanda a la vista. La niebla tapaba las cumbres y el cielo se mantenía cubierto, lo que desanimaba un poco.
Tras unos 240 kilómetros recorrido, llegamos a Santa Cruz del Valle Urbión, pueblo separado un poco de la carretera y unos 4 kilómetros antes de Pradoluengo. Eran entonces las 21:00 horas aproximadamente. En una plaza paramos y preguntamos por el mesón “La Villa”, al que días antes había llamado yo para informarme un poco de la ruta. Allí al lado lo teníamos y en él estuvimos tomando algo mientras charlamos con el dueño y otros lugareños.
Unos minutos más tarde nos encaminamos con los coches por una pista que entraba en el valle del río Urbión. Unos 3 kilómetros más arriba encontramos el refugio de cazadores en el que cabía la posibilidad de pasar la noche. Se trataba de un edificio de unos 10 m2 con una mesa, bancos y chimenea. Dos pequeñas ventanas, todas desarmadas lo iluminaban y una puerta que se cerraba por fuera con un pasador, pero no por dentro. Como vimos que no iba a llover, optamos por montar las tiendas en vez de usar esta caseta. Pocos metros más adelante se encuentra un merendero donde había una gran tienda y varios jóvenes entre 15 y 20 años aprox. Un cartel de madera cercano indicaba la prohibición de acampar y así nos lo confirmaron los chicos aquellos, que por lo visto habían pedido varios permisos para ello.
Aún a riesgo de tener que abandonar el intento, nos pusimos a montar las dos tiendas que llevábamos. En una parrilla cercana estaban asando chorizos y nos convidaron a probarlos. Se trataba, por lo que nos dijeron, de varios miembros de una asociación de tiempo libre de Belorado, localidad no muy lejana.
Tras terminar de montar las tiendas nos acomodamos en una de las mesas con bancos para cenar tranquilamente. La noche iba cayendo y comenzaba a refrescar, por lo que hubo que abrigarse. Al fondo del valle se tenía que ver la cumbre del San Millán, pero la niebla nos la impedía divisar. Ya anochecido del todo se despejó el cielo por completo y las estrellas brillaron con toda su fuerza.
Como ya habían comentado antes los compañeros de lugar, era la última noche que iban a pasar allí tras otras dos o tres y lo iban a celebrar bien. En el río tenían refrescando una cuanta bebida para ello y la música, por cierto de la que a mi me gusta, sonaba a buen volumen. De vez en cuando marchaba alguno con el coche y volvía al poco rato, lo cual nos mosqueaba un poco por lo siguiente. Para salir tenían que pasar entre nuestras tiendas y los coches, y visto el arsenal de calimocho que tenían y que bebían, temíamos que se despistasen y llevasen por delante a los coches o a nosotros, que era peor.
Poco después de las doce nos metimos en las tiendas, pero con lo anterior parecía que iba a ser imposible dormir esa noche. Por el contrario, parece que se contuvieron un poco y dejaron de meter mucho escándalo minutos después. Eso sí, seguían saliendo o entrando con algún coche y eso me ponía nervioso. A pesar de ello no pasé mala noche y sí que descansé.

DOMINGO 14
A las 9:00 horas comenzamos a levantarnos y desayunamos antes de desmontar las tiendas. El cielo se había cubierto y las nieblas tapaban las cumbres. Tras recogerlo todo y despedirnos de dos de los chicos que estaban fuera de la tienda, emprendimos la ruta hacia el San Millán.
A las 10:30 horas emprendemos el camino por la misma pista que subía de pueblo y que atravesaba un puente allí mismo. Por esa zona se veían numerosos prados y algunas huertas. Pocos metros más adelante se desvía un camino hacia la derecha que pasamos de largo antes de llegar al punto conocido como Tres Aguas, donde se unen los arroyos de Abanza y Anduria al río Urbión. A lo largo del recorrido se atraviesa varias veces este río, unas por puentes de madera y otras de piedra en piedra. Igualmente nos encontrábamos tan pronto al nivel del agua como a unos metros por encima del cauce. Por otro lado, el paisaje fue cambiando y nos encontramos rodeados de numerosos árboles entre los que destacaban las hayas con raíces de curiosas formas. El camino se transformó en senda que en ocasiones se empinaba de forma extremada. A veces ésta se confundía incluso con el cauce del río en lugares donde no bajaba agua.
A los lados del camino vimos numerosas campanillas y también ortigas con las que había que tener cuidado. Algún acebo que otro también se unía a esta variedad botánica que nos estábamos encontrando en esta parte norte de la Sierra de la Demanda. Igualmente, entre la fauna vista destacaré las numerosas babosas negras del camino que había que ir sorteando y algunas mariposas de bellos colores. Ya bastante arriba pudimos ver por fin la cumbre del pico en un claro abierto en la niebla. También disfrutamos de una bonita vista hacia la parte de atrás con todo el valle que traíamos.
Por fin fuimos saliendo de este bello bosque hacia los pastizales de alta montaña ya en la falda del pico, que ahora se veía a ratos entre las nieblas que corrían a gran velocidad movidas por el fuerte viento que soplaba arriba. En este lugar se encuentran los restos de un chozo de pastores indicado en el mapa que llevábamos. Estábamos a unos 1700 metros y la cumbre se situaba a 2132 m. Desde abajo se salvan unos 1000 metros de desnivel en total. Eran las 12:30 horas.
Aquí optaron por abandonar María, Jorge, Sonia y José. Solo Miguel y yo estábamos animados al menos a intentar llegar arriba. Quedaba ahora lo mas duro, las últimas pendientes de fuerte desnivel. Con calma atacamos este tramo en el que los pedreros era la nota dominante. Tras pasar por debajo de una cascada emprendimos el ascenso por las piedras sueltas siguiendo los hitos que ya desde más abajo habíamos venido viendo. En ocasiones se nos despistaban, pero tampoco había pérdida posible ya. Lo único, por subir por lo más cómodo.
A las 13:30 horas llegamos a la collada donde el viento era exagerado y la niebla corría velozmente formando luego remolinos tras la parte contraria de la peña. Lo bueno de ello es que este viento no dejaba estacionar las nubes y la niebla no permanecía cerrada, permitiendo ver el resto de la subida y casi la cumbre.
Este último tramo lo hicimos por roca y pequeñas canales muy pendientes, pero fáciles de subir. Eran las 14:00 horas cuando alcanzamos por fin esta emblemática cumbre del pico San Millán, techo de Burgos. En ella vimos el punto geodésico colocado sobre una gran base de cemento y piedras en la que se encontraban los restos de un belén de cumbres así como un buzón con la curiosa forma de casa. Algo más alejada había una cruz y una especie de estructura metálica con cuatro patas y chapas formando el tronco de una pirámide.
El viento seguía soplando fuerte y el frío era invernal. A pesar de estar en pleno verano, y habiendo visto las previsiones del tiempo, los dos habíamos llevado cazadora y Miguel incluso gorro y guantes, que no le sobraron. Entre los claros de la niebla pudimos ver a ratos el paisaje tan amplio que desde aquella altitud se podía divisar. En los valles distinguimos varios pueblos y a lo lejos parte del pantano que el día antes habíamos bordeado. Igualmente numerosas cimas que no podíamos identificar al ser una zona desconocida por nosotros y no llevar un mapa amplio de la zona. Aún así, disfrutamos un rato de todo ello mientras comíamos a la abrigada de la base del punto geodésico.
Como no, también sacamos algunas fotos en la cumbre y recogimos algunas tarjetas del buzón de cumbres. Debajo de este buzón vimos otro metálico en el que dejamos nuestra tarjeta. Desde los móviles mandamos algunos mensajes a otros compañeros del club que no habían podido ir. Igualmente estuve hablando con mi hermana Merce que se encuentra en Logroño, o sea, a pocos kilómetros de allí.
Tras una hora en la cumbre emprendimos el descenso. Siguiendo el mismo recorrido llegamos a la collada desde la que continuamos ladera abajo por los pedreros anteriores. No sé si fue el “mal de altura” o que, pero íbamos los dos con un cachondeo guapo. Y eso que no habíamos subido el orujillo que llevo algunas veces. Entre chorradas y otras ocurrencias llegamos a la zona baja de la cascada que antes habíamos visto mas de lejos. Allí sacamos una foto y continuamos bajando hacia donde estaba el resto.
Al llegar a su altura nos dijeron que habíamos tardado mucho en bajar y que, tras haber comido más abajo, habían vuelto a subir preocupados por la tardanza. Les explicamos que aún nos había llevado un rato desde donde les habíamos dejado hasta la cima y que luego, por supuesto, habíamos comido en ella. Pues bien, las mochilas las tenían más de un kilómetro por debajo, por lo que habían hecho casi más que si suben al pico.
De nuevo nos metimos en el bosque y atravesamos el cauce de Urbión en numerosas ocasiones. En las orillas del camino había, como ya dije, muchas ortigas. En un despiste mío me di de lleno con una en la mano derecha no tardando en ponérseme al rojo y comenzar a picarme. El efecto me duró dos días en los que tenía la mano incluso hinchada. Por otro lado, en el camino había regatos de agua, de los que a mi no preocupan, pero que algunos intentaban sortear sin pisar. Por ello les mosqueaba que yo pasara a su lado sin cuidado alguno salpicándoles de barro. Claro, luego se querían vengan tirando piedras al río cuando yo estaba pasándolo, aunque yo era más listo y lo hacía siguiendo muy de cerca de otro.
De esa forma tan amena fuimos bajando por aquel precioso valle de regreso a la zona del merendero donde teníamos los coches. Ahora, como suele suceder, estaba el cielo más despejado que antes. En un prado vimos un par de bonitos caballos pastando.
A las 17:45 horas entramos en el merendero donde ya no estaban los chicos ni su tienda. En el parabrisas del coche de José le habían dejado marcado con un dedo la despedida. Los coches estaban hasta atrás de polvo y tuvimos que limpiar los cristales un poco. Tras cambiarnos y ponernos cómodos, nos sentamos en uno de los bancos a merendar un poco. Cuarenta y cinco minutos más tarde emprendimos el viaje de regreso.
Tras recorrer los tres kilómetros por la pista pasamos por Santa Cruz sin detenernos. Como ya era un poco tarde, no nos acercamos hasta Pradoluengo, cosa de la que me quedé con ganas. Por la comarcal, que transcurre paralela al río Arlanzór, nos dirigimos sin novedades hasta Ibeas de Juarros donde salimos a la nacional con dirección Burgos. De nuevo se atraviesa la ciudad para salir por la nacional 620 a Valladolid dejándola poco después por la 120 hacia Olmillos de Sasamón donde paré a echar gasoil a la furgoneta. De nuevo en marcha continuamos hasta llegar a Osorno donde paramos de nuevo, esta vez para tomar un vaso en un bar donde ya lo habíamos hecho más veces. Desde allí ya no paramos más y poco después entramos en la autovía por la que circulamos hasta su final en la nacional 630, en Cembranos.
Aquí vimos como llegaba la caravana de coches desde la entrada de León. Estábamos en una fecha de salida y retorno masivo de vacaciones. Yo fui a llevar a Miguel a Valdevimbre y luego, para evitar dicha cola, me metí por varias carreteras provinciales. Resulta que la carretera de La Bañeza se encuentra también en obras y al final, tras pasarme un desvió sin querer, aparecí en San Miguel del Camino, por lo que ya entré por ese lado hacia Armunia a las 22:30 horas.
Con este retraso de última hora terminé otra grata experiencia con la satisfacción de haber conseguido el objetivo previsto y sobre todo, haberlo pasada estupendamente, que al final es lo más importante.










































lunes, 8 de julio de 2002

2º DESCENSO DEL CURUEÑO 06/07-07-02

 


2º DESCENSO DEL “RÍO CURUEÑO” .

06/07-07-02

Por segundo año consecutivo hemos salido para realizar el descenso de un tramo del río Curueño utilizando grandes cámaras de ruedas como medio de locomoción. Esta vez nos decidimos a salir el sábado y acampar en las cercanías de este río, que por cierto baja con poco caudal de agua. Hago constar que esta salida no la consideramos actividad del club, tratándose de algo totalmente particular aunque hayamos participado algunos componentes del club.
Todo dispuesto y hablado, llegó el día acordado.

SÁBADO 6
Mientras el resto de los compañeros marchaban este día por la mañana o por la tarde a primera hora, yo lo aplacé un poco más ya que teníamos reunión del club programada. Por ello eran las 19:00 horas cuando emprendí el viaje con la furgoneta hacia el lugar donde habíamos quedado en que estarían. Llegado a La Vecilla cogí el desvío hacia Nocedo y las Hoces de Valdeteja. Al final de ellas, en el mismo lugar donde el pasado año habíamos preparado el día de campo con la parrillada, tenían ya montadas las tiendas de campaña. Allí se habían reunido estas once personas: Ángel, Sheila, Toño, Carlos Gil, Rubén, Vicki, Sergio, Elena, Abel, Omar y Lorena.
Eran las 20:00 horas cuando llegué yo y me puse a montar mi tienda entre las demás. Hicimos tiempo charlando hasta acomodarnos para cenar con lo que habíamos comprado en común. Tras ello, y ya casi anochecido, algunos decidimos dar un paseo por las cercanías. Carlos y yo nos encaminamos por un camino al otro lado del puente que pasa cercano al mesón y camping “El Caserío” y que sube a la collada del pico Cueto Aucino, debajo del cual nos encontrábamos acampados. En esta vaguada vimos numerosas tiendas montadas y gente de cachondeo.
De nuevo en el lugar de campada nos reunimos todos y comenzó la juerga nuestra. Acompañados por una armónica y una especie de timbal nos liamos a “cantar”, contar chistes, etc. y nos dieron las tres y media a algunos. Con la videocámara iba dejando reflejados estos momentos.

DOMINGO 7
Sobre las 10:10 h salí de la tienda tras haber pasado una cómoda noche. Algunos ya llevaban tiempo levantados, como Toño, que se había venido ya hasta la cascada de Nocedo, a cuatro kilómetros, y había vuelto. Poco a poco fueron levantándose el resto y desayunamos. El día prometía ser tan bueno como el anterior con el sol ya calentando de mañana. Lo que sí estaba fría era el agua del río.
Tras desayunar y recoger un poco las cosas por allí, nos encaminamos hacia el comienzo del descenso. Abel, primo de Sheila y Rubén, se iba a dedicar a la pesca, poco el día antes, que por cierto no nos trajo trucha alguna. Los neumáticos los habían hinchado el día antes en una gasolinera y a uno de ellos le tuvimos que parchear con precinto ya que se había pinchado con algún pico en la hierba donde les habían colocado.
Algo más arriba del cruce de Valdeteja se encuentra el puente desde donde ya el pasado año comenzaron el descenso. Elena era la única, junto conmigo, que no iba a meterse. Yo iba como reportero oficial de la prueba, como el año pasado, y ella mi compañera.
Ya todos en el cauce con sus respectivos neumáticos, dio por comenzada la prueba en la que participaban nombres tan conocidos como: “Lucio de las Profundidades”, “Trucha del Curueño”, “Pulpo Cinco Patas” o “El Potro de San Andrés”, entre otros numerosos personajes del mundo del descenso en neumático internacional.
No faltaron las “picadillas” entre ellos y todos terminaron en más de una ocasión volcados unos por otros. Yo les iba siguiendo lo más cerca que podía, aunque muchas veces tenía que grabarles desde la carretera ya que era imposible acercarse a la orilla por lo inclinado de la caída. Todo el que pasaba con coches se quedaba mirando. Pensábamos que iba a haber más pescadores en el río, pero solo vimos a uno y además no le molestó en absoluto el paso de los navegantes.
Lo divertido eran las corrientes rápidas donde se cogía algo de velocidad y los pasos estrechos entre piedras donde quedaban trabados los neumáticos. Así llegamos al sprint final donde los participantes se ayudaban de los brazos para pasar bajo el puente final el primero de todos siendo por fin Sheila la que se proclamó ganadora de esta segunda edición del descenso de Curueño.
Aún estábamos donde el puente cuando llegó Marta con Dani. Por otro lado, Sergio tuvo la valentía de tirarse al agua desde lo alto de dicho puente, desde el que hay un desnivel que impone. Tras ello nos encaminamos hacia donde habíamos dejado las tiendas montadas para que no nos quitasen el sitio, ya que por la mañana había llegado un matrimonio y a la señora le había parecido mal que ocupásemos todo el sitio porque ellos iban todos los domingos a pasar el día allí. Vamos, de risa.
Yo me quedaba con el gusanillo de meterme al río y al final cogí un neumático y aproveché un tramo que no cubría para bajar por él unos cuantos metros mientras Carlos grababa la “proeza”. En cuanto llegó un tramo de profundidad me salí ya que solo me defiendo un poco nadando. Por ello no bajé con el resto anteriormente.
Tras ello nos pusimos a preparar la comida. Habían llevado beicon, chorizos y callos. Preparamos una hoguera y dejamos que se hicieran brasas y allí asamos el beicon y los chorizos. Los callos los ya iban hechos y solo fue calentarlos. Mientras se hacía esto desmontamos las tiendas y a la poca sombra de unos arbustos nos acomodamos para comer. Ah! Como por allí cerca apenas había leña, la habíamos trasportado por el río en unos neumáticos. Vamos, ni los mejores aventureros.
Tras la deliciosa comida llegó la hora del reposo. Tumbados cada cual donde mejor le vino, nos echamos una buena siesta a la sombra. Daniel, el niño de Carlos y Marta, estaba un poco inquieto y decidieron emprender el regreso. El resto estuvimos un rato más de charla y luego desinflamos las ruedas para traerlas. Cuando ya casi íbamos a venir llegaron Sonia, Jorge, su hermana y una amiga que subieron más arriba para bañarse.
Sobre las 19:30 horas emprendimos el regreso acordando parar en Valdepiélago a tomar algo. En este pueblo aprovechamos para tirar la basura que traíamos y en un bar estuvimos casi una hora antes de continuar el regreso a casa.
Sin novedades llegué a Villaquilambre y como ya eran las nueve y cuarto, llamé a casa para quedar con mi hermana Juli y Carlos en León y dar una vuelta.
Y de esta forma finalizó esta jornada y pico en la que disfrutamos de una grata convivencia entre amigos, que es lo que realmente importa.